domingo, 8 de marzo de 2020

LOS TOROS DE GUISANDO,LAS MISTERIOSAS PIEDRAS Y LA HISTORIA


Los Toros de Guisando es un Monumento emblemático de la Península Ibérica que pasa desapercibido, muchas personas no conocen ni siquiera su existencia. Poco sabemos de estas esculturas. Si conociésemos su origen, el pueblo que las talló, su significado o para que servían, aportarían algo de luz para el conocimiento de nuestro pasado y para saber más sobre los antiguos pobladores de esta región.
Cuatro toros, como los cuatro puntos cardinales, en el centro de la Península Ibérica, que vista desde el espacio, es como una piel de toro estirada; los cuatro toros se hayan mirando al oeste.
Se los ha datado del siglo II o III A.C. siendo su origen y función confusos y han dado lugar a variadas y contradictorias interpretaciones por parte de arqueólogos e historiadores.
Donde están situadas las esculturas ha sido un paso estratégico, de la Meseta Note a la Meseta Sur, utilizado para paso de ganado ya que por allí pasa la Cañada Real, en desuso en nuestros días, pero muy importante en otras épocas; cerca se encuentra una calzada prerromana y una necrópolis visigoda.
Los Toros de Guisando estan tallados en piedra granítica, de 2 metros y medio de longitud, cuyo origen se desconoce. Están situados en la provincia de Ávila limitando con Madrid, más concretamente en El Tiemblo. En el Cerro de Guisando, en la sierra de Gredos.Su datación nos lleva al siglo II ó III a.C. Su origen todavía está en discusión.Su significado se asocia a un templo dedicado al dios Tauro, animal de gran fuerza, nobleza y virilidad, que se ha venerado a lo largo de la Historia en muchas Culturas; al mirar los cuatro toros al oeste, podrían indicar el cambio de estación por donde se oculta el sol en invierno; o podrían formar parte de la entrada de un centro de culto o centro sagrado. Hay quien los interpreta como símbolos protectores de los ganados.
En la península Ibérica el toro se ha representado desde tiempos paleolíticos, por lo que no es de extrañar que esculturas de estos animales sirvan de veneración.

Lugar de descarga de tormentas eléctricas, le podríamos considerar de gran fuerza telúrica, o zona energética de la tierra. Estos sitios eran utilizados por los pueblos primitivos para conectar con sus dioses, pueblos que adoraban a la fuerzas de la naturaleza. Debido a la energía del lugar sería sitio propicio para enlazar con la divinidad, un centro de culto o centro sagrado; los cuatro toros bien podrían indicar que allí existió en otros tiempos un templo dedicado al dios Tauro, al adorar los pueblos primitivos a las fuerzas de la naturaleza, siendo el toro un animal poseedor de gran fuerza, nobleza y virilidad al que veneraban y festejaban como se demuestra a lo largo de la historia.
En el monte de Guisando, encontramos varias cuevas, entre ellas la cueva de San Patricio, que según una leyenda, llegaba hasta Portugal; otra menos exagerada decía que atravesaba la Sierra de Gredos. Un pastor que habitó en ella aseguró que sólo medía unos cien metros. Bien podía haber sido utilizada por estos pueblos primitivos, que solían residir donde había cuevas para protegerse.
Algunos autores sostienen que su autoría se debe a los vetones, pueblo ganadero asentado en la provincia de Ávila, que asumieron la cultura tartésica. O porqué no, los propios tartesos podían haber tallado los toros. El toro era un animal muy popular en la Cultura Tartesa, además su relación con los fenicios podría haber afianzado la importancia del toro como animal a venerar. Otro pueblo que influyó mucho en la cultura tartésica es la de los cartagineses, sacrificaban vidas humanas en adoración al toro. 
Tartessia vive su esplendor entre los siglos VIII y V a.C. y es gracias a la obtención del bronce, así como la extracción de oro y plata, lo que les hace importantes, pues dichos metales y su calidad son muy codiciados por los pueblos de las orillas del Oriente Próximo, concretamente Fenicia y Grecia.Por tanto cualquiera de estos pueblos podrían haber sido los autores de los toros de Guisando.


Los vetones eran celtas, vivían de la ganadería y se preparaban para ser soldadas de postín. Celebraban ritos iniciáticos para los futuros guerreros en saunas excavadas en la roca y adoraban a las fuerzas de la naturaleza celebrando sacrificios animales y humanos en altares rupestres. Se repartieron por el territorio extendido entre el Duero y el Tajo, lo que ahora es Toledo, Cáceres, Salamanca, Ávila, Zamora, Segovia y las provincias portuguesas de Tras-os-Montes y Beira Alta. Construyeron sus ciudades fortificadas (oppida) más importantes en el valle abulense de Amblés, en montes colindantes a las sierras que rodean la capital de Ávila. En este marco se tallaron los verracos, considerados la expresión plástica más representativa de los vetones.

La curiosidad por estas esculturas milenarias ha respondido a patrones varios. Los romanos utilizaron la figuración de toros y jabalís de reducidas dimensiones en sus necrópolis, a modo de cistas y cupae (podrian ser símbolo del enterramiento de alguien cuyos ancestros vetones adoraban a estos animales) o bien usarlas como sillares en la Edad Media en construcciones importantes, como la muralla de Ávila o varias iglesias de ésta y otras capitales y pueblos de la zona (quizá con el propósito de ahorrarse en pulir piedra cuando ya disponían de elementos de buena roca y, además, labrados). Y, como los siglos dan tantas vueltas al arte, a partir del siglo XVI las familias nobiliarias los situaban en los jardines de sus sus palacios (reconocimiento a su valor artístico, a su antigüedad, o por una atracción del misterioso poder de estas esculturas milenarias hacía los ricos estamentos). Las pruebas arqueológicas y, a partir del siglo XV, la documentación de los cronistas, sitúan la construcción de estas esculturas en la Edad del Hierro, a partir del siglo V-IV a. de C. Sólo desde finales del siglo XIX, época en que surge la figura del investigador arqueológico se han realizado excavaciones más sistemáticas en los castros vettones, intentando descubrir algo del pasado de estos pueblos ganaderos y guerreros, y encontrándose con una cultura llena de enigmas y dudas.




Las Vetones incineraban a sus muertos. Era un ritual céltico cuyo origen se puede encontrar en el corazón de Europa, en la cultura de los Campos de Umas. Los más poderosos guerreros se llevaban a la tumba su ajuar, quemado en una pira, frente a todos, tras estar en un altar de piedra, según los historiadores romanos, esperando a que las aves psicopompas se llevaran sus entresijos a otra vida.
Las excavaciones arqueológicas han contribuido a desvelar ciertas incógnitas de la vida y costumbres de los vetones. Es el caso del castro de la Mesa de Miranda (Chamartín de la Sierra, Ávila). Descubierto por Antonio Molinero en 1930, fue excavado por éste junto con Juan Cabré, que también se había encargado de otra gran labor en este campo; las excavaciones arqueológicas en el castro y la necrópolis de La Cogotas (Cardeñosa, Ávila). El importante cementerio de La Mesa de Miranda, conocido como “La Osera” junto con el de Las Cogotas, han aportado ricos datos sobre los vetones, como la estructura piramidal de lo poblados y la importancia de guerreros y artesanos en el escalafón social. Sin embargo, la evidencia de que los verracos tengan relación con elementos funerario no se basa en necrópolis vetonas, sino en los ejemplares encontrados en Ávila, procedentes de un cementerio romano de los alrededores de la basílica románica de San Vicente, enfrente de la muralla.





Altar de Sacrificios del Castro de Ulaca

Las referencias acerca de las rituales vettones quedan patentes por la existencia de santuarios al aire libre, labrados en la misma roca del terreno. Es el caso del altar prerromano encontrado en San Mamede (Villardiegua de la Ribera, Zamora), el portugués de Panoias (Vila Real) o el altar de sacrificios del castro de Ulaca (Solosancho, Ávila), Este último es el más conocido por su situación, en el núcleo más grande de toda la zona habitada por los vettones, y portados los elementos que lo rodean. El altar rupestre está excavado en la roca del terreno y está rodeado por un espacio “sagrado”, o nemeton. Se compone de una superficie con dos pares de escaleras talladas que conducen a una plataforma con varias cavidades comunicadas en si. Su carácter sagrado ha sido determinado por paralelismos con el altar encontrado en el Castro de Panoias, que contiene inscripciones romanas aludiendo a sacrificios animales y humanos, en el ámbito de las culturas y dioses celtas. Se piensa que puede tratarse de un culto relacionado con el toro o con la Luna, por su situación en una de las zonas más elevadas de oppidum. El historiador romano Estrabón aludía en sus escritos a creencias relacionadas con e! plenilunio en toda esta región. Tambien el arqueólogo Juan Cabré destacaba su exaltada heliolatría debido a unas cerámicas encontradas en Ciudad Rodrigo (Salamanca) y en armas del castro de Las Cogotas con motivos solares.
Respecto a otros cultos de significación astral, el arqueólogo F. Fabián afirma que unas piedras hincadas que denotan una diferenciación jerárquica de las zonas de la necrópolis de la Osera, están relacionadas con una constelación celeste.



El caso de los toros de Guisando es un ejemplo cargado de misterio como el que subyace en otras muchas esculturas vetonas menos conocidas pero no por ello exentas de magia y poder. Desde el siglo IV a. C. y hasta la conquista romana estos pueblos celta siguieron con su tradición. Artesanos de la piedra, canteros que elaboraban sus figuras según unos cánones... ¿quién los establecía?, con un reconocimiento en todo el territorio del valle de Amblés. Todavía los alrededores del Castro de las Cogotas son conocidos por la cantera de granito de la que aún se observan resquicios. Piedras para la realización de la catedral o las murallas de Ávila provienen de este lugar. En Ulaca también se ha encontrado un canchal de granito, cantera local del poblado. Pero no todos los castros tuvieron su propia cantera (para construcciones de roca y para esculturas). Si nos centramos en el valle de Amblés se pueden comprobar as distintas funciones que, probablemente, marcaron los más importantes oppida vetones. En el castro de la Mesa de Miranda se ha observado un desarrollo más acusado de las elites militares, asociadas en el mundo celta con druidas y sacerdotes, comprobable, en este caso, por la extraña composición de la necrópolis, marcada con estelas que se relacionan con los astros  ¿lugar de reunión de mandatarios?. Ulaca, considerada un centro religioso de los vetones de la zona por excelencia, también está muy relacionado con los rituales iniciáticos de guerreros. Asi lo constata la existencia del altar de sacrificios y de una sauna, semiexcavada en la roca, relacionada con rituales de purificación a través del agua y el calor. Las Cogotas podrían ligarse al mundo de la artesanía en su máxima expresión; sus cerámicas dieron nombre a toda una cultura, el trabajo de forja, la labra de la piedra... 

En los atardeceres del verano, las sombras de los toros de Guisando (El Tiemblo, Ávila) se van deslizando por la superficie. Son sombras que llevan sus secretos a la tierra en la que se sostienen desde hace casi tres milenios. Son estas figuras, los más populares verracos vetones, las que han transformado su entorno en un enclave cuajado de Leyendas. Desde que lo romanos plantaran graffitis, a modo de inscripciones en sus costados, conmemorando, según relatan lo antiguos cronistas, la sangrienta batalla entre César y Pompeyo, los toros de Guisando han retado al tiempo y a la naturaleza. Cuenta una leyenda que existían cinco, y no cuatro, esculturas, que tal vez fueran osos, y que contaban cada una con una inscripción romana. Otra dice que a una de las moles pétreas partió un rayo en dos, quedando enterrada (esta parte es del todo cierta) hasta que en los años veinte la marquesa dueña de los terrenos se preocupó de su recuperación. En las crónicas se habla de una "Venta" que utilizó, prácticamente, los toros como elemento propagandístico (era conocida como la "Venta de los Toros de Guisando"). Llena siempre de personas de dudosa reputación, cerca de la Cuesta de los Malo Pasos (el nombre no puede ser más claro).



En este mismo lugar se llevó la reunión de lo nobles coaligados para destronar a Enrique IV y proclamar heredera a la infanta Isabel, la futura reina de Castilla.No se explica muy bien, a pesar de los cronistas de la época que la futura reina Isabel la Católica eligiera, precisamente, este entorno para celebrar la reunión que marcó el principio de su reinado. Fue un lunes, 19 de septiembre de 1468, cuando tuvo lugar el Pacto de lo Toros de Guisando, por el que Enrique IV declaraba heredera del trono a su hermanastra Isabel, en detrimento de la supuesta hija de éste, Juana la Beltraneja ¿Qué poder tenía este lugar para atraer a tales personajes? Sin duda, el mismo que aún tiene, a pesar de que ya no hay venta, de que en los alrededores toros avileños —quizá modelo utilizado por los artesa nos canteros que les esculpieron— pastan pacíficamente en verdes prados, y de que aún no se conoce realmente el porqué de su ubicación. Ni siquiera la razón de su existencia.

El 19 de septiembre de 1468 Isabel, la futura Reina Católica, es jurada princesa de Castilla en la venta de Toros de Guisando. Días antes había obtenido de su hermanastro Enrique IV el compromiso de la sucesión al trono de Castilla por delante de su hija Juana. Sobre la Beltraneja pesaba la sospecha de la ilegitimidad. Se decía que era fruto de las relaciones de la esposa de Enrique con uno de sus validos, Beltrán de la Cueva (de ahí su apodo), pues el monarca castellano, llamado el Impotente, no podía mantener relaciones normales. Pero si el acuerdo de los Toros de Guisando suponía un reconocimiento implícito de la bastardía de su hija Juana, ¿por qué lo aceptó Enrique?
Enrique IV fue un monarca, débil y manipulable, al que le tocó reinar en una época de insoportables tensiones nobiliarias. El mal hacer de sus validos y el crecimiento de un poder nobiliario libre de autoridad, le llevó a sufrir la llamada «farsa de Ávila» en la que sus oponentes destituyeron de todos los atributos regios a un muñeco que representaba al monarca. Esta nobleza hostil apoyaba la candidatura del hermano del Rey, el infante don Alfonso. Con la muerte de Alfonso en junio de 1468 fue su hermana Isabel quien capitalizó la inercia de este movimiento, convencida de la ilegitimidad de la Beltraneja. Poco pudo oponerse el Rey al acuerdo, presionado por sus propios apoyos para favorecer la paz y viendo a su esposa, la supuesta adúltera, huir de su lado para refugiarse en el castillo de Beltrán.
El acuerdo de los Toros de Guisando, en definitiva preveía el reconocimiento de Isabel como princesa y heredera con una serie de rentas y señoríos para el sustento de su casa y el reconocimiento de Enrique como Rey legítimo, lo que suponía el fin de las farsas y las guerras. Como Rey, a Enrique le correspondía buscar un esposo para la princesa, cuestión esta que puso en peligro el acuerdo pues Isabel ya tenía en mente a Fernando, enlace que el Rey nunca aceptaría. Este punto, a la postre incumplido, contemplaría la potestad de Isabel para rechazar a los pretendientes. Por último, se establecía que la reina sería devuelta a Portugal para mayor dignidad del Rey, pero su hija, sobre cuya legitimidad no hubo pronunciamiento, permanecería en la corte.
http://www.nuestrorincondecebreros.es/pagina/77.html
https://www.elespanol.com/cultura/patrimonio/20200120/verdadera-funcion-verracos-extranas-esculturas-celtas-peninsula/460954170_0.html
http://herenciaytradiccion.blogspot.com/2012/06/toros-de-guisando-las-misteriosas.html
https://elpais.com/cultura/2020/01/22/actualidad/1579683681_260912.html
https://www.europapress.es/castilla-y-leon/noticia-doble-valor-historico-toros-guisando-20170917115133.html


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