viernes, 11 de noviembre de 2022

LA LITERATURA RUSA DEL SIGLO XIX


La literatura rusa del siglo XIX engloba un gran número de escritores, pues no sólo estamos teniendo en cuenta los nacidos en la propia Rusia, sino también e incluyen aquellos que escriben en ruso, pero que al extinguirse la Unión Soviética pasaron a ser hijos de otras patrias. Por esta razón, y muchas otras, la literatura rusa ha dado a luz grandes novelistas, poetas, ensayistas, etc. que permanecen en la mente de la gente, pese al paso de los años.
En 1830 y principalmente en 1840, en la literatura rusa se desarrolla el realismo crítico: corriente que representa personajes humanos en sus vínculos con las circunstancias sociales y se centra en analizar el mundo interior del individuo. Aparece entonces la figura de la “persona pequeña”, es decir, ordinaria e insignificante; se trata de un tipo de personaje de una posición social bastante baja, sin ninguna capacidad destacada ni fuerza de voluntad, que no hace nada malo a nadie, con sus historias dramáticas pero muy cotidianas. Su objetivo principal es presentar “la verdad” de la vida.
El primero en presentar a una “persona pequeña” al lector fue el gran poeta y escritor, creador de la lengua literaria rusa, Alexandr Pushkin. Un romántico en muchos de sus versos, en su serie de obras en prosa Los relatos de Belkin (1830) se convierte en realista y describe tragedias cotidianas de personas corrientes. Pese a que cada uno de los cinco relatos introducía un nuevo tipo de personaje que transgredía todos los cánones existentes de la literatura de aquel entonces, el global de la obra correspondía a un género tradicional de la época: algunos relatos al sentimentalismo y otros al romanticismo.
El fin del siglo XIX es la época de Antón Chéjov en la literatura rusa. Varios críticos denominan a este periodo “realismo sociológico” ya que los temas principales del escritor y dramaturgo son los problemas y los cambios en la sociedad y el destino de los individuos en ella. Fue pionero en emplear el método del “fluir de la conciencia” (un monólogo interno del personaje que reproduce sus impresiones, asociaciones y pensamientos inmediatos en el momento del habla), posteriormente adoptado por los modernistas y por James Joyce en primer lugar.


Rusia no irrumpe en el mapa de la literatura europea hasta el siglo XIX. Las obras de sus grandes escritores reflejan la complejidad de una sociedad sometida al despótico y represor gobierno de los zares y marcada por la miseria de sus campesinos, sometidos como siervos a la nobleza.
Durante el siglo XIX y bajo el influjo del romanticismo primero y del realismo después, Rusia vive un Siglo de Oro que ve nacer a autores de talla mundial. Durante la primera mitad del siglo destaca la poesía con Pushkin, Lermontov, Krylov y Griboyédov. Durante la segunda mitad es el momento de la prosa con Leon Tólstoi, Fiódor Dostoyevksi, Nikolái Leskov, Iván Turgéniev, Iván Goncharov, Maksim Gorki y Antón Chejóv
La peculiar situación de Rusia hizo que la palabra de los escritores fuera considerada la voz del pueblo, puesto que los rusos son tradicionalmente muy amantes de la poesía y de la literatura. La censura zarista les temía, por ello, fueron estrechamente vigilados.


En poesía, una de las primeras figuras de este siglo fue Iván Krylov , cuyas fábulas, de una gracia y sonoridad admirables, le valieron el título de "El La Fontaine ruso". Krilov, que llegó a vender más de setenta y cinco mil ejemplares de sus Fábulas, escribía con el estilo popular y usaba dichos y proverbios coloquiales.
Vasili Zhukovski, precursor de Pushkin, dio a conocer, con sus traducciones, a los románticos alemanes y británicos, y compuso versos en los que aparecen, llenas de lirismo, las imágenes y leyendas tradicionales del país
Alexandr Pushkin fue educado en el Liceo de Tsarskoye Selo, establecimiento donde se respiraba un espíritu liberal. Sus actitudes liberales lo llevaron al destierro y entonces descubrió a Byron, sufrió su fascinación, e incluso aprendió inglés para poder leerlo en su lengua original. Su primer poema largo importante es Ruslán y Ludmila , poema épico-burlesco en que subvertía los recursos tradicionales. Sus primeros poemas eran imitaciones byronianas, como El prisionero del Cáucaso. Su obra, interrumpida en el momento más prometedor al morir el poeta en un duelo, tiene una perfección que desborda cualquier marco de "Escuela". Pushkin, que puede considerarse como el primer escritor de la literatura moderna rusa, unió en su obra las tradiciones de la lengua popular y las técnicas más depuradas del verso. Innovó en todos los géneros, desde la lírica hasta la novela, y con él la literatura rusa tomó conciencia de su originalidad.

Ya vagué por las calles bulliciosas…
ya penetre en el templo populoso,
ya me rodeen alocados jóvenes,
en mis ensueños sigo estando absorto.

Me digo: pasarán raudos los años
y por muchos que aquí nos encontremos,
todos iremos a la eterna fosa
y para alguno ya llegó su tiempo.

Cuando contemplo el roble solitario,
este patriarca de los bosques -pienso-
sobrevivió al cruel siglo de mis padres
y sobrevivirá a este siglo nuestro.

Cuando acaricio a una tierna criatura
pienso que es hora ya de despedirme:
te cedo el puesto, florecer te toca,
y para mí ya es hora de pudrirme.

Cada día que pasa, cada hora,
me he acostumbrado a ejercitar la mente,
e intento adivinar cuál de entre ellos
será el aniversario de mi muerte.

Y ¿dónde me enviará la muerte el Hado?
¿En la guerra, en la mar, como viajero?
¿O si acaso será, el valle vecino
el que reciba mis helados restos?

Y aunque para mi cuerpo inanimado
dónde se descomponga igual le sea,
yo, más cercano a mi solar querido,
de ser posible, reposar quisiera.

Y que a la entrada misma de mi tumba
una juvenil vida jugar pueda,
y que Naturaleza indiferente
con su eterna hermosura resplandezca.


Con el comienzo de siglo, la literatura rusa empieza a producir grandes obras en prosa, aunque su penetración en Occidente será escasa hasta la segunda mitad del siglo. Pushkin escribe, en verso, la que se va a considerar la primera novela rusa, Eugenio Oneguín (1833), de clara inspiración byroniana, escrita en un estilo libre, casi descuidado. En la novela, los pasajes descriptivos alternan con impresiones plenamente líricas y meditaciones acerca de la naturaleza. También escribe cuentos y novelas cortas, como El moro de Pedro el Grande , La dama de picas  y La hija del capitán, tensos y equilibrados, con una forma muy clásica que compensa los borrascosos sentimientos que describe. Tanto en La hija del capitán como en su Boris Gudonov el autor muestra su preocupación por el destino de la nación.



Nikolái Gógol (1809-1852) dará el paso definitivo hacia el realismo, aprovechará todas las posibilidades de la prosa y favorecerá la llegada de los grandes autores posteriores. En sus primeras obras, los cuentos entre realistas y fantásticos de las Veladas en un caserío de Dikanka , y su novela histórica Tarás Bulba , recreó la vida y las tierras de Ucrania. Alcanzó la fase de madurez con unos cuentos y novelas cortas (La nariz, El capote, etc.) que contienen una gran riqueza de elementos realistas y una importante dosis de sátira. Es celebre la frase de Dostoievsky, quien afirmó: "Todos hemos salido del 'capote' de Gógol". La primera parte de su novela Almas muertas , llamada poema por el propio autor, le consagró como el mejor escritor ruso del momento. Con Almas muertas, Gógol pretendía hacer una novela picaresca y, sin embargo, en la obra hay una amarga denuncia, donde los personajes, grotescos, hacen reflexionar al lector acerca de la naturaleza humana, de su estupidez y pereza provinciana. Movido por escrúpulos religiosos, Gógol destruyó la segunda parte de su obra antes de que se publicara. Hacia 1847 publicó Pasajes selectos de la correspondencia con mis amigos, ensayos filosóficos y políticos que reflejan su ideología.



Después de Gógol, varios novelistas señalan la transición hacia formas más completas y exigentes. Iván Goncharov (1812-1291) denuncia en Oblómov (1859), obra con una gran carga autobiográfica, lo que él considera uno de los vicios nacionales de su país, la apatía física y moral. El protagonista, un gran propietario, sirve al autor para desenmascarar al hombre superfluo arrastrado por el ocio, la rutina y la pereza. Otras obras destacables suyas son El abismo  y Una historia común.



Iván Turguénev (1818-1883) fue el primer autor ruso que se dio a conocer ampliamente en los ambientes literarios occidentales. Recorrió Europa y vivió durante años en Francia, Alemania, y Gran Bretaña. Fue amigo de escritores como Flaubert, los Goncourt (Edmon y Jules), Maupassant y Henry James. Es quizá el menos característicamente ruso de estos autores, y tal vez por este motivo sus obras (entre las que sobresalen Memorias de un cazador , Nido de nobles , Humo ), tuvieron una buena acogida fuera de su patria. Frente a Gógol, Turguénevcultivó un lenguaje selecto y una narración cuidada que dejaba paso a la alusión poética. El tacto y la agudeza psicología no son ajenas a su prosa; sin embargo, su obra ha quedado perjudicada por el hecho inevitable que se le comparase con Dostoievsky y Tolstói. Otras obras suyas son Padres e hijos -su mejor novela en cuanto a argumento, personajes y estructura-, Tierras vírgenes, En vísperas de la guerra y Senilia (conjunto de poemas en prosa).




Fiodor Mijailovich Dostoyevski y Tolstói son los nombres por antonomasia de la novela rusa, figuras sólo comparables a Cervantes y Balzac. Ambos son rigurosamente coetáneos, pero también muy distintos. Ambos dan sus grandes obras de madurez por los mismos años, entre 1860 y 1880. Posteriormente Dostoievsky muere, y Tolstói, aunque continúa escribiendo durante más de veinte años, se ha convertido en un símbolo y reniega de casi toda su producción anterior.


Dostoievsky (1821-1881), ya desde sus primeras obras, se consagra a la penetración psicológica, al análisis de unos personajes llenos de misterio y de contradicciones. En su primera novela, Pobres gentes , es notable la influencia de Gógol. En los últimos veinte años de su vida esta orientación psicológica se acentúa, lo que arroja un buen número de obras geniales, que van desde Crimen y castigo (1866), El idiota (1868), Los endemoniados,  y El adolescente , hasta Los hermanos Karamázov (1879-1880). Casi cuarenta años separan Pobres gentes de Los hermanos Karamázov, primera y última obra de Dostoievsky, pero en toda su larga producción será una constante su preocupación por ahondar en la psicología del hombre a través de sus personajes: descubre las emociones y los sentimientos humanos, explora en la psique, revela los impulsos reprimidos, etc.



León Tolstói (1883-1945) disfrutó de una vida mucho más fácil. Desde sus primeros libros se le saludó como un gran maestro de la prosa, y su evolución literaria fue un perfeccionamiento constante que culminaría en "Guerra y paz" (1865-1868). Se puede afirmar que Dostoievsky supera a Tolstói en profundidad psicológica, pero nunca escribió una novela tan perfecta como Guerra y paz, considerada por los críticos como la gran obra del s. XIX. En ella se describe un período crucial para Rusia, el que corresponde a las guerras napoleónicas. En la novela, la técnica narrativa de Tolstói le permite combinar multitud de historias dentro de un conjunto coherente. Aparecen los elementos más dispares, magníficas descripciones de batallas y de movimientos de tropas, análisis de la situación política, consideraciones sobre la filosofía de la historia, minuciosos e irónicos cuadros de la vida mundana en Moscú y San Petersburgo, multitud de retratos psicológicos, debates morales, etc. Ana Karénina (1875-1877), su novela siguiente no está al mismo nivel. A partir de la crisis espiritual que comienza hacia 1880, su producción se sitúa en otro plano: un cristianismo radical impregna las páginas de su tercera novela, Resurrección (1899)



Antón Chéjov (1860-1904) completa con sus numerosos cuentos (La sala número seisElmonje negroUna historia triste, La cigarraLas grosellas, etc) este gran período de la narrativa rusa. Chéjov es un observador lúcido e irónico en la caracterización de los "hombres taciturnos": plasma en sus relatos, con suaves pinceladas, su visión de una Rusia mezquina y resignada. Su objetividad y la sobriedad de su estilo no excluyen un tono poético y un sutil humorismo que prestan un encanto a estas narraciones.



El descubrimiento de la novela rusa en la segunda mitad del s. XIX sacudió la narrativa occidental. La novela europea se encontraba en una situación asfixiante, con un (cada vez más rígido) criterio de captar la realidad exterior por medio de la observación fiel y minuciosa. El Naturalismo llevó a los escritores a la declamación y el apriorismo. La mayor parte de las novelas de la época, en la actualidad, parecen estrechas de miras, farragosas e ingenuamente didácticas. Los rusos eran otro mundo lleno de exaltación y apasionamiento, trágico y grotesco a la vez, con explosiones irracionales que abrían nuevas perspectivas y una visión más realista que no estaba sujeta a unas normas, y que era capaz de llegar al subconsciente de los personajes. Eran la libertad del escritor y la grandiosidad de la literatura, una nueva medida del hombre que enlazaba con los grandes románticos de la primera mitad del XIX.


La edad de oro de la novela rusa no tiene un equivalente en la dramaturgia, porque el teatro no alcanzó la talla de la prosa. Algunos de los grandes novelistas cultivaron el teatro, pero de una forma esporádica y con aciertos relativos; así Iván Turguénev escribió una comedia de sutil psicología, Un mes en el campo, pero es su única obra teatral notable y tardó más de veinte años en representarse. Alexandr Griboyedov estrenó ¡Qué desgracia el ingenio!, brillante comedia en verso que presenta a Chatski, un joven noble que vuelve a Moscú y encuentra a su amada imbuida en una sociedad murmuradora y anticuada.
El mejor teatro ruso de la época lo escribió, sin duda, un autor conocido por sus cuentos, Chéjov. Sus comienzos fueron voluntariamente modestos, farsas en un acto que revelaron sus posibilidades en este campo. Su primera obra larga, Ivanov (1887), pasó inadvertida. En 1896, el estreno de La Gaviota constituyó un tremendo fracaso; sin embargo, en 1898, la misma obra, potenciada por un gran director escénico, Stanislavski, fue un triunfo en Moscú. El éxito alcanzado hizo que siguiera escribiendo para el teatro. Antes de que su vida se truncara, a causa de la tuberculosis, estrenó sus obras dramáticas más importantes: Tío Vania , Las tres hermanas y El jardín de los cerezos.
Los dramas de Chéjov suponen un cambio radical en la composición del teatro, casi no hay argumentos en sus piezas, e incluso los incidentes más notables son considerados clímax psicológicos, y no clímax dramáticos. Dando importancia a la sugerencia poética, coloca fuera de escena los acontecimientos más importantes en la vida de sus personajes; su blanco preferido es la nobleza y los camaradas intelectuales. Chéjov es sin duda el gran dramaturgo de los años finales del siglo. El conjunto de su teatro no ha perdido vigencia y en el s. XX ha seguido representándose ininterrumpidamente.
Este es un pequeño resumen de una etapa que no puede pasar desapercibida en la historia de la literatura universal,de cuyos héroes de las letras ,se iran desgranado su vida y su obra paulatinamente...

https://es.wikipedia.org/wiki/Literatura_rusa
https://elpais.com/diario/2006/02/11/babelia/1139618358_850215.html
https://www.espectaculosbcn.com/escritores-rusos-mas-famosos/