jueves, 31 de octubre de 2019

PEINES MEDIEVALES...EL PEINE EN LA ANTIGÜEDAD


Crecí con pocas leyendas, muy pocas, pero de todas ellas recuerdo  la de la  mora de tez blanca y pelo rubio que peinaba sus cabellos con peine de oro en la entrada de la cueva de la Fuente de la Morar. La mora de la cueva era vista por los caballeros y sin decir una sola palabra enamoraba a los hombres que la veían sin hacer otra cosa que peinar su larga melena. Que el peine fuera de oro no hace sino ahondar en el mundo mágico de los tesoros y las hadas de las cuevas custodias de esas riquezas, tal y como se reconocen en toda la Península Ibérica.



Aquellos seres fantásticos no son los únicos representados en actitud de peinarse. En los bestiarios medievales, las sirenas, mitad mujer mitad pez, son representadas acicalándose con un peine y un espejo en la mano, entre otros elementos.
Sobre asta, marfil de elefante, hueso, diente de hipopótamo e incluso colmillos de mamut o, los mas pobres y probablemente mucho mas cotidianos, sobre simple madera,  los peines son conocidos de uno a otro lado de Europa desde la Prehistoria hasta la actualidad, ya sea entre los sedimentos de un poblado calcolítico  como los Millares, en Almería, Abydos, de la primera dinastía egipcia, el mundo tartésico o púnico de Carmona o Medellín, las ciudades de la Grecia helenística, las del Imperio Bizantino, los castros hispanovisigodos como el de la Ventosa, en Cacabelos (León), las ciudades islámicas, los obispados ingleses y las casas de las ciudades medievales.



Peine visigodo de Cacabelos, fabricado en hueso. Procede del Castro de la Ventosa



Las púas en doble y contrapuesta hilera se fabrican para su uso práctico de aseo, como aderezo y ornato de cabeza e incluso como elementos simbólicos, siendo decorados mediante motivos geométricos simples, otras veces profusamente tallados e incluso pintados.
               
        

Peine medieval completo procedente de Pamplona. Fabricado en madera y decorado con motivos sencillos de carácter geométrico.

La excepcionalidad de la conservación de aquellos fabricados en madera, seguramente los mas utilizados y los peor conservados, radica fundamentalmente en la naturaleza de la materia prima y en las condiciones necesarias para preservar este tipo de material orgánico durante siglos. 
Es el caso de los peines medievales que aparecieron en Pamplona durante la excavación arqueológica realizada en 2005-2006 con motivo de las obras de rehabilitación del Palacio del Condestable en el fondo inundado de la caja de piedra de una noria de sangre,  en el llamado Patio de Pellejerías. Aquellas piezas se conservaron a lo largo de mas de 700 años gracias a hallarse sumergidas en agua y no haber variado sus condiciones a lo largo del tiempo. 
Se trata de tres peines dobles para uso personal, datados en los siglos XII-XIII, uno de los cuales se conservaba íntegro y los otros dos fragmentados, decorados en dos casos con motivos geométricos. 
Estos materiales lígneos que habían permanecido sumergidos en agua durante tanto tiempo  se mostraban blandos y frágiles. Sabedores que su extracción del lugar donde se encontraban depositadas, en un medio anaeróbico, supondría su casi inmediato deterioro y destrucción por  los efectos de la desecación,  las instituciones navarras solicitaron la colaboración con el Ministerio de Cultura para su restauración. Los peines y otras piezas de madera como una copa, se depositaron en los talleres de restauración del Museo Nacional de Arqueología Marítima y Centro Nacional de Investigaciones Arqueológicas Submarinas, en Cartagena (Murcia), especializado en el tratamiento de materiales sumergidos  y donde se llevó a cabo su desalinización, consolidación y limpieza.
Estos peines fabricados para el aseo son muy parecidos a las peinas actuales.
Mientras este caso de Pamplona se realizó en un contexto doméstico, hay otros casos en los que el propio lugar de reconocimiento de la pieza arqueológica nos pone sobre la pista de usos diferentes. 




Tal es el caso del peine que apareció dentro de una caja de madera en la necrópolis de la basílica de San Prudencio, en Armentia (Vitoria), hallado bajo el cráneo, a la altura de la nuca, de la inhumación nº 85, lo que le ha valido su interpretación como pasador o adorno de cabello. Sin embargo, durante la Edad Media fue frecuente la asociación de peines a las figuras de los santos y los obispos otorgándoseles un carácter litúrgico. Conocemos diferentes casos asociados a la consagración de obispos, como ocurre con el objeto de márfil procedente de la abadía inglesa de San Albano, en el que se tallaron, con profusión de detalles, escenas de la infancia de Jesús (la matanza de los inocentes y la visita de los Magos) datado en el siglo XII y que se halla expuesto en el Museo de Victoria y Alberto de Londres.

 

Parece que se trata de peines cuyo uso simbólico serviría para limpiar la cabeza de los prelados de los malos pensamientos. La sencillez de este argumento no deja de sorprenderme.
En la Catedral de Roda de Isábena hubo dos de aquellos peines litúrgicos, ambos en márfil,  uno de ellos pintado conocido como peine de San Ramón I, que fue robado por el expoliador conocido como Erik el Belga y que nunca ha sido recuperado. En la misma catedral se conservó un peine litúrgico tallado con un sacerdote copto y una gacela comiendo hierba en el reverso, el denominado San Ramón II.

                                                  
                               






Peines litúrgicos de marfil tallado se custodian también en el Museo de la Catedral de Orense, procedentes del monasterio de Celanova. Son conocidos como los peines de San Rosendo, ya que aparecieron dentro de su enterramiento cuando se exhumó a comienzos del siglo XVII. Estos elementos comparecieron junto a su báculo, piezas de ajedrez, etc. Uno de ellos se decora con arabescos en negro y dorado respondiendo a un tipo conocido como siciliano (al igual que el de Roda de Isábena); mientras los otros dos forman parte de una pareja, el uno de motivos calados y el otro tallados; todos ellos han sido datados en el siglo XII.
Peine medieval litúrgico en madera de boj cuidadosamente tallada y calada en celosía mostrando motivos geométricos mezcla de influencia islámica y gótica, un corazón y un espejo embutido.Trabajo francés, S. XV.

Pero mas acá de consideraciones litúrgicas, el aseo personal, la necesidad de mantener el pelo limpio y bien colocado, pusieron al alcance de las gentes estos útiles peines o peinas, que en algunos casos, junto a los espejos, son objeto de atención en las representaciones pintadas o esculpidas, al parecer como símbolo de la vanidad y la lujuria.


     
     

Psalterio de Lutrell con una dama acicalándose frente al espejo que sujeta su sirvienta en la que se aprecia espejo, peine y cajita o cofre.


En la colección de cuentos de Aurelio M. Espinosa (2009) que recopila tradiciones orales, se recoge la creencia de que el peine en manos de mujer puede cobrar atributos mágicos. Cuando Blancaflor es perseguida por su padre (el diablo) en el caballo del pensamiento (mientras que ella y su esposo cabalgan en el del viento) y está a punto de ser alcanzada, echa , entre otras cosas, un peine y así o gracias a ello, surge un bosque de pinos  semejante que se convierte en una barrera  infranqueable.  El cuento está sujeto a muchas variantes y está extendido por todo el planeta. 
Hasta tres versiones de esta tradición han sido recogidas en el artículo "Blancaflor en Galicia". Gracias a Rosario Soto, se puede acceder a estos interesantes datos, quien  ha hablado de historias arcaicas, recopiladas en algún caso en el poemario germánico Edda Mayor, de héroes ultrajados que no vuelven a lavarse ni a peinarse mientras no recupere su honra. 
Carmen Leal, especialista en la Irlanda antigua,cuenta como en las leyes consuetudinarias irlandesas (Uraicecht Becc), lo más bajo del mundo y de la categoría artesanal era el fabricante de peines. Su precio de "honor" (lo que se le pagaba ) era una becerra añoja o más bien la mitad de media vaca lechera. En otro manuscrito legal (Bretha Némen toísech) se puede ver que es así porque "tiene que disputarle a los perros del albañal el material de su trabajo". 

Tres peines de madera,fueron hallados durante la excavación arqueológica realizada para restaurar el Palacio del Condestable en Pamplona.
Las tres piezas se pueden ver en la sala de la colección permanente del museo, acompañadas de imágenes que ilustran el proceso de tratamiento de liofilización que se les ha aplicado para su conservación. Tras su exhibición las piezas retornarán a la Comunidad Foral. 
Las piezas aparecieron durante la excavación arqueológica realizada en 2005-2006 con motivo de las obras de rehabilitación del Palacio del Condestable, para su adecuación como Centro Cívico del Casco Antiguo de Pamplona. El hallazgo se realizó en el fondo inundado de la caja de piedra de una noria de sangre, ubicada en el llamado Patio de Pellejerías, adjunta al palacio. La conservación de materias orgánicas tan antiguas es inusual y sólo se produce en medios anaerobios, en este caso por inmersión continua en agua. 
Se trata de tres peines dobles para uso personal, datados en los siglos XII-XIII, uno de los cuales se conservaba íntegro y los otros dos fragmentados, decorados en dos casos con motivos geométricos. La conservación de materiales sumergidos en agua durante siglos los hace blandos y frágiles. Su extracción del lugar donde se encontraban depositadas conlleva un rápido deterioro por desecación, lo que provoca la pérdida de masa y su irreversible deformación. 
Los tres peines se han sometido a un largo proceso de restauración, que ha permitido la estabilización de las piezas. El tratamiento ha consistido básicamente en la retirada controlada del exceso de agua embebida, sin que ello suponga pérdida de su integridad. Para ello se ha aplicado un tratamiento en tres fases: desalinización, consolidación (mediante lenta impregnación de los objetos con polímeros de polietilenglicol y posterior secado en cámara de liofilización) y limpieza final. 


Hallados con relativa frecuencia en los yacimientos prehistóricos, son algunos de los objetos más antiguos de la humanidad. Consistían en pequeñas láminas de huesos, maderas o marfil talladas en forma de dientes o púas.









Peine Neolítico en el Museo de Berna. 

El ejemplo más antiguo, hallado en una excavación del norte de Europa, es un peine de 10.000 años de antigüedad que tiene una forma que recuerda a la mano, lo que sugiere que ésta fue el primer “peine” de la humanidad. El corte de pelo, el peinado y la preocupación por adornar la cabeza se documenta ampliamente en las pinturas rupestres. Gracias a estas pinturas se sabe que los peines, además de cumplir una función práctica, tenían un significado esotérico y se llevaban colgados como amuletos o se utilizaban en ritos funerarios. A medida que avanzan los milenios los peines se van haciendo de otros materiales como el hierro, el cobre, el carey, el bambú, la plata o el oro…
Peine Etrusco siglo VII a.c

Peine Egipcio Amenofis III, año 1390 a.c

Peine Egipcio 2900 A.C

Peine Periodo Micénico. Atenas

Peine Escita S. V A.C

Peine Romano
En los primeros tiempos de Cristianismo, peinarse formaba parte del ritual litúrgico igual que lavarse los pies. En la Edad Media, proliferaron los peines litúrgicos como objetos de culto.
Peine litúrgico. Medieval.

En el Renacimiento y el Barroco se enriquecieron con metales preciosos, pinturas, esmaltes y gemas formando parte importante de los ajuares de las novias. Progresivamente, estos utensilios de aseo para el cuidado del cabello pasaron a ser de uso mayoritariamente masculino y las mujeres optaron por los cepillos para desenredar sus melenas aunque los siguieron usando como elementos decorativos del cabello.

                                                                          Peine renacentista italiano

                                                                        Peine proveniente de Qatar

                                                                               Peine Turco

                                                                                 Peine chino

Pintura de Molenaer, 1633




LA BOTÁNICA EN LA EDAD MEDIA




Durante la Edad Media, la palabra herbario se refería a un libro de Botánica, específicamente relacionado con las plantas medicinales, en el que se enumeraban los productos naturales obtenidos de ellas con valor terapéutico, y raramente de los animales y minerales. Era un libro de medicamentos simples, integrados por un solo componente, procedentes de la naturaleza, especialmente de las plantas.
En la historia del herbario medieval, se pueden formar dos períodos bien diferenciados, y que a grandes rasgos coinciden con la Alta y la Baja Edad Media. En el primer período, los herbarios tienen una fuente predominante, el tratado médico de DioscóridesDe Materia Medica, redactado en griego en el siglo I d. C., el cual se diseminó en multitud de variantes por toda Europa, hasta la llegada de la imprenta.
A partir de los siglos XII y XIII se compilan nuevos herbarios, esta vez bajo la poderosa influencia de la Escuela Médica Salernitana, establecida en la ciudad italiana de Salerno que también aprovechaba la proximidad del monasterio de Montecassino. Las influencias de Bizancio y del mundo árabe en la Italia meridional, hicieron que esa ciudad se convirtiera en un centro internacional de actividad médica, con influencia en todo el occidente medieval cristiano. Cualesquiera que hayan sido sus orígenes, lo cierto es que ya al comienzo del siglo XI ejercen y enseñan en Salerno médicos de renombre, que redactan breves tratados, con intencionalidad didáctica. Hacia finales de la Edad Media, entonces, aparece un nuevo tipo de herbario, todos ellos ilustrados. Quizá el texto botánico que ejerció más autoridad fue el redactado por Matthaeus Platearius, conocido como «Circa instans», porque es con estas palabras con las que se inicia el texto. Describe cerca de quinientas plantas, con datos como su origen geográfico, su denominación griega y latina, condiciones para su conservación y sus principales virtudes. Sus fuentes son, en primer lugar De Materia Medica, en su versión latina, pero también otros textos de interés botánico, como el Herbarius de Apuleyo Platonico.


Todos los avances científicos relacionados con la descripción de plantas conseguidos por las antiguas civilizaciones parecieron frenarse en seco con la caía del Imperio Romano en el siglo V. Los pueblos que vivieron la Europa de los siglos posteriores se centraron en la relectura de algunos clásicos como el "Dioscórides", que se convirtió en el principal referente al hablar de plantas y de medicina. Sin embargo, las interpretaciones que se hicieron de esta obra dieron lugar a muchas otras, cada vez menos científicas y invadidas por el oscurantismo, la superstición y la fe.

De materia medica (conocido popularmente como Dioscórides y escrito en el siglo I d. C) recogía el legado de este cirujano griego que había recorrido la cuenca del Mediterráneo con los ejércitos del emperador Nerón. Esta obra presentaba la botánica como un tipo de farmacología, huyendo de las taxonomías y centrándose en los usos y descripciones básicas de las plantas, en total más de seiscientas, algo que la convirtió en muy popular para las prácticas mentos de la edad media. Aquellos que recogieron el legado de Dioscórides no prestaron atención al trabajo de recopilación tanto como la forma del libro, ilustrado y plagado de detalles como dónde encontrar la planta, y como recogerla, para qué utilizarla o en que recipientes conservarla y durante cuánto tiempo. Por ello durante la Edad Media (especialmente, durante la Alta Edad Media) lo que los diferentes autores hicieron fue reescribir esta obra añadiendo nuevas similitudes y remedios para cada una de las plantas, pareciendo aquellas descritas por Dioscórides con otras que encontraban en los diferentes países.


De materia medica en árabe
Por otra parte los copistas, que eran los encargados de crear estas elaboradísimas copias a mano, centraron sus esfuerzos en la parte más visual del libro que era lo que hacía que éste se convirtiera en más popular y más accesible para los médicos de la época. Con el paso de los siglos, las ilustraciones de las plantas fueron alejándose cada vez más de las originales y de la realidad y los libros de plantas parecieron invadir a del horror vacui típico del arte románico.



Las distorsiones de la realidad eran cada vez mayores y los escribas se tomaban cada vez más licencias a la hora de dibujar y describir plantas y las versiones de los "Dioscórides" se parecían cada vez más a los bestiarios que describían animales, plantas o motivos orgánicos de la naturaleza, casi siempre imaginarios y simbólicos y acompañados de connotaciones mitológicas, esotéricas y morales. En términos científicos podemos decir que estos libros estaban en la botánica lo que los bestiarios a la zoología. Así, en los libros de plantas de la Edad Media, de las flores del narciso salían pequeñas figuras humanas que representan al personaje de la mitología enamorado por sí mismo y el tronco del árbol de la vida era representado como una gran serpiente enroscada . Esto nos permite entender que el desarrollo de la botánica durante la Edad Media fue tan lento: el folclore, la superstición, la religión y el trabajo de los escribas y copistas se puso por encima del mero conocimiento. A pesar de esto, estos libros alcanzaron una enorme popularidad durante toda la Edad Media y también con la llegada de la imprenta, siendo superados en "fama" únicamente por la Biblia. 

bestiario de Aberdeen
Durante esos años y dado que cada generación había hecho pequeñas aportaciones reales o no que apenas se distinguían del original, muchos botánicos y farmacólogos eran simples comentaristas que añadían capítulos a los textos ya existentes. Pocos de ellos se lanzaron a la apertura hacia un conocimiento de las plantas y vegetales en particular y de la naturaleza en general más puro y objetivo. Muchos autores renunciaron a incluir ilustraciones en sus obras y se centraron en la descripción intentando que ésta fuera lo más fiel y detallada posible y que las plantas fueran fácilmente identificables. Sin embargo, debido a que no existía un lenguaje botánico común y que las plantas recibían múltiples nombres según el país o la región, esta labor descriptiva también era complicada. 



Finalmente aquellos autores más objetivos optaron por crear listados de las plantas con todos sus nombres conocidos y todas sus propiedades medicinales. Estas enumeraciones de gran valor científico y filológico componen lo que conocemos como herbarios medievales (también llamados tratados de simples ) y suponen el avance de la botánica como ciencia. Los herbarios incluían información como el nombre de la planta, su lista de sinónimos, una breve descripción, su distribución geográfica, enumeración de autores que lo habían descrito anteriormente, propiedades curativas, forma de recolección, lista de preparados farmacológicos y medicamentos que se pueden hacer con ella, enfermedades que puede curar y contraindicaciones.


herbario medieval

Tendremos que esperar hasta el siglo XII para la botánica y los herbarios constituyan una importante fuente de progreso y desarrollo para el conocimiento. Entre las obras destacadas podemos nombrar el Macer floridus , escrito por Odo Magdunensis y la traducción al latín de la Historia Plantarum de Teofrasto realizada por el botánico italiano Giovanni bodas de Stapelio alrededor del año 1.200. Ambas obras son las principales referencias para los botánicos de occidente durante la Edad Media.


Teofrasto
Los herbarios medievales lograrán su máximo esplendor gracias la Escuela Médica Salernitana, que debido a su privilegiada ubicación en el Mediterráneo se convertirá en el epicentro de unión entre las culturas europeas, bizantinas y árabes. La escuela de Salerno fue la mayor fuente de conocimiento médico de su época. Fundada en el siglo IX vivió su época de mayor auge entre los siglos X y XIII asociada con la gran biblioteca de Montecassino, perteneciente a la abadía benedictina del mismo nombre y donde fueron traducidas al latín obras de Hipócrates, Galeno y Dioscórides . Los manuscritos producidos en el scriptorium de esta biblioteca y la escuela de ilustradores de manuscritos de la abadía eran las más famosas en el mundo Occidental del siglo XI.


Además en la Escuela Salerniana llegaron otras obras producidas en el mundo árabe como los textos d'Averroes o el médico cartaginés Constantino el Africano, el mayor traductor de textos de Hipócrates y Galeno y considerado el reintroductor de la medicina clásica griega en Europa. El Africano dominaba varias lenguas, entre ellas griego, latín, árabe y por eso sus aportaciones como traductor le sitúan en un lugar preferente dentro de la botánica medieval: tradujo más treinta libros del árabe al latín incluyendo Liber Pantegni , del médico persa Ali ibn al-'Abbas. 


De la Escuela de Salerno saldrá la Circa instantes ( de Medici Simplicius o Sobre los medicamentos simples) el compendio salernitè más importante e influyente. Este códice, atribuido al médico Mateo Plateario, es singular no sólo por sus ilustraciones y por su fidelidad con la realidad sino porque supone la culminación del saber europeo sobre las sustancias de los reinos de los tres reinos de la naturaleza que sirven para curar o aliviar enfermedades. Este texto fue uno de los primeros herbarios que incluían texto e imagen producidos a través de impresión. 


Izquierda, Constantino África. Derecha, San Alberto Magno


Otro de los personajes destacados de este periodo es San Alberto Magno (1193-1206) teólogo, filósofo, astrónomo y científico. Alberto Magno es el primero en definir la botánica como " scientia de plantes " (es decir, la ciencia de las plantas) y la integra como una parte más de la filosofía natural. La obra maestra de Alberto Magno es De vegetabilis te plantes libri septem  , un compendio de nueve libros de los cuales los cinco primeros son teóricos y los dos segundos prácticos (dedicados a la farmacología, la agricultura y la jardinería). Esta obra aborda de forma minuciosa la descripción de la morfología de las plantas incluyendo problemas de fisiología vegetal y una clasificación de las plantas refundiendo los conocimientos de Aristóteles y Teofrasto.
Mientras en Europa el conocimiento avanzaba a paso lento, en las costas situadas al sur de Mediterráneo se vivía una época de esplendor económico, intelectual y científico propiciado por el avance del Islam. No hay que olvidar que a partir del siglo VIII los árabes dominan gran parte de Occidente. El desarrollo territorial de la civilización islámica viene acompañado de una avidez insaciable por la búsqueda del conocimiento. Los musulmanes acaparan en aquellos momentos todos los conocimientos de las épocas que conquistan, asimilándolos y completándolos y traducen muchas de las obras clásicas griegas y romanas.
Entre los personajes que representan la unión de todo el saber de Oriente y Occidente y que representan la "época dorada" de la botánica islámica destaca Ab Hanif di Nawar, astrónomo y filósofo de origen kurdo y cuya obra más notable es Kitâb al-nabateo  ( "Libro de plantas") el primer tratado de botánica en árabe. Este libro, que reseña más de medio millar de especies de plantas exponiendo parte de su desarrollo vegetal desde la germinación hasta la senescencia y describiendo su crecimiento, floración y frutos, servirá como referencia al biólogo andalusí Abu al-Abbas al -Nabati, que desarrolló el primer método científico aplicado a la farmacología (que aquí no podemos desvincular de la botánica) y publicó uno de los primeros tratados de farmacología que se conocen, el " Libro recopilatorio de medicinas y productos alimenticios simples " en el que se describe el uso médico de más de 1.400 especies. Otro personaje destacados de este periodo es el cirujano y médico Abu al-Qasim (conocido como Albucasis) que en su obra  Higiene describió más de 150 plantas para uso médico.

martes, 29 de octubre de 2019

LAS SIRENAS




Las sirenas (en griego antiguo, Σειρήν Sirến, ‘encadenado’, relacionado quizá con el sánscrito Kimera, ‘quimera’) son criaturas legendarias pertenecientes al folclore y las leyendas.
Aunque en un principio se mostró como híbridos de mujer y ave con que los egipcios simbolizaban a Ba, posteriormente la Iglesia las convirtió en representantes de la voluptuosidad y asimiló sus cantos con el atractivo de las falsas doctrinas. En Occidente, se metamorfosearon en seres pisciformes a partir del siglo IX, cuando empezó a difundirse el Liber Monstrorum.
"Las sirenas son doncellas marinas que engañan a los navegantes con su gran belleza y la dulzura de su canto; de la cabeza al ombligo tienen cuerpo de virgen y forma semejante al género humano, pero poseen una escamosa cola de pez, que siempre ocultan en el mar".
Por eso muchas lenguas no latinas distinguen la sirena original clásica (inglés siren, alemán Sirene) de la sirena con cola de pez (inglés mermaid, alemán Meerjungfrau).
Figura antropomorfa creada a partir de una raya disecada y recortada. Museo de Mashhad, (Irán).
Su tipología es variada, por regla general son sirenas de tratamiento naturalista, hermoso rostro y largos cabellos, que en muchas ocasiones sostienen instrumentos musicales o se dedican a acariciar sus cabellos en actitud coqueta. En el siglo XVI, la actitud más generalizada de las sirenas fue sostener con las manos un espejo y un peine. La cola era un emblema de la prostitución y el espejo, considerado como objeto mágico, era atributo de la mujer impura, y servía para contemplar el rostro de la muerte o el culto al diablo (similitud a la actitud de Afrodita en el mundo clásico). La sirena también implica un símbolo de los tiempos de transición de Carnestolendas (carnes terrestres) a la Cuaresma (pescado). Más adelante las sirenas aparecen amamantando a sus crías. La leche de las sirenas era conocida por los alquimistas como una proteína que permitía el crecimiento rápido de los héroes abandonados en el agua. Por otra parte, la tipología que gozó de mayor predicamento en las representaciones góticas, fue la sirena de cola pisciforme única.
Estatua funeraria de sirena, c. 370 a. C.Museo Arqueológico Nacional de Atenas.
En el marco de la mitología griega, las sirenas son criaturas ligeramente difusas debido al remoto y rico trasfondo de su origen, probablemente ligado al mundo de los muertos. Según los mitos originales, se trataba de seres con cuerpo de pájaro y rostro o torso de mujer, que inequívocamente se distinguen siempre por el hecho de tener una voz musical, prodigiosamente atractiva e hipnótica. La tradición las hacía habitar en una Isla del Mediterráneo frente a Sorrento, en la costa de la Italia meridional (en ocasiones se alude concretamente a Capri).
El primer testimonio escrito que se tiene de ellas es su mención en la Odisea de Homero. Sin embargo, ya figuraban con la citada forma en las representaciones artísticas más antiguas de Grecia, muchas de las cuales son monumentos y ofrendas funerarias. Se deduce así su presumible vínculo con el otro mundo, unido al frecuente uso iconográfico de los seres alados para representar a los espíritus de los difuntos.
Si bien es un tema que sigue siendo objeto de debate entre los expertos, parece plausible que, en un principio, los griegos hubieran visto a las sirenas como las encargadas de transportar las almas al Hades (función que posteriormente acabaría asumiendo el dios Hermes en su papel de psicopompo).
En época preclásica comenzaron ya a asimilar, aunque nunca plenamente, ciertos aspectos aislados de otras ninfas como las náyades o las nereidas: en concreto, la asociación más o menos directa con el medio líquido y la fatalidad de su atractivo. Náyades y nereidas resultaban letales para los hombres debido a su naturaleza acuática, si bien eran normalmente benéficas y les prestaban ayuda; en cambio, las sirenas adquirieron un carácter maligno de matiz monstruoso, pues el influjo irresistible de su canto llevaba intencionadamente a la perdición. Las naves que se acercaban a su isla acababan estrellándose contra las rocas y ellas devoraban a los marineros, dejando la costa repleta de huesos.
Los antropólogos que suscriben el parentesco de las sirenas con el más allá plantean una teoría: en paralelo con arquetipos de otras mitologías, quizá estos seres fueran inicialmente genios que guardaban el paso hacia las Puertas de la Muerte. Puertas que muy bien podrían estar simbólicamente emparentadas con el paso de Escila y Caribdis, al que las sirenas están próximas en los cantos homéricos. Eurípides, en una estrofa del coro de Helena (verso 168) las llama παρθηνικοι κοραι parthenikoi korai, ‘jóvenes doncellas’; en este fragmento se apoyan Laurence Kahn-Lyotard y Nicole Loraux para incluirlas dentro de las figuras del Más Allá, identificándolas con las cantoras de las Islas de los Bienaventurados descritas por Platón.
Miniatura rusa del siglo X en la que aparece una sirena representada a la manera de la Antigua Grecia, 
con cuerpo de ave y rostro de mujer.
Distintos relatos las hacen descender de los dioses fluviales Aqueloo —una versión, en concreto, las hacía proceder de su sangre, cuando esta fue derramada por Heracles— o Forcis, sea sin intervención femenina o con la de las musas Estérope, Melpómene o Terpsícore, relacionadas con el canto y el baile. Su número es también impreciso, contándose entre dos y cinco. Los nombres registrados incluyen Agláope (la de bello rostro), Telxiepia (de palabras aclamantes) o Telxínoe (deleite del corazón), Pisínoe (la persuasiva), Parténope (aroma a doncella), Ligeia(empleado luego por Edgar Allan Poe para el célebre cuento homónimo sobre una mujer de mortal belleza), Leucosia (como un ser puro), Molpe (la musa), Radne (mejoramiento) y Teles (la perfecta).
Figuran en algunos episodios míticos, muchas veces con reminiscencias de su antiguo papel como deidades ctónicas de la otra vida. Algunas versiones narran que acompañaban a Perséfonecuando fue raptada por Hades, y que su apariencia bestial fue el castigo impuesto por Deméter por no proteger a su hija del dios del inframundo. En otras, el cuerpo alado es un don de Zeuspara permitirles perseguir al raptor, y aún en otras es una pena impuesta por Afrodita por resistirse a la voluptuosidad o por envidia de su gran belleza.
También se cuenta que las sirenas perdieron sus plumas como castigo por retar a las Musas a una competición de canto que perdieron, y que cuando Orfeo y Ulises se resistieron al efecto de sus voces se arrojaron al mar, convirtiéndose en escollos o pereciendo. En esta última versión, el cadáver de una de ellas, Parténope, fue arrastrado por las olas hasta la orilla y en torno a su sepulcro se fundó la actual Nápoles.
Una sirena esperando en una roca.
Según los poetas romanos Virgilio (en la epopeya Eneida) y Ovidio, la Sirenum scopulieran o Isla de las Sirenas eran tres pequeñas islas rocosas donde las sirenas de la mitología griega vivían y engañaban a los marineros con su música y con su voz para llevarlos a la muerte.
Diversos lugares fueron asignados a las islas de las sirenas por diferentes personajes. Según Homero, en la Odisea, estaban entre Eea y La roca de Scilla. A menudo han sido colocadas en el mar Tirreno, frente a las costas del suroeste de Italia, cerca de la ciudad de Paestum o entre Sorrento y la Isla de Capri. Otras tradiciones apuntan a las islas Punta del Faro y/o Sirenuse, cuyo nombre tradicional significa sirena y Li Galli o Los Gallos, hace referencia a la forma de pájaro de las antiguas sirenas.
Según el ensayista y guionista inglés del siglo XVIII, Joseph Addison, las rocas de la isla forman parte de Capri, una isla cerca de la costa del sur de Italia.
Todas las ubicaciones fueron descritas en lugares rodeados de acantilados y rocas.
En el reverso de una moneda de Demetrio III Eucarios, aparece la diosa Atargatis 
como una mujer con cola de pez.
En Medio Oriente: Las primeras historias conocidas sobre sirenas aparecieron en Asiria, antes del 1000 AC. El hecho de representarlas con medio cuerpo de pez se debe a la leyenda referida por Diodoro Sículo en la que Derceto ofendió a Venus y entonces la diosa le inspiró amor hacia un pastor. De este amor nació una niña, Semíramis, que llegaría a ser reina de Babilonia. Después de nacer su hija, también por obra de Venus, acabó el amor. Derceto, llena de ira, abandonó a su hija, hizo matar al hombre a quien había amado y se arrojó al agua dispuesta a suicidarse, lo que los dioses no permitieron. Así dio origen a su morfología anfibia. Esta diosa Derceto es muy similar a la figura de Atargatis la diosa siria con forma de sirena a la cual los peces le eran consagrados. La diosa fue adorada en templos en los que había grandes estanques, y, puesto que era la deidad que gobernaba los mares, sus sacerdotes solían vender licencias de pesca a los marineros.

Ilustración de sirena con espejo y peine. Inglaterra, siglo XV
En las Islas Británicas,las sirenas se observaron en el folclore británico como presagios de mala suerte. Las sirenas también podrían nadar en agua dulce y llegar hasta los ríos y lagos y ahogar a sus víctimas, haciéndoles creer que eran personas que se estaban ahogando. En ocasiones, las sirenas podrían curar enfermedades. Algunas sirenas eran descritas como monstruos grandes de hasta 600 m.



Es muy conocida en Gales la historia de Dahud, la princesa de Caer Ys, una ciudad que, debido a los pecados de la hija del Rey (la joven y bella Dahud), fue condenada por los dioses a ser tragada por las olas. Cuando el padre de Dahud escapaba, su hija cayó al mar, y ahí sigue desde entonces, transformada en una sirena, nadando entre las ruinas de Caer Ys. Otra leyenda muy popular en Gales es la de Murgen: En el siglo VI, una sirena fue capturada y bautizada en el norte de Gales, y se le enseñó la lengua nativa. Se dijo que no era pez porque cosía y hablaba, pero no era mujer porque podía vivir bajo el agua. La sirena figuró como una santa en ciertos almanaques antiguos, bajo el nombre de Murgen que quiere decir mujer que viene del mar.




En Irlanda a los sirénidos los llaman merrows. Creen que el número de hembras es superior al de los machos, aunque estos son más feos que sus compañeras: un merrow masculino poseen dientes puntiagudos y rostro semejante a un cerdo. Todos los merrows se caracterizan por las membranas de sus manos, su hostilidad hacia los humanos y sus prendas mágicas, que les permiten atravesar cualquier corriente oceánica. Todo hombre o mujer que le roba la prenda a un merrow tiene poder sobre él, y en muchos relatos, varios hombres esconden estas prendas obligando a las hembras a casarse con ellos. Los hombres ganan así esposas bellas y ricas (debido a los botines que las sirenas obtienen con los naufragios), pero si la esposa merrow recupera su prenda, la llamada del mar será tan fuerte que acabará abandonando a sus hijos y a su marido.



En la mitología escocesa, hay una sirena llamada Ceasg o "doncella de las olas". La parte inferior de esta sirena es la de un salmón. Se dice que a aquellos que la capturan les concede tres deseos si la devuelven al agua, pero cuando un hombre se enamora de ella, la mujer-salmón lo seduce y lo arrastra a las profundidades. Famosos son también en Escocia los selkies, hadas marinas que en el mar adoptan la forma de una foca, pero al llegar a la tierra se deshacen de sus pieles para tomar forma de mujer. Al igual que con los merrows, todo hombre que quiera una esposa selkie solo tiene que robarle la piel de foca, pero si ella encuentra la piel, volverá al mar para siempre. Los hijos nacidos de la unión de hombres y selkies tenían membranas que unían los dedos de sus pies o sus manos.



En China: En algunos cuentos antiguos, las sirenas son una especie cuyas lágrimas se convierten en perlas preciosas. Las sirenas también pueden tejer un material muy valioso que no solo es ligero sino también hermoso y transparente. Debido a esto, los pescadores siempre tenían ganas de agarrarlas, pero el canto de las sirenas lo dificultaba. En otras leyendas chinas, las sirenas son unas criaturas maravillosas, hábiles y versátiles y estaba mal visto que los pescadores quisieran capturarlas.


En la Península Ibérica: Las historias de sirenas también son muy famosas en la península, hay una gran cantidad de relatos acerca de mujeres-pez que seducen a los marinos, aunque en otros, estas ninfas son totalmente benevolentes.


Es famosa en Cantabria la historia de La Sirenuca, una sirena que antes fue humana. Su madre, harta de que la desobedeciera para ir a los acantilados, gritó "Permita Dios que te vuelvas pez", y así sucedió. Desde entonces, alerta con su canto a los marineros de que se acercan peligrosamente a los acantilados. Esta es una de las pocas sirenas benévolas de la mitología europea.


En País Vasco son muy populares los seres mitológicos llamados Itsaslaminak, que en castellano significa Lamias del mar. También se les llama Arrainandereak (mujeres-pez). En lugar de piernas o pies palmeados de pato como toda Lamia de las montañas vasco-navarras, poseen una larga cola de pez. Igual que las otras Lamias, las Itsaslaminak peinan sus cabellos con peines de oro de los que dependen totalmente. Quien quiera dominarlas puede robarles el peine, aunque eso las enfurece, pudiendo ahogar al ladrón o traer mal tiempo a las costas. Sin embargo, no siempre son malas y a veces se enamoran apasionadamente de los marineros que rondan por las costas vascas.


En la mitología extremeña también hay sirenas, pero éstas viven en los ríos, de los que salen para ahogar a los hombres después de seducirlos con sus cantos. Se cree que hay una sirena que nada por las aguas del Tajo en Garrovillas, y otra que cada noche de San Blas, sale de la fuente de Luná en Usagre para atraer y ahogar a sus víctimas.


En la mitología gallega existe la leyenda de Marina o Marinha, ésta fue rescatada o rescató al duque Don Froilaz del tormentoso mar de Finisterra. A diferencia de otras, Marinha es una sirena buena, totalmente hermosa y se enamora perdidamente de Don Froilaz y éste de ella. Los dos tienen un hijo al que llaman Xoan, por la noche de San Juan y que es el origen del Linaje Mariño.




En la leyenda de Jasón y los Argonautas, los marineros encantados por la voz de las sirenas se salvaron del desastre gracias a la habilidad de Orfeo, que logró con su canto tapar la música de aquellas y distraer a los Argonautas que se hubieran encallado de otro modo en los sirenum scopuli donde estas habitaban. Derrotadas por la superior habilidad de Orfeo, las sirenas se transformaron en piedra, o en otras versiones se arrojaron al mar para morir.

En la Odisea (XII, 39), Ulises preparó a su tripulación para evitar la música de las sirenas tapándoles los oídos con cera; deseoso de escucharlas él mismo, se hizo atar a un mástil para no poder arrojarse a las aguas al oír su música.


En las Las mil y una noches las sirenas se conciben como anatómicamente idénticas a los seres humanos con una única distinción, su capacidad de respirar y vivir bajo el agua. En este cuento los humanos y las sirenas pueden reproducirse. Como resultado los hijos de estas uniones tienen la capacidad de vivir bajo el agua. En el cuento "Abdullah Abdullah de los Pescadores y el Merman", el protagonista del Pescador Abdullah gana la habilidad de respirar bajo el agua y descubre una sociedad bajo el agua que se presenta como un reflejo invertido de la sociedad sobre la tierra. En "Las aventuras de Bulukiya", la búsqueda del protagonista Bulukiya para la hierba de la mortalidad, le lleva a explorar los mares, donde se encuentra con el reino de las sirenas. En el titulado La ciudad de bronce6 leemos la siguiente descripción:
    las dos hijas del mar eran dos maravillosas criaturas de largos cabellos ondulados como las olas, de cara de luna y de senos admirables y redondos y duros cual guijarros marinos; pero desde el ombligo carecían de las suntuosidades carnales que generalmente son patrimonio de las hijas de los hombres, y las sustituían con un cuerpo de pez que se movía a derecha y a izquierda, de la propia manera que las mujeres cuando advierten que a su paso llaman la atención. Tenían la voz muy dulce, y su sonrisa resultaba encantadora; pero no comprendían ni hablaban ninguno de los idiomas conocidos, y contentábanse con responder únicamente con la sonrisa de sus ojos a todas las preguntas que se les dirigían.
    Cristóbal Colón afirma en su Diario de su Primer Viaje (1492-3), que vio a las sirenas en el Nuevo Mundo, que él creía la parte más oriental de Asia. Según la transcripción de Bartolomé de las Casas:
    "El día pasado, cuando el Almirante iba al río del Oro, dijo que vio tres sirenas que salieron bien alto de la mar, pero no eran tan hermosas como las pintan, que en alguna manera tenían forma de hombre en la cara. Dijo que otras veces vio algunas en Guinea, en la costa de la Manegueta".



En el cuento La sirenita, de Andersen, la protagonista es una sirena enamorada que acude a una bruja
 para que le dé piernas a cambio de su dulce voz.

Muy distinta es la sirena del relato clásico de Hans Christian Andersen La sirenita, capaz de entender y hablar la lengua de los hombres, un personaje tierno y enamoradizo que salva a un apuesto príncipe de naufragar. La joven sirenita se enamora del príncipe y ansía ser humana para obtener un alma inmortal, algo que solo los humanos poseían, según Andersen. La sirenita hace un pacto con la bruja del mar: La bruja del mar la transformará en una chica humana, pero sus pies dolerán como cien cuchillos clavándose en ellos a cada paso que dé, y si el príncipe se casa con otra chica que no sea la sirenita, la sirenita morirá convirtiéndose en espuma de mar al día siguiente de la boda. Como pago, la bruja del mar le corta la lengua a la sirenita y así se queda con su bella voz. El príncipe, tras un brevísimo idilio con la sirenita, se acaba casando con otra princesa, a la que cree su salvadora del naufragio. Las hermanas de la sirenita ofrecen sus cabellos a la bruja del mar a cambio de un cuchillo mágico que le devolverá a la sirenita su cola de pez, si mata con él al príncipe y baña sus piernas con su sangre. Pero el amor de la sirenita es tan grande que prefiere transformarse en espuma antes que matar a su amado. Por su bondad, será recompensada convirtiéndose en una hija del aire, dándole así a la sirenita la oportunidad de conseguir un alma inmortal.



También se puede recordar a JK Rowling, quien en el cuarto libro de la saga Harry Potter, el Cáliz de Fuego, inserta a las sirenas en el lago negro, lugar donde Harry deberá pasar su segunda prueba. Dice que su canto solo es entendible debajo del agua, y que muy pocos magos pueden comprenderlas fuera de la misma. No las describe como criaturas bellas.
En "El mar de los monstruos", mientras Percy y Annabeth navegan apresuradamente en el Venganza de la Reina Ana a través del mar de los monstruos, pasan cerca de la isla de las sirenas. Percy se tapa los oídos para no escuchar sus cantos pero Annabeth lo convence de que la amarre al mástil y así ella pueda escucharlos, pues transmitían poderosos mensajes. Sin embargo, Annabeth logra desatarse y se arroja al mar a nadar hacia las sirenas, siendo rescatada por Percy.
En "Los secretos de Old Cap - McLelland", de Andrés Gómez Ordóñez, se explora a la sirena clásica, calificándola como "merrow" por sus protagonistas. En la historia, se toman elementos como la prenda mágica con la que se esclaviza a la sirena, las lágrimas que se convierten en perlas, el canto sublime, e incluso se menciona que las víctimas mueren convertidas en espuma. En este caso, la sirena es malvada, y busca escapar de un antiguo hechizo, poniendo a la ficticia población de Old Cap en aprietos. En este caso, el canto de la sirena produce efectos muy curiosos en los hombres que la escuchan.

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https://es.wikipedia.org/wiki/Sirena
https://www.ucm.es/data/cont/docs/621-2013-11-13-LasSirenas.pdf