¿Conceder el
derecho de voto a las mujeres? ¡Qué idea más ridícula! El cerebro de la
mujer es más pequeño que el de los hombres lo que demuestra que las
mujeres son menos inteligentes. Son propensas a actitudes extremistas y
se asocian a campañas sin consultar antes a sus maridos. Además, eso no
fomentaría la igualdad de derechos porque su natural modestia les impide
ir a votar cuando están embarazadas, y como las mujeres del campo
suelen tener más hijos, tendrían una desventaja injusta con respecto a
las mujeres que viven en las ciudades. Y si las mujeres son elegidas al
parlamento, ¡qué deshonra supondría esto para sus maridos! Éstos
estarían obligados a cocinar en casa...
Estos fueron los argumentos que convencieron al electorado masculino
suizo para desechar el sufragio femenino votación tras votación, a pesar
de que el voto femenino existía en Nueva Zelanda desde 1893 y en la
mayoría de los países europeos desde finales de la I Guerra Mundial. El
Parlamento suizo había aprobado el sufragio femenino en 1958, más de
cincuenta años después de Finlandia, el país pionero en Europa, pero en
la votación popular de 1959, el electorado masculino echó abajo la
propuesta legislativa del Parlamento con dos tercios de los votos en
contra. Para la introducción de la modificación constitucional se
necesitaba una simple mayoría popular.
Las mujeres no se quedaron cruzadas de brazos, esperando a que se les
otorgaran el derecho de sufragio. La primera asociación feminista fue
fundada en 1868, reclamando derechos civiles para las mujeres, inclusive
el derecho a entrar en la universidad. En el debate constitucional de
1874 se acariciaba incluso la idea de incluir el voto femenino. Una
petición de 1929 consiguió reunir más de 250.000 firmas a favor del
sufragio femenino, pero no recibió ningún apoyo en el Parlamento.
El sistema de la democracia directa en Suiza permitió excluir durante
mucho tiempo a las mujeres de los derechos políticos, ya que el pueblo
electoral (masculino) tenía la última palabra en cuestiones
legislativas. Sin embargo, la extensa autonomía, incluso al más bajo
nivel administrativo, les brindó a las mujeres al mismo tiempo la
oportunidad de irrumpir en la vida política. Fue una comuna muy pequeña
en el Cantón del Valais que permitió en 1957 el voto femenino a nivel
comunal por primera vez en Suiza. Varios cantones siguieron el ejemplo, y
a lo largo de los años 60 las mujeres empezaron a ocupar cada vez más
posiciones importantes en las asambleas y en los gobiernos locales. En
1968, Ginebra, la ciudad más grande del país en aquel entonces, tenía
una alcaldesa que, a pesar de ello, todavía no podía ejercer el derecho
de voto en votaciones federales
Cuando Suiza aceptó poner su firma en la Convención de los Derechos
Humanos del Consejo de Europa, fue tan sólo bajo la condición de que la
igualdad jurídica entre sexos no tuviera vigor en territorio suizo. Esta
propuesta provocó un tal alboroto que obligó al Gobierno suizo a
revisar su postura. A continuación se elaboró un nuevo referéndum sobre
la cuestión del voto femenino.
En la votación celebrada el día 7 de febrero de 1971, se expresaron
dos tercios del electorado masculino a favor del sufragio femenino,
permitiendo por fin el ejercicio de los plenos derechos políticos a sus
compaisanas.
http://www.swissworld.org/es/poblacion/mujeres/sufragio_femenino/Emilie Kempin-Spyri (1853-1901) fue la primera abogada suiza. Reclamó que en el artículo de la Constitución Federal con el título «Todos los suizos son iguales ante la ley» también se incluyesen a las mujeres. Esta aseveración fue rechazada por el Tribunal Federal que alegaba que la idea fuese «tan nueva como audaz».
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