jueves, 28 de marzo de 2019

CARMEN Y LA ESPAÑA GITANA DECIMONÓNICA


“Carmen” llegó  a mis manos como llegan los años al ser humano. Sin darme cuenta la estaba leyendo y me entrometía en su vida y me dejaba moldear por sus deseos. Cuántas veces quise ser Carmen para comprenderla y tratarla diferente. Era asunto de comprensión, no más. Como comprendí a Soledad Montoya, la de La pena negra, a la que nunca preguntaría nada, porque ya sabría de antemano que eso, según ella, no me importaría. “Carmen” se coló por mis ojos y se clavó en mi memoria por siempre.
Cuánto habría deseado haber conocido desde mucho antes a Prosper Mérimée, pues de haber sido así,  me habría incrustado en mi adolescencia en su obra y habría dado la bienvenida a mi adultez con flamenco, con toreo, con belleza. Si hubiera conocido a Mérimée desde antes, me habría encariñado, como tal vez lo haga de ahora en adelante, con sus demás novelas y tratados arqueológicos.
Carmen...lujuria de papel,cuántos habrían dado por ser tan solo un momento el Tuerto, o Lucas, o el cuchillo que te penetró el cuerpo hasta matarte, hasta que tus sospechas se iban haciendo realidad junto al dolor, al placer, al porvenir del presente.
Imagino tu amor al dinero y tu melancolía, y tu inconstante estadía en la vida de tu rom, de tu amante, de tu tierra, de tu ser. Eres, Carmen, el amor huyendo de las cadenas, la libertad más pura de la mujer.


Una caracterización evidente de los gitanos es su constante búsqueda de lo incierto. Van de aquí para allá, como nómadas, visitan tierras y corazones, y engañan con brujería al pueblo y al amor. Los gitanos sufren su enigmático origen y huyen de los católicos, de los cristianos, de los engañados, de todos aquellos que se sienten perjudicados de uno u otro modo por ellos. Roban aquí y hurtan allá. Son perseguidos, son odiados, son asediados, son maldecidos. Pero viven, luchan y demuestran un poder extra del que carece gran parte de los humanos: no se dejan vencer de nada ni de nadie, logran sus objetivos con retórica y se burlan al final de sus hechos.
“Carmen”, de Prosper Mérimée, es una novela que escrita en Francia hacia el año 45 del siglo XIX logra describir de manera casi perfecta la fisionomía y caracterización interna de los gitanos. En especial de Carmen, una mujer que va en busca de sus ideales y de sus propósitos, una mujer que practica la brujería, que se emancipa de todo hombre, que respeta y quiere a su esposo en las buenas y en las malas, que se defiende cuando la insultan, que hace perder irremediablemente a un hombre que se fija en sus ojos, en sus manías, en sus costumbres y que termina enamorado de ella y de su muerte.

El último capítulo, cuyo narrador es el mismo autor, que recapitula la novela de una manera extrañísima, haciendo uso más de sus conocimientos de arqueología y de conclusiones lingüísticas comparativas, que de la trama de la novela, presenta una reflexión en torno al origen, a la lengua y a la idiosincrasia gitana española, diferenciándola de la alemana, y redondea la novela fuera de la trama y del personaje principal. Un recurso narrativo que se entiende en la medida que se comprenda que Mérimée “Ejerció la literatura con la complacencia vergonzante de quien cultiva un pasatiempo un tanto plebeyo. Tenía en mayor estima la filología, la historia o la arqueología. Salvo por dos o tres rasgos circunstanciales, Mérimée no fue, ni por su vida ni por su obra, un verdadero romántico. Sus relatos tienen siempre un tono de informe científico sobre el comportamiento impertinente de especies primitivas”. (Barrera Orrego, 1990: 45).
Si es de hablar de la trama, ya propiamente dicha, deberíamos empezar por el encuentro de un arqueólogo francés que llega a España con un hombre de aspecto extraño, al que protege de la autoridad española cuando lo ve en peligro de encarcelamiento y al que encuentra con el pasar del tiempo en un antro, en una habitación, mientras entabla una conversión con Carmen, con la que, al parecer, pretendía mantener relaciones sexuales; el hombre extraño, aquel día, golpea a Carmen por celos. Al arqueólogo en la habitación se le pierde  el reloj y desde el pueblo culpan a José del acto. Lo apresan por este y otros delitos, entre ellos el de homicidio, y el francés, con cierto grado de culpabilidad, va a visitarlo, y allí le cuenta el bandido que el comienzo de su historia se origina en Carmen.



Relata la manera en la cual ayudó a que huyera Carmen de la ley, cuando trabajaba José de policía, después de capturarla por haberle rasgado la cara a una de sus compañeras de trabajo después de que la insultó. Desde ese momento, desde que la dejó huir bajo coqueteos femeninos, quedó embrujado por su belleza. Llegó a matar tres veces por ella, y se convirtió en bandido, tal vez el más perseguido por la ley. La primera vez fue cuando vio que Carmen entraba a su casa con uno de los compañeros de trabajo de José Navarro. Fueron tantos los celos que se despertaron en él que lo mató en una guerra de sables. Luego, dio muerte al Tuerto, el marido, (su rom) oficial de Carmen, y por último, la mató a ella, cuando no le aceptó a él la propuesta de que se fueran a vivir a América, incluso cuando José la había perdonado por haberle sido infiel con un tal Lucas. Esta es la trama de amor y celos de la novela del escritor francés. Ahora veremos qué es lo que hay más allá de ella. 


Ya hemos visto que Mérimée era más amante de la filología que de la escritura literaria. Y gracias a ello, podemos rescatar algunos aportes lingüísticos que hace el autor francés de la lengua española de España. Cabe aclarar que los pies de página de la novela son los que permiten que la cultura e idiosincrasia de la España gitana se vean y se comprendan con mayor nitidez. Cuando al principio vemos que el arqueólogo francés entabla conversación con José, nos damos cuenta de que la razón por la cual el extranjero se da cuenta de que el hombre no era de Andalucía fue debido a que este no aspiraba la ni diferenciaba la z y la c de la s. Supimos que una nevería de la época era un depósito de hielo para el café, que bají, en el habla gitana, era la buenaventura que todos ellos acostumbraban a dar. Y que el garrote era el castigo para los bandidos del año 1845 y que se diferenciaba de la horca de los años 30 del mismo siglo. Que las maquilas, que le causaron tanta risa a Carmen cuando le hizo creer a Lucas que eran naranjas, son bastones de hierro usados por vascos y navarros. Recordemos que José era vascuence y que por amor a Carmen se volvió un gitano más. Aprendimos que a un regidor municipal de la época se le llamaba veinticuatro y que bai, jaona y agur laguna traducidos al español, respectivamente, significan Sí, señor y Buenos días compañero. Que las gitanas podían ser infieles bajo el permiso de sus maridos, pero, como Carmen, siempre libres. Que cuidaban de su esposo en las buenas y en las malas y que esto las caracterizaba positivamente. Nos enteramos de que Alcalá de los Panaderos era un pueblo famoso por sus panecillos y que quedaba a dos leguas de Sevilla.


Aprendimos, gracias a la excelente contextualización del autor, refranes gitanos como Perro andariego no se muere de hambre, Aunque me visto de lana no soy una oveja, Sarna con gusto no pica, Para un enano es una hazaña escupir lejos y, entre otros, el último, con que termina el libro, En boca cerrada no entran moscas. Y así se fue configurando cada característica, cada elemento, cada costumbre de vida del gitano español del siglo XIX, entre amores y engaños de Carmen, entre ilusiones y mudanzas.  “Carmen” es una novela caracterizada por la demostración de la liberación femenina, al estilo de madame Bovary, pero ante todo, por los rasgos de la cultura gitana tan perseguida y tan humillada por el pueblo español desde que aparecieron hasta nuestros días. “Carmen” es esta española gitana vista desde Francia,y centrada en la cultura gitana, tan mentada, criticada y olvidada al mismo tiempo… ayer, hoy y tal vez por siempre.

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lunes, 18 de marzo de 2019

LA MADRAZA NAZARI


Situada en la calle de los Oficios, frente a la Capilla Real, la Madraza era la antigua universidad islámica (junto a la cercana mezquita aljama, es decir en el centro neurálgico de la sabiduria) y en la actualidad continúa con este legado, albergando el Servicio de Extensión Universitaria y la Academia de Bellas Artes de Granada.
Oratorio de la Madraza de Granada
Puerta de acceso al oratorio desde el
patio de la Madraza
Restos ziríes cubiertos por un cristal en el suelo del oratorio de la Madraza

Posiblemente, en el siglo XI el lugar estaba ocupada por una almunia de la familia real Zirí, tal como evidencian los hallazgos resultado de la última excavación arqueológica dirigida por Antonio Malpica, ya que se sabe que el rey Badis tenía una en las proximidades de Bib-Rambla. La Madraza constituía uno de los edificios más destacados del Barrio de Gélices o Posaderos, centro mercantil constituido por la Alhóndiga Zaidael Zacatín y la Alcaicería.

Detalle decorativo de los mocárabes del oratorio de la Madraza
Combinación de mocárabes y paños de sebka en el oratorio de la Madraza

Constituye el único ejemplar de madraza pública de la Península Ibérica, aunque se tiene constancia de otras de fundación privada en Málaga y Ceuta, siguiendo la tendencia que comenzó en Oriente, que al mismo tiempo proclaman la piedad y poder del sultán, así como la difusión de la religión. Según sabemos por Ibn al-Jatib, en Málaga ya existía un centro universitario ubicado igualmente junto a la mezquita aljama de esa ciudad y que fue construido por una comunidad de seguidores de un místico sufista, siendo de esta índole la enseñanza impartida en ese centro.

Mirhab del oratorio de la Madraza
Detalle decorativo del arco del mirhab
Lo mejor conservado de la Madraza de Granada es su oratorio, construido con potentes muros de mampostería encintada con verdugadas de ladrillo que han resistido a más de seis siglos de historia. Sobresale la monumentalidad inherente a las construcciones alhambreñas de Yusuf I con su espléndido mirhab (su nicho interior fue eliminado a comienzos del siglo XX) y las trompas de mocárabes que recuerdan el Salón de Embajadores y la Sala de Dos Hermanas.
El jardín permitía filtrar la luz por estas ventanas


Detalle del arco de una de las ventanas
En el costado derecho del oratorio existía un espacio un pequeño jardín al aire libre, rodeado por dos pabellones de reducidas dimensiones al sur y al norte, mientras que al este existía una pequeña acera.
Trompas de mocárabes del oratorio


Techo del oratorio

La escuela de estudios superiores del reino granadino fue fundada en el siglo XIV (decretada su fundación en 1340 y se finalizó en 1349) por mandato del rey nazarí Yusuf I, por lo que se conocía como Madrasa Yusufiyya o Madrasa Nasriyya, aunque la iniciativa de la construcción fue de su visir Ridwan y pronto la institución se convirtió en uno de los referentes para el estudio del Derecho en el Occidente musulmán.


Arco de entrada al oratorio islámico
Los gastos para su mantenimiento se cubrían con donaciones de musulmanes devotos, así como por rentas propias que sufragaban los costes de alojamiento de los estudiantes y para pagar a los maestros. Entre estos bienes habices se encontraban tierras, tiendas, un suministro de agua permanente y otros inmuebles, cuyos beneficios se destinaban a la misma.
Se sabe que se acabó de construir en 1349 por la inscripción fundacional cuyos fragmentos se conservan en el Museo Arqueológico de Granada. De nuevo Ibn al-Jatib nos cuenta que completaba la entrada dos losas de mármol simulaban dos ventanas en la parte superior y un arco de herradura de mármol blanco decorado con inscripciones coránicas servía de entrada a la Madraza, junto con inscripciones en prosa y verso que hacían alusión a su fundación y al uso para el que estaba destinada.

La madraza contaba con un patio central, con una alberca embaldosado en mármol, el mismo mármol que fue utilizado en el siglo XVIII en el lienzo del edificio. La alberca tenía un rebosadero que evacuaba directamente al río Darro. Este patio distribuía las estancias a través de arcos sobre columnas y en las paredes, bellos epígrafes de contenido similar a los de la fachada exterior.

Restos arqueológicos de la alberca
El acceso al edificio se hacía por un zaguán en recodo, situado en la parte occidental de la fachada, exactamente con la puerta que daba hacia la esquina próxima a la placeta de la Capilla Real, por lo que no se corresponde con el actual acceso.

A la planta alta se accedía a través de una escalera precedida de una enorme puerta rectangular y a través de la galería superior se accedería a aulas, zona de trabajo y alojamiento para los estudiantes. Sobre las letrinas y el zaguán de la planta baja pudo haber existido una biblioteca.

Este centro de enseñanza nazarí surgió con posterioridad a otros semejantes que ya existían en Oriente y norte de África, hasta entonces en el Reino Nazarí era en las mezquitas donde se realizaban estas funciones de divulgación del saber. En la madraza de Granada, maestros de reconocido prestigio transmitían diferentes conocimientos. Hakim, era el nombre que se daba a estos maestros, sabios que impartían materias de carácter jurídico-religioso, derecho islámico, jurisprudencia y teología, así como medicina, cálculo, álgebra, geometría, mecánica y astronomía. El título que los estudiantes recibían se llamaba ichaza, una especie de certificado de licenciatura que permitía la enseñanza de tal o cual campo o conjunto de ellos.
Hay que citar dos grupos de doctos: el de los místicos y el de los retóricos. Al primer grupo pertenecía y destacaba al-Maqqari, antepasado de un embajador merení, así como el célebre e intrigante Ibn Marzuk, refugiado aquí por caer en desgracia en Marruecos y quien fue nombrado predicador de la Mezquita de la Alhambra. En el segundo grupo, literatos de talla de Sarif al-Garnati y como no, Ibn al-Jatib, el más importante de su época en numerosas materias.
La duración de los cursos era variable, dependiendo del número de materias, del tiempo que los profesores prolongaban su estancia en la ciudad y de las posibilidades económicas de los alumnos.





jueves, 14 de marzo de 2019

ESCRIBAS MEDIEVALES Y SUS MALDICIONES


Retrato del siglo XV de un escriba (Jean le Tavernier). 
En la Edad Media, la creación de un libro podía tomar años. Un escriba se inclinaba sobre su mesa de copia, sólo iluminada por la luz natural (las velas eran un riesgo demasiado grande para los libros) pasar horas cada día formando letras, a mano, con cuidado de no cometer un error. Para ser un copista, escribió un escriba, fue doloroso: "Apaga la luz de los ojos, se dobla la parte de atrás,se aplastan las vísceras y las costillas, el dolor en los riñones es inmenso, y el cansancio en todo el cuerpo irrecuperable."
Teniendo en cuenta los grades esfuerzos que fueron necesarios para crear los libros, los escribas y los propietarios de libros tenían un incentivo real para proteger su trabajo. Utilizaron el único poder que tenían: palabras. Al principio o al final de los libros, los escribas y los propietarios de libros escribían maldiciones dramáticas que amenazan a los ladrones de dolor y sufrimiento si pretendian robar o dañar estos tesoros.

Ellos no dudaron en utilizar los peores castigos que conocían-excomunión de la iglesia y horrible y dolorosa muerte. Robar un libro,obliga a sacrificar sus manos, arrancar sus ojos , o terminar en el "fuego de infierno y azufre."
"Estas maldiciones eran las únicas cosas que protegían a los libros", dice Marc Drogin, autor de "Anatema! Escribas medievales y la historia del libro maldiciones". "Por suerte, fue en un momento en que la gente creía en ellos. Si arrancar una página significaba, que iba a morir en agonía,nadie queria correr el riesgo ".


Libros como éste podría tardar años en crear.


El libro de Drogin, publicado en 1983, es el compendio más completo del libro maldiciones compilado. Un diseñador y dibujante,Drogin había recibido una clase de educación para adultos en letra gótica y se interesó en la caligrafía medieval. Durante la investigación de su primer libro, se encontró con un breve libro-maldición; mientras va localizando cada vez más maldiciones, escondidas en las notas de los libros de historia escritos en el siglo XIX, su colección creció hasta incluir maldiciones desde la antigua Grecia y la biblioteca de Babilonia, hasta el Renacimiento.
Para los historiadores, las maldiciones eran curiosidades, no para Drogin que eran evidencia de cuán valiosos eran los libros que pasaban por las manos de los  escribas medievales y académicos, en un momento en que incluso las instituciones de élite podian tener bibliotecas de sólo unas pocas docenas de libros.
La maldición de excomunión-anatema-podría ser muy sencilla. Drogin encontró muchos ejemplos de maldiciones cortas é hizo una transcipción de esta última amenaza. Por ejemplo: 
Si quis furetur, 

Anathematis ense necetur.
Si un escriba realmente queria ser tomado en serio,para poner en sobreaviso  avisaba del peligro  al ladrón"anatema-Maranatha" - Maranatha  que indica "Nuestro Señor ha venido" y que actuaba como un intensificador de la amenaza de excomunión básica,escribia estas amenazas. Pero las maldiciones también podían ser mucho, mucho más elaboradas. "La amenaza es mejor una que realmente permite saber, con detalles específicos, de que angustia física se trata. El más creativo, el escriba, el más delicado el detalle ", escribió Drogin. Un escriba podría imaginar una muerte terrible para el ladrón:
Si alguien roba este libro, que muera hasta la muerte; que se fría en una sartén; que la epilepsia y la fiebre lo dominen; que se quiebre en la rueda y sea ahorcado. Amén”.
O incluso más detallada: 
“Aquel que robe, tome y no devuelva este libro a su dueño, que su brazo se transforme en una serpiente que lo muerda y rasgue. Que de él se apodere la parálisis y sus miembros queden malditos. Que desfallezca de dolor llorando por piedad, y que no haya descanso para su agonía hasta que él mismo cante en su disolución. Que los gusanos de los libros roan sus entrañas sin morir jamás, y cuando por fin se vaya a su castigo final, que las llamas del infierno lo consuman para siempre”.


Infierno del siglo 12.


El libro de Drogin tenía docenas de  maldiciones , y que había recogido al menos una docena más para incluir en la segunda edición, que nunca fue publicado. 
Como Drogin recogió maldiciones, comenzó a encontrar repeticiones. No todos los escribas eran lo suficientemente creativos para escribir sus propias maldiciones. 
“Que la espada del anatema caiga sobre quien robe este libro”.

“A quien robe o aliene este libro, o lo mutile, será asimismo cortado del cuerpo de la iglesia y mantenido apartado”.

“En el infierno, quien de este libro una hoja doblare, se tostará; quien una marca o manchón hiciere, se rostizará, y quien este libro robare, en el infierno se cocinará”.


viernes, 8 de marzo de 2019

LIBER MOSTRUORUM DE DIVERSIS GENERIBUS



El Liber monstrorum de diversis generibus de la época de Carlomagno editado por Corrado Bologna señala que las arpías eran políglotas, rasgo asociado al hambre y la avidez desenfrenada. Por otro lado, la arpía del Bestiario de Pierre de Beauvais se aparta de las descripciones de Homero y Virgilio, señalando que “esta bestia se parece a un caballo y a un hombre, con cuerpo de león, alas de serpiente y cola de caballo”. Autores como Pinedo han querido vincular la figura de las arpías con ciertas descripciones proporcionadas por los textos bíblicos. Es el caso del siguiente fragmento de la Epístola de San Pablo a los Romanos (Rom. 3, 13-15), basado en diversos pasajes de los Salmos, en el que se alude a que tanto judíos como griegos estaban bajo el pecado:

 “Sepulcro abierto es su garganta,
con su lengua urden engaños.
Veneno de áspides bajo sus labios:
maldición y amargura rebosa su boca.
Ligeros sus pies para derramar sangre”.

Por su parte, Leclercq-Marx ha señalado que la fuente utilizada era de tipo culto y su nombre no figuraba más que en contados casos, como el Liber Monstrorum, Fulgencio el Mitógrafo y los Mitógrafos del Vaticano.



El Liber Monstrorum es un libro de principios del siglo VIII que cataloga una de las más impresionantes listas de seres fantásticos de la Edad Media. Algunos lo vinculan con el erudito anglosajón Aldhelm, también conocido como el abad Anselmo. Otros, sin embargo, deducen una escritura cooperativa entre las mentes más inflamadas del período.
En los libros medievales acerca de criaturas insólitas se entiende que un monstruo solo puede ser considerado como tal si su ubicación coincide con un territorio inexplorado. 
Los monstruos son para la mentalidad medieval, criaturas salvajes que pertenecen al orden de la naturaleza pero que viven en regiones alejadas de la civilización. 
El Liber Monstruorum se construye a partir de esa creencia, es decir, que los monstruos habitan en países remotos que aún no han sido explorados. En este sentido, el Liber Monstruorum no crea sus propios monstruos, sino que recopila los mitos y leyendas acerca de estos seres fantásticos; algunos de los cuales aparecen en otros libros de la Edad Media, entre ellos, el Beowulf.
El Liber Monstruorum admite algunas evidencias cuestionables, por ejemplo, cartas apócrifas de Alejandro Magno, donde describe criaturas muy inusuales en su conquista del Este; así como fragmentos del Beowulf, en particular aquellos que denuncian los hábitos maliciosos de Grendel, aquel troll infame que el héroe asesina arrancándole un brazo.
Las fuentes del Liber Monstruorum admiten la influencia de los mitos griegos, de tal modo que sus páginas insisten en describir la naturaleza de seres ampliamente conocidos como las sirenas, faunos, sátiros, arpías, basiliscos, lamias, Erinias, Euménides y Furias; pero también revelan la identidad de monstruos más elusivos, como Groac'h, la bruja de Hansel y Gretel; o incluso de Glog, el cazador de monstruos de la Edad Media.
Repasemos tres de los monstruos citados en el Liber Monstruorum:


Cinocéfalo significa literalmente "cabeza de perro". El Liber Monstruorum  aclara que estas criaturas semihumanas proceden de la India, aunque lo más probable es que se los haya malinterpretado a partir de las imágenes y estatuas egipcias de Anubis.
Los cinocéfalos son monstruos bastante increíbles, sin embargo, también se inscriben entre las creencias católicas más antiguas.


Los Monópodos (también conocidos como Sciápodos), literalmente "un pie", son monstruos mitológicos de aspecto humano pero con un solo pie, a menudo tan grande y ancho que se lo utiliza para darse sombra. Esta extraña funcionalidad les ganó el epíteto de Skiapodos, los "pie-sombra".
El Liber Monstruorum se apoya en recursos clásicos para describir a los Monópodos, entre ellos, la comedia de Aristófanes: Los pájaros (Ornithes), representada en el 414 a.C.; también en la Historia Natural (Naturalis Historia) de Plinio el Viejo, que registra el avistamiento de Monópodos en la India por parte del sabio Ctesias:
"Se habla de otra raza de hombres conocidos como Monocoli, los cuales tienen una sola pierna, y son capaces de saltar con sorporendente habilidad. El mismo pueblo es conocido como Sciapodae, debido a su costumbre de echarse de espaldas durante las horas de mayor calor, y protegerse del sol con la sombra que proyecta su enorme pie. (Naturalis Historia, Plinio)"
Filóstrato también menciona a los Monópodos, así como Isidoro de Sevilla y San Agustín. 

El Liber Monstruorum describe a los Epifugi del siguiente modo: no tienen cabeza pero poseen todas sus funciones incrustadas en el pecho, excepto los ojos, que están alojados en los hombros.
Los Epifugi o Epiphagi proceden de una vasta estirpe de seres sin cabeza, desde los akephaloi griegos (literalmente "sin cabeza") a los Blemmyes latinos. Todos estos seres coinciden en alojar las funciones de la cabeza en el pecho.
El primero en investigarlos fue Herodoto. El sabio los ubicó en Etiopía y a veces en Libia. Plinio coincide en la procedencia africana, pero los sitúa en la región de Nubia.
A pesar de estas coincidencias, no todos los hombres sin cabeza comparten los mismos atributos. Por ejemplo, los Blemmyes tienen los ojos, la nariz y la boca en el pecho, mientras que los Epiphagi que registra el Liber Monstruorum tienen los ojos ubicados en los hombros.

El Liber Monstruorum abunda en descripciones fabulosas como los ejemplos que hemos visto. Para la época en la que fue escrito, la palabra monstruo,aludía a ciertas malformaciones, ciertos defectos físicos, ciertas exageraciones; en definitiva, a lo anormal, pero siempre con una raíz antropomórfica.
Los anglosajones los llamaban aglæca, término que podríamos traducir como calamidad; algo muy distinto de la raíz etimológica de monstruo, la cual se vincula con un prodigio puesto de manifiesto, con algo que se revela, que se muestra, que puede o no ser repulsivo pero que no necesariamente ha de infundir miedo.