viernes, 5 de abril de 2019

EL BOTE DE ZAMORA Ó PIXIDE DE ZAMORA


El bote de Zamora o Píxide de Zamora es una pequeña urna realizada en marfil por los talleres palatinos del Califato Omeya, posee unos dieciséis centímetros de diámetro y el cuerpo tiene forma cilíndrica mientras que la tapa es cónica. El marfil fue obtenido del colmillo de un elefante y se talló en dos partes diferentes aprovechando su forma cilíndrica así, con una de las partes del colmillo se talló la tapa del bote y con la otra el cuerpo del mismo. El bote es una pieza excepcional realizada con los mejores materiales y no sólo por el uso del marfil en el cuerpo y la tapa, las bisagras que unen las dos partes están realizadas en plata.
La pieza fue encontrada en las cercanías de la ciudad de Córdoba, más concretamente en la antigua ciudad de Medina Al- Zahara. El hecho de que el bote reciba el nombre de Bote de Zamora o Píxide de Zamora está relacionado con su autor, de éste tan solo sabemos que se le conocía como Maestro de Zamora y que en torno a la década de los sesenta trabajaba en el Califato de Córdoba. Además el bote formó parte durante muchísimo tiempo del tesoro de la Catedral de Zamora.
Las inscripciones con la que cuenta esta singular pieza nos describen como fue encargado por el monarca Al-Hakam II para su concubina y después madre de su hijo, la bella Subh en el 964 d.C. Este tipo de botes estaba destinado a los ocupantes de la corte califal es decir, a personajes poderosos e influyentes. Normalmente se utilizaba para albergar joyas de gran valía o perfumes; de hecho durante el Califato fue común que el soberano regalara este tipo de objetos a importantes dignatarios por lo que su producción fue bastante prolífera.
Pero sin duda el Bote de Zamora es uno de los ejemplos mejor conservados y más valorados de este tipo de objetos. Su composición recuerda a las formas arquitectónicas: en el cuerpo del bote dos franjas a modo de imposta enmarcan un espacio trabajado con relieves de gran finura y delicadeza; mientras la tapa está dividida en dos partes bien diferenciadas, la inferior en la que se encuentra la inscripción y la superior en la que se repite una zona de rieles que están coronados por una pequeña bolita que sirve como pomo de apertura.



Los relieves se trabajan a bisel originando bellísimos claroscuros que contrastan con la blancura del marfil y la elegancia de las formas. El tema representado son elementos vegetales, plantas cuyo tallo emerge de manera vertical mientras que las ramas y hojas se extienden perpendiculares al tallo- se los ha identificado como árboles de la vida-, entre el follaje diversos animales pastan con tranquilidad. En la tapa encontramos pequeñas parejas de palomas enfrentadas que se repiten en el cuerpo del bote, éste está además completado por figuras de cervatillos y pavos reales. El maestro ha optado por representar los animales con gran realismo mientras que en las formas vegetales se permite licencias más fantasiosas.



En la base de la tapa aún se pueden leer los caracteres árabes que forman la inscripción. Gracias a ella hemos obtenido los datos relativos al comitente (Al-Hakam II), la mujer a la que se lo regaló (Subh, concubina preferida del califa y madre de su futuro heredero, Hisam II), el autor (Durri al-Salir), así como la datación (353 de la Hégira, o lo que es lo mismo, año 964 d.C.).
En cuanto a su origen,como bien sabemos en la Península Ibérica los ejércitos cristianos lucharon por recuperar el dominio de las ciudades que se encontraban bajo la administración de los musulmanes. La historia de muchas obras de arte, a las que hoy nos podemos acercar con la sencilla visita a un museo, estuvo determinada en numerosas ocasiones por estos enfrentamientos bélicos, por victorias y derrotas de las que dependía el destino de las piezas más ricas que los gobernantes guardaban con recelo. De este modo, tras una conquista, se obtenía un botín de ricas y exóticas piezas que en algunos casos se regalaban a la Iglesia. En el caso del llamado Bote de Zamora (o Píxide de Zamora), nos situamos bajo el reinado de Fernando III, concretamente en el año 1230, fecha de la conquista de la ciudad de Córdoba.
Córdoba funcionó como capital del califato, centro cultural por excelencia de todo el territorio andalusí en el siglo XIII, hogar de muchos filósofos, científicos, poetas, y como no, residencia de innumerables artistas. Dentro de la producción artística califal debemos destacar la eboraria como una de las prácticas más características de este entorno. El trabajo del marfil era una técnica perfectamente dominada dentro la cultura material islámica. Tallaron piezas ebúrneas con una exquisitez y un refinamiento delicioso, como demuestra, junto con muchas otras, la pieza que hemos analizado hoy. 
Ese tesoro que Fernando III el Santo obtuvo tras la conquista de Córdoba fue donado posteriormente a la ciudad de Zamora, en cuya catedral hizo las veces de contenedor de reliquias (en concreto albergó Piedras de los Santos Lugares) durante casi 700 años. Como en otras muchas ocasiones, encontramos que la pieza fue despojada de su función original, que en este caso no acarreaba contenido religioso, y utilizada en un ámbito diferente. De este acontecimiento extraemos otra lectura: independientemente de la condición religiosa, reconocieron una pieza que merecía formar parte del tesoro catedralicio, a pesar de su manufactura y origen islámico
Hoy el Bote de Zamora se encuentra en el Museo Arqueológico Nacional ubicado en Madrid.