domingo, 30 de julio de 2017

LA BASTILLA DE PARIS

En la Edad Media, bastilla era el nombre genérico que se daba a las fortalezas que tenían torreones y también a las construcciones que se levantaban en las afueras de las ciudades para su protección. Ese es el origen de la bastilla más famosa de todas, la de París.
La guerra de los Cien Años fue una época de enfrentamientos entre Francia e Inglaterra, en que se sucedieron alternativamente períodos de guerra con otros de tregua, desde el 1337 al 1453. En ese momento París estaba defendida sólo por dos torres, una a la entrada de la ciudad, y la otra en la margen derecha del Sena. El 22 de abril de 1370, durante el reinado de Carlos V, el preboste Hugues Aubriot comienza la construcción de dos torres en la puerta de San Antonio, al este de la ciudad, que se unían a las antiguas por medio de murallas. Para 1383, reinado de Carlos VI, ya había 6 torres.
La obra se completó en 1553, durante el reinado de Enrique II, aunque hasta 1634 sufrió sucesivas reformas y ampliaciones. Constaba de 8 torres enlazadas por murallas de 24 metros de alto por 3 de ancho. La construcción completa medía alrededor de 66 metros de largo por 34 de ancho. Las murallas estaban rodeadas por un foso de 8 metros de profundidad. Los nombres de las torres eran Tesoro, Capilla, Bertaudiere, Libertad, Pozo, Baziniere, Rincón y Condado. Cada una tenía cinco pisos y estaba armada con cañones.



Para el momento del reinado de Francisco I (1515-1547) ya no se utilizaba como fuerte por resultar insuficiente, y se transformó en el sitio donde el rey realizaba sus recepciones.
Fue el Cardenal Richelieu, primer ministro de Luis XIII de 1624 a 1642, quién la convirtió en prisión para detenidos de las clases altas, principalmente aquellos a quienes se acusaba de alta traición u ofensas al rey. Por supuesto que esto llevó a las más absolutas arbitrariedades, ya que bastaba la llamada lettre de cachet para que una persona fuera encarcelada sin juicio previo. La lettre de cachet podía provenir del rey mismo o de un particular que solicitaba la detención de alguna persona.
Al principio, por su misma categoría de prisión VIP, los detenidos podían recibir vistas, tenían sus propios muebles, ropa, libros y hasta sirvientes. Con el paso del tiempo fue alojando cada vez más criminales comunes e incluso personas perturbadas mentalmente (en esa época no había una clara diferenciación entre “manicomio” y “prisión”), muchas veces sin que ni siquiera sus propias familias tuvieran noticia de la detención. No se debe olvidar que el director de la Bastilla recibía sumas de dinero para el mantenimiento de los prisioneros, que variaban según la “categoría” del detenido. Un porcentaje de este dinero iba a sus propios bolsillos y se repartía entre distintos funcionarios, lo que hacía que a nadie le importara demasiado si las personas allí encerradas merecían o no ese estado de cosas.
Al llegar el reinado de Luis XVI (1774-1792) la Bastilla había dejado de ser la prisión tenebrosa que fuera con Richelieu, pero los testimonios de aquellos que habían estado encerrados en ella mantenían vivo el odio de los habitantes de París por la antigua fortaleza. Algunos de esos relatos fueron el de Latude, un soldado liberado en 1777 luego de permanecer encerrado 28 años, que escribió Memorias de la venganza, y el de Linguet, abogado y escritor, cuya obra se tituló Memorias de la Bastilla.



Algunas famosas personalidades de la época pasaron por la Bastilla en calidad de prisioneros. Uno de ellos fue su propio constructor, Hugues Aubriot, arrestado en 1380 por solicitar clemencia para los judíos de París. Nicolás Fouquet, estadista francés, y siendo Superintendente de Finanzas de Luis XIV, fue acusado de malversación de fondos, destituído y arrestado en 1661. Mientras duró su juicio, y hasta 1663, permaneció en la Bastilla, para ser finalmente confinado en Pignerol en 1664 hasta su muerte en 1680.


                                           MARQUES DE SADE
El Marqués de Sade, después de haber sido varias veces encarcelado en distintas prisiones, fue finalmente enviado a Vincennes alrededor de 1178. Al clausurarse esta Torre, es enviado a la Bastilla, de donde salió el 2 de julio de 1789 rumbo al manicomio de Charenton. Todo el tiempo que permaneció en prisión continuó escribiendo y sus condiciones de encierro no eran extremas, ya que contaba con sus propios muebles y hasta una biblioteca de más de 100 volúmenes.
En 1717 la Bastilla alojó a otro escritor,François-Marie Arouet, más conocido como Voltaire, que pasó allí un año a causa de una sátira escrita contra el Duque de Orleans. En 1726 volvió a ser encarcelado a raíz de una disputa con un noble.
Pero sin dudas, el más extraordinario de todos los prisioneros fue el hombre de la máscara de hierro. Aunque su existencia está corroborada, nunca ha podido confirmarse su verdadera identidad. Solo se sabe con certeza que estuvo detenido durante décadas, hasta su muerte.



Para la fecha de la Revolución Francesa, en 1789, la Bastilla alojaba sólo a siete prisioneros: 4 falsificadores, el Conde de Solages, encerrado allí a pedido de su familia por su estilo de vida “disoluto”, y dos personas con desequilibrios mentales. Sin embargo, en la mente del pueblo parisino, seguía siendo el símbolo del despotismo y la arbitrariedad.
La Bastilla se empezó a demoler a partir del 16 de julio y muchas de sus piedras se utilizaron en la construcción del Puente de la Concordia.
Hubo varios proyectos de construcción para el terreno que ocupaba la fortaleza, hasta que finalmente, en 1840, se inauguró la Columna Juillet, la misma que hoy vemos en lo que fue el antiguo emplazamiento de la prisión más famosa de Francia.

http://www.liberation.fr/libe-3-metro/1995/07/14/a-la-recherche-de-feu-la-bastille-ce-qu-il-reste-de-la-forteresse-royale-prise-le-14-juillet-1789_137714
 http://www.mundocuriososencillo.com/paginastxt/Bastilla.html
https://www.viveparis.es/plaza-bastilla

domingo, 2 de julio de 2017

ISABEL LA CATÓLICA Y EL ARMARIO EN SU TIEMPO


La conquista de Granada, la llegada a América y la política matrimonial para casar a sus hijos con los vástagos de otros monarcas europeos hicieron que desde 1492 a 1497 el reino de Castilla de Isabel la Católica y Fernando viviera una época de esplendor. 
La riqueza del reino se aprecia en los numerosos retratos de la reina Isabel. Entre todos destacan los realizados por los pintores Michael Sittow en 1492 y por Juan de Flandes en 1496, que fueron llamados para trabajar en la corte castellana. 

 
Suele representarse a la Isabel la Católica con el rostro serio, templado y con cierto aire masculino, detalle que se usa para remarcar su fuerte carácter y su poder. Una personalidad que no dejó indiferente a nadie.
El vestuario era un arma importante para comunicar, ya fuera el estatus social, el rango, el linaje o el estado civil. El tipo de tejido, el color y la cantidad de tela usada, así como las joyas y la temática de los bordados, eran signos que la nobleza sabía descifrar. 

Cuentan los cronistas de la época que cuando la reina Isabel recibió a los embajadores de Enrique VII de Inglaterra, que se desplazaron a Castilla para preparar la boda de Catalina de Aragón con el príncipe de Gales, estos emisarios quedaron impresionados por el lujo de la corte.
 La Virgen de los Reyes Católicos
A su vuelta informaron al monarca inglés con todo detalle, destacando el vestido y el brial bordado en oro, el manto de terciopelo negro con bordes de armiño con aberturas en los lados para dejar ver el vestido. Muy en la línea del estilo que lleva en el cuadro 'La Virgen de los Reyes Católicos' que está en el Museo del Prado.  

  

Llamaron la atención las joyas de oro macizo y las piedras preciosas, y el cinturón blanco (hecho a la moda masculina) del que colgaba una escarcela decorada con un enorme rubí.  

Pero lo que más impactó a Enrique VII fue el collar de oro con rosas de esmalte que llevaban joyas incrustadas. Tanto que soñaba con que esta pieza terminara en el castillo de Windsor. Un sueño incumplido porque Isabel no regaló esa pieza a su hija porque era un regalo del rey Fernando el día de su boda. 

  Mantos-de-manga-larga
Camisa, brial, manto... las mujeres llevaban varias prendas pero, por lo general, se podían ver todas.         
Es precisamente durante el siglo XV cuando se produce el auge del comercio y llegan nuevas formas de consumo y un afán de poseer objetos, algunos de lujo, que son una señal de riqueza y estatus mayor. 
Se extiende también una moda por imitar a los nobles, por copiar sus gustos, maneras y costumbres. Se generalizan las compras y, de paso, se favorece a los comerciantes que, a su vez, se convierten en clientes pudientes, especialmente los sastres que adquieren una gran variedad de artículos.

Brial-del-seda
Brial de seda de la serie 'Isabel' expuesto en el Museo del Traje.

También el clero, escribanos, corregidores y las personas de confianza de los nobles acaudalados. Todos tenían cosas bonitas en sus casas y todos vestían bien, porque llevar una buena capa o una buena camisa era, para todos, símbolo de poder. O de estar cerca de él. 
Las mujeres, salvo en las clases pobres, ya no hacen la ropa en casa, ni se recurre a los ropavejeros, vendedores de ropa usada. Ahora, quien puede, compra paños, lienzos y sedas. 

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Manga de vestido italiano de gran riqueza .   

Se copia, como digo, a la nobleza y esta, a la vez, adopta las modas que vienen de fuera, sobre todo de los países cercanos y de aquellos con los que se tienen vínculos políticos. Los emisarios llevan misivas pero también trasladan estilos, modas y vestimentas.
Las relaciones exteriores traen un intercambio comercial y a Castilla empezaron a llegar sedas de Italia, paños flamencos, lienzos (para sábanas y lencería) de Holanda y enaguas de Alemania.

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Figurines inspirados en la moda italiana del siglo XV.  

Especial relación tuvieron los Reyes Católicos con la corte de Borgoña (casaron a sus hijos Juan y Juana con Margarita de Austria con Felipe, el Hermoso-) que fue, durante, el siglo XV, un referente en moda, sobre todo de estilo francés y flamenco. El otro fue Italia. 
El estilo gótico comienza a inspirar a los modistos y se tiende a una silueta alargada, más estilizada. Pero España, cómo cuenta Amalia Descalzo Lorenzo en sus Apuntes de Moda, “despunta por la creación de prendas que han sido decisivas en la evolución de modas posteriores”.


La reina Isabel se recogía las puntas de la toca de la cofia con una cruz de Santiago.  

Entre ellas hace referencia a las camisas margomadas, los chapines y el verdugado, que fue “el origen de todos los armazones que se sucedieron a lo largo de la historia para ahuecar las faldas”, y añade que algunos cronistas atribuyen su invención a Doña Juana, esposa de Enrique IV, hermano de Isabel la Católica. 
“No estaba diseñada para ocultar un embarazo pero, independientemente de quien partiera la idea, lo cierto es que el primer can-can de la historia surgido en España”.

Isabel-la-Católica-con-cofia-y-toca
Las jóvenes llevaban la cofia sola y las mujeres más mayores se ponían encima una toca.    

En esos años el foco de atención se centra en la cabeza y proliferan lo que ahora llamamos tocados. Isabel la Católica puso de moda las cofias de lienzo blanco que permitían mostrar el cabello.
Pero, según la tradición, a medida que fue haciéndose mayor comenzó a llevar cofias plisadas que tapaban también la frente y a colocarse encima una toca, casi transparente, que dejaba entrever el pelo. La reina cambió el blanco por el negro, debido al luto que llevó hasta su muerte.

Maravedíes
Anverso y reverse de un maravedí de los Reyes Católicos, moneda usada en mercado y ferias.   

¿Pero cómo fue ese auge del comercio, y las compras, que se vivió en el siglo XV? ¿Cómo se compraba? ¿Qué se compraba? 
En su estudio sobre las costumbres de la época, Casado Alonso, cuenta que las mujeres adquirían los productos que necesitaban en mercados, vendedores ambulantes y ferias locales. Algunas tan importantes como la de Medina del Campo que estuvo regulada por los Reyes Católicos para evitar fraudes. 


Un vestuario especial para un día especial, la conquista de Granada.

Había telas caras y baratas. Desde las lanas a las sargas. Según la clase social, se compra un tipo de prenda o complemento pero sobre todo varía la calidad de los tejidos. 


Importante era el color (el teñido aumentaba el coste), por eso, los vestidos rojos, verdes o púrpura, eran exclusivos de los adinerados y la realeza. Casado Alonso dice que los pobres se vestían con prendas de color pardo, el amarillo se utilizaba para los forros y el negro solo lo llevaban los pudientes.  
“Es símbolo de distinción e indica que la sociedad castellana seguía las pautas de la moda más refinada de Europa, la borgoñona. El gusto por las cosas ‘al uso de Flandes’ fue una constante en Castilla”.


Grabado de Blas Atmeler 

Se extendió pues la moda por lo "flamenco" y por eso Castilla fue, en los siglos XV y XVI, un estupendo cliente en los mercados de Amberes y Brujas. Repasando documentos de la época, como ajuares, herencias o inventarios, se puede descubrir un catálogo extenso de artículos:  Casullas, jubones, briales, mantos, camisas, sayuelas, albanadegas, corridezuelos, monjiles, tabardos, randas, cabricheles, papahigos, capazos, grebes, camisones, zamarros… La mayoría, están  en deshuso,se conserban en Museos ó ya no existen...

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