lunes, 29 de julio de 2019

ERASMO DE ROTTERDAN. Y EL ELOGIO DE LA LOCURA


Poeta, tratadista, filólogo, filósofo, teólogo y humanista holandés, nacido en Rotterdam el 27 o el 28 de octubre de 1469 (o de 1466, según algunos de sus numerosos biógrafos) y fallecido en Basilea (Suiza) el 12 de julio de 1536. Aunque su verdadero nombre era el de Gert Geertsz, es universalmente conocido por el pseudónimo latino que adoptó, Desiderius Erasmus Roteradamus, castellanizado en España desde el siglo XVI como "Erasmo de Rotterdam". Erudito fecundo y polifacético, atendió en su brillante producción impresa las materias más diversas del saber humanístico (desde la política hasta la religión, pasando por la educación, la literatura y los estudios latinos y helenísticos), e influyó poderosamente en todas las corrientes intelectuales y espirituales de su tiempo, hasta el extremo de pasar a la historia como uno de los grandes paradigmas del talante reformador del hombre renacentista europeo. Su aportación más audaz, original y deslumbrante -y, sin duda alguna, la que más adhesiones y rechazos generó entre la intelectualidad de su tiempo- fue su propuesta de reforma de la Iglesia, basada en los ejemplos de modestia y humildad brindados por los primeros cristianos, así como en los modelos de comportamiento humano ofrecidos por algunas de las figuras más destacadas de la antigüedad clásica grecolatina.
Las incertidumbres e inexactitudes que rodean su fecha de nacimiento fueron alimentadas por el propio humanista holandés, quien nunca se mostró interesado en desvelar los misterios que envolvieron su oscura llegada al mundo. Nació, en efecto, fruto de los amores  entre un sacerdote y una joven burguesa, y, aunque en su madurez aceptó una visión romántica de esta relación (según la cual, su padre fue obligado por sus familiares a marchar a Roma después de haber dejado embarazada a una joven, y en la Ciudad Eterna recibió la falsa noticia de la muerte de la muchacha, por lo que se ordenó sacerdote), lo cierto es que la erudición posterior ha demostrado que el progenitor de Erasmo ya había recibido las órdenes sacerdotales cuando lo engendró.
La muerte de su madre, sobrevenida en 1484, precipitó su abandono de la escuela de Deventer y su regreso inmediato, en compañía de su hermano, a Gouda, donde la educación de ambos muchachos quedó en manos de tres preceptores religiosos que orientaron sus pasos hacia la vida monástica. Un año después, el futuro humanista se trasladó a la escuela de Bois-le-Duc, en la que permaneció durante un breve período de tiempo, ya que la veloz propagación de una epidemia de peste aconsejó su retorno a Gouda, ciudad en la que cayó gravemente enfermo, aquejado de altos y frecuentes accesos de fiebre. En el transcurso de aquel mismo año de 1485, su hermano Pedro ingresó en el convento de Sion (cerca de Delft), perteneciente a la orden de los canónigos regulares de san Agustín.
Repuesto de sus dolencias, continuó estudiando con tesón y preparándose para la vida religiosa, y en 1487 ingresó en el convento de los agustinos de Steyn, donde realizó sus primeros votos al año siguiente. De aquel tiempo data su primera obra, un tratado espiritual titulado Alabanza de la vida monástica , que dejaba patente su sincera vocación religiosa. Arrastrado, entonces, por su incontenible pasión literaria, leyó y estudió con fruición las obras de los principales clásicos latinos ,como Terencio , Cicerón , Virgilio , Horacio , Ovidio , Quintiliano, Marcial , Juvenal..., así como otros textos contemporáneos que despertaron su admiración, como las Elegantiae linguae latinae , del humanista romano Lorenzo Valla . Estas fructíferas lecturas le animaron a componer numerosos poemas en latín, lengua que, por aquellos años, dominaba ya a la perfección.



En 1492 recibió, finalmente, las órdenes sacerdotales de manos de David de Borgoña, obispo de Utrecht, y un año después entró al servicio de Enrique de Bergen, obispo de Cambrai. Siempre entregado al afanoso estudio, en 1493 concluyó Antibarbari, una brillante apología de las letras profanas que había comenzado a redactar durante su reclusión monacal junto a los agustinos de Steyn; y al cabo de dos años se afincó en París, en el Colegio de Montaigu, para cursar estudios superiores de Teología en la Universidad de la Sorbona, donde se especializó en el análisis de los textos bíblicos. Entabló amistad, en la capital gala, con el escritor, teólogo y religioso trinitario Robert Gaguin , una de las cabezas visibles de la intelectualidad francesa del momento, bajo cuyo amparo fue aceptado en los principales foros y cenáculos humanistas de París; y a tal extremo llegó la amistad y complicidad entre ambos eruditos, que Gaguin incluyó en su célebre obra De Origine e Gestis Francorum Compendium  un extenso panegírico redactado por Erasmo, quien, por aquel entonces, ya había dejado bien patente en sus escritos su aversión a la escolástica.
En 1496 se puso de manifiesto también su interés por la pedagogía, a raíz de las lecciones particulares que comenzó a impartir para ganarse la vida en París, después de haber pasado un breve período de descanso en Cambrai, convaleciente de otra seria dolencia. Compaginaba por aquel entonces esta dedicación a la docencia con su innata vocación literaria, plasmada en los poemas latinos de un libro que dio a la imprenta aquel mismo año; pero en la primavera de dicho año, aquejado por otra grave enfermedad, interrumpió dicha actividad laboral en París y buscó reposo en Bergen, al lado de aquel obispo que había sido uno de sus primeros protectores. Una vez repuesto de este mal, emprendió un breve recorrido por tierras holandesas hasta recalar nuevamente en la capital gala, donde entabló relaciones con otros intelectuales (como el poeta latino Faustus Andrelinus)  y buscó con ahínco el amparo de algún mecenas que pudiera seguir financiando sus numerosos proyectos literarios y filosóficos. Presa de una febril actividad creativa, escribió entonces para la familia Northoff su Familiarium Colloquiorum Formulae (esbozo de lo que después habría de convertirse en sus famosos Colloquia), emprendió la redacción de De Conscribendis Epistolis (un ensayo sobre la técnica de escribir cartas en lengua latina), concluyó una esclarecedora paráfrasis de las ya citadas Elegantiae de Lorenzo Valla, y se explayó en otras disertaciones de diversa índole, como De Copia Verborum ac rerum (un manual de latín destinado a incrementar la riqueza léxica de los estudiantes- y De Ratione studii (una guía pedagógica sobre la organización de los estudios).
En 1498, Erasmo de Rotterdam regresó a Holanda al lado del obispo su protector, pero pronto añoró la intensidad de la vida cultural parisina y retornó de nuevo a la capital francesa, donde continuó impartiendo clases particulares a varios alumnos de elevado rango social, entre los que figuraba el inglés William Blount, más conocido por su título aristocrático de lord Mountjoy. Al año siguiente visitó en el castillo de Tournehem (emplazado entre Calais y Saint Omer) a su amigo Battus, que había sido contratado por Ana van Borselen (señora de Veere y propietaria de la heredad) para que educara a su hijo; siempre necesitado de un mecenas -su situación económica era muy inestable en una gran urbe como París-, buscó la ayuda de dicha dama, quien de inmediato se convirtió en su nueva protectora. Poco después, viajó a Londres acompañando a lord Mountjoy y tuvo ocasión de conocer a varias figuras cimeras de la cultura inglesa contemporánea, como el filósofo y político Tomás Moro y el teólogo John Colet , con el que intimó enseguida merced a sus ideas afines a propósito de los abusos cometidos por el clero. En otoño de aquel año de 1499 se llegó hasta Oxford para alojarse en el St. Mary College, donde, fruto de las conversaciones religiosas mantenidas con los susodichos, reflexionó sobre las inquietudes, los miedos y la tristeza del Nazareno, y escribió una breve controversia al respecto, titulada Disputatincula de tedio, pavore tristitia Jesu .
A comienzos del año siguiente, Erasmo de Rotterdam estaba otra vez en París, ciudad en la que dio a la imprenta sus Adagiorum collectanea , una recopilación de cerca de ochocientas máximas proverbiales espigadas entre las obras de los grandes clásicos latinos, y comentadas para provecho de quienes quisieran servirse de ellas con la intención de mejorar su expresión literaria en la lengua de Cicerón. Su acuciante carencia de recursos monetarios -acentuada por las tasas que hubo de pagar en la aduana a su regreso de Inglaterra, donde a duras penas había logrado ahorrar veinte libras que se quedaron, casi íntegramente, en poder de los voraces aduaneros británicos- le había impulsado a escribir y publicar con urgencia esta obrita, con la que obtuvo un modesto beneficio que le permitió subsistir durante algún tiempo. Invitado luego por el humanista Agustín Caminade, se trasladó a la villa que éste habitaba en Orleáns, donde pasó casi todo el año de 1500. A su regreso a París, una mortífera epidemia de peste le obligó a abandonar a toda prisa la ciudad del Sena para refugiarse en Holanda, en donde residió -sucesivamente- en Steyn, Haarlem y el castillo de Tournehem, al lado de su amigo Battus. Pero la repentina desaparición de éste, sobrevenida en 1502, le impulsó a abandonar la residencia de Ana de Veere para trasladarse primero a Saint-Omer (en donde entabló amistad con el teólogo franciscano Jean Vitrier, que había sido sancionado por la Sorbona debido a sus denuncias de la relajación en la vida monástica) y, poco después, a Lovaina, ciudad en la que se afincó en busca de algún socorro inmediato. Lejos de ello, la muerte de su protector Enrique de Bergen y la retirada del mecenazgo con que, intermitentemente, le venía socorriendo Ana de Veere provocaron el agravamiento de sus penurias económicas, a pesar de lo cual se negó a aceptar la cátedra que le ofrecía, fruto de sus gestiones personales, Adriano de Utrecht , años más tarde elevado al solio pontificio bajo el nombre de Adriano VI.
Su prestigio intelectual se incrementó notablemente a raíz de la aparición en Amberes de su obra titulada Enchiridion militis christiani , una especie de guía espiritual para orientar al soldado cristiano hacia su salvación. Volcado, a partir de entonces, al estudio en profundidad de los Evangelios -en buena medida, después de haber leído las Anotaciones del ya doblemente mencionado Lorenzo Valla-, viajó de nuevo hasta Inglaterra en 1505 y se relacionó allí intensamente con algunos destacados príncipes de la Iglesia como Richard Foxe (obispo de Winchester), John Fisher (que ocupaba, a la sazón, la sede episcopal de Rochester) y William Warham (arzobispo de Canterbury). Volvió, entonces, a visitar a su amigo Tomás Moro y trabajó con él en la traducción del griego al latín de los Diálogos de Luciano de Samosata , ocupación que le permitió entablar amistad con un protegido del futuro santo, el poeta italiano Andreas Ammonius de Lucca .



Su siempre inestable situación económica comenzó a mejorar en enero de 1506, cuando el papa Julio II  le permitió aceptar un beneficio eclesiástico inglés. El prestigio de que gozaba ya como humanista aconsejó a Giovanni Battista Boerio, médico personal del rey Enrique VII  contratar a Erasmo de Rotterdam como preceptor de sus hijos, por lo que éste se desplazó para desempeñar este oficio hasta Turín, ciudad en cuya universidad obtuvo el título de doctor en Teología en septiembre de aquel año de 1506. Siguió, entretanto, compaginando sus estudios y sus labores docentes con su infatigable actividad literaria, y dio a la imprenta en un breve período de tiempo sus traducciones de Eurípides  y de Luciano de Samosata, su obra Epigrammata (1506), una nueva edición de los Adagia (obra en cuya ampliación siguió trabajando durante mucho tiempo), y su célebre poema Carmen alpestre.
Sin ahorrar esfuerzos, durante su estancia en Italia Erasmo de Rotterdam siguió ampliando sus conocimientos de griego y comenzó a estudiar hebreo y arameo. Su fama llegó a oídos del prestigioso impresor veneciano Aldo Manuzio el Viejo, quien le hizo desplazarse hasta Venecia para publicar allí sus Adagia y sus traducciones de diferentes textos de Platón , Terencio  y Séneca  . En el transcurso de aquel mismo año de 1508, el humanista holandés aceptó el puesto de preceptor particular del hijo del rey escocés Jacobo IV , Alejandro Estuardo, quien, estudiante a la sazón en Padua, era ya, a pesar de su corta edad, arzobispo de St. Andrews.
Los conflictos bélicos declarados en el norte de Italia le aconsejaron, en 1509, abandonar dichas tierras para dirigirse directamente a Roma, cuya clase intelectual le recibió ya como el renombrado erudito que era. Tras haber tenido ocasión de entrevistarse con el florentino Juan de Médicis  (el futuro papa León X), volvió a Londres y se instaló en la casa habitada por Tomás Moro en Blucklersbury, donde, a lo largo de un par de años, escribió una de las obras mayores del pensamiento universal, Moriae Encomium seu laus stultitiae (Elogio de la locura). Al año siguiente de la aparición de esta pieza maestra de su bibliografía, fue elevado a la dignidad de rector de Aldington (en el condado de Kent) por el arzobispo de Canterbury, William Warham, cargo que no le impidió seguir desarrollando una feraz labor humanística que arrojó por fruto, un año más tarde, la fábula Julius exclusus e Coeli  un alegato contra la guerra escrito tras la reciente muerte del papa Julio II, cuyo ardor bélico había caracterizado todo su pontificado.
Trabajaba, al mismo tiempo, arduamente en sus investigaciones sobre la obra de San Jerónimo y el Nuevo Testamento, así como en un nuevo adagio, Dulce bellum inexpertis, que incorporó a la edición de los Adagia realizada por Froben en 1515. Dicho impresor sacó a la luz, al año siguiente, San Jerónimo  y Novum Instrumentum , una edición bilingüe -esta última- del Nuevo Testamento que divulgó la fama de Erasmo por todos los rincones de la Cristiandad. Poco después, el político castellano de origen Borgoñón Jean Sauvage (¿-1518), convertido en su nuevo protector, le consiguió el título de consejero de un joven de dieciséis años de edad que pronto habría de ser conocido en todo el mundo como el emperador Carlos I de España y V de Alemania V . Y, en medio de aquella agitación, no cesaba de escribir y de viajar: tras haber concluido la redacción de Institutio principis christiani (1516), recorrió nuevamente los Países Bajos para alojarse durante algún tiempo en casa del erudito y naturalista francés Pierre Gilles , de donde partió para dirigirse otra vez a Inglaterra.

En 1517 comenzaron a resolverse los problemas de Erasmo de Rotterdam con las altas autoridades de la Iglesia. El papa León X le perdonó las infracciones que había cometido contra la ley eclesiástica, le eximió de la obligación de vestir el hábito de su orden, le autorizó a seguir llevando una vida secular y le permitió, pese a todo ello, conservar los beneficios eclesiásticos; pero la disposición del Sumo Pontífice más favorable al humanista holandés fue la anulación de todos los impedimentos que sobre él recaían por sus obscuros orígenes. Durante el estío de dicho año, Erasmo volvió a afincarse en Lovaina, donde hizo célebre su polémica sostenida contra el teólogo parisino -precursor de la Reforma- Jacques Lefèvre d'Étaples (o Jacobus Faber Stapulensis), a propósito de unos comentarios de éste acerca de las Epístolas de San Pablo (Epístola a los Hebreos, 2, 7). Reclamado, por aquel entonces, en los principales foros académicos de todo el mundo, recibió el encargo de escribir, por deseo expreso de Alberto de Brandeburgo, arzobispo de Maguncia, una serie de hagiografías que Erasmo rehusó redactar, con el argumento de que ya había intentado, "mal que bien, arrojar alguna luz sobre el príncipe de los santos en persona" (es decir, sobre Cristo), y de que "no hay que tolerar a la Iglesia nada que no sea totalmente puro e inmaculado" (en alusión directa a los turbios episodios protagonizados en vida por algunas personas elevadas luego por la Iglesia a la santidad).
Sostuvo, en aquel mismo período de tiempo (1518), una agria polémica con el joven inglés Edward Lee, estudiante de griego en Lovaina, a quien el humanista holandés ridiculizó en toda Europa después de que su temerario oponente hubiera resumido en diez conclusiones una serie de objeciones críticas contrarias a su revisión del Nuevo Testamento. Viajó, a finales del verano de dicho año, hasta Basilea, donde contrajo una grave enfermedad que le obligó a regresar a Lovaina e instalarse en casa del impresor Thierry Maertens; pero no perdió por ello sus ímpetus polemistas, que salieron nuevamente a relucir en 1519, cuando terció en las disputas sobre la creación del College Trilingue y volvió a arremeter contra el puntilloso Lee. El 28 de marzo de aquel año, el propio Lutero (1483-1546) -que había promulgado sus noventa y cinco tesis cismáticas el 31 de octubre de 1517, en las puertas de la iglesia del castillo de Wittenberg- se dirigió, por vía epistolar, a Erasmo con la esperanza de ganar para su causa el favor de tan reconocido maestro intelectual y espiritual ("Por eso, Erasmo mío, hombre amable, reconoced si os parece bien a este pequeño hermano en Jesucristo, que os admira y os ama realmente y que, por lo demás, no merecería otra cosa en razón de su ignorancia que ser enterrado anónimamente en cualquier rinconcito"); pero la respuesta personal de Erasmo, fechada dos meses después (30 de mayo de 1518), no dejaba lugar para la duda acerca de las posiciones del humanista holandés, totalmente contrarias a la reforma luterana:
 "He declarado que me sois totalmente desconocido, que no he leído aún vuestros libros y que, por tanto, no estaba de acuerdo ni en desacuerdo con nada... "Yo me reservo totalmente, si es posible, para ser útil a los estudios renacentistas. Me parece que una modestia cortés es más eficaz que la impetuosidad.
En medio de aquella enrarecida atmósfera que envolvía a la Cristiandad, en el verano de aquel mismo año Erasmo se vio obligado a dirigir una carta al papa León X para solicitar que le protegiera contra los numerosos enemigos que le atacaban desde el seno de la Iglesia; pese a esta demanda de amparo, sus rivales siguieron aumentando y, un par de meses después, utilizaron en su contra una carta enviada por el erudito holandés a Alberto de Maguncia.




En 1520, año en el que sostuvo otra fuerte polémica con Nicolás de Egmond, llovieron muchas críticas más contra el pensamiento de Erasmo, quien el día 5 de noviembre se reunió en Colonia con el príncipe elector Federico III de Sajonia , para conversar acerca de los postulados de Lutero. Fruto de esta entrevista fue el texto de Erasmo titulado 22 axiomas para la causa de Martín Lutero, que fue publicado en contra de su voluntad por los partidarios de la Reforma, lo que precipitó la ruptura definitiva entre el humanista holandés y el teólogo alemán. Un año después, ante el feroz acoso de Nicolás de Egmond y Vicent Dick van Haarlem, Erasmo se vio forzado a abandonar Lovaina para afincarse en Basilea, en donde volvió a caer gravemente enfermo.
Continuó, empero, escribiendo intensamente, y en el transcurso de 1522 dio a los tórculos su San Arnobo, una tercera edición del Nuevo Testamento y una reedición de sus Colloquia; entretanto, trabajaba en la redacción de un tratado titulado De Interdictu esu carnium, así como en la biografía San Hilario, que vio la luz al año siguiente. También en 1523 sostuvo una encendida polémica, esta vez con el escritor alemán Ulrich von Hutten (1488-1523), quien falleció pocos meses después. En 1524, después de la salida a la calle de una nueva edición de su San Jerónimo, redactó De Libero arbitrio diatribe, obra en la que atacaba la Reforma protestante y se ensañaba con Lutero.
A pesar de que se sentía ya viejo y enfermo, Erasmo de Rotterdam no rehuyó ningún compromiso intelectual, como el que le llevó a una nueva polémica en 1525, esta vez contra Alberto Pío, príncipe de Capri. Un año después salieron de la imprenta su hagiografía San Ireneo  y su edición definitiva de los Colloquia, publicada bajo el título de Familiorum Colloquiorum Opus , así como su tratado Hyperaspistes . Al año siguiente, tras haber publicado una nueva biografía bajo el título de San Ambrosio , se decidió a hacer testamento con el objetivo fundamental de detallar numerosas instrucciones para la edición de sus obras completas que se estaba preparando en la imprenta de Froben (cuyo propietario y fundador falleció, por cierto, aquel mismo año). En 1528, año en el que apareció su diálogo Ciceronianus, la decantación de Basilea en favor de la Reforma luterana obligó a Erasmo a trasladarse a Friburgo, ciudad en la que se instaló en abril de 1529.
Poco a poco, los acontecimiento políticos, culturales y religiosos que se sucedían vertiginosamente en el Viejo Continente comenzaron a superar su hasta entonces briosa capacidad de reacción. Tras la guerra entre los cantones católicos y evangélicos en Suiza, y la llegada de los turcos hasta las mismas puertas de Viena , escribió Consultatio de bello turcino , y empezó a preparar una magna obra que pretendía dejar como legado impreso de sus ideas morales y teológicas; se trata del Ecclesiastés , un tratado acerca de la predicación, que vino a subrayar la enorme valoración que siempre había conferido a los sermones, a los que consideraba como el vehículo más adecuado para la difusión de las ideas de los teólogos.
Tras esta especie de legado teológico, filológico y literario, aún tuvo fuerzas para regresar a Basilea con la intención de seguir trabajando en la imprenta de Froben, y para escribir un último tratado, publicado bajo el título de De la pureza de la Iglesia cristiana . A comienzos de 1536 se sintió gravemente enfermo, por lo que en el mes de febrero dictó sus últimas disposiciones testamentarias. Llegado el mes de julio, su salud había empeorado tanto que hubo de renunciar, incluso, a la lectura. El día doce de dicho mes, los amigos que rodeaban su lecho de moribundo le oyeron exclamar:
 "O Jesu, misericordia! Domine, libera me! Domine miserere mei!" ("¡Oh Jesús, misericordia! ¡Señor, sálvame! ¡Señor, apiádate de mí!"); 
acto seguido se encomendó a Dios en su lengua materna holandesa, y abandonó definitivamente este mundo.

Resulta imposible abordar, en una breve reseña bio-bibliográfica como ésta, toda la vasta y variadísima producción impresa de Erasmo de Rotterdam, cuya obra aportó innovaciones capitales en las principales materias humanísticas (y, de forma muy destacada, en los campos de la religión, la filología y la filosofía). Es necesario, pues, reducir el análisis de sus textos a un somero repaso argumental de los que mayor incidencia tuvieron entre los escritores, religiosos e intelectuales de su tiempo, empezando por Enchiridion militis christiani , obra que, en palabras del historiador y ensayista holandés Johan Huizinga  -vid., infra, "Bibliografía"- "es un manual destinado a suscitar en el soldado ignorante una digna conciencia cristiana mostrándole con el dedo, por así decirlo, el camino más corto que lleva a Cristo". Con la publicación de este libro, Erasmo se convirtió en la cabeza visible de esa corriente renovadora de la Iglesia que denunciaba los abusos y la relajación del clero, y propugnaba la supremacía de ciertos valores cívicos como la tolerancia y el mantenimiento, a toda costa, de la paz.

La publicación de los Adagia, iniciada en Venecia por Aldo Manuzio en 1507, situó al humanista holandés a la cabeza de los intelectuales renacentistas empecinados en rescatar el legado de los grandes autores clásicos grecolatinos y ponerlo al alcance no ya de los destacados eruditos del momento, sino del lector medio europeo. 

A decir de Horacio, el docente debe preferir la brevedad. Erasmo de Rotterdam siguió esta exigencia y escribió un conciso tratado en el que desarrolló su teoría sobre los proverbios bajo el título de los Prolegómenos, un texto que inaugura su obra Adagiorum chiliades (Millares de adagios), en donde el autor renacentista recopiló enunciados de autoridades como Plutarco, Diógenes Laercio, Platón, Aristóteles, Cicerón, Luciano, Tito Livio, Aulo Gelio, Virgilio, Horacio, Terencio, San Jerónimo.

Dividido en 14 catorce secciones, en los Prolegómenos Erasmo advierte lo que entiende por adagio, señala la relación de este género con otros enunciados sapienciales, aconseja cómo utilizarlos y menciona otras cuestiones relacionadas con los proverbios.
El adagio, según Erasmo, resguarda sencillas reglas o principios que pueden ser una guía para el buen vivir o, si se usan “en el momento adecuado”, pueden dignificar y embellecer el discurso . Emparentados con los gnomai o sentencias, los ainoi o apólogos, los apotegmata o dichos breves e ingeniosos, y los skommata o expresiones equívocas , los adagios o los proverbios —reliquias de aquella ancestral filosofía”, que se “habrían salvado en parte por su brevedad y concisión, en parte por su buen humor y por su ingeniosidad” , son dichos ampliamente conocidos que se distinguen “por cierta ingeniosa originalidad” .
En el libro Adagiorum chiliades Erasmo recopiló, con la finalidad de utilizarlos en su clases de retórica, más de cuatro mil adagios, esos enunciados que van y vienen “por todas partes en boca de los hombres”, como el que advierte que “de mal cuervo mal huevo” o “es sabio el discípulo del sabio”. Aunque algunos pueden “considerarla demasiado humilde además de facilona y casi pueril” , la rama del saber a la que pertenecen los proverbios no debe tomarse a la ligera, pues estos enunciados son vestigio de la más antigua filosofía y tienen gran utilidad “cuando se emplean inteligentemente en el lugar apropiado” . A manera de invitación a leer los Prolegómenos, recojo algunos de los proverbios que el autor de Elogio de la locura guardó para la posteridad:
“Porque no se puede ser selecto cuando se persigue la cantidad”;
 “Jamás hagas un favor a un viejo”
 “Las cosas son comunes entre amigos”;
 “Es preferible recibir una injuria que infligirla”
 “Porque no hay árbol bueno que dé fruta podrida, ni hay árbol podrido que dé fruta buena”
 “Quien no es dueño de sí mismo quiere adueñarse de Samos”;
“Si eres un tonto, actúas como un sabio, mas si eres sabio, te portas como tonto”
 “La verdad está en el vino”;
 “Ni el mismo Júpiter puede a todos juntos complacer, tanto si envía la lluvia como si la impide caer”.




MORIAE ENCONOMIUM SEU lLAUS STULTITIAE 


La locura es sincera, transparente; no existe en ella daño alguno. No se puede ocultar, por más que se intente siempre se muestra de alguna manera u otra. Proviene del amor propio, de la adulación, del olvido, de la pereza, de la voluptuosidad, de la molicie(blandura), y la demencia. Adquiriendo así un poder que lo eleva sobre los mismos emperadores.

Así mismo, la locura es la fuente y el principio de la vida. 
¿Que seria de la vida sin una mínima gota de locura?
Seria algo triste, aburrido, fastidioso, insípido y desagradable. 
y; ¿Que es la vida sino locura? (entendiendo vida en su máxima expresión, en su mayor realización). Al igual que locura es vida.
Los niños son los que más agradan a la locura. Pues, ¿de donde proviene ese encanto irresistible que tienen los infantes en sus primeros años de vida?. Ese encanto se debe únicamente al atractivo de la estulticia. Y los viejos también, ya que mientras más mayores son se vuelven más estultos y así se van pareciendo cada vez más a los niños.
La locura dice: “Sin mi, el mundo no puede existir ni por un momento, pues, ¿no está lleno de locura todo lo que se hace entre los mortales?, ¿ no lo hacen locos y para locos? Ninguna sociedad, ninguna convivencia pueden ser agradables o duraderas sin locura, de modo que el pueblo no podría soportar a su príncipe, el amo a su sirviente, la doncella a su señora, el preceptor a su alumno, el amigo a su amigo, la mujer a su marido por un solo momento, si de vez en cuando no se descarriaran, se adularan, toleraran sensatamente las cosas o se untaran con un poco de la miel de la locura.” Este párrafo contiene el resumen de su pensamiento: la locura es sabiduría mundana, resignación y tolerancia.
Para Erasmo la vida es una especie de juego, en el cual cada actor aparece en el escenario con su máscara propia y representa su papel hasta que el director escénico (la muerte?) lo llama. Se equivoca quien no se adapta a las condiciones y pretende que el juego deje de ser un juego. 
Los verdaderamente sensatos deben mezclarse con todos, compartir plenamente su locura o equivocarse alegremente como ellos.
Y el motor necesario de toda acción humana es Filaucia, hermana de la Locura, el amor propio. El que no se complace a si mismo consigue poco. Si se elimina ese condimento de la vida, la palabra del orador se enfría, el poeta cosecha burlas y el artista se desvanece. La locura bajo el aspecto de orgullo, vanidad y vanagloria es la fuente oculta de todo lo elevado y grande. El estado con sus puestos de honor, el patriotismo y el orgullo nacional, la solemnidad de las ceremonias, las ficciones de la casta y la nobleza, ¿que son sino locura?. La guerra, la más loca de todas las locuras, es el origen de todo heroísmo.
La sabiduría es a la locura como la razón es a la pasión. Y en el mundo hay mucha más pasión que razón. Lo que mantiene al mundo en movimiento, la fuente de la vida, es la locura.La oradora atribuye a la locura todo lo que en la vida es vitalidad y valor. Es una energía espontanea de la cual nadie puede prescindir. Los que son perfectamente serios y sensatos no hallan lugar en esta vida. Son torpes en los bailes, en los juegos, en el intercambio social. Si tienen que adquirir algo o firmar un contrato, sin duda las cosas saldrán mal y en contra de sus propios intereses.
La locura es la alegría indispensable para la felicidad. Quien tiene solo razón, sin pasión, es una imagen de piedra, burda, carente de sentimientos humanos; un monstruo, un espectro de quien todos huyen, insensible ante toda emoción natural, no susceptible de amor ni de compasión. y nada se le escapa y en nada se equivoca; ve a través de todo, todo lo sopesa adecuadamente, de nada se olvida, solo se satisface consigo mismo. Solo él es el sano, sólo él es libre, solo él es el rey.
Erasmo caricaturiza de esta manera la horrible imagen del teórico. ¿Qué estado puede interesarse en tener como magistrado a un hombre tan tremendamente sabio?; ¿que mujer quiere por esposo a una persona así?; ¿no es preferible un hombre cualquiera, que siendo estulto puede mandar u obedecer a los estultos, que es agradable y afectuoso con su mujer y con sus amigos?, un hombre cualquiera que teniendo defectos es humano; y con esto es feliz el y los que lo rodean, en vez de un sabio viejo y amargado que ha sido infeliz toda su vida. 
Una serie de virtudes sociales están atadas a la locura, tal cual la benevolencia, la amabilidad, la inclinación a aprobar y a admirar, pero, especialmente, de aprobarse así mismo. 
No es posible agradar a otros sin empezar por adularse a si mismo. ¿Qué sería del mundo si no estuviese cada uno orgulloso de su posición y de su profesión?, ¿cómo sería la vida sin que nadie intercambiara con nadie su buen aspecto, su familia, su propiedad?.
Más aún, Erasmo se atreve por medio de Estulticia a censurar la creencia ingenua en los milagros, la adoración interesada de los santos y los celos entre los monjes. La importancia histórica de Estulticia no fue, como se creía en su época, la sátira directa, sino en los pasajes en los cuales concede a la locura el valor de la sabiduría y viceversa. Erasmo estaba persuadido por la poca solidez de los fundamentos de todas las cosas: todo pensamiento racional acerca de los dogmas de la fe conducen al absurdo. En su ultima oración al dejar el oratorio, la locura dice: “aplaudid, vivid y bebed, creyentes celebres de la estulticia”.



La locura dice: “Prescindo ahora de los daños que el hombre sufre por causa del hombre, cuales son, por ejemplo, la pobreza, la cárcel, la deshonra, la vergüenza, la tortura, las asechanzas, la traición, las injurias, los litigios, los fraudes, etc., no es mi objetivo hallar la razón de que los hombres hayan merecido tales castigos; pero el que medite sobre esto, ¿acaso no disculpará el suicidio de las doncellas de Mileto, aunque sienta por ellas profunda compasión? ¿quienes han sido principalmente, los que apelaron al suicidio buscando en él un recurso contra el destino y contra el hastío de la vida? ¿no fueron, por ventura, los devotos de la sabiduría?. Por eso yo, valiéndome, de la ignorancia, de la irreflexión, del olvido de los males, de la esperanza de los bienes, de los deleites, voy remediando de tal modo las innúmeras calamidades humanas, que ningún mortal tiene deseos de dejar la vida aunque se le acabe el hilo de las Parcas y haga ya tiempo que comenzó a despedirse del mundo, estas circunstancias deberían ser el motivo de que los hombres no deseen conservar la existencia, son, sin embargo, las que les encienden las ganas de vivir; ¡tanto aborrecen experimentar cualquier tristeza!”
¿Quien hay que sea capaz de soportar las injurias de la vida, todo el sufrimiento e injusticias que en ella se producen? Todos lo hacen, claro, pero no solos, si no que la locura nos ayuda en gran parte a superar esto, tanto que no nos damos cuenta de todo el daño que nos producen y que nosotros mismos producimos a nuestros semejantes. 
¿Quien tan cuerdo y a la vez estulto como masoquista, estaría dispuesto a sufrir el calvario de la vida?, ¿sin ni siquiera una pequeña gota de locura?. Los que lo intentan pronto se rinden y muchos terminan en el suicidio, siendo ésta su única salvación, (si es que sus almas no estaban muertas desde un principio). El mundo estaría lleno de almas perdidas, errando por los parajes de la eternidad, el mundo estaría así 
y mucho peor; si no fuera por la ayuda de la locura. La locura que aporta felicidad y alegría al corazón, despreocupación y hermosura al alma, que oculta e ignora los problemas, penas y todo sufrimiento, que el alma no seria capaz de soportar sin ella.
Gracias la locura que endulza la existencia, es que el mundo no esta totalmente acabado.
Con todo esto, demás esta decir que los locos le llevan una ventaja enorme a los sabios; pues mientras los primeros llevan una vida cálida y alegre, sin preocupaciones ni problemas mayores; los sabios se gastan toda su infancia y adolescencia, el mejor periodo de su vida, en informarse y aprender diversas disciplinas, y en el tiempo que les queda viven de lo aprendido antes, sin darse el tiempo y las ganas de disfrutar de deleite alguno. Terminan siendo hombres serios, tristes, sobrios y amargados. Y cuando les llega la hora de partir, no creo que les importe gran cosa morir ya que en su vida no se dieron el tiempo de vivir.
Entonces; ¿Porqué amargarse la vida de esa manera?, ¿preocupándose de cosas que al final no son tan importantes?
¿Porqué no arriesgarse a vivir de verdad, sin temores ni preocupaciones?
¿Cual es la dimensión de la locura?, ¿si es más cuerdo el que razona o el que sigue sus impulsos?¿qué es lo que vale al final?, ¿un corazón solo y seco, un alma triste y sin esperanzas? o ¿alguien lleno de vida, afectuoso, cálido, alegre, risueño?; alguien que pueda decirse que realmente disfruto de la vida.



La locura le hace un elogio a la ignorancia, y harta razón tiene en esto, ya que la ignorancia constituye una de las principales características de la estulticia. La ignorancia que todo lo simplifica, todo lo facilita Los hombres de la edad de oro son un claro ejemplo de esto, ellos no se complicaban la vida por no poder resolver un ejercicio de gramática, simplemente porque tenían la suerte de que todavía no se inventaba. Vivían felices de acuerdo a su naturaleza, libres, guiándose solo por su instinto.
Igual suerte tienen los animales, (siendo más felices los que viven más alejados del hombre), ellos no necesitan de todas las ciencias y tecnología que ha inventado el hombre, son libres. Desgraciados son los que ya conviven con el hombre, como el caballo, el perro, el toro entre muchos otros. El humano ya los hizo participes de sus propias normas y leyes, no teniendo estos, otro remedio que obedecer.
Hay dos clases de locura, una fomentada por la furia que se engendra en el infierno y otra muy distinta que es pura, inocente e ingenua. La primera se manifiesta ya en la pasión de la guerra, ya en la insaciable sed del oro, ya en un infame y abominable amor, ya en el parricidio, en el sacrilegio o en cualquier otro designio de esta índole. Pero la otra locura es muy distinta, y no corresponde a nada más que a un cierto alegre extravío de la razón. 
Los maestros de gramática, los poetas, los retóricos, los autores, los filósofos, los teólogos, los frailes, los reyes y príncipes, los cortesanos, los obispos, los cardenales y los papas. Estos son los que la locura reconoce como los únicos sabios que reciben parte de sus beneficios.
La estulticia nombra algunas formas de locura (en aquellos tiempos), como la caza, la alquimia y el juego. A estas se le puede agregar y comparar algunas de este tiempo como son el fanatismo que produce el fútbol, o la euforia de las fans frente a sus artistas favoritos, o el fanatismo por los partidos políticos, entre otros. Más aún, hay muchas otras formas de locura, algunas se parecen y otras uno ni se lo imagina. Pero todas no se pueden nombrar, ya que para esto habría que empezar a analizar cada minuto de nuestra vida.
Todo lo que aquí digo se puede resumir en solo unas cuantas palabras: la locura es el elemento esencial que necesitamos para vivir felizmente. La locura es verdad absoluta, es la realidad tal y como es. La locura es el motor que pone al mundo en movimiento, es vitalidad, valor, energía de la cual nadie puede prescindir. La locura conduce a la más elevada sabiduría, es la madre de todas las pasiones humanas, es la originadora del amor y de la amistad; los sentimientos más hermosos que hay. 
En un mundo como el hoy, los humanos se destruyen unos a otros con el único objetivo de obtener poder, en vez de utilizar estos esfuerzos para lograr objetivos de bien común para humanidad. 
Al mundo de hoy no le vendría nada de mal una pequeña esencia de esta locura...

http://www.enciclonet.com/articulo/terencio-afro-publio/
https://es.wikipedia.org/wiki/Elogio_de_la_locura
https://blogs.ua.es/erasmoderotterdam/elogio-de-la-locura/
https://www.nuevarevista.net/libros/elogio-de-la-locura-erasmo-de-rotterdam/

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