Nicandro de Colofón,médico, poeta y gramático,vivió en el siglo II antes de nuestra era, en la corte de Atala III, rey de Pérgamo. Su Theriaka versa sobre las mordeduras de los animales salvajes, serpientes e insectos venenosos, y su Alexipharmaka, sobre otros venenos de origen vegetal y mineral, así como las precauciones que hay que tomar y los remedios propios para su curación. Sus fórmulas mágicas, que comprenden de 50 a 60 sustancias, fueron aumentadas por Mitrídates, sobre todo con opio y hierbas aromáticas, por Critón, el médico de Trajano, y muy especialmente por Andrómaco, el médico de Nerón.
Las obras que se conservan en el manuscrito parisino son dos poemas que pertenecen al género llamado didáctico, caracterizado por la presentación de un contenido científico hecho más accesible (y en cualquier caso más fácilmente memorizable) por su versificación. Los Theriaka son el conjunto de datos que es conveniente conocer para hacer frente a los envenenamientos debidos a las serpientes, escorpiones y demás animales, marinos, aéreos o terrestres, capaces de inocular un veneno por mordedura o por picadura. Estos datos pueden dividirse en tres categorías fundamentales: la descripción física y la etología de los animales venenosos, los síntomas de sus mordeduras y picaduras y, finalmente, los tratamientos para los envenenamientos.
Los Alexipharmaka, por su parte, están constituidos por 630 versos que tratan de los venenos absorbidos por vía oral (y ya no por vía intracutánea, como en los Theriaka). Estos venenos, en número de veintiuno, son de toda naturaleza, vegetales, animales y minerales. Su estudio se basa en la especificidad de las acciones tóxicas y, por lo tanto, de las terapias. Los Alexipharmaka están bien estructurados, con una sistemática división tripartita de la parte consagrada a cada uno de los venenos: descripción física de la solución en la que el veneno se mezclaba, cuadro clínico de los síntomas que siguen al envenenamiento y enumeración de las terapias específicas.
"Las miniaturas han contribuido ampliamente a la notoriedad de este manuscrito. No sólo es el único ejemplar ilustrado de la obra de Nicandro que ha llegado hasta nosotros, sino que las elegantes figuras humanas que acompañan las imágenes zoológicas y botánicas confieren al pequeño volumen su encanto específico y su originalidad. De los cuarenta y ocho folios que componen el códice, cuarenta incluyen miniaturas que ilustran los tratados consagrados a los venenos, así como a sus antídotos. De acuerdo con los usos antiguos, las imágenes sin marco ni borde ornamental interrumpen el texto. Siguen con bastante fidelidad la estructura general del poema, donde se mezclan descripciones de animales, recetas de antídotos a base de plantas o minerales y digresiones que evocan relatos mitológicos."
El folio 2-verso, comprende tres figuras. Sobre las seis líneas de texto (versos 21-26 de las Theriaka), el ilustrador ha representado a Orión y un escorpión. Las imágenes se refieren al pasaje del poema de Nicandro que se encuentra en la página precedente y en el que se relata el origen del escorpión, creado por Artemis para castigar a Orión por su concupiscencia (versos 13-20).
La composición de la página denota una deliberada decisión de relacionar Orión y el escorpión. El dibujo del lagobolon, el bastón curvo considerado como atributo del cazador, se repite en la curva del aguijón del escorpión. Ya en la primera imagen, el ilustrador nos hace penetrar en el espíritu de la medicina antigua donde abundan las digresiones mitológicas.
La composición de la página denota una deliberada decisión de relacionar Orión y el escorpión. El dibujo del lagobolon, el bastón curvo considerado como atributo del cazador, se repite en la curva del aguijón del escorpión. Ya en la primera imagen, el ilustrador nos hace penetrar en el espíritu de la medicina antigua donde abundan las digresiones mitológicas.
En el tratamiento de la carne de los personajes pueden distinguirse dos estilos. En la mayoría de los casos, toda la superficie del cuerpo está cubierta de colores bastante oscuros. Para sugerir los volúmenes, los lugares sobresalientes pueden ser realzados con blanco y las zonas de sombra pueden estar muy marcadas. Algunas figuras ofrecen incluso el aspecto de un camafeo. Pero el pintor sabe también utilizar el procedimiento inverso. Las partes en relieve son dejadas en reserva y es el pergamino lo que sirve para plasmar la luz. Esta técnica, que es propia de un artista hábil, seduce por su levedad. Puede apreciarse particularmente en las figuras del campesino quemando unas astas de ciervo (folio 3r) o majando plantas (folio 5r), de este modo, la nariz, los párpados y las pupilas de éste último tienen el color del soporte.
Dieciocho de los cuarenta folios pintados del manuscrito parisino de Nicandro proponen una evocación de la figura humana. En el tratamiento de la anatomía es donde se manifiesta más plenamente el sentimiento antiguo que caracteriza el manuscrito. El personaje recurrente, vestido con una larga toga decorada con los clavi, esas dos franjas que, entre los romanos, señalaban el rango de un dignatario, y atacado unas veces por una serpiente (folios 6 y 44), otras por un enjambre de insectos (folios 26) se emparenta indiscutiblemente con el estilo de las pinturas romanas de la época imperial. La misma vestidura, la actitud en contraposto, el brazo levantado se encuentran también en una pintura mural descubierta en una insula del Cassegiato di Ercole en Ostia (Ostia, Museo ostiense)(10). El parentesco entre el gesto del orador de esta escena de tribunal, fechable en los años 230-250, y el movimiento de espanto del joven del Suplemento griego 247 es tan fuerte que nos sentimos tentados a establecer una filiación directa.
Las serpientes pintadas en el folio 7 ilustran los versos 130 a 135, que se encuentran en la página precedente. El pie indica que las dos grandes víboras entrelazadas están copulando. De acuerdo con el texto, la hembra ha matado al macho cuya cabeza cortada yace no lejos del resto del cuerpo. Dos serpientes parecen emanar de la pareja; se trata de la progenie que se dispone a vengar la desaparición del padre. Bajo este grupo, figura la víbora parturienta (τικτoυσα). El ilustrador propone una visión sintética de las etapas sucesivas de la concepción y el alumbramiento de los reptiles. Todos esos cuerpos enlazados producen una real impresión de hormigueo. La angustia que puede sentirse ante ese nido de víboras se corresponde con el sentimiento que suscita la descripción de las bárbaras costumbres de esos implacables reptiles. La imagen parece más convincente aún si se compara con la evocación de la misma escena en el ejemplar de la parafrasis de Eutecnios que se conserva en la Biblioteca universitaria de Bolonia (Gr. 3632, folio 380 verso). Las serpientes están allí esbozadas de un modo extremadamente sumario, pues el ilustrador no supo trazar con elegancia la retorcida pareja.
Con ciertas excepciones, las figuras aisladas designadas con un pie muestran serpientes cuyas rígidas siluetas ondulan ligeramente a lo largo de las líneas rectoras de la página. Las mismas poses se encuentran en el manuscrito Morgan 652, con respecto al texto de Eutecnios. Sin embargo, el ilustrador de las Theriaka se complace a veces variando la actitud de los reptiles. El espacio que el escriba ha dejado, le permite retorcer los cuerpos que describen seductores meandros, como los de la víbora cornuda (κεραστης) del folio 10 verso o de la αμφισβαιvα cuya silueta simétrica evoca la facultad que el animal tiene de moverse, indiferentemente, hacia delante y hacia atrás (folio 15). Por otra parte, las serpientes integradas en una escena narrativa se enrollan de modo mucho más vivo que en los dibujos puramente zoológicos.
El folio 12 acoge una escena mitológica que ilustra los versos 309 a 319 de las Theriaka, donde Nicandro relata la muerte de Canopos, el piloto de Helena de Troya, mordido por un αιμoρρoις a orillas del Nilo. La composición longilínea que se extiende en el margen inferior parece tomada de un sarcófago antiguo. Describe una diagonal subrayada por la lanza del guerrero en quien se ha querido reconocer, a veces, a Menelao. La rigidez de su arma se opone al juego de curvas de la víbora y del perfil contorneado de la ribera, en el que Canopos está acodado. Tras esa roca, sugerida por el pergamino virgen que delimita simplemente la superficie azul del río, aparece la vela del navío de Helena que nos indica la función del agonizante. Este lacónico procedimiento, basado en el arte de la reserva y que ya hemos evocado, se encuentra en la mayoría de las escenas del Libro de Josué, que ilustra el famoso rollo de la Biblioteca vaticana (MS Palat. gr. 431). Como el Nicandro de París, del que es aproximadamente contemporáneo, este manuscrito está muy vinculado a la pintura antigua. Advirtamos que algunos escudos del ejército de Israel tienen exactamente la misma forma elíptica que el del guerrero que se halla ante Canopos. La restringida paleta, basada en la oposición entre el marrón y el azul, es también un punto común a las dos obras.
Hemos visto que en el folio 16 verso se codean, en la misma página, estilos distintos que corresponden a los dos registros evocados por Nicandro. La descripción de la viperina introduce un relato mitológico. La ilustración sigue pues el movimiento del texto de un modo muy fiel. A la representación estrictamente científica de la viperina se añade una escena narrativa cuyo carácter, profundamente bucólico no escapó al análisis de Kurt Weitzmann. Éste utiliza incluso el ejemplo para apoyar su tesis que pretende demostrar la naturaleza compuesta de la ilustración del Suplemento griego 247. A su entender, el modelo de esta imagen debe buscarse en una obra de inspiración literaria. La pose de Alkibios evoca para él la actitud apacible del pastor sentado, representado en un plato de vajilla del siglo VI que se conserva en el museo del Ermitage.
La tumba de los reyes Tmolos y Gyges que se menciona en el verso 633 de las Theriakase completa, en la página siguiente, por las personificaciones del río Kaustros (καυστρoς) y del valle de Cilbis (κιλβις). La composición simétrica opone sus obscuras siluetas que se destacan contra un paisaje tratado con avisado pincel en leve aguada. La paleta se reduce al extremo. Sólo el azul y el marrón de las vestiduras se corresponden, utilizados también en los resaltos que subrayan la arquitectura del fondo.
Es sorprendente que el joven sentado en la parte izquierda de la imagen no corresponda exactamente a la antigua iconografía de los cursos de agua: su hombro no está desnudo y no lleva barba, ni cuerno de la abundancia, atributos convencionales de los ríos. La ausencia de cualquier pie impide determinar, de modo seguro, la identidad de ambas alegorías. Con su hombro desnudo, la mujer acodada en la roca podría personificar muy bien una fuente, si no estuviera tocada con una pequeña torre, signo distintivo de las figuras de ciudades. Esas alegorías de ciudades florecen en el Rotulus de Josué de la Biblioteca vaticana. En este manuscrito, como en el Parisianus graecus 139, las personificaciones de los lugares geográficos se designan siempre por su nombre. Curiosamente, el pintor del Nicandro de París no respetó esta antigua tradición. Pese a ello, parece razonable considerar que el joven representa efectivamente el río Kaustros. El tratamiento de la superficie de agua que se extiende a sus pies en nada difiere de la parte baja del quitón azul, de modo que parece manar de la propia vestidura de la personificación masculina.
En el folio 21 VERSO, tres cuadrúpedos se persiguen sobre una línea de suelo que une dos edículos. Ningún rastro característico los distingue, salvo la posición de las tendidas patas del primero, colocado bajo el pie γαλη. Sus depredadores son denominados σκυμvoι, término relativamente vago que designa al cachorro de un animal y que no aparece en el texto de las Theriaka. Por lo general, se está de acuerdo en considerar que son perros.
Dieciocho de los cuarenta folios pintados del manuscrito parisino de Nicandro proponen una evocación de la figura humana. En el tratamiento de la anatomía es donde se manifiesta más plenamente el sentimiento antiguo que caracteriza el manuscrito. El personaje recurrente, vestido con una larga toga decorada con los clavi, esas dos franjas que, entre los romanos, señalaban el rango de un dignatario, y atacado unas veces por una serpiente, otras por un enjambre de insectos (folio 26r) se emparenta indiscutiblemente con el estilo de las pinturas romanas de la época imperial.
El hecho de que el pintor eligiera cerrar el códice con ilustraciones pintadas a toda página y no acompañadas por línea alguna de texto atestigua la importancia de las imágenes en este manuscrito científico. Ya en el folio 28, es decir en el lugar donde concluyen las Theriaka, el ilustrador propuso un folio enteramente cubierto de miniaturas.
El tratado sobre los antídotos, menos ilustrado que la primera obra, comporta sobre todo imágenes de plantas, acompañadas a veces de reptiles o insectos o también de un personaje que representa al paciente, como en el folio 44.
Las siluetas del folio 45 pueden proporcionar algunas pistas para la comprensión de los procedimientos de ilustración que usa el pintor. Un lagarto y una salamandra asaltan a un joven desnudo. Los términos del pie, σαυρα y σαλαμαvδρα retoman los versos 358 y 359. Mientras que Nicandro no distingue dos especies y habla de una especie de «lagarto que se denomina salamandra», la miniatura nos muestra dos siluetas distintas. Esta mala interpretación de la perifrasis indica que el ilustrador o el autor de los pies se inspiran, efectivamente, en el texto, pero que no siempre comprenden los matices de la lengua rebuscada del poeta.
Las tres cuartas partes del folio 47 están ocupadas por una gigantomaquia sin acompañamiento de línea alguna de texto, pero que se refiere al mito evocado en el verso 10 de las Theriaka. Nicandro refiere, al comienzo de su poema, la leyenda según la que las serpientes nacieron de la sangre de los Titanes vencidos por Zeus y su corte olímpica. Nueve gigantes, distribuidos en tres registros, yacen contra un fondo de arena y de agua, enrojecido por la sangre. Los reptiles que nacen de la metamorfosis de sus miembros inferiores invaden toda la composición con sus inquietantes siluetas. Los cuerpos contorsionados expresan el dolor de los hijos de la Tierra. El pintor ha intentado variar las poses, multiplicando los audaces escorzos. Los gigantes anguípedos aparecen en los vasos griegos desde el primer cuarto del siglo V antes de J.C.; esta iconografía, conforme a la descripción que da Apolodoro en la Biblioteca, se impone en la época imperial.
El tema mitológico de la gigantomaquia era conocido por los bizantinos. Sabemos que figuraba en un relieve colocado por Constantino el Grande en el muro del senado de Constantinopla. De hecho, la composición de la escena, inscrita en un cuadrado, se tomó verosímilmente de un modelo monumental. Pueden evocarse, como hizo Kurt Weitzmann, ciertos mosaicos de pavimentos romanos. El desorden que parece reinar en la imagen del folio 47 es, de hecho, sólo aparente; los gigantes derribados forman tres grupos muy legibles, pero que la diversidad de las poses permite animar.
La agitación de los personajes no suele encontrarse en el arte bizantino. Anthony Kutler y Jean-Michel Spieser han puesto de relieve, recientemente, que era propia de la iconografía pagana. Ni siquiera en las más violentas escenas de martirio podríamos encontrar semejante expresión del dolor. Reina allí, por el contrario, una armonía que expresa la esperanza en la resurrección prometida a los testigos de la fe. En el Suplemento griego 247, el contexto mitológico permitía recurrir a una imagen en la que se manifiesta todo el terror del combate titánico.
Podría extrañarnos encontrar, al final del volumen, una imagen que ilustra un verso copiado al principio del manuscrito. Sin embargo, aunque el final de las Alexipharmakafalta en el Nicandro parisino, parece que sus últimos folios están en el lugar original, como indica la distribución de los cuadernos descrita por Christian Förstel. Pese a la pérdida de un folio, que debía estar entre los folios 46 y 47, las últimas páginas forman efectivamente parte del mismo binion. La escena de la gigantomaquia ha sido pues alejada deliberadamente del verso donde Nicandro evoca el origen mítico de las serpientes. Introduce la evocación del jardín libre de los reptiles que lo infestaban. Estas dos imágenes con las que se cierra el códice forman un conjunto que resume el sentido del poema. El peligro del veneno de las temibles criaturas, nacidas de la tierra, puede ser vencido por la habilidad del médico.
La última miniatura del manuscrito se despliega en dos folios. El pintor propone una evocación bucólica de un jardín del que han sido expulsadas las serpientes gracias al saber científico. Tres personajes se disponen a penetrar con prudencia en él, mientras un cuarto se pasea sin temor. Su erguida silueta y su lagobolon puesto en el hombro indican que todo peligro ha desaparecido. Esta actitud pausada contrasta con la mayoría de las figuras humanas del Suplemento griego 247, gesticulantes y desequilibradas, como disponiéndose a huir. La inquietud del hombre ante los animales venenosos, que es un motivo recurrente en todo el volumen y culmina en el folio 47, deja paso a la armonía de la evocación de una naturaleza apacible. La vegetación es tratada con ligeras pinceladas, jugando sutilmente con el blanco del pergamino y el azul del cielo. La fina silueta de la serpiente que se aleja en sentido contrario a la composición es ya sólo un mal recuerdo. Estamos lejos de los grandes y amenazadores reptiles de las planchas zoológicas o del hormigueo de la gigantomaquia del folio precedente. La imagen refleja muy bien el optimismo de los últimos versos del poema, donde Nicandro invita a conservar su memoria y observar los mandamientos de Zeus, el vencedor de los Titanes. Con esta composición apaciguadora, el pintor parece haber intentado exorcizar el terror inspirado por las descripciones de las serpientes y de los temibles dolores que sus mordeduras provocan. El volumen se cierra con este paisaje, cuyo tratamiento ilusionista recapitula el homenaje rendido por el artista bizantino a la tradición de la pintura antigua.
Dieciocho de los cuarenta folios pintados del manuscrito parisino de Nicandro proponen una evocación de la figura humana. En el tratamiento de la anatomía es donde se manifiesta más plenamente el sentimiento antiguo que caracteriza el manuscrito. El personaje recurrente, vestido con una larga toga decorada con los clavi, esas dos franjas que, entre los romanos, señalaban el rango de un dignatario, y atacado unas veces por una serpiente, otras por un enjambre de insectos (folio 26r) se emparenta indiscutiblemente con el estilo de las pinturas romanas de la época imperial.
El hecho de que el pintor eligiera cerrar el códice con ilustraciones pintadas a toda página y no acompañadas por línea alguna de texto atestigua la importancia de las imágenes en este manuscrito científico. Ya en el folio 28, es decir en el lugar donde concluyen las Theriaka, el ilustrador propuso un folio enteramente cubierto de miniaturas.
El tratado sobre los antídotos, menos ilustrado que la primera obra, comporta sobre todo imágenes de plantas, acompañadas a veces de reptiles o insectos o también de un personaje que representa al paciente, como en el folio 44.
Las siluetas del folio 45 pueden proporcionar algunas pistas para la comprensión de los procedimientos de ilustración que usa el pintor. Un lagarto y una salamandra asaltan a un joven desnudo. Los términos del pie, σαυρα y σαλαμαvδρα retoman los versos 358 y 359. Mientras que Nicandro no distingue dos especies y habla de una especie de «lagarto que se denomina salamandra», la miniatura nos muestra dos siluetas distintas. Esta mala interpretación de la perifrasis indica que el ilustrador o el autor de los pies se inspiran, efectivamente, en el texto, pero que no siempre comprenden los matices de la lengua rebuscada del poeta.
Las tres cuartas partes del folio 47 están ocupadas por una gigantomaquia sin acompañamiento de línea alguna de texto, pero que se refiere al mito evocado en el verso 10 de las Theriaka. Nicandro refiere, al comienzo de su poema, la leyenda según la que las serpientes nacieron de la sangre de los Titanes vencidos por Zeus y su corte olímpica. Nueve gigantes, distribuidos en tres registros, yacen contra un fondo de arena y de agua, enrojecido por la sangre. Los reptiles que nacen de la metamorfosis de sus miembros inferiores invaden toda la composición con sus inquietantes siluetas. Los cuerpos contorsionados expresan el dolor de los hijos de la Tierra. El pintor ha intentado variar las poses, multiplicando los audaces escorzos. Los gigantes anguípedos aparecen en los vasos griegos desde el primer cuarto del siglo V antes de J.C.; esta iconografía, conforme a la descripción que da Apolodoro en la Biblioteca, se impone en la época imperial.
El tema mitológico de la gigantomaquia era conocido por los bizantinos. Sabemos que figuraba en un relieve colocado por Constantino el Grande en el muro del senado de Constantinopla. De hecho, la composición de la escena, inscrita en un cuadrado, se tomó verosímilmente de un modelo monumental. Pueden evocarse, como hizo Kurt Weitzmann, ciertos mosaicos de pavimentos romanos. El desorden que parece reinar en la imagen del folio 47 es, de hecho, sólo aparente; los gigantes derribados forman tres grupos muy legibles, pero que la diversidad de las poses permite animar.
La agitación de los personajes no suele encontrarse en el arte bizantino. Anthony Kutler y Jean-Michel Spieser han puesto de relieve, recientemente, que era propia de la iconografía pagana. Ni siquiera en las más violentas escenas de martirio podríamos encontrar semejante expresión del dolor. Reina allí, por el contrario, una armonía que expresa la esperanza en la resurrección prometida a los testigos de la fe. En el Suplemento griego 247, el contexto mitológico permitía recurrir a una imagen en la que se manifiesta todo el terror del combate titánico.
Podría extrañarnos encontrar, al final del volumen, una imagen que ilustra un verso copiado al principio del manuscrito. Sin embargo, aunque el final de las Alexipharmakafalta en el Nicandro parisino, parece que sus últimos folios están en el lugar original, como indica la distribución de los cuadernos descrita por Christian Förstel. Pese a la pérdida de un folio, que debía estar entre los folios 46 y 47, las últimas páginas forman efectivamente parte del mismo binion. La escena de la gigantomaquia ha sido pues alejada deliberadamente del verso donde Nicandro evoca el origen mítico de las serpientes. Introduce la evocación del jardín libre de los reptiles que lo infestaban. Estas dos imágenes con las que se cierra el códice forman un conjunto que resume el sentido del poema. El peligro del veneno de las temibles criaturas, nacidas de la tierra, puede ser vencido por la habilidad del médico.
La última miniatura del manuscrito se despliega en dos folios. El pintor propone una evocación bucólica de un jardín del que han sido expulsadas las serpientes gracias al saber científico. Tres personajes se disponen a penetrar con prudencia en él, mientras un cuarto se pasea sin temor. Su erguida silueta y su lagobolon puesto en el hombro indican que todo peligro ha desaparecido. Esta actitud pausada contrasta con la mayoría de las figuras humanas del Suplemento griego 247, gesticulantes y desequilibradas, como disponiéndose a huir. La inquietud del hombre ante los animales venenosos, que es un motivo recurrente en todo el volumen y culmina en el folio 47, deja paso a la armonía de la evocación de una naturaleza apacible. La vegetación es tratada con ligeras pinceladas, jugando sutilmente con el blanco del pergamino y el azul del cielo. La fina silueta de la serpiente que se aleja en sentido contrario a la composición es ya sólo un mal recuerdo. Estamos lejos de los grandes y amenazadores reptiles de las planchas zoológicas o del hormigueo de la gigantomaquia del folio precedente. La imagen refleja muy bien el optimismo de los últimos versos del poema, donde Nicandro invita a conservar su memoria y observar los mandamientos de Zeus, el vencedor de los Titanes. Con esta composición apaciguadora, el pintor parece haber intentado exorcizar el terror inspirado por las descripciones de las serpientes y de los temibles dolores que sus mordeduras provocan. El volumen se cierra con este paisaje, cuyo tratamiento ilusionista recapitula el homenaje rendido por el artista bizantino a la tradición de la pintura antigua.
http://www.mcnbiografias.com/app-bio/do/show?key=nicandro-de-colofon
https://es.wikipedia.org/wiki/Nicandro
http://www.enciclonet.com/articulo/nicandro-de-colofon/
No hay comentarios:
Publicar un comentario