viernes, 30 de agosto de 2019

LA EDAD MEDIA Y LA ESCRITURA



A fines del siglo IV comienza el principio del fin para el Imperio romano, tras la invasión de Italia por el visigodo Alarico y el saqueo de Roma por Geiseirco, rey de los vándalos, las incursiones de pueblos bárbaros se hicieron cada vez más frecuentes y cruentas, y sus consecuencias cada vez más negativas para el poder de Roma; poco a poco estos pueblos irán conquistando territorios e instalándose en ellos de manera permanente, creando sus propios estados nacionales. Para esta empresa una de sus mejores armas fue la ruptura de algunos de los pilares donde se asentaba el poder de Roma: el idioma; la imposición del Latín como lengua común para todos los territorios que, una vez conquistados, convertían en provincias de su Imperio había sido, sin duda, un valioso  método de unificación; y, su ruptura fue también una de las primeras consecuencias de su desmantelación, ya que sus invasores eran poseedores de su propia lengua y tradiciones con las que diferenciarse del mundo romanizado. Algunos de ellos como: visigodos, merovingios, ostrogodos, vándalos, alanos, anglo-sajones, etc., consiguieron controlar diferentes zonas del continente europeo y establecerse como naciones soberanas.
   San Gregorio copista Scriptorium
Sin embargo, existía ya, y fuertemente organizado, un poder, al que hoy día quizás llamaríamos transversal, que, además del control político, aspiraba al control de otros muchos aspectos de la vida de los pueblos; y que por ello sabía que, en un momento de crisis como el que se vivía en la época, además de mantener un estatus diferenciado debía tener la capacidad de sobrevivir frente a cualquier tipo de vicisitud, y este poder era  la Iglesia o el Cristianismo; a quién no le quedó otro remedio que idear un sistema de defensa y protección; por ello se plantearon, entre otras cuestiones, la organización de sus ritos, ya que su conocimiento y divulgación era básica para su supervivencia, y curiosamente para conseguirlo emplearon el mismo sistema que los romanos, es decir, un idioma común; y de esta manera el Latín se convirtió en la lengua propia de la Iglesia: un idioma único para una iglesia extendida por todo el orbe conocido y un idioma, además, con fuertes raíces en los territorios ocupados; en él codificarán sus ritos para preservar y divulgar sus dogmas; y a él se unirá el uso de una caligrafía que también le es propia: el alfabeto uncial. La evangelización llevada a cabo por la Iglesia en el territorio europeo se realizó mediante la creación de centros religiosos, desplegando avanzadillas de monjes misioneros que iban estableciendo inicialmente células básicas o cenobios que fueron creciendo a medida que aumentaban las conversiones; llegando con el tiempo a convertirse en grandes Monasterios y focos de cultura; ya una de primeras cosas en se ocupaban los monjes era en organizar un scriptorium; donde los copistas trabajaban en la redacción de los diferentes textos sagrados; mientras que más capacitados o mejor dotados para ello los ilustraban e iluminaban; así la uncial, derivada del Epitome, se convertirá en la escritura románica por excelencia, convirtiéndose gracias a la pureza y robustez de sus líneas, la suavidad y redondez de sus formas, en  una perfecta integración con el contexto artístico del momento.


 Pagina  tapiz Durrow
A partir de entonces y con la practica ya individualizada de la uncial como tipología básica, ésta irá evolucionando y adquiriendo caracteres propios en cada scriptorium, ya que con la práctica los monjes irán adquiriendo destrezas e introduciendo sus propios estilos; de esta forma aparecerá otro tipo de escritura conocida actualmente como: semiuncial, denominada así por los benedictinos dom. Toustain y dom Tassin, en su obra Nouveau traité e diplomatique, aunque expertos posteriores han demostrado errores en sus tesis, estableciendo que la relación entre ambas grafías tiene su origen en su procedencia común del Epitome, no por ser diferentes evoluciones del mismo tipo de letra.
En cualquier caso una de las cuestiones que a nosotros más nos interesa es ver cómo en cualquiera de las producciones de los diferentes códices y manuscritos que, con el tiempo, fueron creándose,  los monjes, además de esmerarse en practicar una cuidada escritura y bella caligrafía para escribir los textos, se dedicaron también a iluminarlos, y cada vez con mayor profusión, introduciendo en ellos decoraciones, quizás hasta ahora, más propias de las Bellas Artes; ya que en su afán de ilustrar sus historias fueron creando hermosas y originales miniaturas para ayudar a su comprensión, en las que hoy podemos apreciar todo su arte.

Las Islas Británica son un foco básico en este tipo de obras, allí encontramos algunos de los ejemplos más importantes, para la degustación de ambas artes: el de la caligrafía y el de la iluminación.

 Libro de Durrow s-VII


El Libro de Durrow, fechado en el ultimo cuarto del siglo VII, contiene varios textos: los cuatro Evangelios, concordancias según San Eusebio, una carta de San Jerónimo sobre su traducción al papa Dámaso I, prefacios, resúmenes y glosarios de nombres hebreos, y el trabajo de iluminación comprende los símbolos de los cuatro Evangelistas, cuatro hojas tapiz y la decoración de las palabras iniciales de los Evangelios. Según parece en Irlanda este tipo de libros se guardaba protegidos en bolsas de piel en huecos abiertos en las paredes de los Monasterios, la tradición recoge que, sin embargo, el Libro de Durrow se guardaba en un cofre especialmente creado para ello, y que esto se debe a la convicción de que su realizador había sido el propio San Columban; quién lo había realizado en tan solo doce días, convirtiéndose así, además de en una obra de arte, en una reliquia, conservándose por ello como tal: en una caja relicario o catharch.
Con ocasión de una boda real, la del rey Edelberto de Kent y la hija cristiana de uno de los reyes merovingios franceses, el papa Gregorio Magno aprovechó pare enviar a Inglaterra un grupo de monjes irlandeses con la misión de extender la religión a nuevos territorios; la elección de monjes irlandeses para tal cometido parece ser que estuvo condicionada por el conocimiento que éstos tenían en la realización de todo tipo de códices, sobre todo evangeliarios, considerados básicos para la propagación de la fe.
  Incipit del Libro de Lindisfarne

El Libro de Lindisfarne es la materialización de dicha empresa, tiene como copista e iluminador al que era Obispo de la isla del Mar del Norte: Eadfrith, fallecido en el año 721; el libro contiene los cuatro Evangelios, y se halla iluminado con las imágenes de los cuatro evangelistas, dieciséis tablas de concordancias, cinco páginas tapiz, y numerosas iniciales de pagina. Al igual que el caso anterior el libro se guardaba en una caja relicario, hoy perdida realizada por Ethewald, sucesor de copista, con maderas traídas por Bilfrid, un ermitaño, que trabajó el metal que adornaba su exterior cubriéndolo de oro y piedras preciosas y, al parecer fue Alfred, un presbítero quien glosó el texto a la lengua vulgar.

 Libro de Kells. Capitular
El Libro de Kells procedente de los cenobios establecidos en la isla de Iona y fechado hacia el 800, está escrito en latín con algunas partes traducidas al irlandés y contiene: los cuatro Evangelios, con más de seiscientas páginas iluminadas en color y con un texto muy ornamentado, sobre todo las letras con las que se inician las páginas que, a veces, aparecen enmarcadas por pilares verticales distribuidos en campos con cintas entrelazadas con el sistema celta que vemos en muchas ocasiones en trabajos de orfebrería celta. Destaca la página conocida como Ji-ro con la que se da inicio al Evangelio de San Mateo, que ofrece uno de los ejemplos más destacados del sistema decorativo insular de la época y que incluye un monograma de Cristo.

  Libro Pericopas. Enrique II Cunegunda 
Otro foco importante de creación de códices miniados se sitúa en Centroeuropa predominando las mejores realizaciones durante los períodos: carolingio y otoniano, momentos álgidos del arte que toman su nombre de los gobernantes que los propiciaron. El reinado de Carlos I el Grande conocido como Carlomagno significo el denominado renacimiento carolingio, que significó un resurgimiento de las letras y de las artes en las que tuvo mucho que ver el rey quien desde su posición predominante apoyó de forma decidida el desarrollo cultural; creó la Escuela Palatina poniendo al frente de ella a Alcuino, diácono bretón, formado en York y conocedor de la cultura de las islas y de las miniaturas irlandesas y anglosajonas, que llegó a Aquisgran en el 782; acometiendo desde su puesto de rector, la expansión de los conocimientos adquiridos en York, relacionados con diferentes ciencias como: Gramática, Retórica, Leyes, Poesía, Astronomía, Geometría y Ciencias Naturales, como vemos un amplio y variado abanico de conocimientos que muy pronto dio sus frutos.
  Página Ji-ro. Evangelio San Mateo. Monograma de Cristo
Existen diversos códices interesantes  procedentes de diversos centros de producción que fueron creándose durante su reinado en los que volvemos a ver unidos el arte de la caligrafía y de la miniatura. El desarrollo de la caligrafía continúa su curso y en esta época adquiere gran esplendor, creándose un estilo propio carolino, consistente en una minúscula utilizada entre el 800 y el 1200 en todo el territorio del imperio de la que después derivaría la escritura gótica. Se trata de un tipo letra legible, clara y uniforme resultado del intento de normalización acometido por Carlomagno, en el que se vislumbra también un sentido unificador; lo que se facilitaba su comprensión en todo el Imperio. Aunque su uso no excluye la utilización de otras grafías, algunas de ellas retomadas de la Antigüedad como la capital rústica derivada de las inscripciones solemnes presentes en soportes escultóricos o arquitectónicos, con las que coexistirá.
                                                                           Evangelario de Godescalco
El Evangeliario de Godescalco, copista que realizó la obra a iniciativa del emperador, entre los años 781 y 183 y durante el viaje que realizó acompañándole a Roma, es un códice significativo cuyo texto escrito en uncial, a dos columnas, sobre pergamino púrpura en oro y plata, añade una novedad, ya que contiene uno de los primeros ejemplos y versiones de la minúscula carolingia o minúscula regular, además del uso de la capital rústica. Su contenido se centra en las lecturas de los Evangelios o perícopas evangélicas, en el orden litúrgico del año eclesiástico, seis miniaturas de página entera, la ornamentación que enmarca los textos y la decoracion de las capitales que inician lás páginas.


  Evangelios coronación. E Palatina
Aquisgrán, sede del poder carolingio y de la Capilla Palatina, en la que Carlomagno recibió en el 812 juramento de fidelidad de los emisarios del Bajo Imperio y en la que él mismo nombró emperador a su hijo Ludovico el año siguiente fue, donde Otón III, en el año mil para honrar a su antepasado mandó abrir su sepultura encontrando un valioso Evangeliario, que se veneró en la ciudad como reliquia del emperador, junto a su sable y la bolsa de peregrino de San Esteban. Este suntuoso códice escrito en letra de oro y plata sobre pergamino púrpura, como símbolo del poder del Imperio, hecho quizás a imitación del Génesis de Viena o del Codex Rossanessis, es conocido como los Evangelios de la Coronación o Evangelios del Imperio, y contiene un texto en el que se empleó la uncial y la monumental capital rústica estando considerado como una de las obras capitales del arte carolingio. Los cuatro evangelistas a pagina entera, muestran la iluminación artística más rica de todas la obras de este tipo, podemos verlos sentados escribiendo, envueltos en túnicas blancas; enmarcados por un paisaje en el que destacan monumentos arquitectónicos, en lo que parece ser una escenografía clásica; en cierto modo deudoras de la Antigüedad clásica tardía, quizás influenciados y posiblemente relacionados con talleres similares bizantinos
 Evangelios Saint Medart de Soissons
Durante la Pascua del 827 sucedieron en el Imperio Carolingio algunos acontecimientos  considerados extraordinarios, cerca del Monasterio de Saint-Médard de Soissns, en la Picardía francesa, los monjes se hicieron cargo de una reliquia asombrosa: los restos mortales de San Sebastián a quien los soldados del Emperador Diocleciano, hacia el año 450, habían saeteado hasta su muerte; pero el santo tenía mucho predicamento en la zona y seguía siendo invocado cuando se consideraba necesaria su protección ya fuera contra los infieles o contra cualquiera de las numerosas epidemias que diezmaban la población. El emperador carolingio Ludovico Pío y su esposa Judith regalaron, en tan magna ocasión, a la iglesia de Saint-Médard de Soissons un rico Evangeliario que había pertenecido a Carlomagno; o al menos eso decía el monje Odilo en la reseña que hizo en una de sus cubiertas, concluidas hacia 1169, y hoy perdidas; su texto recoge los cuatro Evangelios, y se incluyen 6 miniaturas a toda página más 12 tablas de concordancias. Una de sus páginas iluminadas, quizás la mas famosa, representa la fuente de la vida: en la que la imagen de un ambiguo jardín, semidesértico a la vez que frondoso; poblado de ciervos y aves y embellecido con arquitecturas, nos permite, si no  conocer a su autor, sí adivinar que se trata de un iluminador de amplia cultura ya que en su obra ha mezclado simbologías de variado origen: el mundo cristiano, el clásico, del mundo oriental propio de las culturas mesopotámicas; la imagen de Apolo, dios mitológico solar, se representa como vencedor del dragón lo que, dada la época, podemos relacionar con fuentes paleocristianas que de esta forma lo relacionaban con Cristo; las características orientalizantes del jardín son inequívocas: la fuente central con un sentido de manantial de vida, los cuatros ríos, los cuatro Evangelios ambos interpretados como fuente de vida. 

                                                                       Códex Aureo
La pormenorización de todos los códices que salieron de los talleres carolingios excede la finalidad de este trabajo, no obstante no queremos dejar de mencionar el Codex Aureo que conserva su cubierta y que nos permite admirar uno de los mejores trabajos de orfebrería de la época, en la que el artífice emplea todo tipo de técnicas de repujado y filigrana para trabajar el oro y combinarlo con la incrustación de piedras preciosas mediante los típicos cabujones de la época. Carlos el Calvo, nieto de Carlomagno fue su primer propietario desde el 875; luego hacia el año 893 fue donado por el rey Arnulfo al monasterio de San Emmeran de Ratisbona. Sus ilustraciones contienen el germen de la iluminación otoniana.

  Evangeliario Otón III.
Ya dentro del denominado Sacro Imperio Romano dos de los mejores ejemplos pertenecientes al reinado de Oton III: su Evangeliario y la Apocalipsis de Bamberg. El primero de ellos, que también conserva su valiosa encuadernación original, es otro de los mejores ejemplos de la orfebrería medieval que enmarca un marfil bizantino que representa la escena de la dormición de la Virgen, procedente de los talleres de Reichenau, alcanza gran nivel artístico; obra atribuida a los hermanos Liuthard, contiene los cuatros Evangelios una miniatura a dos páginas y 34 miniaturas de página entera, 12 tablas de concordancia y cuatro iniciales enteras. 
 Apocalípsis de Bamberg. Coronación
Por último el Apocalipsis de Bamberg, fechado en los comienzos de la primera centuria y procedente de los mismos talleres que el anterior, posible encargo de Oton III y tras su prematura muerte su sucesor Enrique II ordeno su finalización. Su texto contiene el Apocalipsis de San Juan y los cuatro Evangelios y se halla ilustrado con 57 miniaturas, 103 capitulares, algunas de ellas de página entera. Enrique II y su esposa Cunegunda son los donantes del libro ; que al parecer debe su realización a distintas manos debido a la muerte de Oton III, lo que obligó a ciertas modificaciones para adecuarlo al nuevo soberano, junto con el anterior y el Libro de las Pericopas de Enrique II son las  joyas de la iluminación otoniana. 

 Libro Pericopas. Enrique II y Cunegunda
https://revistadehistoria.es/el-principio-del-fin-del-imperio-romano-de-occidente-la-crisis-del-siglo-iii/
https://es.wikipedia.org/wiki/Siglo_IV
http://www.todolibroantiguo.es/tipografia/historia-escritura-edad-media-libro-antiguo.html

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