A fines del siglo IV comienza el principio del fin para el Imperio
romano, tras la invasión de Italia por el visigodo Alarico y el saqueo
de Roma por Geiseirco, rey de los vándalos, las incursiones de pueblos
bárbaros se hicieron cada vez más frecuentes y cruentas, y sus
consecuencias cada vez más negativas para el poder de Roma; poco a poco
estos pueblos irán conquistando territorios e instalándose en ellos de
manera permanente, creando sus propios estados nacionales. Para esta
empresa una de sus mejores armas fue la ruptura de algunos de los
pilares donde se asentaba el poder de Roma: el idioma; la imposición del
Latín como lengua común para todos los territorios que, una vez
conquistados, convertían en provincias de su Imperio había sido, sin
duda, un valioso método de unificación; y, su ruptura fue también una
de las primeras consecuencias de su desmantelación, ya que sus invasores
eran poseedores de su propia lengua y tradiciones con las que
diferenciarse del mundo romanizado. Algunos de ellos como: visigodos,
merovingios, ostrogodos, vándalos, alanos, anglo-sajones, etc.,
consiguieron controlar diferentes zonas del continente europeo y
establecerse como naciones soberanas.
San Gregorio copista Scriptorium
Sin embargo, existía ya, y fuertemente organizado, un poder, al que hoy
día quizás llamaríamos transversal, que, además del control político,
aspiraba al control de otros muchos aspectos de la vida de los pueblos; y
que por ello sabía que, en un momento de crisis como el que se vivía en
la época, además de mantener un estatus diferenciado debía tener la
capacidad de sobrevivir frente a cualquier tipo de vicisitud, y este
poder era la Iglesia o el Cristianismo; a quién no le quedó otro
remedio que idear un sistema de defensa y protección; por ello se
plantearon, entre otras cuestiones, la organización de sus ritos, ya que
su conocimiento y divulgación era básica para su supervivencia, y
curiosamente para conseguirlo emplearon el mismo sistema que los
romanos, es decir, un idioma común; y de esta manera el Latín se
convirtió en la lengua propia de la Iglesia: un idioma único para una
iglesia extendida por todo el orbe conocido y un idioma, además, con
fuertes raíces en los territorios ocupados; en él codificarán sus ritos para preservar y divulgar sus dogmas; y a él se unirá el uso de una caligrafía que también le es propia: el alfabeto uncial.
La evangelización llevada a cabo por la Iglesia en el territorio
europeo se realizó mediante la creación de centros religiosos,
desplegando avanzadillas de monjes misioneros que iban estableciendo
inicialmente células básicas o cenobios que fueron creciendo a medida
que aumentaban las conversiones; llegando con el tiempo a convertirse en
grandes Monasterios y focos de cultura; ya una de primeras cosas en se
ocupaban los monjes era en organizar un scriptorium; donde los
copistas trabajaban en la redacción de los diferentes textos sagrados;
mientras que más capacitados o mejor dotados para ello los ilustraban e
iluminaban; así la uncial, derivada del Epitome, se
convertirá en la escritura románica por excelencia, convirtiéndose
gracias a la pureza y robustez de sus líneas, la suavidad y redondez de
sus formas, en una perfecta integración con el contexto artístico del
momento.
Pagina tapiz Durrow
A partir de entonces y con la practica ya individualizada de la uncial
como tipología básica, ésta irá evolucionando y adquiriendo caracteres
propios en cada scriptorium, ya que con la práctica los monjes irán
adquiriendo destrezas e introduciendo sus propios estilos; de esta forma
aparecerá otro tipo de escritura conocida actualmente como: semiuncial, denominada así por los benedictinos dom. Toustain y dom Tassin, en su obra Nouveau traité e diplomatique,
aunque expertos posteriores han demostrado errores en sus tesis,
estableciendo que la relación entre ambas grafías tiene su origen en su
procedencia común del Epitome, no por ser diferentes evoluciones del mismo tipo de letra.
En cualquier caso una de las cuestiones
que a nosotros más nos interesa es ver cómo en cualquiera de las
producciones de los diferentes códices y manuscritos que, con el tiempo,
fueron creándose, los monjes, además de esmerarse en practicar una
cuidada escritura y bella caligrafía para escribir los textos, se
dedicaron también a iluminarlos, y cada vez con mayor profusión,
introduciendo en ellos decoraciones, quizás hasta ahora, más propias de
las Bellas Artes; ya que en su afán de ilustrar sus historias fueron
creando hermosas y originales miniaturas para ayudar a su comprensión,
en las que hoy podemos apreciar todo su arte.
Las Islas Británica son un foco básico en
este tipo de obras, allí encontramos algunos de los ejemplos más
importantes, para la degustación de ambas artes: el de la caligrafía y
el de la iluminación.
Libro de Durrow s-VII
El Libro de Durrow, fechado en el ultimo cuarto del siglo VII, contiene varios textos: los cuatro Evangelios, concordancias según San Eusebio, una carta de San Jerónimo sobre su traducción al papa Dámaso I, prefacios, resúmenes y glosarios de nombres hebreos, y el trabajo de iluminación comprende los símbolos de los cuatro Evangelistas, cuatro hojas tapiz y la decoración de las palabras iniciales de los Evangelios. Según parece en Irlanda este tipo de libros se guardaba protegidos en bolsas de piel en huecos abiertos en las paredes de los Monasterios, la tradición recoge que, sin embargo, el Libro de Durrow se guardaba en un cofre especialmente creado para ello, y que esto se debe a la convicción de que su realizador había sido el propio San Columban; quién lo había realizado en tan solo doce días, convirtiéndose así, además de en una obra de arte, en una reliquia, conservándose por ello como tal: en una caja relicario o catharch.
Con ocasión de una boda real, la del rey
Edelberto de Kent y la hija cristiana de uno de los reyes merovingios
franceses, el papa Gregorio Magno aprovechó pare enviar a Inglaterra un
grupo de monjes irlandeses con la misión de extender la religión a
nuevos territorios; la elección de monjes irlandeses para tal cometido
parece ser que estuvo condicionada por el conocimiento que éstos tenían
en la realización de todo tipo de códices, sobre todo evangeliarios,
considerados básicos para la propagación de la fe.
Incipit del Libro de Lindisfarne
El Libro de Lindisfarne es la
materialización de dicha empresa, tiene como copista e iluminador al que
era Obispo de la isla del Mar del Norte: Eadfrith, fallecido en el año
721; el libro contiene los cuatro Evangelios, y se halla iluminado con
las imágenes de los cuatro evangelistas, dieciséis tablas de
concordancias, cinco páginas tapiz, y numerosas iniciales de pagina. Al igual que el caso anterior el libro se guardaba en una caja
relicario, hoy perdida realizada por Ethewald, sucesor de copista, con
maderas traídas por Bilfrid, un ermitaño, que trabajó el metal que
adornaba su exterior cubriéndolo de oro y piedras preciosas y, al
parecer fue Alfred, un presbítero quien glosó el
texto a la lengua vulgar.
Libro de Kells. Capitular
El Libro de Kells procedente de los cenobios establecidos en la
isla de Iona y fechado hacia el 800, está escrito en latín con algunas
partes traducidas al irlandés y contiene: los cuatro Evangelios, con más
de seiscientas páginas iluminadas en color y con un texto muy
ornamentado, sobre todo las letras con las que se inician las páginas
que, a veces, aparecen enmarcadas por pilares verticales distribuidos en
campos con cintas entrelazadas con el sistema celta que vemos en muchas
ocasiones en trabajos de orfebrería celta. Destaca la página
conocida como Ji-ro con la que se da inicio al Evangelio de San
Mateo, que ofrece uno de los ejemplos más destacados del sistema
decorativo insular de la época y que incluye un monograma de Cristo.
Libro Pericopas. Enrique II
Cunegunda
Otro foco importante de creación de códices miniados se sitúa en
Centroeuropa predominando las mejores realizaciones durante los
períodos: carolingio y otoniano, momentos álgidos del arte que toman su
nombre de los gobernantes que los propiciaron. El reinado de Carlos I el
Grande conocido como Carlomagno significo el denominado renacimiento carolingio,
que significó un resurgimiento de las letras y de las artes en las que
tuvo mucho que ver el rey quien desde su posición predominante apoyó de
forma decidida el desarrollo cultural; creó la Escuela Palatina poniendo
al frente de ella a Alcuino, diácono bretón, formado en York y
conocedor de la cultura de las islas y de las miniaturas irlandesas y
anglosajonas, que llegó a Aquisgran en el 782; acometiendo desde su
puesto de rector, la expansión de los conocimientos adquiridos en York,
relacionados con diferentes ciencias como: Gramática, Retórica, Leyes,
Poesía, Astronomía, Geometría y Ciencias Naturales, como vemos un amplio
y variado abanico de conocimientos que muy pronto dio sus frutos.
Página Ji-ro. Evangelio San Mateo. Monograma de Cristo
Existen diversos códices interesantes procedentes de diversos centros
de producción que fueron creándose durante su reinado en los que
volvemos a ver unidos el arte de la caligrafía y de la miniatura. El
desarrollo de la caligrafía continúa su curso y en esta época adquiere
gran esplendor, creándose un estilo propio carolino, consistente en una
minúscula utilizada entre el 800 y el 1200 en todo el territorio del
imperio de la que después derivaría la escritura gótica. Se trata de un
tipo letra legible, clara y uniforme resultado del intento de
normalización acometido por Carlomagno, en el que se vislumbra también
un sentido unificador; lo que se facilitaba su comprensión en todo el
Imperio. Aunque su uso no excluye la utilización de otras grafías,
algunas de ellas retomadas de la Antigüedad como la capital rústica derivada de las inscripciones solemnes presentes en soportes escultóricos o arquitectónicos, con las que coexistirá.
El Evangeliario de Godescalco, copista que realizó la obra a iniciativa
del emperador, entre los años 781 y 183 y durante el viaje que realizó
acompañándole a Roma, es un códice significativo cuyo texto escrito en
uncial, a dos columnas, sobre pergamino púrpura en oro y plata, añade
una novedad, ya que contiene uno de los primeros ejemplos y versiones de
la minúscula carolingia o minúscula regular, además del uso de la capital rústica.
Su contenido se centra en las lecturas de los Evangelios o perícopas
evangélicas, en el orden litúrgico del año eclesiástico, seis miniaturas
de página entera, la ornamentación que enmarca los textos y la
decoracion de las capitales que inician lás páginas.
Evangelios coronación. E Palatina
Aquisgrán, sede del poder carolingio y de la Capilla Palatina, en la que
Carlomagno recibió en el 812 juramento de fidelidad de los emisarios
del Bajo Imperio y en la que él mismo nombró emperador a su hijo
Ludovico el año siguiente fue, donde Otón III, en el año mil para honrar
a su antepasado mandó abrir su sepultura encontrando un valioso
Evangeliario, que se veneró en la ciudad como reliquia del emperador,
junto a su sable y la bolsa de peregrino de San Esteban. Este suntuoso
códice escrito en letra de oro y plata sobre pergamino púrpura, como
símbolo del poder del Imperio, hecho quizás a imitación del Génesis de Viena o del Codex Rossanessis, es conocido como los Evangelios de la Coronación o Evangelios del Imperio, y contiene un texto en el que se empleó la uncial y la monumental capital rústica
estando considerado como una de las obras capitales del arte
carolingio. Los cuatro evangelistas a pagina entera, muestran la
iluminación artística más rica de todas la obras de este tipo, podemos
verlos sentados escribiendo, envueltos en túnicas blancas; enmarcados
por un paisaje en el que destacan monumentos arquitectónicos, en lo que
parece ser una escenografía clásica; en cierto modo deudoras de la
Antigüedad clásica tardía, quizás influenciados y posiblemente
relacionados con talleres similares bizantinos
Evangelios Saint Medart de Soissons
Durante la Pascua del 827 sucedieron en el Imperio Carolingio algunos
acontecimientos considerados extraordinarios, cerca del Monasterio de
Saint-Médard de Soissns, en la Picardía francesa, los monjes se hicieron
cargo de una reliquia asombrosa: los restos mortales de San Sebastián a
quien los soldados del Emperador Diocleciano, hacia el año 450, habían
saeteado hasta su muerte; pero el santo tenía mucho predicamento en la
zona y seguía siendo invocado cuando se consideraba necesaria su
protección ya fuera contra los infieles o contra cualquiera de las
numerosas epidemias que diezmaban la población. El emperador carolingio
Ludovico Pío y su esposa Judith regalaron, en tan magna ocasión, a la
iglesia de Saint-Médard de Soissons un rico Evangeliario que
había pertenecido a Carlomagno; o al menos eso decía el monje Odilo en
la reseña que hizo en una de sus cubiertas, concluidas hacia 1169, y hoy
perdidas; su texto recoge los cuatro Evangelios, y se incluyen 6
miniaturas a toda página más 12 tablas de concordancias. Una de sus
páginas iluminadas, quizás la mas famosa, representa la fuente de la
vida: en la que la imagen de un ambiguo jardín, semidesértico a la vez
que frondoso; poblado de ciervos y aves y embellecido con arquitecturas,
nos permite, si no conocer a su autor, sí adivinar que se trata de un
iluminador de amplia cultura ya que en su obra ha mezclado simbologías
de variado origen: el mundo cristiano, el clásico, del mundo oriental
propio de las culturas mesopotámicas; la imagen de Apolo, dios
mitológico solar, se representa como vencedor del dragón lo que, dada la
época, podemos relacionar con fuentes paleocristianas que de esta forma
lo relacionaban con Cristo; las características orientalizantes del
jardín son inequívocas: la fuente central con un sentido de manantial de
vida, los cuatros ríos, los cuatro Evangelios ambos interpretados como
fuente de vida.
La pormenorización de todos los códices que salieron de los talleres
carolingios excede la finalidad de este trabajo, no obstante no queremos
dejar de mencionar el Codex Aureo que conserva su cubierta y que nos permite admirar uno de los mejores trabajos de
orfebrería de la época, en la que el artífice emplea todo tipo de
técnicas de repujado y filigrana para trabajar el oro y combinarlo con
la incrustación de piedras preciosas mediante los típicos cabujones de
la época. Carlos el Calvo, nieto de Carlomagno fue su primer propietario
desde el 875; luego hacia el año 893 fue donado por el rey Arnulfo al
monasterio de San Emmeran de Ratisbona. Sus ilustraciones contienen el
germen de la iluminación otoniana.
Evangeliario Otón III.
Ya dentro del denominado Sacro Imperio Romano dos de los mejores
ejemplos pertenecientes al reinado de Oton III: su Evangeliario y la Apocalipsis de Bamberg.
El primero de ellos, que también conserva su valiosa encuadernación
original, es otro de los mejores ejemplos de la orfebrería medieval que
enmarca un marfil bizantino que representa la escena de la dormición de la Virgen, procedente de los talleres de Reichenau, alcanza gran nivel artístico;
obra atribuida a los hermanos Liuthard, contiene los cuatros Evangelios
una miniatura a dos páginas y 34 miniaturas de página entera, 12 tablas
de concordancia y cuatro iniciales enteras.
Apocalípsis de Bamberg. Coronación
Por último el Apocalipsis de Bamberg, fechado en los comienzos
de la primera centuria y procedente de los mismos talleres que el
anterior, posible encargo de Oton III y tras su prematura muerte su
sucesor Enrique II ordeno su finalización. Su texto contiene el
Apocalipsis de San Juan y los cuatro Evangelios y se halla ilustrado con
57 miniaturas, 103 capitulares, algunas de ellas de página entera.
Enrique II y su esposa Cunegunda son los donantes del libro ;
que al parecer debe su realización a distintas manos debido a la muerte
de Oton III, lo que obligó a ciertas modificaciones para adecuarlo al
nuevo soberano, junto con el anterior y el Libro de las Pericopas de
Enrique II son las joyas de la iluminación otoniana.
Libro Pericopas. Enrique II y Cunegunda
https://revistadehistoria.es/el-principio-del-fin-del-imperio-romano-de-occidente-la-crisis-del-siglo-iii/
https://es.wikipedia.org/wiki/Siglo_IV
http://www.todolibroantiguo.es/tipografia/historia-escritura-edad-media-libro-antiguo.html
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