sábado, 10 de enero de 2015

MARGARITA DE AUSTRIA.DUQUESA DE SABOYA

 

Margarita de Austria. Duquesa de Saboya     (1480-1530).

 

Margarita de Austria. Pantoja de la Cruz. Museo del Prado. Madrid.
Princesa de origen flamenco-borgoñón, archiduquesa de Austria, duquesa de Saboya y gobernadora de los Países Bajos durante el primer tercio del siglo XVI. Nacida en Bruselas el 10 de enero de 1480 y muerta en Malinas el 30 de noviembre de 1530. Después de diversas peripecias matrimoniales harto desafortunadas, desempeñó un notable papel en la educación del futuro emperador, su sobrino Carlos V, a quien también sirvió fielmente en calidad de gobernadora de Flandes, convirtiéndose de esta forma en una de las principales colaboradoras de la política imperial.



Doña Margarita fue hija del emperador Maximiliano I y de la duquesa María de Borgoña. Al igual que a su hermano mayor, Felipe el Hermoso obtuvo el título de archiduquesa de Austria de manera inherente a su nacimiento. Educada en la corte más ceremoniosa de toda Europa, la archiduquesa Margarita enseguida entró en el complejo juego de alianzas matrimoniales mantenida por los principales dirigentes europeos. En 1490, cuando Maximiliano había enviudado, quiso tomar matrimonio con la duquesa de Bretaña, Ana de Montfort o de Bretaña, pero el monarca francés, Carlos VIII, impidió por todos los medios esta ceremonia, para evitar que el ducado bretón pasase a manos ajenas a Francia. Maximiliano aceptó la propuesta del rey galo, pero a cambio pidió que Carlos VIII tomase en matrimonio a su hija Margarita; el matrimonio se celebró por poderes en 1491, ya que la princesa era aún menor de edad, pero al año siguiente decidió viajar a París para consumar su matrimonio. Apenas unos meses tardó la archiduquesa en darse cuenta del engaño: Carlos VIII, en realidad, había aceptado el trato para librarse de un contrincante, pues en realidad lo que ansiaba era casarse con la propia Ana de Bretaña. En 1493, el escándalo hizo romper las alianzas entre Austria y Francia, al tiempo que una compungida archiduquesa regresaba a Flandes, víctima paciente de los juegos políticos internacionales.


Sin embargo, al ser todavía joven y no haberse consumado su primer matrimonio, Margarita continuaba siendo un peón válido para los enlaces políticos. En 1494 comenzaron las conversaciones entre Maximiliano de Austria y los Reyes Católicos, que proyectaron una doble alianza matrimonial que, con el paso de los años, sería de capital importancia para el devenir de la historia de Europa: los dos hijos de Maximiliano, Felipe y Margarita, protagonizarían una doble boda con los hijos de Isabel y Fernando, la princesa Juana y el príncipe Juan. Tras las capitulaciones matrimoniales firmadas por los embajadores en 1495, una flota hispana emprendió el viaje desde Laredo, al mando del almirante de Castilla, Fadrique Enríquez de Cabrera, para llevar a la princesa Juana a Flandes, donde se celebraría la ceremonia religiosa del enlace entre Felipe y Juana, y, al tiempo, traer a la archiduquesa a Castilla, para hacer lo propio con el heredero de los Reyes Católicos. En el transcurso del largo viaje marítimo, la archiduquesa se ganó la simpatía de todos los miembros de la expedición, debido principalmente a su carácter jovial y abierto, rayano en la picardía cortesana tan en boga durante la época. Es conocida la anécdota según la cual, con ocasión de una furibunda tormenta que a punto estuvo de hacer naufragar la flota castellana en el golfo de León, la archiduquesa quiso transmitir tranquilidad a todos los miembros de la nave en que viajaba, recurriendo al buen humor: dijo que, en caso de fallecer, ninguna mejor lápida funeraria para ella que la siguiente inscripción:

Ci-gît Margot, la gentil' damoiselle
qu'a deux maris, et encore est pucelle. (Recogido por Pérez Priego, op. cit., p. 17).
('Aquí yace Margot, la gentil damisela
que, después de dos maridos, aún es doncella')

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Margarita y el príncipe Juan

Finalmente, el temporal no impidió que la flota castellana desembarcase en las costas de Santander durante el mes de marzo de 1497. Posteriormente, se formó un cortejo nupcial que acompañó a la archiduquesa hacia Burgos, donde fue recibida por la Reina Católica y por el príncipe Juan, así como por los más notables cortesanos y nobles del reino. El ceremonial borgoñón que acompañaba a Margarita de Austria, tal vez la más brillante y compleja de las etiquetas cortesanas de Europa, causó un furor inusitado en la ciudad burgalesa, organizándose diversas fiestas para honrar a tan ilustre huésped. Diversos trovadores de la época quisieron inmortalizar esta recepción a la archiduquesa. De esta forma, las lamentablemente hoy perdidas estrofas del poeta Hernando Vázquez de Tapia, las Coplas al recibimiento de la princesa Margarita en Santander y Burgos, así como las anónimas Coplas fechas a los altos estados de los Reyes, muestran parte del impacto que la archiduquesa levantó en Castilla.
Más allá de ceremoniales y etiquetas, todavía hubo un impacto aún mayor: la extraordinaria belleza de Margarita. A sus 17 años, la archiduquesa causó una sensación extrema en todos los que pudieron admirar su porte femenino y sus hermosos rasgos faciales, incluido, por supuesto, su futuro marido. Incluso descontando el alto porcentaje laudatorio de dos cortesanos adulantes hasta la petulancia como fueron Lucio Marineo Sículo y Pedro Mártir de Anglería, sus escritos sobre la belleza de Margarita transmiten esta sensación. Así, Pedro Mártir llegó a escribir en una de sus epístolas: Eam, si videris, Venerem ipsam te intueri arbitraberis; qualem forma, motibus atque etate, potuit Mars desiderare Citheream, talem ad nos illam belge miserunt, nullo fucco illitam, arte nulla comptam. ('Si la vieras, pensarías que estabas contemplando a la misma diosa Venus; cual en belleza, porte y edad pudo Marte desear a Citerea, tal desde Flandes nos la enviaron, sin desfigurar con ningún afeite ni arreglar con ningún arte'). (Recogido por Pérez Priego, op. cit., pp. 18-19). No cabe ninguna duda de que sus contemporáneos la vieron como la perfecta reina de España, ya que al unirse con don Juan estaba destinada, tarde o temprano, a ceñir en su cabeza las coronas de Aragón y Castilla.
La boda se celebró en la catedral de Burgos durante los primeros días del mes de abril de 1497. Enseguida, Margarita se trasladó junto a su esposo a la villa soriana de Almazán, donde estaba situada la corte del príncipe de Asturias. Sin embargo, poco más de un mes residieron allí, ya que don Juan contrajo unas viruelas y los médicos de la corte aconsejaron el clima seco de Medina del Campo para curarse. La vitalidad, lozanía y belleza de la archiduquesa contrastaron con el carácter enfermizo y débil del príncipe, que desde niño había crecido con continuos achaques de una precaria salud. Por si fuera poco, la belleza y hermosura de su joven esposa causó todavía más estragos en el estado físico de don Juan. La epístola de Lucio Marineo Sículo no puede ser más rotunda al respecto, y, además, constituye el complemento perfecto al mismo carácter que ya presentara doña Margarita con motivo de aquella tempestad marítima:
Pallet iam nimis, huius puelle amore pellectus, hic noster ephebus Princeps. Hortant medici Reginam, hortat et Rex, ut a Principis latere Margaritam aliquando semoveat, interpellet indutias precantur, pretestan periculum ex frequenti copula ephebo imminere. (Recogido por Pérez Priego, op. cit., p. 21).
('Preso en el amor de la muchacha, ya está demasiado pálido nuestro joven príncipe. Tanto los médicos como el Rey aconsejan a la Reina que, de cuando en cuando, aparte a Margarita del lado del príncipe, que los separe y les conceda treguas, pretextando el peligro que la cópula tan frecuente constituye para el joven príncipe').
Seriamente, el típico furor conyugal de los recién casados, jóvenes ambos además, provocó un progresivo deterioro de la salud de don Juan de Trastámara. La pareja inició, en los postreros días de septiembre de 1497, un viaje a Salamanca, donde fueron agasajados con unas fiestas extraordinarias, que incluyeron la representación escénica de una obrecilla creada por el músico y poeta Juan del Encina. Allí, el príncipe cayó en cama con unas fiebres de las que ya nunca se recuperaría. El 4 de octubre de 1497 fallecía el poderoso heredero de las Españas, dejando a su joven viuda desconsolada y en estado de avanzada gravidez.



En efecto, la archiduquesa Margarita estaba preñada de varios meses; seguramente el shock producido por la muerte del príncipe adelantó el parto, que en palabras del cronista Bernáldez, Margarita "quedó preñada e malparió sin días una fija" (op. cit., p. 378). Esta hija, destinada a ceñir las coronas de Castilla y Aragón, representaba la esperanza de los Reyes Católicos por unir ambas herencias, pero falleció a las pocas horas de su dificultoso parto. Aunque este nacimiento dio pie años más tarde a tramas rocambolescas, como la del dirigente agermanado conocido como El Encubierto, lo cierto es que las penas parecían multiplicarse para la archiduquesa Margarita que, lógicamente, optó por volver a su hogar de Flandes. Así, los Reyes Católicos dispusieron un cortejo encabezado por el obispo de Córdoba, Juan de Fonseca, que acompañó a la desdichada Margarita hacia Bruselas en los primeros meses de 1499. La princesa, destinada a ser primero reina de Francia y después reina de España, regresaba a su lugar de nacimiento visiblemente mermada de aquellas alegrías y jocosidades que la habían hecho famosa en la Península Ibérica. Al menos, tuvo el consuelo de asistir en marzo de 1500 al bautizo de su sobrino Carlos, ejerciendo de madrina en la ceremonia celebrada en Gante.
Apenas dos años transcurrieron antes de que su padre, el emperador Maximiliano, volviese a prometerla en matrimonio a un aliado, el duque de Saboya Filiberto II. Con veintiún años de edad, en 1501 Margarita viajó a Piamonte para contraer sus terceras nupcias. Paradójicamente, la mujer destinada a ser dos veces reina tuvo que conformarse con el título de duquesa de Saboya, que es con el que ha pasado a la historia europea. Poco se sabe de su estancia en tierras italianas, salvo que allí mantuvo contactos artísticos y culturales con los efervescentes humanistas del Renacimiento, influencia ésta que más tarde transplantaría a los Países Bajos. Y es que la triste historia de la duquesa Margarita volvió a repetirse, pues el duque Filiberto falleció en 1504, sin que la pareja hubiera tenido descendencia. El título fue a parar a Carlos de Saboya, hermano de Filiberto, que se había casado con una sobrina de Margarita, la princesa Beatriz, hija del rey portugués Manuel el Afortunado y de la princesa María, hija, como el príncipe Juan, de los Reyes Católicos. Nuevamente desolada, Margarita regresó a Flandes, de donde ya nunca saldría.


A pesar de su juventud, Margarita se negó a volver a entrar en el juego de políticas matrimoniales, sobre todo después de sus frustrantes experiencias personales. A esta postura personal le ayudó, sin duda, el desarrollo de los acontecimientos en la conexión entre los Habsburgo y los Trastámara peninsulares. El mismo año de su tercera viudedad había muerto en Castilla la Reina Católica, por lo que su hermano Felipe el Hermoso y su cuñada Juana habían sido jurados como reyes de Castilla y, por ende, se habían visto obligados a trasladarse hacia la península. En lo que respecta al gobierno de los señoríos centroeuropeos de Felipe, el traslado planteaba un problema, ya que su hijo y heredero, Carlos de Gante, conde de Flandes, apenas contaba con cuatro años, a la vez que sus hermanas, Leonor, Isabel y María, también quedaban sin madre y sin padre, ya que ni Juana ni Felipe estaban dispuestos a renunciar a la corona castellana. De esta forma, Margarita apareció en el momento justo, para ser nombrada regente de Flandes en nombre del futuro emperador y para hacerse cargo de la educación de todos sus sobrinos en ausencia de sus padres. Establecida en Malinas, donde comenzó la construcción del famoso Palais de Savoie ('Palacio de Saboya'), Margarita se reveló como una política inteligente y como una mujer de amplias miras culturales, favoreciendo con su educación a humanistas y literatos que propiciaron un clima renacentista de hondo calado en el entorno flamenco. A su vez, la duquesa de Saboya encontró en el calor de sus sobrinos la alternativa a su propia descendencia, que por dos veces el destino la había negado. Es obvio destacar que, desde 1506, cuando la muerte de su hermano Felipe abocó a Carlos de Gante a ser el heredero del trono castellano, la educación de su sobrino fue el papel primordial de su corte en Malinas. El principal hito, en este sentido, fue el acierto de la duquesa de Saboya al nombrar en 1511 como preceptor de Carlos a Adriano de Utrecht, entonces un simple párroco rural que, andando el tiempo, sería nombrado Papa con el nombre de Adriano VI. Otra curiosidad relacionada con la educación del joven Carlos es que fue Margarita quien le instó a tomar clases de música, convirtiendo al futuro emperador en un perito tañedor de clavicordio.
La actividad de Margarita al frente de los destinos de Flandes la mantuvo ocupada desde 1507 hasta 1515, mostrando una actitud claramente favorable a Inglaterra, de donde se importaba la lana que alimentaba la próspera industria textil de Flandes, principal fuente de riqueza del territorio. La orden, dada por Margarita, de que tropas borgoñonas auxiliaran en 1513 a las británicas de Enrique VIII en la guerra encendida en Calais entre ingleses y franceses respondió a estas directrices. Asimismo, su resquemor ante las pretensiones francesas en Flandes, aunque lógica por motivos puramente políticos, también parece deberse a su frustrante experiencia en la corte francesa durante su juventud, que la dejó marcada para siempre en el sentido de esgrimir siempre factores contrarios a Francia. En 1515, por obra del ambicioso Guillaume de Croy, señor de Chièvres, el intrigante consejero y privado de Carlos, Margarita fue apartada del gobierno de Flandes al adelantarse la mayoría de edad del príncipe de Gante, lo que llevó aparejado también el traslado de la capitalidad a Bruselas. Ante tal revés, la duquesa permaneció en su mansión de Malinas, donde continuó fomentando actividades culturales diversas, hasta el punto de convertirse en la mecenas más destacada de la época, merecedora del honor de que el genio humanista flamenco, Erasmo de Rotterdam, le dedicase uno de sus tratados morales. Otro gran pintor flamenco, Jan Van Orley, comenzó su andadura al abrigo protector de la duquesa de Saboya. Tanto la biblioteca como la pinacoteca del Palais de Saovie en Malinas fueron de las colecciones artísticas más preciadas de la época

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Poco tiempo habría de permanecer alejada del gobierno de Flandes, pues en 1517, a pesar de la oposición de Chièvres, el príncipe Carlos insistió en que su querida "madame ma bonne tante" (así se refería a ella en sus cartas) estuviese informada de todo lo concerniente al gobierno de Flandes por los agentes que el propio Chièvres, enemigo político encarnizado de Margarita, dejó al cuidado de los asuntos flamencos. Ambos, príncipe y valido, viajaron a España, pues la muerte de Fernando el Católico el año anterior había deparado que Carlos heredase no sólo Castilla y su imperio transocéanico, sino también Aragón y sus posesiones italianas, configurándose así la segunda de las grandes herencias que el sobrino de Margarita acapararía para sí. Que el futuro Carlos V tuvo en ella a una de sus más firmes aliadas lo demuestra el hecho de que tras la muerte del padre de Margarita, el emperador Maximiliano I, el 12 de enero de 1519, fuese la misma regente quien comenzase las conversaciones con los electores imperiales para que el sucesor fuera su propio sobrino, a pesar de ciertas dudas al respecto de presentar la candidatura de su otro sobrino, el infante Fernando, despejadas por la voluntad de Carlos de adquirir para él el cetro imperial. Desde Bruselas, Margarita dirigió las embajadas diplomáticas a los electores, contando con la ayuda de expertos agentes como el germano Matthäus Lang o el flamenco Maximilian von Zevenberghen. En este sentido, hay que destacar que la actuación de Margarita fue sumamente inteligente, al incidir en el componente autoritario y en la ausencia de antepasados germanos del otro candidato, el rey francés Francisco I, en vez de alabar inopinadamente las cualidades de su sobrino. Estas precisas embajadas, más los consiguientes sobornos económicos, propiciaron que la elección recayera en Carlos de Gante, coronado como Carlos V en Aquisgrán el 22 de octubre de 1520. El propio emperador fue plenamente consciente de que no lo hubiera conseguido sin la astucia e inteligencia de su tía Margarita.

                                           

En 1520, y contra la voluntad de Chièvres (que falleció un año más tarde), la archiduquesa fue de nuevo elevada al rango de gobernadora de Flandes, retomando los lazos con Inglaterra en contra de la política francófila del anterior gobernador. Asimismo, fue Margarita quien insistió al emperador en que no tomase un nuevo privado tras la muerte de Chièvres, pero le aconsejó que tomase como consejero a Mercurino de Gattinara, el que habría de ser uno de los máximos apoyos de la política imperial. Empero, en 1522, cuando se gestó la boda del emperador, Margarita hubiese preferido a la princesa británica María Tudor, y no a la futura emperatriz Isabel. Pese a ello, siempre se mostró obediente con la voluntad de su sobrino, como se destila en la firma de la Paz de Cambrai (1529), llamada Paz de las Damas porque fueron dos damas quienes acabaron con el enfrentamiento entre Francia y el emperador: del lado galo, Luisa de Saboya, madre de Francisco I, y del lado de Carlos, su leal tía Margarita.


Pocos meses más tarde, en 1530, Margarita fallecería en su residencia de Malinas, causando un profundo pesar en el ánimo del emperador, que perdía a su más eficaz colaboradora. La regencia de Flandes fue entregada a María de Hungría, hermana del emperador y a quien Margarita siempre había mostrado una gran simpatía, desde que se hiciese cargo de la educación de sus sobrinos y, en general, de la familia flamenca de Carlos V. Es más: en su corte de Malinas se crió Margarita de Parma, hija ilegítima del emperador Carlos, concebida en 1522 durante una estancia de éste en la que conoció a Juana Van der Gheenst. Esta otra Margarita desempeñó en Flandes, durante el reinado de Felipe II, un papel similar al representado por Margarita de Saboya en el de Carlos V. La memoria de Margarita de Austria en Flandes es vivísima: una efigie suya, junto con otras del emperador y del consejero Lannoy, preside la sala del Palacio de Justicia de Brujas, y está considerada como uno de los pilares fundamentales de la política imperial de su sobrino. Tras una vida azarosa, finalmente encontró un merecido lugar en la Historia.
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