Una de las consignas más repetidas por Lenin desde
Abril hasta Noviembre de 1917 había sido la de convocar sin más dilación
la Asamblea Constituyente, y una de las acusaciones más graves e
insistentes de las hechas por él, Trotski, y toda la prensa bolchevique
contra el gobierno provisional había sido la de eludir las elecciones
para aquel cuerpo legislativo. Una y otra vez prometió Lenin, que cuando
los bolcheviques tomasen el poder; se convocaría la asamblea sin
pérdida de tiempo. Y sólo 2 días antes del golpe bolchevique, el 5 de
Noviembre escribía Stalin en Pravda:
-Derrocado el zar, el pueblo
pensaba que en uno o tres meses se reuniría la Asamblea Constituyente,
pero se ha pospuesto su convocatoria y sus enemigos se disponen a
ahogarla sin más. ¿Por qué? Porque quienes detentan el poder son
enemigos del pueblo, a los que no conviene la pronta convocatoria de la
Asamblea Constituyente.
Pero los bolcheviques empezaron a hacer campaña para disolver la Asamblea Constituyente.
Numéricamente
los bolcheviques sólo constituían una minoría pero su partido era tan
compacto y contaba con una organización tan eficaz que podían
enfrentarse ventajosamente con los socialistas-revolucionarios y los
mencheviques, cuyas fuerzas carecían de la concentración y la
coordinación que hubieses sido necesarias.
Y llegó el día 18 de
Enero, fecha fijada para la apertura del nuevo cuerpo legislativo.
Anticipándose a tan esperado acontecimiento, Lenin había hecho trasladar
a Petrogrado al destacamento de fusileros letones. “No podemos estar a merced de los campesinos rusos (es
decir, de los soldados rusos). Es posible que se unan al bando
contrario. Lenin sabía que las tropas letonas no sentían ningún afecto
especial por el pueblo ruso y cumplirían sus órdenes con la lealtad de
una guardia pretoriana. Además de los letones, acudieron a respaldar a
los bolcheviques los marinos de Kronstad, y fondearon a lo largo del
Neva algunos cruceros, a poyados por varios submarinos el Aurora y el
acorazado de combate Republik. Los marinos y Guardias Rojos apostados a
la entrada del palacio Tauride recibieron instrucciones de emplear la
fuerza para impedir cualquier intento de penetrar en el edificio por
parte de quienes no estuviesen autorizado para hacerlo. Todos los pases
de acceso a las galerías públicas del palacio habían sido expedidos por
Uritski.
A media mañana se había convocado una manifestación para
marchar hacia el palacio Tauride y cuando los letones los vieron
aparecer dispararon sin previo aviso.
Se creó una junta militar para
entendérselas con la población de Petrogrado. Bonch-Bruyevich se
dirigió al palacio Tauride a ver a Uritski y le encargó que
aprovisionase a un destacamento de 200 marines leales y los condujese al
lugar de reunión de la Asamblea Constituyente en orden de batalla.
El
palacio Tauride ofrecía un singular espectáculo. El vestíbulo y la gran
sala de sesiones estaban atestados de soldados y marinos armados hasta
los dientes. Marineros y Guaridas Rojos con fusil y granadas en mano
pedían ásperamente los pases en todas las puertas. La galería pública
estaba ocupada principalmente por la claque bolchevique de Uritski.
Lenin
se sentó nervioso. Los marineros habían clavado sus ojos en él, como
tratando de encontrarse con los suyos a la espera de sus órdenes. A cada
lado de la tribuna en naves laterales y pasillos montaban guardia
armada marinos y soldados. Las galería altas estaban colmadas de las
huestes de Uritski y periodistas y los fusiles cargados esperaban su
turno para hacerse oír.
De acuerdo con la costumbre, el diputado de
mayor edad abrió el Parlamento. En el sector ocupado por los
socialistas-revolucionarios, el viejo Shvetzov antiguo luchador se
levantó de su asiento para tomar la palabra. Cuando subió a la tribuna,
los diputados bolcheviques se pusieron a dar golpes en sus pupitres
mientras los soldados y marinos martilleaban el suelo con las culatas de
sus fusiles. Algunos socialistas-revolucionarios de izquierdas se
unieron a la ruidosa protesta. Uno de los soldados de la galería apuntó
con el fusil al Shvetzov. El veterano revolucionario permaneció
tranquilo sacudiendo inútilmente la campanilla para acallar el
estrépito. Volvió a depositarla sobre la mesa, un hombre se apoderó de
ella y se la llevó a Sverdlov como trofeo.
Shvetzov acabó por encontrar un momento de relativo silencio para poder declarar:
“Se abre la sesión de la Asamblea Constituyente”: una explosión de aullidos fue el eco de sus palabras.
Sverdlov
subió entonces a la tribuna, empujó al lado al viejo luchador y, con su
voz potente y sonora, declaró que el Comité Ejecutivo Central del
Soviet de Diputados y Obreros, Soldados y Campesinos, le había
comisionado para abrir la sesión de la Asamblea Constituyente y, a
continuación, leyó en su nombre la “Declaración de Derechos de las masas
trabajadoras y explotadas”, redactada por Lenin, Stalin y Bujarin, en
la que se declaraba los soviets todo el poder del Estado, con el que se
desvirtuaba el auténtico significado de la Asamblea Constituyente.
Sverdlov
instó a la Asamblea a que decidiese inmediatamente si aprobaba o no el
programa político del Sovnarkom. En vez de ello, y a pesar del incesante
tumulto, la mayoría acabó por imponer su criterio de proceder, antes
que nada, a elegir un presidente para la Asamblea. A los bolcheviques en
un vano intento de captar votos de otros partidos no presentaron
candidato para la presidencia, sino que acordaron apoyar al de los
socialistas-revolucionarios de izquierda, María Spiridonova. Pero el
vencedor fue Víktor Chernov, líder del partido socialista-revolucionario
por 244 votos contra 151.
Chernov habló, aunque hostigado por
constantes interrupciones consiguió terminar su discurso. Dos portavoces
bolcheviques –Bujarin y Skortsov- le siguieron en el uso de la palabra;
el primero propuso que pasara a primer término en el orden del día el
debate sobre la Declaración de Derechos, con el fin de averiguar si la
Asamblea Constituyente se ponía de parte de “los propietarios
industriales, los traficantes y los directores de banco, o bien de los
obreros vestidos de drill, los obreros, los soldados y los marineros”
La
alusión a los industriales, traficantes y directores de banco provocó
risas irónicas en el sector ocupado por la mayoría socialista.
Skortsov, volviéndose hacia los socialistas-revolucionarios, declaró:
-Todo ha terminado entre nosotros. Estamos llevando adelante, hasta el fin, la revolución de Octubre contra la burguesía. Nos hallamos a distintos lados de las barricadas. Los
diputados socialistas escucharon en silencio a los oradores
bolcheviques. Pero cuando Tsereteli se levantó para replicar, los
cañones de los fusiles apuntaron amenazadoramente a su cabeza, y un
grupo de marinos blandió sus pistolas desenfundadas ante el rostro del
diputado socialista. Las llamadas al orden del presidente sólo sirvieron
para incrementar los gritos, aullidos, palabrotas y rugidos feroces.
Pese a todo, Tsereteli logró finalmente captar la atención general con
su elocuente canto a la libertad cívica y su anatema contra la guerra
civil.
Lenin no intervino. Permaneció sentado en uno de los escalones
que conducían a la tribuna, sonriendo burlonamente, bromeando o
escribiendo notas en un trozo de papel, hasta que se dirigió a un banco
vacío, se tendió en él y simuló echarse a dormir. En el banquillo
ministerial, Lunacharski se entretenía hurgando en la canosa cabellera
de un veterano socialista-revolucionario sentado delante de él. Los
marineros seguían encañonando con sus fusiles a los correligionarios: En
las galerías reinaba una infernal algarabía de gritos, silbidos y
pateos.
Empezaba a amanecer cuando los diputados que quedaban,
componentes de la mayoría elegida iniciaron la lectura de sus proyectos
de ley. Las galerías habían ido vaciándose hasta quedar sólo en ellas
los marinos y soldados leninistas. Los socialistas-revolucionarios y los
mencheviques sabían que contaban con poco tiempo. Chernov esta dando
lectura al proyecto de ley agraria cuando un marinero le sujetó por el
brazo y le dijo:
-Ya es hora de terminar. Tenemos orden del Comisario del Pueblo.
-¿De qué Comisario del Pueblo?- preguntó Chernov.
-La
orden dice que no podéis seguir más tiempo aquí; los guardias están muy
cansados y tenemos que apagar las luces.-fue la respuesta del marinero.
-Los
diputados de la Asamblea Constituyente también están cansados-replicó
Chernov-, pero no pueden entregarse al reposo hasta haber cumplido el
mandato que les dio el pueblo de resolver las cuestiones de paz, la
tierra y el gobierno de la nación.
Y, sin dar al marinero la menor
oportunidad de insistir, Chernov continuó leyendo decretos, Rusia se
constituía en república federal con autonomía nacional para todos los
pueblos que la integraban. Los guardias gritaban a coro: “Vámonos; es la
hora. Vamos a apagar las luces” Los diputados prosiguieron hasta que
Chernov terminó, ya era de día......
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