Franklin Delano Roosevelt
(1882-1945), el 32.º presidente de los Estados Unidos (1933-1945), nació
en la ciudad de Nueva York, en una familia patricia. Inspirado por la
carrera de su primo quinto, el expresidente de los Estados Unidos
Theodore Roosevelt, Franklin Roosevelt ingresó en la vida política tras
graduarse en la Universidad de Harvard y la Facultad de Derecho de
Columbia. Fue elegido como demócrata en el Senado del estado de Nueva
York en 1910. El presidente Wilson lo designó secretario adjunto de la
Armada en 1913; en 1920 fue candidato a vicepresidente por la lista
perdedora del Partido Demócrata con James M. Cox.
En 1921, Roosevelt se enfermó de poliomielitis, lo que le produjo la
pérdida del uso de las piernas. A pesar de esta discapacidad, Roosevelt
regresó a la política más adelante durante la década y fue elegido
gobernador del estado de Nueva York en 1928. En noviembre de 1932, fue
elegido presidente. Fue reelegido otras tres veces en 1936, 1940 y 1944,
y falleció en cumplimiento de sus funciones el 12 de abril de 1945.
ROOSEVELT Y LA CRISIS DE LOS REFUGIADOS
Cuando los nazis
tomaron el poder en Alemania en enero de 1933, Roosevelt, con menos de
dos semanas en su mandato, estaba absorto en la Gran Depresión y sus
consecuencias para los Estados Unidos y el resto del mundo. También se
estaba ocupando de crear su gabinete y de completar la transición a la
nueva administración demócrata. No obstante, el nuevo presidente estaba
extremadamente bien informado acerca del régimen de Hitler y sus
políticas antisemitas, y muy pronto percibió a la Alemania nazi como una
amenaza para intereses vitales de los Estados Unidos. Sin embargo, a
medida que la persecución de los judíos en Alemania se intensificaba
durante los años treinta, Roosevelt no incluyó entre sus prioridades un
esfuerzo por responder al creciente problema de los refugiados creado
por las políticas nazis.
Brindar albergue en los Estados Unidos para los refugiados judíos
alemanes era extremadamente difícil por diversas razones. Entre ellas se
encontraban cuestiones generales relacionadas con la inmigración en los
Estados Unidos. El nuevo sistema de cupo de la Ley de Inmigración y
Nacionalidad (Immigration and Nationality Act, INA) de 1924 en los
Estados Unidos impuso estrictas restricciones a la inmigración sobre la
base de la nacionalidad. Además, en 1930, el predecesor de Roosevelt, el
presidente Herbert Hoover, anunció que, dado el grave desempleo durante
la Depresión, a partir de ese momento las autoridades de inmigración de
los Estados Unidos interpretarían una prohibición de 1917 de la
inmigración personas “con probabilidades de convertirse en una carga
pública” para incluir a personas que tenían la capacidad de trabajar,
pero que, en las condiciones de la Depresión, tenían pocas
probabilidades de encontrar trabajo.
Dadas las continuas dificultades económicas en los Estados Unidos
durante los años treinta, el Gobierno de Roosevelt respaldó esta
interpretación extremadamente restrictiva de Hoover y excluyó con
eficacia a los refugiados judíos con formación profesional y,
potencialmente, a cualquier persona que no tuviera un trabajo
garantizado al llegar a los Estados Unidos. Finalmente, el Departamento
de Estado creó impedimentos burocráticos adicionales, tales como la
necesidad de proporcionar certificados de buena conducta expedidos por
la policía alemana.
El efecto neto de estos obstáculos administrativos y legales fue
reducir drásticamente la inmigración desde Alemania al 10% del cupo
asignado durante principios y mediados de los años treinta. Si bien era
claramente comprensivo ante la difícil situación de los alemanes judíos,
Roosevelt, sumamente consciente de la oposición en el Congreso y de la
antipatía entre el público en general hacia la inmigración a gran
escala, no interfirió demasiado en el proceso burocrático hasta 1938.
Tal como Louis Brandeis, juez de la Corte Suprema, escribió a Felix
Frankfurter, en aquella época profesor en la Facultad de Derecho de
Harvard, el 29 de abril de 1933: “F. D. (Franklin Delano) ha demostrado
ampliamente que no tiene sentimientos antisemitas… Pero esta medida o,
mejor dicho, determinación para que no haya ninguno (es decir, ningún
cambio en la política de inmigración de Hoover) es una vergüenza para
los Estados Unidos y para el Gobierno de F. D.”.
Sin embargo, la cantidad de inmigrantes judíos admitidos en los
Estados Unidos aumentó gradualmente durante los años treinta, a través
de los esfuerzos de Frances Perkins, secretario de Trabajo, entre otros.
El Departamento de Trabajo (que controló el Servicio de Inmigración y
Naturalización hasta 1940) realizó negociaciones con el Departamento de
Estado para limitar la cantidad de documentos que los solicitantes de
visas debían presentar e introdujeron la práctica de permitir que los
patrocinadores depositaran fianzas para garantizar que un solicitante de
inmigración no se convirtiera en una carga pública. El presidente
Roosevelt no tomó posición sobre estos temas.
Después de que la anexión de Austria por parte de Alemania en marzo
de 1938 generara una nueva avalancha de refugiados del Reich, la Casa
Blanca se involucró más en el tema de los refugiados. Roosevelt combinó
los cupos alemanes y austríacos y sondeó a su gabinete sobre la
posibilidad de sancionar una ley para aumentar el cupo estadounidense,
solamente para recibir la respuesta de que el Congreso no aprobaría
semejante ley. El 6 de julio de 1938, convocó una conferencia sobre los
refugiados en Évian-les-Bains (Francia). El presidente de los Estados
Unidos tenía la esperanza de que los países participantes se
comprometerían a recibir algunos refugiados, aunque su meta más amplia
era crear una organización intergubernamental que radicara judíos del
Reich en grandes cantidades en áreas remotas de África, América del Sur y
otros lugares. Roosevelt invirtió cierto tiempo y esfuerzo, y estaba
dispuesto a invertir algo de dinero, en estos esquemas de reasentamiento
masivo durante 1938 y 1939. A pesar de obtener poco éxito en términos
generales, su creciente participación en el problema de los refugiados
ayudó a completar los cupos para alemanes y austríacos por primera y
única vez: 27.300 alemanes y austríacos, en su mayoría refugiados
judíos, ingresaron en los Estados Unidos en 1939.
Sin embargo, para este momento, con cientos de miles de judíos del
Reich que pedían desesperadamente una visa estadounidense, el cupo no
era ni con mucho suficiente para satisfacer la demanda. Y Roosevelt
tampoco estaba dispuesto a impulsar flexibilidad alguna en las
restricciones del cupo, ni siquiera ante circunstancias excepcionales.
En junio de 1939, el presidente se negó a permitir el ingreso de los
pasajeros del St. Louis en los Estados Unidos. Esto hubiera
requerido un decreto ejecutivo o una ley del Congreso. De manera
similar, Roosevelt no tomó medidas con respecto al proyecto de ley
Wagner-Rogers, presentado en febrero de 1939, el cual hubiera admitido a
20.000 niños refugiados judíos en los Estados Unidos por fuera del
cupo. La pasividad del presidente hacia estos pedidos se debía, en
parte, a la feroz oposición política. Los opositores de Roosevelt en el
Congreso amenazan con introducir leyes que reducirían el cupo, en lugar
de aumentarlo.
Después de que la Alemania nazi inició la Segunda Guerra Mundial con
la invasión de Polonia, Roosevelt, como muchos funcionarios
gubernamentales y civiles estadounidenses, sospechaba que los refugiados
de la Europa controlada por los alemanas eran potenciales espías del
Eje, quienes proporcionarían inteligencia al enemigo y quienes, si se
les permitía radicarse libremente en los Estados Unidos, actuarían como
una “quinta columna” en caso de una invasión alemana o japonesa. Los
refugiados judíos eran especialmente vulnerables a esta percepción
porque se presuponía (y así era con frecuencia) que tenían familiares
bajo el control alemán, cuyas vidas podrían utilizarse como incentivo
para convertirlos en espías.
En una conferencia de prensa el 5 de junio de 1940, Roosevelt
declaró: “Ahora bien, por supuesto, se debe controlar al refugiado
porque, lamentablemente, hay algunos espías entre los refugiados, tal
como se ha comprobado en otros países. Y no todos ellos son espías
voluntarios. Es una historia bastante horrenda, pero en algunos de los
otros países a los que han ido los refugiados alemanes, especialmente
los refugiados judíos, descubrieron una gran cantidad de espías
absolutamente comprobados”. Mientras que en 1940 Roosevelt brindó su
apoyo a James G. McDonald, su asesor con respecto a los refugiados, para
facilitar la admisión de algunos miles de intelectuales, artistas,
políticos y rabinos europeos por encima del cupo, el Departamento de
Estado y los defensores de una política de inmigración restrictiva en el
Congreso prevalecieron en relación con el problema más general de los
refugiados. Como resultado, el flujo de refugiados disminuyó poco a poco
entre 1941 y 1945.
ROOSEVELT Y EL HOLOCAUSTO
Evaluar el papel de Roosevelt
durante el Holocausto se hace muy difícil debido a la relativa falta de
documentación acerca de su manera de pensar. Tras la entrada de los
Estados Unidos en la guerra en diciembre de 1941, Roosevelt y el primer
ministro británico Winston Churchill determinaron que la principal
prioridad de los aliados era ganar la guerra y que este era el mejor
método para rescatar a los judíos y otras víctimas de las potencias del
Eje. Frente a la propaganda nazi, que describía la participación de los
aliados en la guerra como en nombre de “los judíos”, Roosevelt y
Churchill decidieron no señalar el maltrato y el asesinato en masa de
los judíos europeos por parte de los alemanes como foco clave del
conflicto y prefirieron referirse en general a la meta de poner fin al
maltrato y asesinato de civiles bajo el régimen del Eje. Además, el
rescate de civiles en tiempo de guerra detrás de las líneas enemigas
seguía teniendo escasa prioridad para los aliados.
Después de la confirmación del Departamento de Estado en noviembre de
1942 sobre el intento por parte de los alemanes de aniquilar a los
judíos europeos, las autoridades estadounidenses y británicas, a
iniciativa de Gran Bretaña, llevaron a cabo una conferencia sobre los
refugiados en Bermuda, en abril de 1943. Aunque la revelación del
accionar alemán estimuló la presión pública para la toma de medidas, la
conferencia en Bermuda no generó nuevas iniciativas; sus magros
resultados aumentaron el enojo y la frustración de los judíos
estadounidenses que estaban decididos a rescatar a los correligionarios
restantes.
En enero de 1944, Roosevelt fue presionado por su secretario del
Tesoro, Henry Morgenthau, Jr., y por la comunidad judía estadounidense
para tomar algún tipo de medidas para rescatar a los judíos
sobrevivientes. Morgenthau presentó ante Roosevelt pruebas del sabotaje
sistemático de los modestos esfuerzos de rescate en Romania por parte
del Departamento de Estado. Roosevelt emitió un decreto ejecutivo para
instituir el Consejo de Refugiados de Guerra (War Refugee Board, WRB),
un organismo independiente del Gobierno de los Estados Unidos
directamente subordinado al presidente. Aunque las intenciones de
Roosevelt no se pueden documentar, la mayoría de los historiadores están
de acuerdo en que las designaciones del secretario de Guerra Henry
Stimson y del subsecretario de Estado Edward Stettinius en el Consejo
tenía el efecto de mantener el nuevo organismo bajo control y de
permitir que los funcionarios del Departamento de Estado interfirieran
con los planes y las medidas del Consejo. Por ejemplo, en la España
neutral, el embajador estadounidense Carlton Hayes, buscando evitar
conflictos con la dictadura pro-Eje de Francisco Franco, intentó detener
el flujo de refugiados, algunos de los cuales habían recibido ayuda del
WRB, de la Francia bajo ocupación alemana hacia España. A pesar de la
tardía fecha de su creación, el WRB facilitó el rescate de tal vez
200.000 judíos, lo que plantea dolorosas e intrigantes preguntas acerca
de lo que podría haber sucedido si tal esfuerzo se hubiera iniciado
antes.
Una evaluación equilibrada de las políticas de Roosevelt con respecto
a los refugiados judíos y al Holocausto también debe considerar el
contexto histórico general. Roosevelt estaba absorto por la grave
depresión económica y la guerra, y era consciente de los sentimientos
aislacionistas, antisemitas y xenófobos en el Congreso y entre el
público estadounidense. La burocracia de su propio Gobierno era, a fin
de cuentas, un impedimento para la inmigración a gran escala. Esta
oposición reflejaba el sentimiento popular general. Si bien Roosevelt
realmente simpatizaba con los judíos y otros sometidos al asesinato y al
terror patrocinado por el Eje, su participación en los problemas de los
refugiados y los esfuerzos de rescate se mantuvo escasa. Esta renuencia
a asumir riesgos políticos en relación con la política de refugiados
contrasta enormemente con su audacia como líder político en otros
ámbitos.
http://www.ushmm.org/wlc/es/article.php?ModuleId=10008091
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