Un soleado día de 1069, el soberano musulmán de Sevilla, al-Mutamid,
acompañado por sus cortesanos, realizó una excursión a un lugar que se
hallaba situado a cinco kilómetros al oeste de Córdoba. Allí se extendía
un inmenso campo de ruinas en el que las lagartijas se perdían entre
muros que antaño habían cubierto estancias palaciegas. Al-Mutamid y los
suyos "treparon por las estancias altas. Se sentaron sobre tapices
primaverales cubiertos de flores Bebieron copas de vino y pasearon
por el lugar, disfrutando, pero también reflexionando sobre la vida".
El lugar se prestaba a ese tipo de meditaciones: apenas setenta años
atrás se alzaba allí una ciudad rebosante de vida y de esplendor que,
sin embargo, fue destruida durante las luchas que acabaron con la
dinastía de los Omeyas en al-Andalus. Conforme la vegetación invadía los
antiguos palacios, la memoria del emplazamiento también acabó
borrándose. En época cristiana, el lugar sería conocido como "Córdoba la
Vieja" y la opinión más extendida afirmaría que allí había existido una
ciudad romana.
Fue sólo a finales del siglo XIX cuando textos
recuperados de las antiguas crónicas árabes confirmaron que el enclave
situado a poniente de Córdoba se correspondía con Madinat al-Zahra
(Medina Azahara), la ciudad que el califa omeya Abderramán III había
ordenado construir en torno al año 936. Todavía eran visibles allí
innumerables restos y ello permitió en 1911 dar comienzo a unos trabajos
arqueológicos que, con distintas alternancias, han continuado durante
el último siglo. Mil años después de su destrucción, Madinat al-Zahra ya
no es la orgullosa capital del califato omeya, ni tampoco un paraje
poblado por evocadoras ruinas, sino un conjunto arqueológico estudiado
atentamente por generaciones de investigadores que han sacado a la luz
los restos de una ciudad de 112 hectáreas, de las que sólo un tercio han
sido excavadas.
Para conocer
Madinat al-Zahra es necesario dejar a un lado las muchas leyendas que
los autores árabes trenzaron sobre la ciudad. Leyendas que hablan de una
favorita del califa Abderramán III, a la cual éste habría dedicado su
construcción, de estanques de mercurio que producían mágicos efectos
ópticos, o de pabellones cubiertos por tejados de oro. Nos dicen más
cosas y más certeras los mismos restos materiales. Para empezar, su
emplazamiento no fue fruto del capricho: Madinat al-Zahra se encuentra
en el lugar exacto en el que la montaña penetra en el valle del
Guadalquivir, lo que permitió a sus planificadores diseñar un sistema de
terrazas en el que las zonas más altas correpondían a la residencia del
califa y a las salas de audiencias, mientras que las más bajas se
destinaban a la ciudad propiamente dicha. El conjunto estaba unido a
Córdoba por tres vías que salvaban pequeños arroyos mediante grandes
puentes que todavía subsisten –como el de los Nogales–, mientras que un
complejo sistema de canalizaciones aprovechaba parte de la antigua
infraestructura romana para derivar conducciones nuevas, como el
acueducto de Valdepuentes.
Todas las construcciones de esta ciudad están realizadas con una
piedra arenisca similar a la empleada en la mezquita de Córdoba. Su
procedencia es local, concretamente de las canteras de Santa Ana de
Albeida, situadas al norte de Córdoba, y en ellas todavía son visibles
las huellas dejadas por la extracción de los sillares luego empleados en
las construcciones de la ciudad de Abderramán III. El mármol blanco,
procedente de Estremoz (Portugal), aparece en columnas y capiteles que
revelan la extraordinaria maestría de los artesanos califales, capaces
no sólo de labrar exquisitos detalles de decoración vegetal, sino
también de incluir inscripciones en árabe con bendiciones al califa o
menciones a los encargados de la construcción.
El mármol –o más
raramente el alabastro– también aparece en pavimentos de las estancias
más destacadas –e incluso en alguna letrina–, con losas de grosor y
tamaño impresionantes. En otras zonas se empleó un tipo de caliza
violácea, también de procedencia local, que ofrecía un exquisito
contraste con los muros estucados en blanco y con decoraciones en color
rojo almagra. Si a todo ello se unen las zonas ajardinadas, las fuentes,
los estanques y la profusa decoración de atauriques (arabescos) con
interminables motivos vegetales podremos entender por qué algunos
autores árabes llegaron a afirmar que se trataba de una de las ciudades
más espléndidas jamás construidas por el hombre.
Gracias
a los arqueólogos sabemos qué función tenía cada uno de los espacios
que forman el alcázar (recinto fortificado). No hay duda, por ejemplo,
de que en la parte más alta de la ciudad se situaba la residencia del
califa, la llamada dar al-mulk o "morada del poder". Aunque hoy muy
arrasada, aquí se alzaba una gran vivienda, posiblemente con un espacio
para el harén, en el que una terraza dominaba toda la ciudad que se
extendía hacia el valle del Guadalquivir.
Los restos arqueológicos
del alcázar de Madinat al-Zahra confirman que, aparte de la casa del
califa, sólo existían allí otras dos viviendas de prestigio: la de su
primogénito y sucesor, el futuro al-Hakam II, y la del personaje más
poderoso de la administración, Yafar al-Siqlabi, un eunuco que manejaba
todos los resortes de la maquinaria burocrática del Estado. Los demás
hijos del califa vivían en Córdoba, apartados de la política. El resto
del sector occidental del alcázar estaba destinado a gentes y espacios
dedicados al servicio o a la guardia de estos personajes. Ello explica,
por ejemplo, el horno existente en una zona dedicada a la manipulación
de alimentos o el cuerpo de guardia situado estratégicamente en pleno
corazón del alcázar.
Madinat al-Zahra fue concebida también como
un gran escenario para la representación del poder del califa. Cuando
llegaba una embajada extranjera, accedía a la ciudad a través de una
puerta triunfal formada por ocho grandes arcos y situada a levante.
Franqueada esa puerta, soldados y multitud de sirvientes acompañaban a
los recién llegados a través de un dédalo de callejuelas interiores que
les conducían a las salas de representación y de reuniones solemnes que
se encontraban en la parte oriental del alcázar. Otro de los primeros
edificios que veían los recién llegados era la mezquita principal –había
al menos dos más en otras zonas de la ciudad–, perfectamente visible
por su minarete y por su inequívoca orientación hacia el sureste,
mirando hacia La Meca.
El lugar principal del alcázar de Madinat
al-Zahra lo ocupaba el salón Rico, un gran espacio que se abría a un
estanque y a un enorme jardín en cuyo centro se elevaba un pabellón de
recreo. El edificio que vemos hoy en día es una reconstrucción muy fiel
realizada por el gran arqueólogo Félix Hernández en la década de 1940, a
partir de los restos originales encontrados en la excavación. El salón
consta de tres naves cubiertas con arcos. La bella decoración de sus
muros contiene motivos vegetales aparentemente idénticos, pero que,
estudiados en detalle, resultan ser todos diferentes. La fachada también
estaba decorada –como revelan estudios recientes–, y ello daba al lugar
un carácter muy especial al presentarse como continuación de la
vegetación del jardín y el estanque contiguos.
Aquí
tenían lugar las grandes recepciones a las que tan aficionado era sobre
todo al-Hakam II (961-976). El califa se situaba en el centro del salón
rodeado por los grandes personajes de la corte, mientras se abrían las
grandes puertas que daban al jardín, en cuyos andenes se alineaban en
pie otros dignatarios dispuestos con sumo cuidado de acuerdo a su rango;
los más poderosos eran los más cercanos al califa, y los más alejados
eran los inferiores. El protocolo era muy estricto y contemplaba tanto
el saludo al propio califa como interminables discursos y largas
composiciones poéticas que rivalizaban por ensalzar al soberano hasta el
paroxismo: «Viniste al mundo con tan buena estrella, que contigo el
progreso hace olvidar un año por el próximo», llegó a decirle un poeta a
al-Hakam II en una de esas recepciones.
A la muerte de al-Hakam
II, estas recepciones empezaron a abandonarse. Su hijo y sucesor, Hisham
II, accedió al poder de forma irregular, pues era todavía un niño y la
ley musulmana prohibía taxativamente el nombramiento de un menor como
califa. Los grandes dignatarios de la corte comenzaron a rivalizar para
hacerse con el poder. Éstas fueron las circunstancias que cimentaron el
ascenso del célebre Almanzor, quien pronto convirtió a Hisham II en una
figura decorativa, mientras él mantenía el control efectivo del Estado.
De hecho, Almanzor decidió construir una ciudad palatina propia, Madinat
al-Zahira, situada a occidente de Córdoba y que hasta la fecha no ha
podido ser localizada. Eclipsada por su nueva rival, Madinat al-Zahra se
convirtió en la carcel dorada de Hisham II, en la que el joven califa
vivía entregado a sus placeres y de la que apenas salía más que en
ocasiones muy señaladas. La ciudad quedó así fosilizada en torno a un
califa que era la sombra de un califa, y una administración que ya no
administraba nada. En ese tiempo marcado por el dominio de Almanzor, en
torno al año Mil, lo que nadie podía sospechar, sin embargo, era que los
días de la ciudad y del propio califato omeya estaban contados.
Hasta aqui,disfrutamos de una pequeña parcela de la parte histórico-arquitectónoca de este fastuoso Palacio ahora recordemos alguna de sus leyendas y lirica...
"La melancolia de Abderraman III"
Hace tiempo, leyendo una revista, encontré algo que llamó mi atención. Al parecer, el primer califa omeya de Córdoba, Abderramán III, sufrió los últimos meses de su vida “melancolía involutiva” , era incapaz de hablar sin llorar. Me resultó más enfermizo aún, el hecho de que se hablara de que, durante toda su vida, llevase a alguien consigo que anotase los días de felicidad que había vivido. Estas anotaciones le permitieron llegar a la siguiente conclusión:
“He reinado más de cincuenta años, en victoria o paz . En esta situación, he anotado diligentemente los días de pura y auténtica felicidad que he disfrutado: suman catorce.....No cifréis por tanto vuestras esperanzas en las cosas de este mundo."
Entonces me pregunté, ¿por qué catorce días?¿cómo es posible que alguien tan poderoso hubiera disfrutado de tan poco tiempo de felicidad, teniendo una vida tan dilatada?
https://www.arriadhotel.com/portfolio/medina-azahara/
Hasta aqui,disfrutamos de una pequeña parcela de la parte histórico-arquitectónoca de este fastuoso Palacio ahora recordemos alguna de sus leyendas y lirica...
"La melancolia de Abderraman III"
Hace tiempo, leyendo una revista, encontré algo que llamó mi atención. Al parecer, el primer califa omeya de Córdoba, Abderramán III, sufrió los últimos meses de su vida “melancolía involutiva” , era incapaz de hablar sin llorar. Me resultó más enfermizo aún, el hecho de que se hablara de que, durante toda su vida, llevase a alguien consigo que anotase los días de felicidad que había vivido. Estas anotaciones le permitieron llegar a la siguiente conclusión:
“He reinado más de cincuenta años, en victoria o paz . En esta situación, he anotado diligentemente los días de pura y auténtica felicidad que he disfrutado: suman catorce.....No cifréis por tanto vuestras esperanzas en las cosas de este mundo."
Entonces me pregunté, ¿por qué catorce días?¿cómo es posible que alguien tan poderoso hubiera disfrutado de tan poco tiempo de felicidad, teniendo una vida tan dilatada?
Abderramán
era nieto del emir de Córdoba. Hijo de musulmán y cautiva cristiana, su
padre murió veinte días después del nacimiento de Abderramán, por una
paliza que le propinó uno de sus hermanastros. Desde entonces pasó a
vivir en el harén de su abuelo, en compañía de su madre,el resto de
concubinas, hermanastros de su padre, sirvientes, esclavas, amas de
cría, eunucos... Al frente del harén se encontraba una de sus tías,
concretamente la hermana del que mató a golpes a su padre. Así que es de
suponer que la vida de Abderramán en el harén no sería el culmen de la
felicidad. Cuando falleció su abuelo, fue Abderramán quien ocupó su
lugar en lugar de sus tíos (hijos de su abuelo). Algunas crónicas
aseguran que existió una asamblea para proceder a su nombramiento , pero
la mayoría opta por creer las tan recurrentes intrigas palaciegas.
Sometió a los rebeldes de sus fronteras internas y mantuvo a raya a los
reinos cristianos del norte y la expansión fatimí de la frontera sur.
Abderramán, convirtió a Córdoba en la principal ciudad de Europa Occidental, alcanzando el millón de habitantes. Impulsor de la cultura, construyó bibliotecas, fundó una universidad, escuela de Medicina,otra de traductores. Amplió la Mezquita y construyó Medina Azahara, donde residió hasta su fallecimiento. Se ha mantenido durante mucho tiempo, que la la construcción de Medina Azahara fue inspirada por una de sus concubinas, sin embargo, actualmente los historiadores se decantan porque esto no es más que una leyenda.
Su sucesor fue su primogénito Al-Akem, que accedió al califato a los 45 años,habiéndose visto privado de mantener trato con mujer alguna (según dicen), durante la vida de su padre, para evitar que formase su propio harén y conspirase contra Abderramán. El nombramiento de Al-Akem , como heredero, provocó también rencillas. Llegando a conspirar abiertamente contra su padre y su hermano, otro de los hijos de Abderramán, llamado Abd-Allah. Este infante es calificado como un hombre de saber, cabal, consciente, y fue condenado a muerte además de por la evidente conspiración porque desaprobaba la mala conducta de su padre, su actuación despótica. Y es que Abderramán III, es calificado por unos como un consumado gobernante, sagaz, inteligente,generoso... y por otros como un déspota, cruel, maltratador , sanguinario, aficionado al alcohol, que no había sentido nada cuando mandó ajusticiar a su propio hijo. Ya dice el refrán que, cuando uno pone el culo al sereno, unos dicen que es blanco y otros que es negro. Abderramán III, ha llegado hasta nosotros con sus luces y sombras, y por supuesto, con su tristeza. Continúo preguntándome, qué llevo a este hombre a llevar una especie de calendario para contabilizar sus días buenos y malos, cómo midió su felicidad, qué entendía por tal.
Abderramán, convirtió a Córdoba en la principal ciudad de Europa Occidental, alcanzando el millón de habitantes. Impulsor de la cultura, construyó bibliotecas, fundó una universidad, escuela de Medicina,otra de traductores. Amplió la Mezquita y construyó Medina Azahara, donde residió hasta su fallecimiento. Se ha mantenido durante mucho tiempo, que la la construcción de Medina Azahara fue inspirada por una de sus concubinas, sin embargo, actualmente los historiadores se decantan porque esto no es más que una leyenda.
Su sucesor fue su primogénito Al-Akem, que accedió al califato a los 45 años,habiéndose visto privado de mantener trato con mujer alguna (según dicen), durante la vida de su padre, para evitar que formase su propio harén y conspirase contra Abderramán. El nombramiento de Al-Akem , como heredero, provocó también rencillas. Llegando a conspirar abiertamente contra su padre y su hermano, otro de los hijos de Abderramán, llamado Abd-Allah. Este infante es calificado como un hombre de saber, cabal, consciente, y fue condenado a muerte además de por la evidente conspiración porque desaprobaba la mala conducta de su padre, su actuación despótica. Y es que Abderramán III, es calificado por unos como un consumado gobernante, sagaz, inteligente,generoso... y por otros como un déspota, cruel, maltratador , sanguinario, aficionado al alcohol, que no había sentido nada cuando mandó ajusticiar a su propio hijo. Ya dice el refrán que, cuando uno pone el culo al sereno, unos dicen que es blanco y otros que es negro. Abderramán III, ha llegado hasta nosotros con sus luces y sombras, y por supuesto, con su tristeza. Continúo preguntándome, qué llevo a este hombre a llevar una especie de calendario para contabilizar sus días buenos y malos, cómo midió su felicidad, qué entendía por tal.
VERSOS DE ABDERRAMAN III
"Si yo pudiese mandar en mi amor quizás no la querría, pero a tanto no
llega mi poder. No la amo porque sus labios sean dulces ni brillantes sus
ojos, ni sus párpados suaves. No la amo porque entre sus dedos salte mi gozo
y juegue como juegan los días con la esperanza. No la amo porque su cuerpo
sea para mí la única primavera. No la amo porque al mirarla sienta en la
garganta el agua y al mismo tiempo una sed insaciable. La amo sencillamente
porque no puedo hacer otra cosa que amarla"
CONFIDENCIAS ANTES DE MORIR
También en el dolor fui más. Lamento
deciros con retraso que yo era
un alfanje sin fin y una manera
de aceptar mi interior derrocamiento.
No quise divulgar mi sufrimiento
por no haceros la envidia llevadera.
Nadie me conoció más que por fuera,
como el alto ciprés conoce al viento.
El laurel fue costumbre de mi frente,
la mujer de mi noche, el inminente
jazmín bajo los astros a mi lado.
Todo lo tuve. Cuanto el cielo abarca.
Recordad siempre al más feliz monarca:
Abderramán III el desdichado.
https://historia.nationalgeographic.com.es/a/medina-azahara-ciudad-brillante_6855
https://antonicuevas.blogspot.com/2016/06/de-vuelta-la-antigua-madinat-al-zahra.html
https://www.arteguias.com/palacio/palaciomedinaazahara.htm
https://www.arteporexcelencias.com/es/articulos/madinat-al-zahra-la-ciudad-brillante
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