miércoles, 23 de octubre de 2019

SAFO Y LA ESCUELA DE LAS MUSAS




No son muchos los datos  acerca de la que fue (y sigue siendo) la más célebre poetisa griega de la Antigüedad...Safo y desde luego la que más ha dado que hablar desde entonces hasta hoy, no sólo evidentemente por cuestiones estético-literarias: la famosa y renombrada Safo(Psapfo, Sapfo, Saffo, Sapho); y no faltan tampoco algunas conjeturas sobre si acaso el nombre mismo pudo ser también un pseudónimo o un sobrenombre o apodo (éso sí: de una mujer en todo caso) hipotéticamente derivado del término sápfeiros, "lapislázuli", aunque este vocablo griego es con seguridad un préstamo lingüístico de los antiguos idiomas semíticos coetáneos, donde significaba también "zafiro".
Pues bien Safo  vivió entre los siglos VII y VI a.C.; era natural de Mitilene, la capital de la isla griega de Lesbos, de hermosas ensenadas, la mayor de las islas egeas situadas al costado de Asia Menor. 
Dirigió una reputada escuela  de carácter internacional, para jovenes griegas  de diversas ciudades helénicas insulares y continentales y que allí recibían enseñanzas de música, poesía, canto y danza,entre otras.
Escribió en dialecto griego eolio,e indudablemente  Safo innovó la poesía griega, no sólo con la "nueva" estrofa que se supone inventada o al menos popularizada literariamente por ella y luego llamada "estrofa sáfica", y con otras innovaciones métricas peculiares (todo lo cual viene a ser algo así como su "firma" y sus intencionadas señas de autoría e identidad en un género de poesía cantada de procedencia femenina, tradicional y anónima), sino aportando también bastante originalidad en el tratamiento intimista y personal de los temas tradicionales de la llamada "lírica monódica" (ésto es, "para una sola voz", la del solista que la cantaba sobre un ligero acompañamiento musical de flauta o de lira, de ahí el nombre de poesía lírica). 
Aparte de estos datos, y de los que se deducen explícita o implícitamente de sus propios poemas conservados (de los lamentablemente pocos e incompletos fragmentos que de la totalidad de su obra poética han llegado hasta nosotros a través de citas textuales de otros autores y comentaristas antiguos posteriores a ella), casi todo lo demás pienso que son  mitificaciones,además de unas cuantas anécdotas adicionales sobre la vida personal de la poetisa, en general tan legendarias y ficticias como extravagantes a veces: así, por ejemplo, su supuesto enamoramiento apasionado de un tal Faón -que parece ser en realidad el epíteto de alguna divinidad apolínea o incluso quizá del propio dios Apolo- y su consiguiente y no menos supuesto suicidio por amor al verse desdeñada, arrojándose al mar Jónico desde los acantilados de la isla de Léucade (en realidad, parece ser que Safo no salió mucho de Lesbos y que murió de muerte natural a edad avanzada)
Y es que en la antigüedad grecolatina, en el subgénero que podríamos llamar "mito-biográfico" o "pseudobiográfico", no hay personaje famoso que no esté rodeado de una legendaria aureola de llamativas anécdotas más o menos inverosímiles o incluso bastante estrafalarias. Tuvo Safo (su figura más que su obra) muchos irónicos detractores posteriores: ni que decir tiene que fue sobre todo el sarcasmo de los comediógrafos griegos el que más se cebó en criticar y ridiculizar la figura de esta mujer.



Safo es desde luego la más brillante de las escasas de poetisas griegas menores cuyos nombres y minúsculos fragmentos se han conservado, y que no son tampoco (como bien ha recordado un helenista contemporáneo) nada mediocres literariamente.
Pero es que además Safo es también  muy superior incluso a otros muchos poetas griegos que pasan por ser los más grandes de su tiempo y de todos los tiempos (aunque, como es natural, los gustos personales no sean nada concluyentes en la consideración objetiva de los fenómenos estéticos en general y de las cuestiones literarias en particular). El caso es que, si muchos fueron los críticos o los ridiculizadores, aun más numerosos o por lo menos más relevantes fueron sus elogiadores y rendidos admiradores entre las sucesivas generaciones literarias griegas y latinas, que le profesaron una profunda admiración tanto por la belleza formal de su poesía como por la propia simpatía personal que (más o menos mitificadamente) despierta la lectura de la poesía de esta excepcional mujer. El filósofo Platón (s. IV a.C.) la denomina elogiosa y tópicamente "la décima Musa", cuando ya la figura, la vida y la obra de Safo estaban sobradamente mitificadas y divulgadas; el ensayista y polígrafo Plutarco (s.I-II d.C.) la califica de "maravilla humana"; los poetas latinos Horacio y Catulo, entre otros muchos, la imitan formalmente y adaptan la "estrofa sáfica" a su propia poesía en latín. Para sus compatriotas lesbios la poetisa fue siempre una gloria y un motivo de orgullo nacional, llegando incluso a representar su efigie en algunas monedas posteriores, mientras que los escultores la reproducían en mármol y los pintores la representaban en las cerámicas, en retratos más o menos ficticios, idealizados o convencionales. Hubo, pues, una indudable "safo-manía" o "mitomanía sáfica", que duró prácticamente durante toda la Antigüedad grecolatina y que mantuvo un tono equilibradamente sostenido (sin excesiva polémica) entre la ironía hacia el personaje y la profunda admiración hacia la obra y hacia la persona.



Pero los varios libros de poesía que de ella se conservaban y copiaban (con su correspondiente música anotada) no tuvieron finalmente la suerte que merecían a la hora de ser recopiados por los monjes medievales o de sobrevivir a los propios azares de la transmisión manuscrita. No hay que pensar, sin embargo, que fueron deliberadamente ignorados debido a la poco recomendable circunstancia de haber sido compuestos por una mujer, y por una mujer especialmente admirada por la Antigüedad pagana, y mucho menos por la supuesta escabrosidad erótica de sus temas poéticos (cosas muchos más escabrosas se conservaron de otros poetas y literatos, lo que lleva a suponer que esa gran parte perdida de la obra de Safo era cualquier cosa menos escabrosa, pues si en verdad lo hubiese sido es muy probable que se hubiera conservado); pero sin duda tuvo alguna influencia en esta importante pérdida la  misoginia de algunos venerables abades de los monasterios medievales.
Fuera como fuese, el caso es que la mayor parte de esta obra poética se ha perdido para nosotros, y tan sólo nos quedan las mencionadas citas textuales que de algunas de estas composiciones dejaron escritas algunos comentaristas antiguos en sus propios libros (a veces estrofas enteras, a veces unos breves versos (o incluso  vocablos empleados por la poetisa), para mostrar tal o cual particularidad métrica o estilística), y poca cosa más, descontados algunos esporádicos hallazgos papiráceos de composiciones más completas, en especial un himno entero dedicado a Afrodita y alguna otra oda suelta. Ésto es todo lo que ha podido rescatarse de su poesía, pero aunque ciertamente no es mucho, es al menos lo suficiente para dejarnos un buen sabor de boca y para darnos una idea a partir de unas pocas migajas (además sin música) de lo que antaño debió de ser uno de los panes más redondos y tiernos de los que se cocieron en los hornos poéticos de la Antigüedad.



Los testimonios directos coetáneos (y más o menos objetivos) que tenemos sobre Safo, procedentes de sus propios contemporáneos, son tan escasísimos y ambiguos que casi se pueden reducir, resumir y ejemplificar en ese famoso y descriptivo verso (verso métricamente "sáfico", además) que le dedicó otro poeta coetáneo , Alceo de Mitilene, quien ,entre el juego de la adivinanza poética o la evocación nostálgica,la describe así:
       "(tu) dulce sonrisa, (tu) pureza, (tus) azulados rizos... ¡ Safo !
No se trata en este caso de una mitificación de la persona, sino de una poetización de sus mejores cualidades personales, visibles e invisibles; y dado que este verso es sin duda (descontados los fragmentos conservados de la propia obra de Safo) lo más directo que tenemos sobre ella, creemos que no está de más detenernos un poco en su análisis y exprimirlo bien para sacarle todo su jugo poético.
En efecto, si más allá de los tópicos y convenciones literarias creemos que estos adjetivos ("de dulce sonrisa", "pura", "de azulados rizos") pueden ser tal vez la más analítica, condensada y exacta descripción física que poseemos de esta mujer por alguien que la conoció y trató personalmente, es preciso profundizar todo lo posible en esos exiguos datos poéticos, hasta adivinar o descubrir desde ellos el otro lado de la personalidad de Safo (sus cualidades anímicas y morales).
Resumiendo:" la sonrisa de Safo (es lícito al menos imaginarla) debía de ser en todo caso algo muy "especial", una sonrisa que (naturalmente) era esporádica y no excluía ni la tristeza interior ni otros sentimientos ocasionalmente menos "alegres", pero que al parecer era también bastante consustancial y definitoria de esta mujer y bien conocida por sus íntimos y por cuantos la trataron de cerca (como el propio Alceo que aquí la retrata)".
Safo es pura," porque transparenta y expresa pureza (limpieza anímica interior), por mucho que las habladurías digan lo contrario, por mucho que esas habladurías sean ciertas o no: lo importante es que, haga ella lo que haga, el fondo de esta mujer será siempre puro y su expresión siempre reflejará pureza (éste es sin duda su rasgo más "divino", el que la señala como especialmente protegida por la Divinidad). A esta "santidad" especial, visible en su rostro,  (sonrisa limpia de toda ironía y malicia específicamente femeninas), visible en su cabello de rizos negros que brillan como nimbados por un halo o aura especial, es a lo que parece aludir el poeta.
Safo es pura porque vive ensimismada en sí misma y de sí misma, pero no para sí misma (recordemos el teresiano "vivo sin vivir en mí"); y como ella misma, también su poesía es pura, porque está concebida por encima y al margen de las impurezas eróticas masculinas y de otras pasiones "sucias" típicamente masculinas (la política, por ejemplo, que tantos apasionamientos y sinsabores -incluidos algunos destierros de su isla natal- proporcionó a su compatriota Alceo). Pero Safo vive ensimismada y entregada a sus alumnas y pupilas, al Amor, a la poesía y a su didáctica, a las Musas, en definitiva. Ésas son en todo caso sus más puras y auténticas pasiones.


La siguiente cuestión es: ¿cómo se veía Safo a sí misma?, pues realmente la cuestión de cómo la pudieron o podemos ver los demás desde los reflejos o "impresiones" anímicas que transmiten sus poemas dependerá en todo caso de las propias "proyecciones psicológicas" más o menos conscientes o inconscientes de los que la juzgamos o prejuzgamos o del grado en que se acierte a ver con plena objetividad lo que ella misma transmite de sí misma (tanto consciente como inconscientemente); se trata, pues, de no confundir la impresión (subjetiva, objetivizada) con la expresión (objetiva, subjetivizada). Ahora bien, lo literario es siempre un velo, una máscara del autor, un aparente des-velarse en el que en realidad no hay desvelamiento alguno, sino más bien todo lo contrario: ocultamiento y enmascaramiento de sí mismo (por lo menos en la inmensa mayoría de los poetas de todos los tiempos, lugares y mundos). 
Desde luego Safo es una mýstis (iniciadora), en el sentido en que es ante todo una maestra, una maestra e iniciadora que tiene a su cargo la educación de unas discípulas adolescentes , y en la medida en que su propia poesía es también indudablemente didáctica (a la manera femenina)  una poesía la suya en la que lo "moral" es algo mucho más implícito,  pues es ante todo una ética profunda que procede de la religiosidad más íntima, no de la "moral" como costumbre religiosa, social, política, convivencial o meramente cultural.
Sobre la naturaleza de esa escuela o internado dirigido por Safo, los comentaristas modernos no se ponen de acuerdo a la hora de determinar si se trataba propiamente de una "escuela"  o si era más bien un internado femenino de tipo religioso iniciático (de tipo conventual, podríamos decir) que funcionaba como una pequeña comunidad dedicada al culto de determinadas divinidades (en especial de Afrodita, la diosa del Amor), es decir, una escuela en la que residían en régimen de internado esas jovenes donde aprendían música, danza, poesía, canto y otras "musas" (de ahí su nombre de "escuela de las Musas").
Antiguo templo eolico de Klopedi

Se carece de datos para reconstruir los aspectos predominantes en la vida cotidiana de este internado . Pero considerada la joven edad de las pupilas, parece que no puede pensarse en un ambiente similar al de los harenes orientales o incluso al de los propios gineceos femeninos de la sociedad griega.   
           "...Manzana sabrosa y bella
           que en alta rama enrojece...

           ¿La olvidó el cosechador?

           De éso nada, bien la vió...

           ¡No pudo llegar a ella! "

Con ello entremos en la cuestión principal: ¿Cómo era Safo?, ¿cómo era (a grandes rasgos) su psicología, su dinámica psicológica básica, su "complejo psicológico principal"? Antes hemos hablado (metafóricamente, claro está) de "la monja Safo". Era tan sólo una primera aproximación para entender y hacer más comprensible algunos de los aspectos propiamente "místicos" de su poesía, y de paso para contextualizar comparativamente esa especie de "colegio-internado-convento" que ella dirigió. La metáfora podrá parecer quizá un tanto improcedente, por excesivamente anacrónica, pero creemos que en el fondo no lo es tanto, por lo menos en orden a ubicar su figura y su obra en un contexto que era sin duda básicamente religioso en sentido amplio, en modo alguno "laico" o "profano" en el sentido etimológico del término.
Se está hablando de una persona que vivió hace más de 2600 años, en otro tiempo, en otro lugar, en otra civilización. Esa civilización, la helénica, era muy compleja y variada, muy dinámica y acumulativa, muy evolutiva en sí misma, y sin duda también mucho más extraña de lo que ha supuesto la erudición moderna y contemporánea y de lo que nos gustaría creer a los occidentales de hoy. En las obras de un Platón, en las delicadas bellezas de la poesía griega (no digamos ya en las rudas y no menos hermosas bellezas de la poesía homérica), en la tragedia y en la comedia griegas, en toda la literatura, el arte, la filosofía y el pensamiento griego en general, se establece una cálida corriente de comprensión que las hace "perfectamente" asequibles para el lector moderno, una comprensión aparentemente casi inmediata, sin intermediarios. Ahora bien, Platón no son sus escritos, Píndaro o Anacreonte no son sus poemas, en la medida en que la persona no tiene por qué coincidir (no coincide casi nunca de hecho) con su obra. Podemos sin duda entender esas obras, pero las personas (el Platón real, el Píndaro real...), si las pudiésemos conocer directa y personalmente, serían para nosotros (occidentales modernos) incomprensiblemente extrañas en casi todo, pues comprobaríamos quizá que no tenemos absolutamente nada en común con ellos y que ni siquiera podríamos tal vez sostener con ellos una conversación interesante de más de un minuto , aun en el supuesto de que fuéramos verdaderos "especialistas" en sus obras. Y ellos, seguramente, no nos mirarían tal vez como nosotros a ellos,  sino que muy probablemente ni siquiera nos prestarían más atención que la que prestarían en principio a unos "bárbaros" más, de los muchos que pululaban  cotidianamente por las ciudades griegas. Y no digamos ya si asistiéramos personalmente a algunos de los espectáculos  helénicos (a sus extrañas competiciones deportivas, a sus no menos extrañas representaciones teatrales integrales), o a sus ceremonias religiosas, o a sus rituales religioso-mistéricos, o a sus fiestas, o a sus actividades políticas, o a sus guerras: quedaríamos seguramente tan desconcertados en unos casos como aterrados en otros, a pesar de lo que sobre todo ello creíamos saber (y no cabe dudar de que estaríamos muchísimo más a gusto entre los individuos de cualquier tribu amazónica marginal contemporánea que entre estos "griegos" o "helenos" que creíamos tan cercanos).


Safo es ante todo una mujer griega, y además una griega lesbia de época arcaica (a más de 200 años de distancia por encima del ateniense Platón, a más de 150 años del historiador Heródoto, y más o menos contemporánea del rey asirio Asurbanipal, del asedio de Jerusalén por el rey caldeo Nabucodonosor, de la destrucción de la ciudad asiria de Nínive por los medos, de la época de apogeo de los tartesios ibéricos, etc). Era, en efecto, una griega de época arcaica (no de época "clásica"), con primitivas costumbres griegas tradicionales, con religiosidad griega arcaica y tradicional, con arcaicos esquemas mentales griegos de comprensión del mundo (incluido el mundo de los fenómenos anímicos, afectivos y psicológicos). En la poesía sáfica encontramos ciertamente unos sentimientos recurrentemente universales, de ayer, de hoy y de siempre: amor, celos, nostalgias, afectividad, sensibilidad, delicadeza, belleza, y todo un mundo de sensaciones y de experiencias anímicas típicamente  humanas. Ahora bien, los sentimientos (como contenido) son una cosa, y los sentimientos como expresión (y como comprensión, y hasta como impresión) son otra muy distinta. La vivencia (incluso la vivencia humana más intensa de todas, como es el Amor) no coincide casi nunca con su propia experiencia, y en todo caso tiene formas y "tempos" muy distintos según las personas, las mentalidades y las propias circunstancias personales. Pero la persona, precisamente, es lo más inaprensible a través de sus obras (las cuales son algo así como el negativo de una fotografía que  no pudiera "revelarse" por los procedimientos habituales sin autodestruirse a sí misma). Incluso la poesía es sólo un reflejo, un artificio, una sombra, no ya tan sólo de la persona, sino de sus propios sentimientos y vivencias. En rigor, la poesía es vivencia tan sólo en el momento o instante de vivirla, no en el de su creación y composición, y menos aun en el de su recreación, por lo que de hecho no es válida ni siquiera como "reproducción" de la vivencia integral (y mucho menos como "traducción" de esa vivencia), sino sólo como reproducción de una experiencia (aproximativa), de unas experiencias de hecho muy alejadas ya de los propios sentimientos vivenciales descritos en ella. Pero la vivencia en cuanto tal, la poesía real (no tan sólo la formal), y sobre todo la autora, la poetisa misma, en definitiva se nos escapan.
Dicho todo ésto, estamos ya quizá en mejores condiciones para intentar acercarnos con más objetividada la persona y a la personalidad de la autora, y en especial a su obra. Pero como la persona resulta del todo inaprensible en lo esencial de sus vivencias, a lo único que podemos acercarnos es a la "idea" que ella tiene y expresa de sus propios sentimientos, es decir, a algunas de sus concepciones expresadas metafóricamente en sus poemas. Por ejemplo, su concepción del Amor. Lejos está la posterior concepción filosófica que Platón desarrolla y expone en "El Banquete" (en boca precisamente de  una sacerdotisa y supuesta cortesana  llamada Diótima de Mantinea), con la distinción entre el amor terrenal (físico), procedente de una "Afrodita terrestre", y el Amor espiritualizado, psíquico-afectivo, procedente de una "Afrodita urania (=celeste)", según la explicación metafórica para la comprensión de este complejo fenómeno afectivo; en realidad, lo que vulgarmente se denomina "amor platónico" no es (al menos en Platón) más que un primer intento en el pensamiento griego (y en la literatura griega) por distinguir nítidamente los aspectos psicofisiológicos y los aspectos puramente psicoanímicos del proceso amoroso.
La Afrodita sáfica no es ni representa exactamente el Amor, sino más bien la potencia psíquica dominadora  de una psique que se encuentra poseída por los efectos de la pasión amorosa (quizá negativos, si la diosa no interviene y se mantiene lejos, o quizá positivos, si la diosa "posee" a su vez al poseído y le ayuda a controlar la situación en su provecho).
Estatera, moneda de  Lesbos

Se trata, evidentemente, de una concepción arcaica,  como lo era la mentalidad griega para ésta y para otras muchas cuestiones estrictamente psicológicas (los griegos no inventaron, ni esbozaron siquiera, una psicología conceptual y empírica, pero tenían algo mejor y más completo y efectivo: una elaborada mitología como expresión y descripción metafórica inconsciente de todos los complejos y procesos psicológicos, y un no menos elaborado ritual religioso-terapéutico que incluía ritos de todo tipo e incluso psicoterapias colectivas escenificadas como espectáculo). Sin embargo, a pesar de su carácter teóricamente rudimentario, esta concepción arcaica y pre-platónica constituye una clara visión bastante completa sobre los efectos, la dinámica y la integralidad de este fenómeno psicoafectivo integral que llamamos "amor". La poesía le sirve a Safo, entre otras cosas, para objetivar el sentimiento, y en definitiva también para controlarlo y no ser controlada y dominada por él.

Para terminar, una version de  himno sáfico dedicado a Afrodita. No es el mejor (el más sugestivo) de los poemas fragmentarios conservados de Safo, ni seguramente tampoco el más asequible para el gusto occidental contemporáneo (por cuanto es uno de los más arcaicos y extraños), pero sí que es al menos el más completo que se conserva y uno de los más característicos dentro de los de tema religioso, es decir, de los "poemas-plegaria", que son minoritarios entre los conservados, aunque no sabemos si también lo eran en la obra original completa.

A tí quiero invocarte, a tí, ¡AFRODITA!,

            la maquillada de pintaditas flores,

            diosa inmortal de bucles seductores

            y del gran Dios la niña favorita.

            A mí no me doblegues, mi señora,

            el corazón con malas decepciones

            ni tampoco con falsas emociones,

            pero acude hasta aquí, como solías,

            cuando mis voces recorriendo espacios

            a tí llegaban y tú te deshacías,

            y atrás dejando al Padre y su palacio,

            en tu dorado carro aquí venías:
            avestruces veloces y bellísimos,
            con el batir espeso de sus alas,
            lo arrastraban y al punto te traían
            desde los cielos claros y limpísimos
            hasta la tierra que ya se oscurecía.
            Y entonces tú, mi diosa más dichosa,
            con tu inmortal semblante sonriendo
            me preguntabas cuál era la razón 
            de que de nuevo te fuera requiriendo, 
            y qué otra cosa más me preocupaba
            o cuál deseo acaso contentara
            a este agitado y loco corazón:
            "¿A quién -decías- te atraigo seduciendo?
            ¿Quién a mi Safo le ocasiona pena?
            pues quien ahora te tiene por ajena,
            pronto te irá detrás y persiguiendo;
            la que desprecia tus regalos todos,
            los suyos te dará de todos modos;
            y de no amarte como bien debiera,
            muy pronto te ha de amar aunque no quiera".
            Vuelve de nuevo a mí tu rostro amable,
            consume la inquietud que me consume
            y cúmpleme la dicha interminable
            cual la desea mi ánimo contigo,

            y lucha tú también junto conmigo.

https://www.estudiogeneraldehumanidades.es/grecia/safo.html
https://www.bbc.com/mundo/noticias-47881298
https://losojosdehipatia.com.es/cultura/historia/quien-era-safo/
https://lamenteesmaravillosa.com/safo-de-lesbos-biografia-de-la-mujer-silenciada/

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