El mapa más antiguo de Constantinopla, realizado por Cristoforo Buondelmonte, data de 1422., además de representaciones de monumentos importantes como santa Sofía, los muros de tierra teodosiana, y el palacio de Blachernai, también representa las paredes del mar de la ciudad, junto con El Puerto de Teodosio y el Lico fluyendo hacia ella. La columna de Constantino, una de las muchas columnas erigidas en la ciudad, se muestra con una cruz en ella .
Cristoforo Buondelmonti fue un sacerdote y viajero franciscano italiano , y un pionero en la promoción del conocimiento de primera mano de Grecia y sus antigüedades en todo el mundo occidental.
Liber insularum archipelagi
Salió de su ciudad natal de Florencia alrededor de 1414 d.C. para viajar, principalmente en las Islas del Egeo . Visitó Constantinopla en la década de 1420. Es autor de dos obras histórico-geográficas: la Descriptio insulae Cretae , en colaboración con Niccolò Niccoli ) y la Liber insularum Archipelagi. Estos dos libros son una combinación de información geográfica y gráficos contemporáneos y direcciones de navegación. El último contiene este mapa sobreviviente y como ya comente el más antiguo de Constantinopla, (el único que es anterior a la conquista otomana de la ciudad en 1453) .
Descriptio insulae Cretae
Mientras viajaba por la isla de Andros, compró un manuscrito griego y lo trajo de regreso a Italia. Este era el Hieroglyphica de Horapollo , que desempeñó un papel considerable tanto en el pensamiento humanista como en el arte.
Se sabe de Horapolo a través de Suda, que lo menciona como líder de una de las últimas escuelas paganas de Menouthis, cerca de Alejandría, bajo el reinado del Emperador Zeno (474-491), de donde tuvo que huir al verse involucrado en una revuelta contra los cristianos. Su escuela fue clausurada, su templo de Isis y Osiris destruido y él, tras ser torturado, se convirtió finalmente al cristianismo.
Sin embargo, en la misma entrada, Suda alude a otro Horapolo (probablemente tío del anterior), un gramático de Phanebytis durante el reinado de Teodosio II (408-450) que enseñó en Alejandría y Constantinopla. Desde el siglo XVI, a él le suelen ser atribuidos los Hieroglyphica. Hubo otras tradiciones fantasiosas que adscribían la obra a un rey de Egipto, Horus, hijo de Osiris, o hasta al mismo dios Horus, como puede leerse en la portada de la traducción del manuscrito de Nostradamus (ed. de Rollet, 1968): "Horapolo, Hijo de Osiris, Rey de Egipto".
Con otros fragmentos de Suda se reconstruye el mundo intelectual de Horapolo: selectos círculos filosóficos, de una refinada educación, que recogían con cuidado las últimas trazas del pasado egipcio, y admiraban las reliquias de los antiguos cultos, reinterpretando ese legado a la luz del neoplatonismo contemporáneo. Antes de Horapolo, la cultura egipcia, y con ella el conocimiento de los jeroglíficos, la habían propagado en griego Manetho, Bolos de Mende, Apión y Cairemón. Todas sus obras, que han sobrevivido solo fragmentariamente, se escribieron en el mismo estilo que los Hieroglyphica de Horapolo, único tratado antiguo completo sobre los jeroglíficos egipcios.
Los dos libros de los Hieroglyphica, suman las interpretaciones de 189 jeroglíficos: el Libro I describe 70, y el Libro II 119. En el Renacimiento se consideraron, en general, como verdaderos caracteres egipcios, y aunque su autenticidad fue puesta seriamente en duda durante los siglos XVII y XVIII, la egiptología actual reconoce que el Libro I en su totalidad y alrededor de una tercera parte del Libro II se basan en signos reales de la escritura jeroglífica. No obstante, las interpretaciones no atienden a su significado funcional en el sistema escrito egipcio, sino a un presuntamente más elevado desciframiento moral, teológico o natural de la realidad, en un sentido idéntico al desarrollado por las mismas fechas en el Physiologus. Este género de relectura simbólica de los jeroglíficos ("jeroglíficos enigmáticos" los llaman Rigoni y Zanco (1996)) fue muy popular en el último período helenístico. No es de extrañar que tantos humanistas del Renacimiento (para quienes todo esto era ya familiar desde Lucano, Apuleyo, Plutarco, Clemente de Alejandría y, especialmente, la Enéada V de Plotino) admitieran en los Hieroglyphica una genuina conexión con la más alta sabiduría.
La parte no jeroglífica de los Hieroglyphica del Libro II puede haber alentado más aún este tipo de lectura al incluir la alegorización animal basada principalmente en Aristóteles, Eliano, Plinio y Artemidoro. Estos renovados símbolos fueron añadidos al material original por el traductor griego, que en la introducción al Libro II afirma explícitamente que son "interpretaciones de signos recogidos de fuentes diversas".
El tratado de Horapolo, no contiene imágenes, sino 189 descripciones de imágenes, y en él se exponen de forma muy concreta los conceptos que traducen el sentido misterioso de la escritura sagrada que tenían los antiguos egipcios. Es la escritura que conocemos como jeroglífica nombre que procede del título del libro de Horapolo, o sea: Hieroglyphica.
El manuscrito de los Hieroglyphica llegó a Florencia, (como comenté anteriormente) desde la isla de Andros, de la mano de Cristoforo Buondelmonti en 1422 (hoy se custodia en la Biblioteca Laurenziana). A pesar de recibirse primero en un estrecho círculo de humanistas florentinos del siglo XV, su contenido se haría realmente popular a finales de la centuria, cuando se extendió la nueva sensibilidad representada por la Hypnerotomachia Poliphilii de Francesco Colonna (escrita hacia 1467 y publicada en Venecia por Aldo Manuzio, en 1499). La editio princeps, en griego, de los Hieroglyphica, fue publicada por Manuzio en 1505 y vio más de 30 ediciones y traducciones durante el XVI, adaptaciones y comentarios aparte.
Los Hieroglyphica ofrecían un tesoro de nuevas alegorías que los humanistas aprovecharon bien directamente en sus obras (como el famoso Ehrenpforte, de Alberto Durero o, más comúnmente, a través de la compilación muy completa y sistemática que hizo Giovanni Pierio Valeriano, también titulada Hieroglyphica (princeps de 1556)). Pero la auténtica relevancia del libro de Horapolo fue, sobre todo, instaurar un nuevo y difundido modelo de comunicación simbólica. A partir de la referida Enéada de Plotino, más los comentarios de Ficino, se entendió la representación jeroglífica como una forma inmediata, total y casi divina de conocimiento, opuesta a la mediata, incompleta y temporal propia del lenguaje discursivo. Estas ideas inspiraron no solo a Ficino o Giordano Bruno, sino a Erasmo, Athanasius Kircher e incluso a Leibniz. Por otra parte, esta obra implantó la moda de "escribir con signos mudos" (Alciato) (como se expone en tantos prefacios de libros de emblemas), contribuyendo así de manera decisiva a la evolución y popularidad del género emblemático. De hecho, según ya señalaba Mario Praz, los emblemas se vieron normalmente en este período como equivalentes modernos de los signos sagrados egipcios.
Herodoto es muy claro al precisar que :
“...hay entre los egipcios dos clases de escritura, una sagrada y otra popular, la primera es la hieroglifica, se trata de la lengua que viene de Thot a quien el divino Platón denomina Padre de las letras.”
La estructura de la obra de Horapolo es clara y precisa. En primer lugar expone, de forma titular, la idea que quiere explicar y a continuación indica cual es el jeroglífico con el que los egipcios escriben el concepto, dando las razones de que sea así. Por ejemplo, dice Horapolo:
“Cómo representan coraje".
Cuando quieren expresar coraje pintan un león; pues este animal tiene la cabeza grande, las pupilas como el fuego, la cara redonda y en torno a ella cabellos semejantes a rayos como imitación del sol, por lo cual también ponen leones en el trono de Horus, mostrando referido al dios el símbolo del Animal. Horus es el sol porque domina sobre la horas”.
Sin embargo, no es tan simple como parece a priori y algunos incluso no sobrepasando el nivel literal se han adelantado a calificar el tratado de Horapolo de obra pueril. Contrariamente a esa opinión la escritura jeroglífica es de una gran complejidad y está llena de recursos que se encadenan unos a los otros de forma sorpresiva. Una idea la da el saber que la figura del león también se usa para describir otros conceptos, incluso sin relación aparente, por ejemplo: fuerza física, guardián, temible o crecida del Nilo, y así sucede con diversas figuras jeroglíficas.
Para Athanasius Kircher el sistema de la escritura jeroglífica es sublime, la cual mediante un encadenamiento ingenioso de símbolos propone de un solo golpe de vista a la inteligencia comprender cuestiones que tienen que ver con lo divino y el mundo trascendente. Exactamente dice:
“...son ciertamente una escritura, pero no la escritura que se compone de letras, palabras y determinadas partes del discurso que utilizamos habitualmente. Son una escritura mucho más excelente, sublime y próxima a las abstracciones, la cual, mediante un encadenamiento ingenioso de símbolos y su equivalencia, propone de un solo golpe a la inteligencia del sabio un razonamiento completo, elevadas nociones o algún insigne misterio escondido en el seno de la naturaleza”.
A los humanistas y neoplatónicos que a diferentes niveles se impregnaron de un auge renovador, que paradójicamente había nacido de volver la vista al pasado, en este caso sintiéndose herederos directos de las enseñanzas egipcias reveladas por el último sacerdote del templo de Isis y Osiris, se les abrió un mundo de formas expresivas, es decir, un nuevo lenguaje ideogramático con el que expresar lo inexpresable, y por tanto muy superior al lenguaje discursivo, sujeto como está a normas gramaticales y fonéticas, incluso de gustos, modas o estilos, todo ello propicio a degenerar en simple retórica.
Durero, Alciato, Cesare, Piero Valeriano, Jhon Dee, Michael Maier, Robert Fludd, Alberti, Boticelli, Tiziano o el Bosco son los más representativos de todos aquellos que ponen imágenes, es decir dibujos, a las descripciones de Horapolo. Aunque unos lo hacen de forma sistemática y otros tomen alguna de las 189 representaciones simbólicas, todos se sirvieron de los códigos simbólicos que descifraban a la luz de las interpretaciones del Hermetismo vertidas por Platón y la escuela de Ficino, siendo así como asumen y transmiten la herencia de la sabiduría egipcia.
http://www.cervantesvirtual.com/portales/la_caida_de_constantinopla/imagenes_de_constantinopla/imagen/imagenes_de_constantinopla_06-mapa_de_constantinopla_en_1422_de_cristoforo_buondelmonte/
https://es.wikipedia.org/wiki/Cristoforo_Buondelmonti
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