El vestido a lo largo de la historia tiene diversas funciones, una de las más características y relevantes para el desarrollo social será su valor económico. La indumentaria de un individuo no sólo indica su pertenencia a un estamento o clase social sino también su riqueza y patrimonio, al mismo tiempo nos da pistas sobre la situación tanto comercial como industrial de una época determinada. El primer elemento clave para reafirmar la idea del valor económico del vestido es su propio tejido.
Ya que, el tejido de una prenda indica de dónde procede, cómo se ha producido y si se ha creado en función de alguna necesidad. En el caso del siglo XVI los principales tejidos serán la seda, el terciopelo, el lino y el algodón. La mayoría de ellos son elaborados en territorios pertenecientes a la monarquía hispánica pero hay otros centros de producción como Egipto, Persia e Irak a los que accede España gracias a la comercialización con países como Alemania e Italia. Pero además, la monarquía hispánica tendrá una gran tradición sedera por la herencia musulmana.
En cuanto a los demás tejidos, la mayoría de ellos se producen en los territorios del norte y el principal foco de producción será Flandes. La ornamentación de los mismos también se convierte en una cuestión económica porque aparecen multitud de brocados que se comercializan en el mundo. Algunos de ellos proceden de la misma península pero otros como las guarniciones en oro y plata se elaboran gracias a la recepción de materias primas procedente de América y los Países árabes. El uso de nuevas ornamentaciones indica el desarrollo del Imperio hispánico y en su gran mayoría se debe a la adquisición de nuevos metales procedentes de América. Estos contribuyeron al desarrollo del lujo pero tuvieron consecuencias negativas porque muchos tuvieron que vender sus bienes para adquirir las ornamentaciones.
El gremio de los sastres en el siglo XVI
Ante esta situación la corona tuvo que tomar medidas para impedir el desarrollo de la industria textil elaborando trabas que afectarán tanto a la industria como al comercio. Como otras ornamentaciones procedentes de territorios europeos como Holanda e Italia podemos destacar los encajes. Sin embargo, lo que dio mayor belleza estética y versatilidad a las prendas fueron los tintes. Estos procedían de materias primas producidas en América como el Palo de Campeche.
El uso de estas nuevas ornamentaciones no puede entenderse sin tener en cuenta las técnicas que aparecieron a lo largo del siglo XVI. Los primeros avances aparecen en Francia, Gran Bretaña y Cataluña. Uno de los principales será la creación del telar de género de punto de William Lee, destinado a la elaboración de medias. Tampoco podemos comprender el valor económico del vestido y su proceso de elaboración sin sus grandes protagonistas, los sastres.
A partir del siglo XVI están sujetos a ordenanzas más estrictas que sobre todo limitan a las nuevas contribuciones de los extranjeros. Además surgen nuevas rivalidades, conflictos y competencias que afectan directamente al proceso de elaboración de la prenda. Un caso muy característico en el siglo XVI es el gremio de Valencia. Es en El Libro de repartiement real entre els veins de la ciutat de Valencia donde podemos ver como se estructuraba el gremio y qué tipo de conflictos se producían. La mayoría de ellos estaban vinculados a la llegada de extranjeros.
Es a partir del siglo XVI cuando la función del sastre adquiere una nueva perspectiva, empiezan a considerarse a sí mismo artistas y por ello su nivel de exigencia aumenta. Buscan estrategias para resaltar la belleza y la gracia de sus prendas mediante la introducción de adornos que no están presentes en la normativa. Por ello se deben establecer limitaciones desde el poder como la limitación por parte de Felipe II a sastres, calceteros y jubeteros.
La fuente principal para analizar cómo los sastres introducen nuevas ornamentaciones y modas en el siglo XVI son los tratados de sastrería. Contienen una gran variedad de datos económicos porque en ellos se incluyen los procesos de elaboración del traje, sus cortes y la organización de la producción. Los nuevos tratados de sastrería hacen que esta adquiera una dimensión intelectual. De hecho, según Juan Luis Vives, la sastrería se convierte en uno de los principales saberes que ha de difundirse entre la sociedad y se asemeja a otras artes como la cocina, la construcción, la agricultura o la navegación.
Los principales tratados de sastrería del siglo XVI son el Libro de geometría y traça realizado por Juan de Alcega en 1580 y Geometría y trazas para el oficio del sastre elaborado por Diego de Freyle en 1588. Ambos tratados tienen el objetivo de estandarizar un determinado modelo de vestido pero además tratan de dar instrucciones a los sastres para que economicen a la hora de elaborar las prendas por ejemplo describen nuevas técnicas de medición. Además están llenos de consejos a los aprendices para que sean más precisos a la hora de elaborar las prendas.
El tratado de Diego de Frayle presenta características más singulares puesto que incluye sonetos, algunos como este fueron compuestos por Miguel Díaz de Alarcón:
A los que officio y arte han inventadoEs justo que a su industria agradezcamosLas cosas milagrosas que gozamosQue con divino ingenio han procuradoY aunque es verdad que haverlos comenzadoSu origen y principio les debemosA los que hallan como sepamosDevemos más pues lo han facilitado.
En ambos tratados hay varias formas de dibujar las piezas de las prendas, por un lado destacan aquellos patrones que presentan a las piezas de forma separada, dispuestas sobre el tejido separadamente y desprovistas de toda decoración. Mientras que la segunda modalidad presenta a las piezas unidas como en el libro del sastre. Los tratados de sastrería se convierten en principales fuentes del saber porque se incorporan elementos científicos y artísticos como la geometría.
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