La abadía del Sacromonte de Granada fue fundada en 1609, sobre una de las mayores falsificaciones religiosas de la historia, aprovechando el fervor popular del descubrimiento de los libros plúmbeos y de las supuestas reliquias de algunos santos descritos en ellos. El mismísimo papa Inocencio XI dictaminó, ya en 1682, que los libros plúmbeos eran un fraude, pero la jerarquía católica granadina durante cuatro siglos ha tratado de ocultar la falsificación y se ha resistido a admitir que las reliquias de los santos sean falsas, incluso falsificando otros libros plúmbeos siglo y medio después. A uno de los santos, San Cecilio, a partir de entonces se le nombró patrón de Granada y sus falsos restos todavía se veneran en el altar de la iglesia de la abadía del Sacromonte. Algo similar a lo que ha ocurrido con el santo sudario de Turín, que los científicos han demostrado que es falso, pero se continúa venerando.
Los Plomos del Sacromonte o Libros Plúmbeos son una de las más famosas falsificaciones históricas. Materialmente consisten en 22 planchas circulares de plomo de unos 10 cm grabadas con dibujos indescifrables y textos en latín y en extraños caracteres árabes, que se dieron en llamar salomónicos.
La crítica filológica e histórica parecen determinar que la impostura pudo ser obra de moriscos de alta posición social que intentaban conciliar el cristianismo con el islam, en el periodo posterior a la sublevación de las Alpujarras.
Los Libros plúmbeos del Sacromonte fueron unos “descubrimientos” hechos por unos obreros moriscos al derribar en Granada el antiguo minarete de la mezquita mayor nazarí. Éste, llamado la “Torre Vieja” y no muy lejos de las tumbas de los Reyes Católicos, obstaculizaba la construcción de la tercera nave de la Catedral de Granada.
El 18 de marzo de 1588, día de San Gabriel, los peones hallaron en los escombros una caja de plomo, que abrieron al día siguiente, día de San José. Las fechas no son casuales, pues San Gabriel es el ángel más importante para el Islam, cuya aparición ocurre frecuentemente en los Libros plúmbeos, y San José es el marido de María, la que, según estos libros, los ha dictado. Al abrirse la caja aparecieron varios objetos: una tablita con la imagen de Nuestra Señora en traje “egipciano” (gitano), indumentaria prohibida a los moriscos, y otros objetos curiosos. Hubo un medio paño de la Virgen María y un pergamino escrito en árabe, castellano y en un latín muy castellanizado, con las primeras noticias concretas acerca del santo y mártir San Cecilio, hoy en día patrón de Granada.
En seguida el entonces arzobispo de Granada, don Juan Méndez de Salvaterra, pidió permiso a Felipe II, ávido coleccionista de reliquias, y al papa Sixto V, para investigar la autenticidad del contenido de esta caja de plomo, y convocó una Junta Mayor.
Tres traductores(el licenciado Luis Fajardo, catedrático de árabe en la Universidad de Salamanca, un arabista notable, Miguel de Luna, y Francisco López Tamarid, racionero mayor de la catedral)fueron comisionados para llevar a cabo una traducción del pergamino, además de la interpretación de Alonso del Castillo, médico morisco e intérprete de Felipe II.
En 1595, empezaron a descubrirse en el Monte Valparaíso (hoy llamado Sacromonte por estos hallazgos) ciertas planchas de plomo con inscripciones en árabe, y el nuevo arzobispo de Granada Pedro de Castro ordenó excavaciones de las muchas cuevas del monte.
Con el tiempo, veintidós libros en hojas redondas de plomo fueron excavados. El 30 de abril de 1600 el arzobispo Castro leyó la calificación de las juntas, que proclamaron como auténticas las reliquias. Se trataba ahora de una situación muy emocionante y divisiva, ya que la nueva corte de Felipe III emprendía la campaña para desterrar a los moriscos, precisamente el grupo favorecido por los documentos.
Las varias escrituras pretenden ser un evangelio del apóstol Santiago el Zebedeo, traducido al árabe por su discípulo Tesifón (Ibn ‘Attar). En ellos abundan invocaciones a Dios y los preceptos que la Virgen María le dio a Santiago. La Virgen le declara a San Pedro en el “Libro de la historia de la verdad del evangelio”:
"Y dígoos que los árabes son una de las más excelentes gentes, y su lengua una de las más excelentes lenguas. Eligiólos Dios para ayudar su ley en el último tiempo después de haberle sido grandísimos enemigos. Y darles Dios para aquel efecto poder y juicio y sabiduría, porque Dios elige con su misericordia al que quiere de sus siervos. Como me dijo Jesús que ya habrá precedido sobre los hijos de Israel los que de ellos fueren infieles la palabra del tormento y destruición de su reino que no se les levantará cetro jamás. Mas los árabes y su lengua volverán por Dios y por su ley derecha, y por su Evangelio glorioso, y por su Iglesia santa en el tiempo venidero."
Los falsificadores de estos libros, dos de los cuales parecen ser Alonso del Castillo, intérprete de Felipe II, y Miguel de Luna, hicieron sembrarlos en la demolición de la antigua mezquita y en las cuevas del Sacromonte con unas reliquias falsas de mártires cristianos del primer siglo para que se descubriesen fácilmente allí (y que por consiguiente fuesen la causa de varios “milagros” y “curas”). Según su historia, la Virgen María mandó a Jacobo (Santiago) a Hispania, guiado por el Arcángel Gabriel, para esconder estos libros en varios sitios en Granada. “Ve con este libro a la extremidad de la tierra que se llama España, en el lugar donde resucita un muerto. Guárdalo en él. Y no temas de él porque Dios le guardará a ti y a los que fueron contigo con ojo de solicitud en el mar como guardó a Noé en el arca, y en la tierra como se guardó a Jonás en el vientre de la ballena hasta que lo dejó en ella” (208). “Y enterrólos en la tierra para el tiempo decretado” (242).
Los textos revelan cierta sensibilidad hacia los moriscos y sus creencias, y hasta el tono de sus mensajes recuerda el estilo del Qur’an (Corán). No cabe duda que los Libros plúmbeos se escribieron en un fanático intento de evitar la expulsión de los moriscos. Aunque los Reyes Católicos en la conquista de Granada en 1.4982 habían garantizado muchos de sus derechos y privilegios, el deseo de los vencedores (con la dirección del Cardenal Cisneros, ) de convertir cuanto antes a los moriscos al cristianismo causó mucha tensión y resultó en su sublevación en 1500–01 y un reverso en la tolerancia prometida.
Recordemos que, fue el Cardenal Císneros quien mando asaltar la Madraza, la universidad granadina para quemar todos los libros de su biblioteca, entre los que había de astronomía, matemáticas, ciencias y poesía para que el olvido triunfase sobre la memoria, desarraigar a un pueblo y borrar así cualquiera de las contribuciones de la civilización musulmana a España. Después de 1501, la situación de los moriscos de Granada empeoró sensiblemente. La pragmática promulgada en 1567 por Felipe II, quien nunca quiso su destierro, básicamente quitó a los moriscos su estilo de vida, prohibiéndoles, entre otras cosas, hablar, leer y escribir en árabe, vestir y celebrar fiestas a lo árabe, usar nombres árabes, e inclusive bañarse en los hamman. En definitiva se quiso y así se consiguió borrar cualquier símbolo o manifestación propia del Islam. Las prácticas de higiene eran cosa de "moros", prohibamos los hamman. La indumentaria propia de los moriscos (que también usaban muchas cristianas), era una manifestación de sus costumbres, prohibamos sus vestimentas. Él árabe es una manifestación del Islam, prohibamos su uso y conocimiento. Ante todas estas serie de prohibiciones e inminente expulsión, los moriscos planearon este intento fallido de vincular y reconciliar el Islam con el Cristianismo, inventando un pasado arabo-islámico que hermanara a musulmanes y cristianos y pudiendo así salvarlos del destierro.
En seguida el entonces arzobispo de Granada, don Juan Méndez de Salvaterra, pidió permiso a Felipe II, ávido coleccionista de reliquias, y al papa Sixto V, para investigar la autenticidad del contenido de esta caja de plomo, y convocó una Junta Mayor.
Tres traductores(el licenciado Luis Fajardo, catedrático de árabe en la Universidad de Salamanca, un arabista notable, Miguel de Luna, y Francisco López Tamarid, racionero mayor de la catedral)fueron comisionados para llevar a cabo una traducción del pergamino, además de la interpretación de Alonso del Castillo, médico morisco e intérprete de Felipe II.
En 1595, empezaron a descubrirse en el Monte Valparaíso (hoy llamado Sacromonte por estos hallazgos) ciertas planchas de plomo con inscripciones en árabe, y el nuevo arzobispo de Granada Pedro de Castro ordenó excavaciones de las muchas cuevas del monte.
Con el tiempo, veintidós libros en hojas redondas de plomo fueron excavados. El 30 de abril de 1600 el arzobispo Castro leyó la calificación de las juntas, que proclamaron como auténticas las reliquias. Se trataba ahora de una situación muy emocionante y divisiva, ya que la nueva corte de Felipe III emprendía la campaña para desterrar a los moriscos, precisamente el grupo favorecido por los documentos.
Las varias escrituras pretenden ser un evangelio del apóstol Santiago el Zebedeo, traducido al árabe por su discípulo Tesifón (Ibn ‘Attar). En ellos abundan invocaciones a Dios y los preceptos que la Virgen María le dio a Santiago. La Virgen le declara a San Pedro en el “Libro de la historia de la verdad del evangelio”:
"Y dígoos que los árabes son una de las más excelentes gentes, y su lengua una de las más excelentes lenguas. Eligiólos Dios para ayudar su ley en el último tiempo después de haberle sido grandísimos enemigos. Y darles Dios para aquel efecto poder y juicio y sabiduría, porque Dios elige con su misericordia al que quiere de sus siervos. Como me dijo Jesús que ya habrá precedido sobre los hijos de Israel los que de ellos fueren infieles la palabra del tormento y destruición de su reino que no se les levantará cetro jamás. Mas los árabes y su lengua volverán por Dios y por su ley derecha, y por su Evangelio glorioso, y por su Iglesia santa en el tiempo venidero."
Los falsificadores de estos libros, dos de los cuales parecen ser Alonso del Castillo, intérprete de Felipe II, y Miguel de Luna, hicieron sembrarlos en la demolición de la antigua mezquita y en las cuevas del Sacromonte con unas reliquias falsas de mártires cristianos del primer siglo para que se descubriesen fácilmente allí (y que por consiguiente fuesen la causa de varios “milagros” y “curas”). Según su historia, la Virgen María mandó a Jacobo (Santiago) a Hispania, guiado por el Arcángel Gabriel, para esconder estos libros en varios sitios en Granada. “Ve con este libro a la extremidad de la tierra que se llama España, en el lugar donde resucita un muerto. Guárdalo en él. Y no temas de él porque Dios le guardará a ti y a los que fueron contigo con ojo de solicitud en el mar como guardó a Noé en el arca, y en la tierra como se guardó a Jonás en el vientre de la ballena hasta que lo dejó en ella” (208). “Y enterrólos en la tierra para el tiempo decretado” (242).
Los textos revelan cierta sensibilidad hacia los moriscos y sus creencias, y hasta el tono de sus mensajes recuerda el estilo del Qur’an (Corán). No cabe duda que los Libros plúmbeos se escribieron en un fanático intento de evitar la expulsión de los moriscos. Aunque los Reyes Católicos en la conquista de Granada en 1.4982 habían garantizado muchos de sus derechos y privilegios, el deseo de los vencedores (con la dirección del Cardenal Cisneros, ) de convertir cuanto antes a los moriscos al cristianismo causó mucha tensión y resultó en su sublevación en 1500–01 y un reverso en la tolerancia prometida.
Recordemos que, fue el Cardenal Císneros quien mando asaltar la Madraza, la universidad granadina para quemar todos los libros de su biblioteca, entre los que había de astronomía, matemáticas, ciencias y poesía para que el olvido triunfase sobre la memoria, desarraigar a un pueblo y borrar así cualquiera de las contribuciones de la civilización musulmana a España. Después de 1501, la situación de los moriscos de Granada empeoró sensiblemente. La pragmática promulgada en 1567 por Felipe II, quien nunca quiso su destierro, básicamente quitó a los moriscos su estilo de vida, prohibiéndoles, entre otras cosas, hablar, leer y escribir en árabe, vestir y celebrar fiestas a lo árabe, usar nombres árabes, e inclusive bañarse en los hamman. En definitiva se quiso y así se consiguió borrar cualquier símbolo o manifestación propia del Islam. Las prácticas de higiene eran cosa de "moros", prohibamos los hamman. La indumentaria propia de los moriscos (que también usaban muchas cristianas), era una manifestación de sus costumbres, prohibamos sus vestimentas. Él árabe es una manifestación del Islam, prohibamos su uso y conocimiento. Ante todas estas serie de prohibiciones e inminente expulsión, los moriscos planearon este intento fallido de vincular y reconciliar el Islam con el Cristianismo, inventando un pasado arabo-islámico que hermanara a musulmanes y cristianos y pudiendo así salvarlos del destierro.
https://elpais.com/diario/2000/06/29/cultura/962229603_850215.html
http://wzar.unizar.es/perso/emolina/pdf/Molina2012ElEsceptico.pdf
https://www.granadahoy.com/ocio/misterio-Libros-Plumbeos-documental-Granada_0_556744466.html
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