A pesar de que este islote pudiera parecer un trozo de tierra insignificante, la Isla de los Faisanes es un lugar de gran relevancia histórica, ya que allí se produjo, aparte de numerosos intercambios de prisioneros y entregas de infantas casaderas procedentes de España y Francia, la rúbrica del Tratado de Paz de los Pirineos, el 7 de noviembre de 1659, que puso fin a las hostilidades surgidas entre los citados países a causa de la Guerra de los Treinta Años. Entre Irún y Hendaya, sobre el río Bidasoa que separa a estas dos poblaciones fronterizas de España y Francia, respectivamente, se encuentra un territorio con un estatus muy peculiar y poco habitual en el mundo. Es la Isla de los Faisanes, el condominio más pequeño que se conoce. Sus 5.000 metros cuadrados pertenecen seis meses a España y seis meses a Francia desde hace más de un siglo. Este martes pasa mediante un sencillo trámite administrativo a manos galas, que se hace cargo de ella hasta finales de enero.El islote no está habitado ni es visitable. La rutina, la normalidad y hasta el aburrimiento mandan en un lugar poco normal. Los curiosos lo contemplan desde ambas orillas, a apenas 50 metros; las embarcaciones y los piragüistas pasan de largo; y dentro solo acceden habitualmente los miembros de las Comandancias Navales de San Sebastián y de Bayona, responsables de su jurisdicción en cada turno. "Requiere pocas atenciones", afirma el comandante Rafael Prieto, encargado hasta junio de su administración. "La gente es muy respetuosa, no se cuela nadie, a pesar de que a veces la marea está tan baja que se puede pasar casi andando. Nosotros entramos cada cinco días para hacer reconocimientos visuales", añade el militar, que desmiente el bulo de que durante el periodo español exista el título de virrey de la Isla de los Faisanes.En sus 215 metros de largo y 38 de ancho con forma ovalada, solo hay una treintena de chopos, algo de maleza, hierba corta, piedras y un monolito que recuerda su momento cumbre en la historia: aquí se firmó el 7 de noviembre de 1659 el Tratado de Paz de los Pirineos, que puso fin a un conflicto iniciado durante la Guerra de los Treinta Años. En virtud de una de las cláusulas, la corte española entregó a la francesa en este islote fluvial a la infanta María Teresa de Austria, hija de Felipe IV, para contraer matrimonio con Luis XIV, el Rey Sol. A lo largo de los siglos son varias las infantas casaderas y los prisioneros que ambos países se han entregado mutuamente en este lugar.
Para la rúbrica se levantó una construcción temporal que dio lugar a una batalla de imagen y poder por ver qué delegación introducía más lujo y ostentación en su parte, lo que retrasó el momento de la firma. Entre los presentes se encontraban el conde de D’Artagnan, origen del legendario personaje literario de Alejandro Dumas, y el pintor Diego Velázquez, encargado de la logística del rey y cuya muerte, solo un mes y medio después de su regreso a Madrid, se vincula con lo extenuante de esta expedición. “Fueron dos meses y medio de un trabajo muy intenso, y él ya tenía 61 años, una edad avanzada para la época”, explica Javier Portús, jefe de conservación de Pintura Española hasta 1700 del Museo del Prado. “Tenía que adelantarse al monarca en cada etapa para preparar su aposento. Hacía el camino de noche y trabajaba de día. No hay certeza absoluta, pero los historiadores sí asocian su muerte con el desgaste de este viaje”.
La fórmula del condominio, a mediados del siglo XIX, se trató, en realidad, de una cesión a Francia, ya que, hasta entonces, el río Bidasoa y el islote pertenecían a España. “En el Tratado de los Pirineos, Luis XIV reclamó parte del río, pero Felipe IV se negó en rotundo”, explica Joan Capdevila, doctor en Geografía por la Universidad de Barcelona y autor de La delimitación de la frontera hispanofrancesa. “Sin embargo, 200 años después, en el Tratado de Bayona de 1856, consiguió su objetivo y se hizo con la mitad del Bidasoa. Entonces también se acordó el condominio sobre la Isla de los Faisanes, aunque el reparto de seis meses para cada uno no llegó hasta medio siglo después, en un intento de acabar con las disputas entre los pescadores de ambos países y con el contrabando en la zona”.
Hace ya mucho tiempo que el lugar es un remanso de paz. De las últimas veces que se vio perturbado fue en 1974, cuando varios miembros de ETA, que trataban de cruzar la frontera, fueron sorprendidos cerca de la Isla de los Faisanes por la Guardia Civil. La operación se saldó con un agente y un terrorista muertos, y con la detención de una jovencísima Yoyes, 12 años antes de ser asesinada por sus excompañeros de la banda.Quizás el mayor peligro al que ha hecho frente ha sido su posible desaparición. Cuando se fijó el condominio, la isla había adelgazado a más de la mitad de sus dimensiones en los dos últimos siglos por culpa de la erosión del río. Apenas medía 80 metros de largo por cinco de ancho. Así que España y Francia pactaron hacer trabajos de refuerzo que dieron sus frutos. Hoy tiene 215x38m. De la jardinería y limpieza se ocupa el personal de los ayuntamientos de Irún y Hendaya, que entra una vez por semestre para que todo siga presentable.
Lo que no hay en la Isla de los Faisanes son faisanes, como lamentó el escritor francés Victor Hugo en su visita de 1843. "Lo más una vaca y tres patos, sin duda comparsas alquilados para hacer el papel de faisanes para los visitantes", escribió. Según unas versiones, el nombre original era "Isla de los Paussans"; según otras, "Isla de los Faisants". Sea cual sea, la denominación actual es una adaptación al castellano que nada tiene que ver con la realidad. Aquí no hay faisanes.
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