miércoles, 19 de junio de 2019

ATENAS Y LAS CLASES SOCIALES


Desde sus orígenes, la sociedad griega evoluciona y se caracteriza en cada lugar según unas costumbres y tradiciones propias. Veamos las características de la sociedad de Atenas y, concretamente, las de la edad de Oro o siglo de Pericles: la Atenas clásica del s. V a. C.
La polis clásica es una comunidad de ciudadanos totalmente independiente, soberana sobre los ciudadanos que la componen, cimentada en cultos y regida por leyes. Aunque sus miembros tengan conciencia de pertenecer a una comunidad étnica y cultural más amplia, la ciudad no admite ningún lazo de subordinación con respecto a otro Estado, como pasará en el caso de las colonias que siempre están vinculadas a su metrópolis.


Físicamente, la polis no era sólo ni principalmente una ciudad, sino un territorio habitado en aldeas y caseríos (no se habla de Atenas, sino de los atenienses), con un centro urbano que funcionaba como capital política y asiento de las instituciones de gobierno. Por consiguiente, no toda la población residía en el “astu” (casco urbano).
La poblacion estaba constituida por ciudadanos y no ciudadanos. En Atenas en la época clásica comprende tres categorías legales: ciudadanos libres (politeis), metecos o forasteros (metoikoi) y siervos (douloi, pertenecientes al pueblo o privados).


   


LOS CIUDADANOS
Las distintas actividades que caracterizan la vida de una polis (ágora, gimnasio, cultos, servicio militar y guerra, teatro y actuaciones en la asamblea popular) estaban reservadas a la minoría social que constituían la koinonia ton politon: ni las mujeres, ni los más jóvenes, ni los metecos (extranjeros domiciliados), ni los esclavos, ni otros grupos -periecos, siervos, mercenarios…-, gozaban del derecho a la plena integración social y política.    
Para ser ciudadano y tomar asiento en la Asamblea ateniense es preciso ser mayor de edad (18 años, pero como se hacían dos de servicio militar, sólo a los 20 se accedía a la Asamblea) y ser hijo de padre ateniense; a partir de Pericles, era necesario ser hijo de padre y de madre ateniense, lo que hizo que sus hijos con la meteca Aspasia, no tuvieran el derecho de ciudadanía, y que la Asamblea tuviera que votar al respecto, ya que los atenienses podían, por decreto, conceder la ciudadanía a un extranjero, y podían retirársela a uno de los suyos (atimia).
Desde Solón (594 a.C.) los atenienses estaban divididos en cuatro clases censitarias:
–pentakosiomedimnoi: hombres cuyas propiedades podían producir anualmente quinientas medidas de grano (“medimnoi”) o más de 500 metretas de vino o aceite. Los atenienses de clase noble formaban el grupo de los eupatridas, y monopolizaban el poder del Areopago.
-hippeis o jinetes que podían costearse un caballo y equiparse para el servicio de caballería.
-zeugitai u hoplitas, aquellos que podían armarse para servir en la infantería. Solían recoger unos 200 medimnos.
-thetes: quienes no podían hacerlo.
En un principio, esta clasificación tuvo un sentido político importante, pues la pertenencia a cada una de ellas comportaba la calificación para desempeñar determinadas magistraturas; por ejemplo, la ley excluía a los thetes del arcontado, y los principales cargos económicos, como la tesorería, eran reservados a los pentakosiomedimnoi. Las dos clases más acomodadas estaban obligadas al servicio militar con armas propias y a las mayores magistraturas, lo que a su vez les confería el dominio del tribunal del Areópago, constituído por los que habían sido arcontes. Los thetes estaban eximidos de pagar impuestos, aportados por las clases superiores en una proporción establecidas.
Pensar que esta división reflejaba correspondencías reales con lo económico, lo social y lo político supondría que los thetes eran el “proletariado urbano”; los hoplitas campesinos libres, etc., sin embargo en la Atenas del s.VI-V, no existía el tipo de hombres que constituye el proletariado urbano que conocemos. El personal de las fábricas existentes estaba formado por esclavos, no por obreros libres y no había oficios importantes que no estuviesen monopolizados por los esclavos. El ateniense medio era un propietario independiente, artesano, comerciante, tendero o fabricante en la ciudad; y en el campo o en la aldea artesano, tendero o agricultor.
Era una sociedad mucho más homogénea que la nuestra; había, claro está, diferencias, entre nobles y plebeyos, ricos y pobres, hoplitas y thetes, hombres del campo y hombres de la ciudad, y tales diferencias repercutían en la vida política. En los tiempos arcaicos, una de las funciones de la aristocracia era dar muestra de su riqueza mediante grandiosas edificaciones públicas; así, realzaban su honor y, consecuentemente, su poderío. Pero tras las guerras médicas dejaron de prevalecer en la moralidad popular los antiguos valores de honor y vergüenza. La actividad del Estado despersonalizó el desarrollo público de los ricos y los gastos que antes se hacían como gesto de honor, ahora se sistematizaron y se convirtieron en un deber cívico, un impuesto. Estos servicios públicos eran liturgias y todos se relacionaban con conmemoraciones y actos políticos; estaban regulados por unas normas, de forma que no se pagase dos años seguidos por los mismos servicios, para que no hubiese engaños etc.
La vida cotidiana del ciudadano ateniense está dominada por la atención que requieren los asuntos de Estado, pero eso debía ser sólo la teoría ya que en la práctica, difícilmente un campesino podía dejar continuamente a su mujer e hijos, y el trabajo en el campo para acudir a la Asamblea. Sin embargo, al mismo tiempo que desaparecen las ambiciones honorables de las clases altas, por primera vez en Atenas las clases bajas se preocuparon por el dinero, y las exigencias de la guerra separaron a los campesinos de la tierra, por lo que perdieron sus medios de subsistencia.
En todo este cuadro, las mujeres, por muy hijas y esposas de ciudadanos que fueran, tampoco intervenían en la vida de la polis ni tenían voto. Sin llegar a la tópica idea de que no había más mujeres por la calle que las esclavas (pensemos en verduleras como la madre de Esquines), sí que es cierto que la mujer rica permanecía recluida en casa, en el gineceo, y no participaba en fiestas, banquetes ni más actos públicos que algunos de carácter religioso.
Muchas mujeres atenienses trabajaban de nodrizas, vendedoras, comadronas… pero no eran lo mismo que las bailarinas, músicas y prostitutas, mal consideradas pero con un grado de libertad superior al de las demás, y las heteras, generalmente extranjeras, únicas mujeres cultas que abrían sus salones a los intelectuales y artistas, asistían a fiestas, etc.




LOS METECOS.
Si los atenienses podían dedicar tanto tiempo a la política de su ciudad y a pasear por el ágora es porque los metecos y los esclavos les descargaban de toda actividad económica. Mientras que ciudades como Esparta practicaban periódicamente la expulsión de extranjeros, Atenas, más liberal, permitió que muchos griegos no atenienses vivieran en su suelo y gozaran de importantes derechos. Estos extranjeros residentes eran los metecos (metoikos:  el que vive al lado), que no sólo eran griegos sino también había fenicios, frigios, egipcios e, incluso, árabes… y vivían sobre todo en el Pireo.  El meteco  no tenia derechos políticos ni algunos derechos civiles (por ejemplo, no puede comprar suelo), y debia ser representado por un ciudadano ante los tribunales, etc..  En casos de gran mérito se les otorgaba la isoteleia o “igualdad de cargas” con los ciudadanos. En el s.V los metecos de Atenas representaban casi la mitad del número de ciudadanos; estaban sujetos a las mismas obligaciones financieras que éstos y pagaban un impuesto especial, el metoikion: doce dracmas anuales los hombres y seis las mujeres (equivalía al salario de seis o tres días de trabajo) por derecho de residencia. Además, podían frecuentar los gimnasios públicos (no así los esclavos), podían ingresar en el ejército y en la flota como remeros, podían poseer esclavos y adquirir bienes inmuebles, pero no tierras o casas.
Podían ejercer determinadas funciones públicas (heraldo, médico, recaudador…) pero la mayoría se dedicaba a lo que hoy llamaríamos profesiones liberales. Eran numerosos en el artesanado y la industria -telares, tratamiento de pieles y cueros, cerámica, metalurgia…-. Ocupaban también el primer lugar en el comercio, tanto al por mayor como el minorista; eran comerciantes e importadores. Y los principales banqueros de Atenas (trapezivth”) eran metecos o antiguos esclavos que, una vez liberados, habían logrado el estatuto de metecos.
Esta situación permitía a muchos metecos dar una buena educación a sus hijos, que así destacaban en profesiones como artista, médico u orador, como Lisias. Pero muchos hombres de talento ya famosos iban a Atenas atraídos por su incomparable esplendor: Heródoto de Halicarnaso -historiador-, Hipócrates de Cos -médico-, Polignoto de Tasos -pintor-, Anaxágoras de Clazómene, Hipódamo de Mileto -arquitecto-… y el caso de los sofistas, sabios o profesores de la elocuencia.
Es indudable que los metecos contribuyeron al poderío económico y al prestigio intelectual y artístico de Atenas.


LOS ESCLAVOS.
El meteco que dejaba de pagar el metoikion o que intentaba usurpar la ciudadanía se convertía en esclavo. La esclavitud se acepta en la Grecia clásica como un hecho; Aristóteles (Política I, 1-2) defiende la diferencia entre hombres libres y esclavos como determinada por la naturaleza, y la guerra como medio legítimo de conseguirlos, pero se da cuenta de que la única justificación de la esclavitud es la necesidad, ya que en una ciudad griega la vida económica se basaba en el trabajo de los esclavos. En el campo, salvo en las minas de Laurión, eran menos numerosos porque los pequeños propietarios no eran muy ricos. Podían, eso sí, alquilarlos para los trabajos temporales, ya que los ciudadanos y los metecos ricos invertían su dinero en la compra y mantenimiento de mano de obra servil que alquilaban en determinados periodos.
Cuando se tomaba una ciudad, todos sus habitantes eran esclavizados; también la piratería era otra forma de suministro, y en tiempo de paz, el padre de familia entre los bárbaros tenía derecho de vender a sus hijos y se podían vender también los deudores insolventes. Los que peores situaciones tenían eran los empleados en los molinos para que girase la muela y para triturar el grano, y los de las minas.
Se diferenciaba los esclavos nacidos en la casa de los que habían sido comprados. En la ciudad (aparte de en las fábricas, en el puerto -carga y descarga-, en los bancos…), los esclavos garantizaban el servicio doméstico (según Platón, un ciudadano acomodado tenía unos 50 esclavos, y un ateniense medio una docena: portero, cocinero, pedagogo, y sirvientas).
El propio Estado era propietario de esclavos (empleados de la Asamblea y el Consejo, verdugos, barrenderos, policia -arqueros escitas-, empleados de la fábrica de moneda) así como los santuarios. Eran una especie de funcionarios que vivían donde querían (excepto los arqueros escitas) y recibían un sueldo, cosa que también les pasaba a muchos esclavos de la industria y el comercio.
Tanto los esclavos públicos como los privados no tenían ningún derecho, eran como cosas  (“mercancia humana” según  la ley) que ni siquiera podían declarar en los tribunales. Pero en Atenas, las condiciones no eran las de los miserables hilotas en Esparta: la ley defendía al esclavo contra los ultrajes y las violencias. Además, cuando era comprado, se integraba en la familia con un ritual: se le hacía sentar en el hogar y la dueña de la casa ponía sobre su cabeza higos, nueces y golosinas; al mismo tiempo se le ponía nombre. El esclavo participaba de las oraciones y de las fiestas, y era enterrado en la sepultura familiar.
La forma de emplear a los esclavos era muy variada. Muy pocos eran los dedicados a la agricultura, pues los propios colonos áticos se ocupaban del cultivo y del transporte de los productos agrícolas al mercado. Análoga era la circunstancia de los artesanos meores que trabajaban en la ciudad. Pero al expandirse las industrias e intensificarse el comercio, se crearon empresas manufactureras en las que trabajaban entre 20 y 30 esclavos (producción de utensilios de metal, muebles, artículos de piel, de tejidos, cerámica…); los esclavos más leales podían desempeñar funciones de dirección o administración.
Los esclavos públicos se encargaban, por ejemplo, del trabajo en las minas de Laurión, de donde se sacaba la plata para acuñar moneda, y donde llegaron a trabajar 30.000 esclavos a mediados del s.IV. También había ujieres, pregoneros, cajeros, verdugos, escribanos… e, incluso, en el S. V el servicio de policia corría a cargo de esclavos del Estado: una policía de 300 escitas se ocupaba del maentenimiento del orden enlas calles y en las asambleas. Las esclavas trabajaban en las hilanderías, lavanderías etc, o bien se encaminaban hacia la prostitución.
Mejores condiciones de vida tenían los oijketaiv, los dedicados al cuidado y gobierno de la casa y de la familia. Se encargaban de las labores de la casa o servían en particular a un miembro de la famila. Los atenienses más acaudalados tenían esclavos y esclavas para las tareas más diversas: guardianes, cocineros, concubinas… o les confiaban responsabilidades como la de médico o la de preceptor.
El estado jurídico del esclavo en Atenas era limitado por el derecho del amo a disponer de él o ella a su antojo. Podían casarse, pero sus hijos pertenecían al amo, podían declarar en juicios como testigos, pero, a diferencia del hombre libre, el esclavo podía ser torturado y encarcelado. En algunos casos, no obstanet, un ciudadano libre en la miseria podía envidiar la suerte del esclavo, al que el amo le garantizaba la subsistencia.
El esclavo podía autorrescatarse ofreciendo a su dueño un precio adecuado[2] o podía ser liberado como premio por su amo, pero la manumisión no comportaba la concesión de derechos civiles, sino que tenía un estatus semejante al del meteco aunque podía ascender en la escala social. También hubo casos de manumisiones decididas por el pueblo, por haber combatido junto a ciudadanos como voluntarios.
Considerando la relativa libertad de que gozaban los esclavos, su posibilidad de ser manumitidos y de alcanzar cualquier grado de la escala social, es bastante lógico que nunca en Atenas llegaran a producir una revuelta social. Si añadimos la falta de conciencia de clase. El hecho de que procedieran de distintos países y el aislamiento en las casas y fábricas, impedían las uniones y relaciones recíprocas. Y sin embargo, los primeros movimientos encaminados a la abolición de la esclavitud surgieron en Atenas, a cargo de sofistas como Hipiass y Antífono y poetas como Söfocles y Eurípides.


LOS BÁRBAROS
La palabra bárbaro procede directamente del griego bavrbaro”  “extranjero, forastero, no griego”. Se trata de un étimo onomatopéyico y bajo esta nomenclatura se encontraban aquellas personas cuya lengua sonaba en los oídos griegos como “barbarbar”. Los bárbaros son propiamente los extranjeros, diferenciados de los xevnoi, que son los forasteros, es decir, griegos de otra polis, con los que se pueden establecer relaciones de hospitalidad. Como bárbaros, diferenciándolos de los griegos, encontramos a los medos, persas y egipcios.


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