Amadeo Fernando María de Saboya (n.
Turín, Italia, 30 de
mayo de 1845
- m. Turín, 18
de enero de
1890) fue
rey de España con el nombre de Amadeo I
y primer
Duque de Aosta.Fue el segundo
hijo de Víctor Manuel II, rey de Saboya-Piamonte,
de la
Casa de Saboya, y de
María Adelaida de Austria (bisnieta de
Carlos III de España) Se casó en 1867 con
María Victoria del Pozzo con quien tuvo tres hijos:
Manuel Filiberto, segundo Duque de Aosta, Victor Manuel,
Conde de Turín, y
Luis, Duque de los Abruzos.
La
revolución
de 1868 en
España y la fuga de
Isabel II dio lugar a un gobierno provisional presidido por
Serrano,
y del que estaban también formando parte los otros generales sublevados.
El nuevo gobierno convocó
Cortes Constituyentes, que con una amplia mayoría monárquica,
proclamaron la
Constitución de 1869, que establecía como forma de gobierno una
monarquía constitucional. Una dificultad inherente al cambio de
régimen fue encontrar un rey que aceptase el cargo, ya que España en esos
tiempos era un país empobrecido y convulso, y se buscaba un candidato
católico y demócrata.
Finalmente
encontraron a su monarca en la persona del duque de Aosta, don
Amadeo de
Saboya, hijo del rey de Italia, que lo reunía todo para el cargo:
procedente de una antigua dinastía (enlazada con la española)
progresista, católico
y masón,
con licencia secreta del Papa para
compaginar religión y masonería.
Fue don Amadeo
el primer Rey de España elegido en un
Parlamento, lo que parecía, no sin razón histórica, crimen de lesa
majestad para los monárquicos de siempre. El
16 de noviembre de 1870 votaron
los diputados: 191 a favor de Amadeo de Saboya, 60 por la
República federal, 27 por el
duque de Montpensier, 8 por el achacoso general
Espartero, 2 por la
República unitaria, 2 por
Alfonso de Borbón, 1 por una República indefinida y 1 por la duquesa
de Montpensier, la infanta
María Luisa Fernanda, hermana de
Isabel II; hubo 19 papeletas en blanco. De este modo el presidente de
las Cortes,
Manuel Ruiz Zorrilla, declaró: «Queda elegido Rey de los españoles
el señor duque de Aosta».
Contó con el
sistemático rechazo de carlistas
y republicanos, cada uno por razones inherentes a sus intereses; pero
también de la
aristocracia, por verlo como un extranjero advenedizo, de la Iglesia,
por apoyar las desamortizaciones; y del pueblo, por su incapacidad para
aprender el
idioma español.
Inmediatamente,
una comisión parlamentaria se dirigió a
Florencia para informar al duque; el
4 de diciembre acepta oficialmente esta elección, embarcando poco
después rumbo a España. Mientras Amadeo I viajaba a Madrid
para tomar posesión de su cargo, el general
Juan
Prim, su principal valedor, murió asesinado en un atentado el
27 de diciembre de 1870 en la calle del Turco en Madrid.
Amadeo
desembarcó en
Cartagena el
30 de diciembre, para llegar a Madrid el 2 de
enero de 1871.
Allí se dirigió a la
Basílica de Atocha para rezar ante el cadáver de Prim. Tras este
amargo trago se trasladó a las Cortes, donde realizó el preceptivo
juramento: «Acepto la Constitución y juro guardar y hacer guardar las
Leyes del Reino», terminando el acto con la solemne declaración por
parte del presidente de las Cortes: «Las Cortes han presenciado y oído
la aceptación y juramento que el Rey acaba de prestar a la Constitución de
la Nación española y a las leyes. Queda proclamado Rey de España don
Amadeo I».
La llegada de
Amadeo al poder lo único que consiguió fue unir a toda la oposición, desde
republicanos a carlistas.
Como ejemplo de ello baste reproducir unas líneas del discurso ante las
primeras Cortes de la nueva monarquía del líder republicano
Emilio Castelar (20
de abril de
1870):
Visto el estado de la opinión, Vuestra Majestad debe irse, como seguramente se hubiera ido Leopoldo de Bélgica, no sea que tenga un fin parecido al de Maximiliano I de México...
Amadeo tuvo
serias dificultades debido a la inestabilidad política española. Hubo seis
ministerios en dos años que duró su reinado, e intentaron asesinarle
el
19 de julio de 1872. El
pobre rey enloquecía ante las complicaciones de la política española.
«Ah,
per Bacco, non capisco niente!», solía exclamar.
Completamente
harto, más que abdicar, dimitió por propia iniciativa al mediodía del
11 de febrero de 1873,
marchándose de Madrid sin esperar un minuto. La causa de esta dimisión fue
una conjunción detonante de motivos, problemas y pretextos, y su decisión
final fue la de no aguantar más él solo al frente de un país ingobernable.
Decía en su discurso de renuncia:
Dos años largos ha que ciño la corona de España, y la España vive en constante lucha, viendo cada día más lejana la era de paz y de ventura que tan ardientemente anhelo. Si fueran extranjeros los enemigos de su dicha, entonces, al frente de estos soldados tan valientes como sufridos, sería el primero en combatirlos; pero todos los que con la espada, con la pluma, con la palabra agravan y perpetúan los males de la nación son españoles; todos invocan el dulce nombre de la patria; todos pelean y se agitan por su bien, y entre el fragor del combate, entre el confuso, atronador y contradictorio clamor de los partidos, entre tantas y tan opuestas manifestaciones de la opinión pública, es imposible afirmar cuál es la verdadera, y más imposible todavía hallar remedio para tamaños males. Los he buscado ávidamente dentro de la ley y no lo he hallado. Fuera de la ley no ha de buscarlo quien ha prometido observarla.
Ese mismo día
se proclamó la
Primera República Española.
De regreso a Italia,
Amadeo asumió el título de Duque de Aosta. Tras
la muerte de su primera esposa casó de nuevo el
11 de septiembre 1888, en Turín, con
la princesa francesa María Leticia Bonaparte (París,
20 de noviembre 1866 –
Moncalieri,
25 de octubre
1926), con quien tuvo un hijo: Humberto María Víctor Amadeo Juan,
Conde de Salemi, (Turín, 22
de junio 1889
–
Crespano del Grappa,
19 de octubre
1918).
Escudo personal de Amadeo de Saboya como rey de España.
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Amadeo de Saboya
(1845 - 1890)
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De Amadeo I, y
según Eslava Galán...
«Presencia tenía Amadeo, y embutido en su uniforme, con los bordados y las charreteras, parecía un figurín, pero aparte de la presencia era hombre de escasas luces y, lo peor de todo, peligrosamente gafe»; «Lo que no se puede objetar es que no estuviera por agradar. En un paseo en carroza por Madrid, el secretario y cicerone que lo acompañaba le indicó que pasaban cerca de la casa de Cervantes y él respondió sin inmutarse: 'Aunque no haya venido a verme, iré pronto a saludarlo'. Para que se vea la maldad de la gente, basándose en este dato, algunos detractores propalan que era hombre de pocas letras. Cabría replicar que casi todos los reyes de España lo han sido y ello no les ha impedido reinar, pero además, en el caso de Amadeo, es falso, puesto que era muy aficionado a las novelas pornográficas francesas».
«Presencia tenía Amadeo, y embutido en su uniforme, con los bordados y las charreteras, parecía un figurín, pero aparte de la presencia era hombre de escasas luces y, lo peor de todo, peligrosamente gafe»; «Lo que no se puede objetar es que no estuviera por agradar. En un paseo en carroza por Madrid, el secretario y cicerone que lo acompañaba le indicó que pasaban cerca de la casa de Cervantes y él respondió sin inmutarse: 'Aunque no haya venido a verme, iré pronto a saludarlo'. Para que se vea la maldad de la gente, basándose en este dato, algunos detractores propalan que era hombre de pocas letras. Cabría replicar que casi todos los reyes de España lo han sido y ello no les ha impedido reinar, pero además, en el caso de Amadeo, es falso, puesto que era muy aficionado a las novelas pornográficas francesas».
Corto espacio
dedicado a la tragedia de un hombre que fue llamado para ser rey de un
país en el que ninguno de sus súbditos quiso concederle la menor
oportunidad
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