Rey de Portugal, llamado el Africano nacido en 1432 en el palacio de Sintra y muerto el 28 de agosto de 1481 en el mismo lugar. Hijo del rey Duarte I de Portugal y de Leonor de Aragón, hija de Fernando de Antequera.
A la muerte de su padre fue coronado rey y ocupó el trono nominalmente
desde 1438 y de pleno derecho a partir de 1448 y hasta 1481
.
En octubre de 1438, con apenas seis años, Alfonso se convirtió
en rey de Portugal tras la muerte de su padre. Según el testamento de
éste, y considerando la pequeña edad del nuevo rey, se estableció un
consejo de regencia presidido por la reina viuda, doña Leonor de Aragón,
pero debido a su origen hispano se produjo una fuerte oposición a que
ejerciese la regencia. Dicha oposición no era sino el reflejo de otro
conflicto más profundo que dividía al país en dos bandos desde los
tiempos de Juan I,
por un lado se encontraban aquellos nobles deseosos de continuar con la
expansión portuguesa en el norte de África por medio de la guerra, y
por otro aquellos que afines a los ideales pacifistas del fallecido
Duarte, se oponían a la guerra de conquista. Los partidarios de la
guerra en África, encabezados por Enrique el Navegante,
hijo legítimo de Juan I, y el conde Alonso de Barcelos, hijo natural de
Juan I, apoyaron a la regente Leonor; en contra se situó un amplio y
poderoso partido encabezado por don Pedro,
duque de Coimbra y Juan, ambos hermanos del difunto rey, que aglutinaba
a amplios sectores de la burguesía y la población más humilde. Mientras
tanto, el alto clero y la nobleza se encontraban divididos. Finalmente,
en 1441, don Pedro obtuvo la victoria y se hizo cargo de la regencia,
no sin antes llegar a un acuerdo con el conde de Barcelos al que otorgó
el título de duque de Braganza. Entre 1441 y 1448 don Pedro actuó como
regente de Portugal. Leonor de Aragón mientras tanto, regresó a Castilla
donde permaneció hasta su muerte.
Los siete años de la regencia
de don Pedro estuvieron marcados por los conflictos internos entre los
partidos anteriormente mencionados y las continuas maniobras del regente
por perpetuarse en el poder. Don Pedro casó a su hija Isabel de Portugal
con el joven rey en 1447, y a su hijo mayor, Pedro, le nombró
condestable del reino. Debido a que Isabel y Alfonso eran primos
hermanos, hubo de pedir el permiso papal que Eugenio IV
concedió. En cuanto a la política interna desarrollada por el regente,
estuvo marcada por la moderación ante la nobleza para tratar de evitar
una posible sublevación; no obstante los intentos de don Pedro, no pudo
evitar el enfrentamiento con el conde de Barcelos y los nobles
seguidores de la casa de Braganza. Pero si algo caracterizó la
complicada regencia fue el exagerado nepotismo de don Pedro, del cual
salió muy beneficiado Enrique el Navegante.
A lo largo de
la regencia de don Pedro sus relaciones con Alfonso pasaron de ser muy
buenas a terminar en conflicto armado. El cambio de posición de Alfonso V
sobre su tío se debió fundamentalmente a la influencia de la Corte,
sobre todo la del conde de Barcelos. En 1448, por influencia del conde
de Barcelos el regente don Pedro fue retirado de su cargo y obligado a
marchar a Coimbra. Alfonso V fue solemnemente proclamado como rey de
Portugal, pero al año siguiente don Pedro se sublevó y levantó un
ejercito desde su retiro en Coimbra con el que marchó contra Alfonso V,
con la idea de apoderarse del trono. Los ejércitos de don Pedro y de
Alfonso V se enfrentaron el 20 de mayo de 1499 en Alfarrobeira, la
batalla se saldó con la muerte de don Pedro y la derrota de su ejército.
Una vez que Alfonso V se asentó en el trono, colocó junto a él,
en calidad de consejeros, al duque de Braganza y al de Viseo, esto es, a
Alonso de Barcelos y a Enrique el Navegante. Esta decisión,
lejos de ser arbitraria, muestra muy a las claras la talla política del
joven rey ya que por un lado Alonso de Barcelos representaba a la
nobleza latifundista y por otro, Enrique el Navegante era el
mejor ejemplo de los interés intervencionistas en el norte de África.
Ambas corrientes marcaron el reinado de Alfonso V hasta su muerte,
ampliando por un lado los privilegios nobiliarios, lo que convertía a la
nobleza en un grupo cada vez más poderoso, pero al mismo tiempo,
mantenía a esta nobleza ocupada, y por tanto inofensiva, en las campañas
norteafricanas las cuales, además, rendían importantes beneficios
económicos.
Uno de los mayores triunfos diplomáticos del reinado Alfonso V fue el establecimiento del enlace entre su hermana Leonor y el emperador Federico III,
con lo que Portugal se situó en la órbita de la Casa de Austria. Por
otro lado, gracias al enlace entre Isabel, hija de Juan I, y el duque de
Borgoña Felipe el Bueno, Alfonso V pudo contar con un importante aliado, Carlos el Temerario, duque de Borgoña.
A
partir de que el 29 de mayo de 1453 la ciudad de Constantinopla,
capital y baluarte del Imperio Bizantino, cayera en poder del sultán Mehmet II,
una nueva y amenazadora fuerza se estableció en el Mediterráneo
oriental, el Imperio Otomano. Ante este nuevo peligro tanto el papa Nicolás V
como Alfonso V empezaron a concebir la idea de una cruzada general de
la Cristiandad contra el Islam, llegaron incluso a pensar en tomar
Jerusalén tras atravesar el norte de África. Ante lo descabellado de la
idea y el nulo apoyo encontrado, ambos dirigentes tuvieron que desistir
de su idea, pero siguieron colaborando estrechamente, Alfonso V continuó
con sus acciones militares en Marruecos, mientras que Nicolás V
bendecía la expansión portuguesa con la bula Romanus Pontifex (8 de enero de 1454).
En 1457 Alfonso V decidió seguir la política de guerra abierta contra los infieles que impulsaba su tío, Enrique el Navegante,
por lo que se planearon una serie de expediciones armadas contra Safim y
Tánger. A última hora los portugueses tuvieron que cambiar sus planes
ante la inminencia del ataque del rey de Fez contra Ceuta, por lo que
decidieron adelantarse a los planes del musulmán y atacar la plaza de
Alcácer Ceguer (Alcazarseguer), más próxima a Ceuta. La expedición
estaría dirigida por Enrique el Navegante y por el propio rey
Alfonso, el cual abandonó Lisboa mientras ésta era asolada por la peste.
Se reunió una escuadra de doscientas veinte naves y un ejército de más
de veintiséis mil hombres, tan poderosa fuerza no tardó más de unas
horas en rendir la plaza de Alcácer Ceguer, cuyos defensores se
rindieron ante la imposibilidad de mantener su posición el 23 de octubre
de 1458. La consecuencia más importante de la toma de Alcácer Ceguer,
fue el descontento generalizado, por un lado la plaza no rindió los
beneficios económicos deseados; por otro lado, la nobleza empezaba a
cansarse de intervenir en aventuras en las cuales ponían su vida y sus
posesiones en juego, y obtenían poco a cambio.
En 1460 falleció el
infante don Enrique, el responsable de la expansión africana. Alfonso V
centralizó en la corona los mandos de las actividades comerciales y de
la navegación por el Atlántico, con lo que se produjo un parón en el
ritmo de los descubrimientos geográficos ya que Alfonso V estaba más
interesado en explotar lo ya encontrado, para obtener dinero, que en
seguir gastando fondos, que cada vez escaseaban más, en nuevos
descubrimientos. Con éste fin, en 1469 arrendó el tráfico con Guinea a
Fernán Gomes. Alfonso V apoyó la penetración pacífica en las costas
africanas; en su época, los navegantes portugueses reconocieron las
costas de Guinea y fundaron en ellas sus primeros establecimientos.
En
1462 había quedado vacante el trono aragonés, lo que supuso un
conflicto internacional para Portugal. El condestable Pedro era nieto
materno del conde de Urgel, por lo que tenía ciertos derechos al trono;
por su parte, los catalanes se lo ofrecieron y él aceptó. En 1464
desembarcó en secreto en Barcelona y se hizo proclamar, pero su gobierno
sólo duró hasta 1466. Esta actuación enojó a Juan II que defendía su legitimidad, a Luis XI
de Francia que albergaba la esperanza de obtener el trono para sí, e
incluso a Alfonso V, ya que el condestable actuó si su permiso.
En
1469 el infante don Fernando, con el beneplácito real, organizó una
nueva expedición contra el norte de África, en esta ocasión contra el
enclave de Anafé (Casablanca), la cual fue conquistada sin graves
problemas, pero de la cual no se obtuvo ningún beneficio tangible.
En
1471 Alfonso V trató de conquistar Tánger, pero sus consejeros le
disuadieron de la idea argumentando los altos costos de semejante
empresa. Ante la insistencia del rey, sus consejeros le convencieron de
que se olvidara de Tánger y se conformase con tomar el importante
enclave de Arcila, donde finalizaba la rica ruta del oro procedente de
Malí y que de pasar a manos portuguesas, aparte de los beneficios
económicos lograría importantes beneficios estratégicos al desplazar a
sus competidores, castellanos, judíos y genoveses. La expedición a
Arcila constó de cuatrocientas setenta y siete naves en las que viajó un
ejército de más de treinta mil hombres, entre los que se contaba al
príncipe heredero Juan. Tras la impresionante conquista de Arcila, el 24
de agosto de 1471, Tánger fue evacuada por lo que Alfonso V, tras
negociar con el rey de Fez, Muley Jeque, tomó la ciudad el 28 de agosto.
En
ese mismo año de 1471 un incidente diplomático en aguas del Canal de la
mancha entre corsarios ingleses y marinos portugueses estuvo a punto de
desencadenar una guerra entre ambos países. Tras el incidente Alfonso V
le reclamó al rey de Inglaterra, Eduardo IV,
que se hiciera cargo de la compensación, a lo cual el rey inglés no
emitió respuesta alguna. El enfado de Alfonso V llegó al punto de
planear lanzar a la flota africana contra Inglaterra. El 10 de diciembre
de 1471, Alfonso V emitió un decreto por el que autorizaba a todos sus
súbditos a asaltar cualquier embarcación inglesa que viesen; ante
semejante medida a Eduardo IV sólo le quedaba declarar la guerra o pagar
la indemnización y firmar la paz, optó por lo segundo.
Los últimos años del reinado de Alfonso V estuvieron marcados por las disputas con Castilla a consecuencia de la sucesión del Enrique IV
de Castilla, fallecido en 1474. En 1475 inició su intervención en la
guerra de Sucesión de Castilla defendiendo los derechos de la que pudo
haber sido su segunda esposa, Juana la Beltraneja, frente a los de Isabel I.
En 1473 a instancias del conspirante Juan Pacheco, se estableció el enlace entre Alfonso V y Juana la Beltraneja,
en contra del parecer de importantes miembros de la nobleza y el clero
luso, que temían la posibilidad de una guerra entre ambos reinos. Pero
el Prior de Crato y los condes de Vila Real y de Faro se mostraron como
entusiastas defensores del enlace. Alfonso V se preparó ante una posible
guerra, por medio de una alianza con Luis XI de Francia, al cual
prometió las provincias vascas si triunfaba su causa. Finalmente, el
monarca portugués obtuvo la dispensa de Sixto IV para celebrar el matrimonio, dispensa necesaria ante el cercano parentesco que unía a los contrayentes.
Tras la muerte de Enrique IV la sucesión al trono castellano se mostró conflictiva, por un lado Isabel y Fernando
de Aragón, mientras que por el otro se encontraban Juana y Alfonso V.
En 1475 Alfonso V solicitó a las Cortes de Évora un empréstito para
hacer frente a la guerra, ya inevitable. Isabel y Fernando hicieron otro
tanto en sus posesiones. El 25 de mayo de 1475 Alfonso V invadió
Castilla, dirigiéndose hacia Plasencia, donde el 30 de mayo se celebró
su compromiso matrimonial con Juana la Beltraneja, tras lo que
Alfonso V fue reconocido como rey de Portugal, Castilla y León. La
reacción de Isabel y Fernando no se hizo esperar y el 20 de junio
declararon la guerra a Portugal. La nobleza castellana por su parte, se
hallaba dividida en dos facciones, siendo mayor la que apoyaba a Isabel y
Fernando. El príncipe y heredero portugués Juan, marchó a Castilla en
ayuda de su padre, quedando el trono de Portugal en manos de la princesa
Leonor.
Las tropas de ambos contendientes se encontraron el 2 de
marzo de 1476 en Toro, resultando vencedores Isabel y Fernando. Ante el
desastre de Toro, el rey portugués se apresuró a proponerle a Luis XI
una alianza contra Isabel y Fernando, pero éste, sumido en conflictos
interno contra la Liga del Bien Público y contra el duque de Borgoña,
Carlos el Temerario, se negó a la alianza. Ante esto, Alfonso V
embarcó con dirección a Francia para entrevistarse personalmente con
Luis XI, el cual le recibió con honores, pero tras nueve meses de darle
largas finalmente le negó, una vez más, la ayuda solicitada. Buscó
entonces la ayuda de su primo, Carlos el Temerario, al cual trató
de convencer para que firmara la paz con Luis XI, con el objetivo de
que tras esta paz el monarca francés se quedaría sin argumentos para
darle la ayuda que tanto necesitaba en Castilla, pero Carlos el Temerario
se negó a cualquier tipo de acuerdo con Luis XI. Finalmente el 15 de
noviembre de 1477 Alfonso V regresó a Portugal, desesperado y sin ayuda.
A
su regreso a Portugal Alfonso V tomó una importante decisión, abdicó el
trono portugués en su hijo, el cual ya gobernaba como regente desde
1474, para dedicar todos sus esfuerzos a la conquista de Castilla y a
lavar su maltrecho honor. En 1479 Alfonso V fue totalmente derrotado en
la batalla de la Albuera, tras lo cual se vio obligado a firmar el 4 de
septiembre el tratado de Alcaçovas, tratado que fue ratificado en Toledo
en marzo de 1480 y por el que se puso fin al conflicto. Alfonso V se
comprometió a no formalizar su matrimonio con su sobrina Juana y a
renunciar a sus derechos al trono castellano
Una vez terminado el
conflicto castellano, Alfonso decidió abdicar la corona definitivamente
en su hijo y retirarse a un monasterio donde murió el 28 de agosto de
1481.
El reinado de Alfonso V, a pesar de los triunfos en África, supuso un periodo de decadencia entre Juan I y Juan II,
puesto que en el balance final había más derrotas que victorias. En los
asuntos internos se mostró excesivamente débil y generoso con la
nobleza, y demasiado sumiso ante los asuntos eclesiásticos. Alfonso V
fue, quizá, el último rey medieval de su tiempo, lo que explica sus
fracasos diplomáticos ante Francia y Castilla, reinos ambos dirigidos
por reyes que ya hacían vislumbrar lo que serían los Estados
burocráticos de la Edad Moderna. Apoyó y protegió la ciencia y el arte y
en su tiempo se fundó la primera biblioteca de Portugal.
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