viernes, 15 de enero de 2016

ALFONSO V "EL AFRICANO"...REY DE PORTUGAL


Rey de Portugal, llamado el Africano nacido en 1432 en el palacio de Sintra y muerto el 28 de agosto de 1481 en el mismo lugar. Hijo del rey Duarte I de Portugal y de Leonor de Aragón, hija de Fernando de Antequera. A la muerte de su padre fue coronado rey y ocupó el trono nominalmente desde 1438 y de pleno derecho a partir de 1448 y hasta 1481
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En octubre de 1438, con apenas seis años, Alfonso se convirtió en rey de Portugal tras la muerte de su padre. Según el testamento de éste, y considerando la pequeña edad del nuevo rey, se estableció un consejo de regencia presidido por la reina viuda, doña Leonor de Aragón, pero debido a su origen hispano se produjo una fuerte oposición a que ejerciese la regencia. Dicha oposición no era sino el reflejo de otro conflicto más profundo que dividía al país en dos bandos desde los tiempos de Juan I, por un lado se encontraban aquellos nobles deseosos de continuar con la expansión portuguesa en el norte de África por medio de la guerra, y por otro aquellos que afines a los ideales pacifistas del fallecido Duarte, se oponían a la guerra de conquista. Los partidarios de la guerra en África, encabezados por Enrique el Navegante, hijo legítimo de Juan I, y el conde Alonso de Barcelos, hijo natural de Juan I, apoyaron a la regente Leonor; en contra se situó un amplio y poderoso partido encabezado por don Pedro, duque de Coimbra y Juan, ambos hermanos del difunto rey, que aglutinaba a amplios sectores de la burguesía y la población más humilde. Mientras tanto, el alto clero y la nobleza se encontraban divididos. Finalmente, en 1441, don Pedro obtuvo la victoria y se hizo cargo de la regencia, no sin antes llegar a un acuerdo con el conde de Barcelos al que otorgó el título de duque de Braganza. Entre 1441 y 1448 don Pedro actuó como regente de Portugal. Leonor de Aragón mientras tanto, regresó a Castilla donde permaneció hasta su muerte.
Los siete años de la regencia de don Pedro estuvieron marcados por los conflictos internos entre los partidos anteriormente mencionados y las continuas maniobras del regente por perpetuarse en el poder. Don Pedro casó a su hija Isabel de Portugal con el joven rey en 1447, y a su hijo mayor, Pedro, le nombró condestable del reino. Debido a que Isabel y Alfonso eran primos hermanos, hubo de pedir el permiso papal que Eugenio IV concedió. En cuanto a la política interna desarrollada por el regente, estuvo marcada por la moderación ante la nobleza para tratar de evitar una posible sublevación; no obstante los intentos de don Pedro, no pudo evitar el enfrentamiento con el conde de Barcelos y los nobles seguidores de la casa de Braganza. Pero si algo caracterizó la complicada regencia fue el exagerado nepotismo de don Pedro, del cual salió muy beneficiado Enrique el Navegante.
A lo largo de la regencia de don Pedro sus relaciones con Alfonso pasaron de ser muy buenas a terminar en conflicto armado. El cambio de posición de Alfonso V sobre su tío se debió fundamentalmente a la influencia de la Corte, sobre todo la del conde de Barcelos. En 1448, por influencia del conde de Barcelos el regente don Pedro fue retirado de su cargo y obligado a marchar a Coimbra. Alfonso V fue solemnemente proclamado como rey de Portugal, pero al año siguiente don Pedro se sublevó y levantó un ejercito desde su retiro en Coimbra con el que marchó contra Alfonso V, con la idea de apoderarse del trono. Los ejércitos de don Pedro y de Alfonso V se enfrentaron el 20 de mayo de 1499 en Alfarrobeira, la batalla se saldó con la muerte de don Pedro y la derrota de su ejército.

                          


Una vez que Alfonso V se asentó en el trono, colocó junto a él, en calidad de consejeros, al duque de Braganza y al de Viseo, esto es, a Alonso de Barcelos y a Enrique el Navegante. Esta decisión, lejos de ser arbitraria, muestra muy a las claras la talla política del joven rey ya que por un lado Alonso de Barcelos representaba a la nobleza latifundista y por otro, Enrique el Navegante era el mejor ejemplo de los interés intervencionistas en el norte de África. Ambas corrientes marcaron el reinado de Alfonso V hasta su muerte, ampliando por un lado los privilegios nobiliarios, lo que convertía a la nobleza en un grupo cada vez más poderoso, pero al mismo tiempo, mantenía a esta nobleza ocupada, y por tanto inofensiva, en las campañas norteafricanas las cuales, además, rendían importantes beneficios económicos.
Uno de los mayores triunfos diplomáticos del reinado Alfonso V fue el establecimiento del enlace entre su hermana Leonor y el emperador Federico III, con lo que Portugal se situó en la órbita de la Casa de Austria. Por otro lado, gracias al enlace entre Isabel, hija de Juan I, y el duque de Borgoña Felipe el Bueno, Alfonso V pudo contar con un importante aliado, Carlos el Temerario, duque de Borgoña.
A partir de que el 29 de mayo de 1453 la ciudad de Constantinopla, capital y baluarte del Imperio Bizantino, cayera en poder del sultán Mehmet II, una nueva y amenazadora fuerza se estableció en el Mediterráneo oriental, el Imperio Otomano. Ante este nuevo peligro tanto el papa Nicolás V como Alfonso V empezaron a concebir la idea de una cruzada general de la Cristiandad contra el Islam, llegaron incluso a pensar en tomar Jerusalén tras atravesar el norte de África. Ante lo descabellado de la idea y el nulo apoyo encontrado, ambos dirigentes tuvieron que desistir de su idea, pero siguieron colaborando estrechamente, Alfonso V continuó con sus acciones militares en Marruecos, mientras que Nicolás V bendecía la expansión portuguesa con la bula Romanus Pontifex (8 de enero de 1454).
En 1457 Alfonso V decidió seguir la política de guerra abierta contra los infieles que impulsaba su tío, Enrique el Navegante, por lo que se planearon una serie de expediciones armadas contra Safim y Tánger. A última hora los portugueses tuvieron que cambiar sus planes ante la inminencia del ataque del rey de Fez contra Ceuta, por lo que decidieron adelantarse a los planes del musulmán y atacar la plaza de Alcácer Ceguer (Alcazarseguer), más próxima a Ceuta. La expedición estaría dirigida por Enrique el Navegante y por el propio rey Alfonso, el cual abandonó Lisboa mientras ésta era asolada por la peste. Se reunió una escuadra de doscientas veinte naves y un ejército de más de veintiséis mil hombres, tan poderosa fuerza no tardó más de unas horas en rendir la plaza de Alcácer Ceguer, cuyos defensores se rindieron ante la imposibilidad de mantener su posición el 23 de octubre de 1458. La consecuencia más importante de la toma de Alcácer Ceguer, fue el descontento generalizado, por un lado la plaza no rindió los beneficios económicos deseados; por otro lado, la nobleza empezaba a cansarse de intervenir en aventuras en las cuales ponían su vida y sus posesiones en juego, y obtenían poco a cambio.
En 1460 falleció el infante don Enrique, el responsable de la expansión africana. Alfonso V centralizó en la corona los mandos de las actividades comerciales y de la navegación por el Atlántico, con lo que se produjo un parón en el ritmo de los descubrimientos geográficos ya que Alfonso V estaba más interesado en explotar lo ya encontrado, para obtener dinero, que en seguir gastando fondos, que cada vez escaseaban más, en nuevos descubrimientos. Con éste fin, en 1469 arrendó el tráfico con Guinea a Fernán Gomes. Alfonso V apoyó la penetración pacífica en las costas africanas; en su época, los navegantes portugueses reconocieron las costas de Guinea y fundaron en ellas sus primeros establecimientos.
En 1462 había quedado vacante el trono aragonés, lo que supuso un conflicto internacional para Portugal. El condestable Pedro era nieto materno del conde de Urgel, por lo que tenía ciertos derechos al trono; por su parte, los catalanes se lo ofrecieron y él aceptó. En 1464 desembarcó en secreto en Barcelona y se hizo proclamar, pero su gobierno sólo duró hasta 1466. Esta actuación enojó a Juan II que defendía su legitimidad, a Luis XI de Francia que albergaba la esperanza de obtener el trono para sí, e incluso a Alfonso V, ya que el condestable actuó si su permiso.
En 1469 el infante don Fernando, con el beneplácito real, organizó una nueva expedición contra el norte de África, en esta ocasión contra el enclave de Anafé (Casablanca), la cual fue conquistada sin graves problemas, pero de la cual no se obtuvo ningún beneficio tangible.
En 1471 Alfonso V trató de conquistar Tánger, pero sus consejeros le disuadieron de la idea argumentando los altos costos de semejante empresa. Ante la insistencia del rey, sus consejeros le convencieron de que se olvidara de Tánger y se conformase con tomar el importante enclave de Arcila, donde finalizaba la rica ruta del oro procedente de Malí y que de pasar a manos portuguesas, aparte de los beneficios económicos lograría importantes beneficios estratégicos al desplazar a sus competidores, castellanos, judíos y genoveses. La expedición a Arcila constó de cuatrocientas setenta y siete naves en las que viajó un ejército de más de treinta mil hombres, entre los que se contaba al príncipe heredero Juan. Tras la impresionante conquista de Arcila, el 24 de agosto de 1471, Tánger fue evacuada por lo que Alfonso V, tras negociar con el rey de Fez, Muley Jeque, tomó la ciudad el 28 de agosto.
En ese mismo año de 1471 un incidente diplomático en aguas del Canal de la mancha entre corsarios ingleses y marinos portugueses estuvo a punto de desencadenar una guerra entre ambos países. Tras el incidente Alfonso V le reclamó al rey de Inglaterra, Eduardo IV, que se hiciera cargo de la compensación, a lo cual el rey inglés no emitió respuesta alguna. El enfado de Alfonso V llegó al punto de planear lanzar a la flota africana contra Inglaterra. El 10 de diciembre de 1471, Alfonso V emitió un decreto por el que autorizaba a todos sus súbditos a asaltar cualquier embarcación inglesa que viesen; ante semejante medida a Eduardo IV sólo le quedaba declarar la guerra o pagar la indemnización y firmar la paz, optó por lo segundo.



Los últimos años del reinado de Alfonso V estuvieron marcados por las disputas con Castilla a consecuencia de la sucesión del Enrique IV de Castilla, fallecido en 1474. En 1475 inició su intervención en la guerra de Sucesión de Castilla defendiendo los derechos de la que pudo haber sido su segunda esposa, Juana la Beltraneja, frente a los de Isabel I.
En 1473 a instancias del conspirante Juan Pacheco, se estableció el enlace entre Alfonso V y Juana la Beltraneja, en contra del parecer de importantes miembros de la nobleza y el clero luso, que temían la posibilidad de una guerra entre ambos reinos. Pero el Prior de Crato y los condes de Vila Real y de Faro se mostraron como entusiastas defensores del enlace. Alfonso V se preparó ante una posible guerra, por medio de una alianza con Luis XI de Francia, al cual prometió las provincias vascas si triunfaba su causa. Finalmente, el monarca portugués obtuvo la dispensa de Sixto IV para celebrar el matrimonio, dispensa necesaria ante el cercano parentesco que unía a los contrayentes.
Tras la muerte de Enrique IV la sucesión al trono castellano se mostró conflictiva, por un lado Isabel y Fernando de Aragón, mientras que por el otro se encontraban Juana y Alfonso V. En 1475 Alfonso V solicitó a las Cortes de Évora un empréstito para hacer frente a la guerra, ya inevitable. Isabel y Fernando hicieron otro tanto en sus posesiones. El 25 de mayo de 1475 Alfonso V invadió Castilla, dirigiéndose hacia Plasencia, donde el 30 de mayo se celebró su compromiso matrimonial con Juana la Beltraneja, tras lo que Alfonso V fue reconocido como rey de Portugal, Castilla y León. La reacción de Isabel y Fernando no se hizo esperar y el 20 de junio declararon la guerra a Portugal. La nobleza castellana por su parte, se hallaba dividida en dos facciones, siendo mayor la que apoyaba a Isabel y Fernando. El príncipe y heredero portugués Juan, marchó a Castilla en ayuda de su padre, quedando el trono de Portugal en manos de la princesa Leonor.
Las tropas de ambos contendientes se encontraron el 2 de marzo de 1476 en Toro, resultando vencedores Isabel y Fernando. Ante el desastre de Toro, el rey portugués se apresuró a proponerle a Luis XI una alianza contra Isabel y Fernando, pero éste, sumido en conflictos interno contra la Liga del Bien Público y contra el duque de Borgoña, Carlos el Temerario, se negó a la alianza. Ante esto, Alfonso V embarcó con dirección a Francia para entrevistarse personalmente con Luis XI, el cual le recibió con honores, pero tras nueve meses de darle largas finalmente le negó, una vez más, la ayuda solicitada. Buscó entonces la ayuda de su primo, Carlos el Temerario, al cual trató de convencer para que firmara la paz con Luis XI, con el objetivo de que tras esta paz el monarca francés se quedaría sin argumentos para darle la ayuda que tanto necesitaba en Castilla, pero Carlos el Temerario se negó a cualquier tipo de acuerdo con Luis XI. Finalmente el 15 de noviembre de 1477 Alfonso V regresó a Portugal, desesperado y sin ayuda.
A su regreso a Portugal Alfonso V tomó una importante decisión, abdicó el trono portugués en su hijo, el cual ya gobernaba como regente desde 1474, para dedicar todos sus esfuerzos a la conquista de Castilla y a lavar su maltrecho honor. En 1479 Alfonso V fue totalmente derrotado en la batalla de la Albuera, tras lo cual se vio obligado a firmar el 4 de septiembre el tratado de Alcaçovas, tratado que fue ratificado en Toledo en marzo de 1480 y por el que se puso fin al conflicto. Alfonso V se comprometió a no formalizar su matrimonio con su sobrina Juana y a renunciar a sus derechos al trono castellano
Una vez terminado el conflicto castellano, Alfonso decidió abdicar la corona definitivamente en su hijo y retirarse a un monasterio donde murió el 28 de agosto de 1481.
El reinado de Alfonso V, a pesar de los triunfos en África, supuso un periodo de decadencia entre Juan I y Juan II, puesto que en el balance final había más derrotas que victorias. En los asuntos internos se mostró excesivamente débil y generoso con la nobleza, y demasiado sumiso ante los asuntos eclesiásticos. Alfonso V fue, quizá, el último rey medieval de su tiempo, lo que explica sus fracasos diplomáticos ante Francia y Castilla, reinos ambos dirigidos por reyes que ya hacían vislumbrar lo que serían los Estados burocráticos de la Edad Moderna. Apoyó y protegió la ciencia y el arte y en su tiempo se fundó la primera biblioteca de Portugal.

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