La comunidad judía medieval inglesa se caracterizó por una serie de
notables características. En primer lugar, existe una delimitación clara
de su comienzo y finalización: 1066, cuando los judíos llegaron a
instancias de William el Conquistador, y 1290, cuando fueron expulsados
por Edward I. En segundo lugar, el control real sobre los judíos fue más
fuerte en Inglaterra que en cualquier otro lugar de la cristiandad
latina. En tercer lugar, este control produjo unos registros
especialmente ricos en información sobre las actividades financieras
judías en la Inglaterra medieval. Un departamento especial real, el “Exchequer (similar al actual ministro de Hacienda) de los judíos”,
se instituyó para cuidar de los asuntos financieros judíos. El
inconveniente de esta gran cantidad de material es que el aspecto
financiero de la experiencia judía en la Inglaterra medieval a menudo se
sobredimensiona, a expensas de cualquier otro aspecto. Sin embargo, a
pesar de que abundan las pruebas documentales a nuestra disposición,
sigue siendo de vital importancia valernos de cualquier otro material
existente, en latín y/o hebreo, que nos pueda ayudar a conformar una
visión más completa de dicha experiencia judía.
Como Stacey y otros ya han descrito, los judíos, en su mayoría, eran dependientes del favor real desde el inicio de su presencia en Inglaterra. Beneficiándose del estímulo real, pronto fueron capaces de establecerse como comerciantes de éxito y como cambistas en Londres y en un creciente número de ciudades con castillos normandos, o en la vecindad de las ferias más rentables. Hacia 1159, los judíos se habían establecido en Bungay, Cambridge, Gloucester, Lincoln, Norwich, Northampton, Oxford, Thetford, Winchester, y Worcester. Fue a través de las diversas regulaciones en tiempos de Henry II, que se convirtió en especialmente lucrativo para algunos especializarse en el préstamo de dinero. Aunque algunos miembros de la comunidad judía, como Aarón de Lincoln, tuvieron un éxito notable, es importante recordar que la riqueza de Aarón fue una excepción y no la norma dentro de las comunidades judías medievales de Inglaterra. De hecho, para una correcta comprensión de la posición de los judíos en la Inglaterra medieval, es mucho más importante centrarse en las mortificaciones que sufrieron las propiedades del mencionado Aaron en 1186 a manos de Henry II, que parecía hipnotizado por la fenomenal riqueza que Aaron acumuló en vida. No sólo los orígenes del “Exchequer de los judíos” se encuentran entre los procedimientos puestos en marcha para cobrar las deudas de Aarón de Lincoln, tras quedarse con su finca el rey, sino lo que es más importante, su adquisición y la búsqueda incesante de los deudores de Aarón por parte de los reyes Henry y después Richard, nos indican cuan peligrosamente ambiguo era el papel que se había asignado a los judíos en la Inglaterra medieval. Por mucho éxito que pudieran tener, dependían del rey, el cual podría volverse en su contra cuando quisiera. Más allá de esto, su éxito, que además era necesario para conservar el favor del rey, los hacía vulnerables a la ira de aquellos cristianos que estaban en deuda con ellos. Y estos judíos de la Inglaterra medieval se vieron aún más presionados por sus amos reales con el aumento de las sumas que se les requería según avanzaba el siglo XIII, con lo cual tenían que presionar más asiduamente a sus clientes cristianos para el pago.
En 1189, las incertidumbres de un nuevo reinado coincidieron con el fervor de los caballeros cruzados que habían tomado la cruz y amenazaban la seguridad de la que habían gozado los judíos durante el reinado de Henry II. El problema se manifestó en los disturbios anti-judíos que acompañaron la coronación de Richard I en Londres en septiembre, y se extendieron durante febrero y marzo de 1190 a Norwich, King’s Lynn, Stamford, Lincoln, York, Bury, Colchester, Thetford, y Ospringe en Kent. Richard no estaba de acuerdo con estos ataques, pero parece haberse mostrado reacio o incapaz a la hora de poner un fin efectivo a esta violencia. Llegados a este punto, los judíos de Inglaterra no parecen haber sido su prioridad más destacada. La cruzada estaba ahí, y él salió de Inglaterra hacia Normandia tan pronto como fue coronado y ultimó los preparativos para su viaje a Tierra Santa. En cuanto a Yorkshire se refiere, fue allí donde muchos antiguos clientes de Aaron de Lincoln fueron sometidos a una severa presión real. Aparte de eso, como Dobson y otros historiadores han demostrado, las relaciones entre el norte del país y la corte real estaban en un punto bajo en ese momento. En York y sus alrededores existía un vacío de autoridad.
Como Stacey y otros ya han descrito, los judíos, en su mayoría, eran dependientes del favor real desde el inicio de su presencia en Inglaterra. Beneficiándose del estímulo real, pronto fueron capaces de establecerse como comerciantes de éxito y como cambistas en Londres y en un creciente número de ciudades con castillos normandos, o en la vecindad de las ferias más rentables. Hacia 1159, los judíos se habían establecido en Bungay, Cambridge, Gloucester, Lincoln, Norwich, Northampton, Oxford, Thetford, Winchester, y Worcester. Fue a través de las diversas regulaciones en tiempos de Henry II, que se convirtió en especialmente lucrativo para algunos especializarse en el préstamo de dinero. Aunque algunos miembros de la comunidad judía, como Aarón de Lincoln, tuvieron un éxito notable, es importante recordar que la riqueza de Aarón fue una excepción y no la norma dentro de las comunidades judías medievales de Inglaterra. De hecho, para una correcta comprensión de la posición de los judíos en la Inglaterra medieval, es mucho más importante centrarse en las mortificaciones que sufrieron las propiedades del mencionado Aaron en 1186 a manos de Henry II, que parecía hipnotizado por la fenomenal riqueza que Aaron acumuló en vida. No sólo los orígenes del “Exchequer de los judíos” se encuentran entre los procedimientos puestos en marcha para cobrar las deudas de Aarón de Lincoln, tras quedarse con su finca el rey, sino lo que es más importante, su adquisición y la búsqueda incesante de los deudores de Aarón por parte de los reyes Henry y después Richard, nos indican cuan peligrosamente ambiguo era el papel que se había asignado a los judíos en la Inglaterra medieval. Por mucho éxito que pudieran tener, dependían del rey, el cual podría volverse en su contra cuando quisiera. Más allá de esto, su éxito, que además era necesario para conservar el favor del rey, los hacía vulnerables a la ira de aquellos cristianos que estaban en deuda con ellos. Y estos judíos de la Inglaterra medieval se vieron aún más presionados por sus amos reales con el aumento de las sumas que se les requería según avanzaba el siglo XIII, con lo cual tenían que presionar más asiduamente a sus clientes cristianos para el pago.
En 1189, las incertidumbres de un nuevo reinado coincidieron con el fervor de los caballeros cruzados que habían tomado la cruz y amenazaban la seguridad de la que habían gozado los judíos durante el reinado de Henry II. El problema se manifestó en los disturbios anti-judíos que acompañaron la coronación de Richard I en Londres en septiembre, y se extendieron durante febrero y marzo de 1190 a Norwich, King’s Lynn, Stamford, Lincoln, York, Bury, Colchester, Thetford, y Ospringe en Kent. Richard no estaba de acuerdo con estos ataques, pero parece haberse mostrado reacio o incapaz a la hora de poner un fin efectivo a esta violencia. Llegados a este punto, los judíos de Inglaterra no parecen haber sido su prioridad más destacada. La cruzada estaba ahí, y él salió de Inglaterra hacia Normandia tan pronto como fue coronado y ultimó los preparativos para su viaje a Tierra Santa. En cuanto a Yorkshire se refiere, fue allí donde muchos antiguos clientes de Aaron de Lincoln fueron sometidos a una severa presión real. Aparte de eso, como Dobson y otros historiadores han demostrado, las relaciones entre el norte del país y la corte real estaban en un punto bajo en ese momento. En York y sus alrededores existía un vacío de autoridad.
William de Newburgh, nació en 1135/6 y murió en 1198 o poco después. Fue
canónigo de Austin en Newburgh, en Yorkshire, y es el autor de la
“History of English Affairs” en cinco libros, que abarcan el período de
1066 a 1198. Los ataques contra los judíos se encuentran en el cuarto
libro de esta obra. William escribió más acerca de estos ataques y otras
personas lo mencionan en sus obras. Como canónigo de Yorkshire, William
tenía un especial interés en lo que sucedió en York en marzo de 1190.
Mucho se ha comentado sobre la objetividad con la que William refleja
los hechos controvertidos en su obra. William también escribió un
notable comentario sobre el Cantar de los Cantares, que él consideraba
como una alegoría de la Virgen María a quien le fue dedicado. Aparte de
esto, compuso tres sermones. En el primer de ellos se refiere a las
palabras que se usan en la liturgia en alabanza de la Trinidad; en el
segundo sermón se comenta Lucas 11:27, cuando una mujer alaba el seno en
el que nació Jesucristo y los pechos que lo amamantaron. Este sermón
muestra muchas similitudes con el comentario mariano de William sobre el
Cantar de los Cantares. El tema del tercer sermón es San Albano, que
fue martirizado en la Britania romana en el 304. Este tema da lugar a
que William realice una serie de interesantes observaciones sobre la
naturaleza de la identidad inglesa después de 1066. Como Kennedy y más
recientemente Kraebel han demostrado, es importante para el estudio de
William poner en contexto toda su obra, y no aislar su obra histórica de
sus escritos exegéticos. Como veremos cuando hablemos de la fuente, una
serie de cuestiones se entremezclan de un trabajo a otro.
La traducción de la fuente (latina)
(Comienza el ataque a la torre de Clifford, donde los judíos de York se habían refugiado)
"Ciertamente, la nobleza de la ciudad y los ciudadanos de más peso tenían miedo de arriesgarse a la cólera del rey y con cautela se apartaron de tal grado de frenesí. Sin embargo, los trabajadores y todos los jóvenes de la ciudad, con mucha gente del campo y no pocos caballeros, llegaron con suma rapidez y atacaron sedientos de sangre los negocios judíos, como si cada persona siguiera su propio interés y buscara la mayor ganancia.
Los judíos que vivían en Inglaterra durante el reinado de Henry II habían tenido mucho éxito y es por eso que se había invertido su utilidad de una manera desfavorable para los cristianos, y en base a su gran fortuna se envanecían impúdicamente en contra del cristianismo e infligían una carga muy pesada a muchos cristianos. Por esta razón, en los días del nuevo rey, fue puesta en peligro por su justo decreto, no obstante, la masacre que se les infligió durante el motín de ninguna manera estaba justificado por la exquisita orden de su juicio"
(Cuando los judíos en el castillo se dieron cuenta de que no podrían sobrevivir al asalto, algunos de ellos decidieron suicidarse en lugar de convertirse al cristianismo o ser asesinados a manos de sus atacantes)
... El más notorio de entre ellos, Josce, le cortó la garganta a su amada esposa Anna armado con un afilado cuchillo, y tampoco les perdonó la vida a sus propios hijos. Y cuando hizo esto fue imitado por otros hombres y los ancianos más miserables (Yom Tov de Joigny, un rabino que estaba de visita desde el norte de Francia, al que William ya había descrito previamente alentado a los judíos al martirio por su propia mano), le cortó la garganta a Josce por ser él más ilustre de los restantes. Poco después, prácticamente todos yacían muertos junto con el instigador del error, y el interior del castillo comenzó a arder por el fuego que, como ya se ha dicho, había sido iniciado aquellos que se preparaban para morir. Sin duda, los que habían optado por vivir hicieron lo que pudieron para resistir al fuego provocado por su propia gente con la intención de hacerles perecer incluso si no estaban dispuestos a ello, por lo que buscaron refugio en las partes exteriores de la ciudadela, donde estaban menos expuestos a las llamas. Ese frenesí irracional de seres racionales en contra de sí mismos era sencillamente asombroso. Pero cualquiera que lea la Historia de la Guerra de los Judíos de Josefo tendrá algún conocimiento de que esa locura que ha llegado hasta nuestros propios días es una antigua costumbre de los judíos enfrentados a la calamidad que les espera. Al amanecer, cuando numerosas personas se reunieron para asaltar el castillo, los desdichados judíos restantes, encaramados en las murallas, revelaron tristemente la masacre nocturna a los demás y lanzaron los cadáveres de los muertos al muro como prueba visible del ese crimen atroz mientras proclamaban lo siguiente: "He aquí los cuerpos de los desgraciados que se dieron muerte a sí mismos en un malvado frenesí, y prendieron fuego a las cámaras interiores del castillo porque deseaban quemar vivos por negarnos a darnos muerte y preferíamos ponernos en manos de la misericordia cristiana. Pero Dios nos ha preservado de la locura de nuestros hermanos así como de la destrucción del fuego, para que así no retrasemos más nuestra entrada en vuestra religión. De hecho, esta angustia nos ha dado el entendimiento y reconocemos la verdad cristiana y buscamos su caridad. Estamos preparados para ser purificados por el santo bautismo tal como nos demandéis, y después de renunciar a nuestros antiguos rituales unirnos a la Iglesia Cristiana. Recibidnos pues como hermanos y no como enemigos, pues viviremos con vosotros en la fe y en la paz".
A medida que escuchábamos esos tristes hechos, la mayoría de nosotros se estremeció con gran asombro ante la locura de los muertos y se compadeció de los sobrevivientes de la masacre. Pero los líderes de los conspiradores, entre los cuales había un tal Richard con el apellido Malebisse, un hombre muy violento, no fueron movidos por ningún tipo de misericordia hacia estos desgraciados. Ellos les traicionaron con palabras dulces y prometiendo que cumplirían fielmente sus promesas para que así no tuvieran miedo de salir. Pero tan pronto como aparecieron, emergieron los carniceros más crueles y hostiles apoderándose de ellos y matándolos, todo ellos mientras (los judíos) pedían el bautismo de Cristo. Y de hecho, de todos los que murieron por tal brutalidad, diría sin vacilación que si eran sinceros en su petición de bautismo no se les defraudó, ya que fueron bautizados con su propia sangre. Incluso si solicitaban el bautismo falsamente, la crueldad detestable de sus asesinos fue imperdonable... La visión de estas cosas en la ciudad resultaba sencillamente horrible y repugnante, con los cadáveres insepultos de tantos de estos desdichados mentirosos esparcidos alrededor del castillo. Una vez que su asesinato fue consumado, los conspiradores fueron de inmediato hacia la iglesia de la catedral y su insistente violencia provocó que los guardias aterrorizados les entregaran las actas de la deuda, depositadas allí por los judíos, los usureros del rey, y por los cuales los cristianos eran oprimidos, y destruyeron esos testimonios de una codicia impía quemándolos solemnemente en el centro de la iglesia, tanto por su propia liberación como para la liberación de muchos otros. Después de hecho eso, los conspiradores que habían aceptado la cruz (y se incorporaron a la cruzada) siguieron su viaje ajenos a cualquier investigación, mientras los otros permanecieron en el condado temerosos de una investigación. En verdad, estos fueron los hechos que sucedieron en York en el momento de la Pasión del Señor, el día antes del Domingo de Ramos (es decir, la noche de viernes a sábado del 16-17 de marzo. Era el Shabat ha-Gadol en el calendario judío, el sábado anterior a la Pascua)".
Análisis de la fuente
La impresión general que obtenemos de la narración de William de los
disturbios anti-judíos en los primeros meses de 1190 es que el ímpetu de
los ataques provenía principalmente de esos caballeros ofendidos
profundamente por la deuda que habían contraído con los judíos. Aquellos
que tomaron la cruz se sentían agraviados por la prosperidad judía,
sobre todo a la luz de la financiación que se necesitaba para ir a las
cruzadas. Como Stacey ha argumentado, parece que los cruzados se
sintieron decepcionados ante el hecho de que el nuevo rey no hubiera
comenzado su reinado aliviando la carga de su deuda con los judíos. En
su lugar, continuó la política de su padre, persiguiendo las deudas
contraídas con Aarón de Lincoln en beneficio de las arcas reales. En el
caso de York, William dice explícitamente que los instigadores eran
personas de alto rango que debían una gran cantidad de dinero a los
judíos ; Richard Malebisse, el conspirador a
quien William nombra, ya debía grandes sumas a Aarón de Lincoln en 1182.
Por otra parte, Dobson ha destacado cómo la ausencia del rey y la
complejidad de la política local significaban que no había nadie con la
autoridad necesaria para conseguir que la animadversión contra los
judíos no desembocara en violencia asesina. Hombres como Richard
Malebisse parecen haber sido acompañados por clérigos y grupos de
jóvenes, además de población ordinaria de la ciudad y del condado, pero
no decididamente por la más alta sociedad de la ciudad a la hora de
atacar el castillo real. Una mezcla de intereses económicos con
preocupaciones religiosas parece haber sido la fuerza impulsora detrás
de las hostilidades. Esta interpretación es corroborada por las acciones
de los líderes de la revuelta tras la masacre, cuando se dirigieron a
la catedral de York para destruir la evidencia física de las deudas con
los judíos antes de cualquier otra acción. Esto también apoya otras
reflexiones de William sobre las razones por las que los judíos estaban
siendo atacados.
A lo largo de su relato de los disturbios de 1189-1190, William pone de
manifiesto la relación directa entre la participación judía en el
préstamo de dinero por orden del rey y el antijudaísmo cristiano. En
cuanto a lo que preocupa a William, era ese préstamo de dinero el que
había colocado a los judíos en una posición dominante sobre sus clientes
cristianos. Para el canónigo de Austin esto resultaba inaceptable, y su
crítica del papel de Henry II con respecto al desarrollo de la posición
de los judíos resulta muy clara. Los judíos, en su opinión, deberían
ocupar el lugar legítimo que S. Agustín había designado para ellos
dentro de la Cristiandad, "servir a los cristianos". El objetivo de la máxima de "No los matarás era consagrar ese concepto de servicio de los judíos hacia la
Cristiandad. Viviendo su vida como judíos, así se supone que servían a
los cristianos, recordándoles la Pasión de Cristo, a quien, a los ojos
de William, habían crucificado. Su posición socio-económica debería
dejar absolutamente de manifiesto que sobrevivían gracias a los
cristianos, y no al revés. Cualquier otra cosa constituiría una
inversión del orden natural de las cosas. En su comentario sobre el
Cantar de los Cantares, William enuncia que Jesucristo surgió del pueblo
judío a través de su madre María. Y a María se la representa
constantemente orando por la conversión de los judíos gracias a su hijo.
Mientras tanto, los judíos debían servir a los cristianos como forma de
expiar su culpa, en la cual habían incurrido a través de la
crucifixión.
No obstante, aunque William reprobara las actividades de préstamo de
dinero de los judíos en Inglaterra y considerara a los judíos como
pérfidos, blasfemos e insolentes asesinos de Cristo, no podía defender
los disturbios asesinos en su contra. Sin embargo, esos disturbios se
habían producido y habían provocado la muerte de muchos judíos, y
William, como historiador y canónigo, se sintió obligado a explicar cómo
pudo haber sucedido. Y aunque William pudiera pensar que Dios había
puesto en marcha su propia voluntad a través de la mala voluntad de los
perseguidores de St. Alban, y aunque los judíos sirvieran
inconscientemente la causa de Cristo, que quiso morir por el bien de la
humanidad, fue su propia maldad la que contribuyó a su muerte a manos de
unos alborotadores codiciosos, descaminados y criminales en Londres,
York y otros lugares, sin saber que realizaban la voluntad de Dios
atacando a los judíos. Porque, de acuerdo a William, era justo que los
judíos fueran castigados por su comportamiento insolente. Esto no
suponía, sin embargo, que exculpara en absoluto a los perpetradores de
la violencia asesina. William fue muy claro al respecto, aunque para él,
esto vendría explicado por todas las cosas malas que se han sucedido en
el curso de la historia. Respecto al lector actual, nos proporciona un
mayor conocimiento acerca de las profundas ambigüedades que regían la
percepción cristiana sobre los judíos en la Inglaterra medieval.
El relato de William nos proporciona una información más completa acerca
de las respuestas judías ante estos ataques en su contra que cualquiera
de las fuentes hebreas disponibles, ninguna de los cuales proviene de
la propia Inglaterra. Efraín de Bonn nos da una
información opaca sobre la violencia contra los judíos en York, así como
algunos detalles sobre lo que ocurrió en Londres durante la coronación
de Richard en su “Libro de los Recuerdos (Sefer Zekhrirah)”. Los
poemas de Menahem ben Jacob de Worms y Joseph de Chartres cantan alabanzas a la erudición de los mártires y a
su disposición a sacrificar sus vidas por la gloria de Dios (incluyendo
en ellos los nombres de algunos de los mártires más importantes). Es a
partir de Efraín y de Joseph que tomamos conocimiento del nombre de R.
Yom Tov.
El automartirio de los judíos de Inglaterra se hacía eco de escenas
similares que tuvieron lugar en Renania en 1096, pero los detalles del
relato de William reflejan de manera natural su propia interpretación de
lo sucedido. Su relato tiene en cuenta la desesperación de los judíos
asediados, pero a sus ojos, los asesinatos fueron actos irracionales
realizados por seres humanos racionales. Como historiador, trató de dar
sentido a esos actos de automartirio, refiriéndose a la descripción de
Josefo de la muerte de los judíos sitiados por los romanos en Masada, en
el 74 d. C., en su “Historia de la Guerra de los Judíos”.
Gracias al relato de William también nos enteramos de que no todos los
judíos en el castillo decidieron convertirse en mártires. Esto es
importante porque nos permite apreciar las diferentes formas en que
podían reaccionar los judíos medievales ante la persecución. Como
sucedió en 1096, no todos los judíos sitiados en el castillo de York
estaban dispuestos a asumir la consumación de sus propias vidas y las de
sus hijos. También resulta evidente la sorpresa y el horror que
manifiesta William con la respuesta de los caballeros ante aquellos
judíos que buscaban la salvación en el bautismo. Matar judíos ya era
bastante malo, pero matar a aquellos que buscaban el bautismo estaba
claramente más allá de los límites. La clara visión de William de que
muchos de los que pretendían convertirse no eran sinceros resulta tan
sorprendente como su convicción de que aquellos que podían haber sido
sinceros habían sido bautizados con su propia sangre y así salvados (no
físicamente, religiosamente).
En cuanto a los autores de los disturbios, William nos dice que un
enfurecido Richard encargó a William de Longchamps, que fue obispo de
Ely y canciller de Inglaterra, llevarlos ante la justicia. En ciertos
casos, se impusieron multas en York, pero nadie fue llevado a juicio por
la sangre que había derramado. En cuanto a los efectos duraderos de
esta masacre en la presencia judía en York, Dobson ha demostrado que
pocos años después de 1190 los judíos ya habían vuelto a establecerse en
la ciudad. De hecho, York se convirtió en un importante centro de
actividad económica judía en el siglo XIII.
Basado en los relatos narrados por Anna Sapir Abulafia...
Basado en los relatos narrados por Anna Sapir Abulafia...
http://safed-tzfat.blogspot.com.es/2012/01/william-de-newburgh-y-el-ataque-los.html
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