La obra de Proust
es una narración de sensaciones y detallista. Tal como describe lo que
rememora al saborear una magdalena, y oler el aroma del té y describir como “me lleve a
los labios una cucharada de té en la que había echado un trozo de
magdalena. Pero en el mismo instante en que aquel trago, con las migas
del bollo, tocó mi paladar me estremecí…”. Con la misma precisión
tratará los sentimientos, a los que sitúa en diferentes puntos de vista y
circunstancias, exponiendo en cada caso una nueva descripción, “…todo
eso, pueblo, jardines, que va tomando forma y consistencia, sale de mi
taza de té”. Analiza los átomos de los sentimientos y de las
percepciones: “si deseamos comprender lo bonita que ha sido una mujer no basta con mirarla, hay que traducir facción a facción“. Tal como saborea el té con la magdalena lo hace con el beso a Albertina.
La
lectura de esta novela atrae no tanto por la historia que
cuenta, sino por cómo lo hace, ya que Proust es capaz de hacernos entrar en su obra, atraparnos porque une el lenguaje al sentimiento,
convirtiendo leer en un espejo que nos permite ver nuestros propios
sentimientos que acaban formando parte de la novela. Cada detalle lo
alarga en su descripción porque quiere hacer visible cómo lo envuelve el
sentimiento.
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Veamos que en las conversaciones de Jean Paul Sartre
con Simon de Beauvoir revela que él no escribió nunca historias
personales hasta que leyó a Proust, el cual le empezó a gustar al darse
cuenta con la obra “En busca del tiempo perdido” que hay un mundo dentro
de los personajes y entonces la literatura fue para él sobre todo
historias personales. En su ambiente de escritores, filósofos, pintores
se leyó la obra de Proust, que a él le hizo pasar de la novela de
aventura a la de cultura, según dice. Reconoce que le aportó la
psicología subjetiva de los personajes y la idea del medio, ya que se
dio cuenta de que hay medios sociales lo mismo que hay especies de
animales y que descubrió todo un mundo proustiano. Reconoce a Proust
como un gran escritor junto a Joyce y Kafka.
“Me lleve a los labios una cucharada de té en el que había echado un trozo de magdalena”, escribe Proust...observemos la meticulosidad a la hora
de abordar los sentimientos de amor, siendo especialmente una exposición
de los celos, que define una y otra vez.
Madame Verdurin dice “cuando mi marido me hacía el honor de tener
celos”. Se confunden celos con amor, cuando a lo largo de la novela se
van a describir desde diversas situaciones: “los celos son la sombra del
amor”. “Los celos despiertan la pasión por la verdad”, la verdad del
otro y justifican espiar a la pareja.
Los celos de Swann los vivirá luego el personaje que hace de narrador siguiendo su camino. “Celos y amor no son una pasión continua e indivisible“,
se suceden uno a otro. Swann dice: “Cada vez que pienso que he
malgastado los mejores años de mi vida, que he deseado la muerte y he
sentido el amor más grande de mi existencia, todo por una mujer que no
me gustaba, que no era mi tipo”. Cuenta el narrador que mientras le duró
a este otro personaje a enfermedad amorosa le surgieron las
“fantasías de los celos”, que a la vez le inspiraban pasión. En la obra
“El cuarteto de Alejandría”, en el tomo “Justine”, Lawrence Durrell escribe que el amor se alimenta de celos. Y en “Balthazan “el amor se complace en torturarse”.
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Hay
un texto que piensa Swann que me estremeció. El que dice que los celos
fueron el incendio de su amor: “Cada vez que pienso que he malgastado
los mejores años de mi vida, que he deseado la muerte y he sentido el
amor más grande de mi existencia, todo por una mujer que no me gustaba,
que no era mi tipo”. Lo incomprensible del amor lo quiere contar Proust,
en una historia que luego continua, la de Swann, en el narrador. Swann
se casó con Odette cuando dejó de quererla. Una mujer que le quiso,
cuenta, más de lo que Swann suponía y que le engañó más de lo que el se
figuraba.
En
“Sodoma y Gomorra” cuenta como dejaba ir a Albertina a su casa para
reanudar las caricias, pero quería saber con quien pasa el tiempo cuando
no está con él. Le atormenta que haya personas que le interesen más que
él. “Me había intoxicado yo mismo” de los celos. Es consciente de
ellos, pero no lo puede remediar: “los celos pertenecen a esa familia
dudas enfermizas”, de forma que “ser amado quita y agrava el mal”. Los
celos son una cadena, “los nuevos celos me hicieron olvidar los
primeros”.
“Los
celos me impulsaban a dejar lo menos posible a Albertina, aunque sabía
que no me arrancaría de ellos hasta que no la dejase para siempre”. Dice
tenerla vigilada bajo su mirada, inútilmente vigilada. Narra también
una historia de celos entre Charlus y Morel. Disecciona los sentimientos
y busca el detalle último de ellos. Cuando sabe que Albertina ha
mantenido y piensa que mantiene relaciones con otra mujer escribe: “los
celos con mujer son diferentes, no puede luchar en el mismo terreno, no
podía dar a Albertina los mismos placeres, ni concebirlos exactamente”.
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Afirma
que los celos prolongan el amor, “vivid de veras con una mujer y ya no
veréis nada de lo que os ha hecho tomar su amor”. Para el narrador los
celos pueden juntar dos elementos desunidos. Sin embargo más adelante
afirma “los celos en el amor equivalen a la pérdida de toda felicidad”.
En el
tomo “La prisionera” Albertina vive con él y la esconde de todo el
mundo. Albertina está prisionera de él, pero la prisionera real es el
alma de él, “mi propia esclavitud”. “Retirada por mí de la escena,
encerrada en mi casa”, “la encantadora cautiva”. Se casó con ella el
narrador, lo cual apenó a su madre. Deja de amarla, pero reconoce “sólo
por el sufrimiento seguía mi apego a ella”.
“Mis
celos nacían en imágenes”, dice. Y “si salía con ella si se separaba un
momento estaba inquieto; me figuraba que hablaba con alguien o miraba a
alguien”. Considera que son una enfermedad física. Los define como
“enfermedad intermitente cuya causa es caprichosa”. Habla incluso de que
hay hombres que son celosos de otros hombres lejanos, pero no si están
cerca y son consentidores de que su mujer esté con ellos. “Los celos se debaten en el vacío“. Los celosos, dice luego, tienen una venda en los ojos.
Una de las mejores definiciones de los celos la escribe Proust en “La prisionera”: “no son más que una inquieta necesidad de tiranía aplicada a la cosa del amor“. “En los celos buscaba la posibilidad de una traición”, que le lleva a elegir entre dejar de sufrir o dejar de amar.
En el
tomo “El tiempo recobrado” dice que lo que despierta el amor cuando
sentimos celos por la persona amada, pero no por ella, sino por sus
actos. “Me torturaban los celos… me echaba a llorar”. Dice: “Los celos
nos descubren la realidad de los hechos exteriores y los sentimientos
del alma son cosa desconocida que se presta a mil suposiciones… se
produce un vertiginoso calidoscopio en el que no distinguimos nada”.
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En la obra de Virginia Woolf,
“La señora Dalloway”, editada diez años después de la obra de Proust, y
formando parte de esas novelas psicológicas de comienzos del s. XX,
también se analizan los celos, los del marido de la protagonista, que
disimula y oculta, no tanto reprimirlos, sino apartarlos de su vida,
para evitar vivir su dolor, y los del primero amor de la protagonista
también, “celoso por temperamento”, como si fuera algo que transcurre en
el interior de las personas a lo largo del tiempo. Dice: “Los celos sobreviven a todas las pasiones de la humanidad“. Para Simone de Beauvoir en su obra “Monólogo”, “los celos no son innobles, el verdadero amor tiene pido y garras”.
También aparece el tema de los celos en el drama “Otelo” de Sakespeare,
si bien en esta obra son inducidos. Cuando Otelo se mata al comprobar
que su mujer fue inocente después de que la asesinó reconoce “me dejé llevar como loco por la corriente de los celos”.
Un tema este de los celos que afecta tanto a la vida de las personas y
en el mundo moderno parece superado no hablando de él, dejándolo a un
lado y sin embargo silenciosamente interviene en la destrucción de
muchas parejas o impulsa los maltratos entre el varón y la mujer.Sin
embargo en su pieza “Las alegres comadres de Windsor” sí habla de los
celos: “… las quimeras de vuestro propio corazón, eso son celos”; y que
suceden cuando “es imposible amar de otra manera sino como una
propiedad”.
En su obra “Los hermanos Karamàzov”, Fiodor Dovtoievski trata el tema de los celos. Apunta que según el poeta ruso Pushkin,
lo de Otelo no son celos propiamente dichos sino que es alguien a quien
su ideal ha muerto. Cierto que es víctima de un engaño, que es inducido
a desconfiar, lo cual por él mismo no se había dado cuenta. Le engañan
de la infidelidad de su mujer, que él cree cierta, por aportarle falsas pruebas
Otro autor ruso, León Tolstoi,
en su obra “Ana Karerina”, relata los celos de la protagonista de su
amante Wronsky, pero ella los justifica al entender que “son pruebas de
amor”. Escribió también una obra cuyo eje central de la historia son los
celos, un hombre que acaba matando a su mujer obsesionado por los
celos. No sólo describe sus causas, sino que llega a indagar en sus
causas. Se trata de la novela “La sonata a Kreutzer”, en la que afirma
que los celos son el secreto de la vida conyugal que todo el mundo
conoce y todo el mundo oculta como origen de escenas violentas en los
hogares. El marido reconoce cuando cuenta su historia que hizo culpable
a su esposa en su mente. Los celos no tienen causa conocida, los
considera una plaga de la vida conyugal que hace sufrir de manera
horrorosa. También la mujer entiende que fue el amor lo que hizo que su
marido tuviera celos. Un amigo de la familia va a ensayar con la mujer,
para el marido de ella es sucio y libertino. El marido disimula,
sonrisa, aparenta indiferencia, aunque reconoce que los celos los tuvo
antes de que apareciera aquel señor. Ve cómo los dos se miran, pero
parece que no pasa nada, a pesar de lo cual sufre. Empezó a espiar los
gestos de su esposa, a analizar minuciosamente las frases que decía y
analizar lo que encaja y lo que no, reconoce que no hay salida en los
celos, a los que describe como una situación enjaulada.
Creyó tener sobre el cuerpo de su mujer un un derecho indiscutible,
como si fuera suyo sabiendo que no le pertenece. Llegó a la conclusión,
después de haber matado a su mujer, de que los celos son un cáncer que lo consume todo, que roe el amor.
Los celos recorren la historia que cuenta otro autor ruso, Iván Turguénez,
en “Primer amor”, de su protagonista, Vladimiro Petronich, por la
princesa Sinaida, de el húsar con quien está relacionada al principio de
conocerla y de su padre al descubrir que mantiene encuentros con ella.
También forman parte del desenlace de “Cándida” de Bernard Shaw,
cuando Morell, el marido de el protagonista, pide que elija entre él y
un poeta enamorado de ella: “¡Elige!, no quiero vivir en la degradación
de los celos”.
El
dramaturgo inglés define los celos como ceguera. Yago, el conspirador
que infunde los celos a Otelo bien sabe su poder destructor a uno mismo:
“temed mucho a los celos, pálido monstruo burlador del alma que le da
abrigo”. sabe que quien caiga en ellos “infeliz el que coma, y dude y
vive entre amor y recelo. Afirma: “la sombra más vana, la más ligera
sospecha son para el celoso irrecusables pruebas.. que abrasan las
entrañas”.
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Otro
personaje del drama, Emilia, dice: “los celos nunca son razonados, son
celos porque lo son, monstruo que se devora a sí mismo”. Desdémona, que
sufre los celos de Otelo llega a fundir celos y amor, los funde y Emilia
llega a decir que “por ese amor te mató”. Desdémona dijo “le amo con
tal extremo que hasta sus celos y furia me encantan”. Esto es algo que
en el tema de los malos tratos entre varón y mujer debería tenerse en
cuenta para conocer esta sombra del interior humano. En “La comedia de
las equivocaciones”, los celos juegan malas pasadas: “Cuántas locas
amantes se esclavizan por celos insensatos”.
Los celos es algo que trata Baruch Spinoza en su obra “Ética”, sobre lo que hay que tener en cuenta lo que escribió Robert Musil
en la novela “El hombre sin atributos”, nunca se da un sentimiento
totalmente definido, su proceso de desarrollo y consolidación no acaba
nunca, “los nombres de cada sentimiento en particular designan meramente tipos de sentimiento a los que se aproximan las vivencias reales correspondientes, sin que éstas lleguen del todo a un acuerdo con ellos“.
Musil hace una observación realmente interesante, que se esconde en
cierta medida, los celos del pasado de la pareja, lo que llama la emboscada de los celos,
que sufren los dos protagonistas de su novela, los amantes hermanos
Agathe y Urlich, que viven esos celos del espíritu. Incluso añadiría
unos celos distantes que aparecen en una novela aún no editada, en la
que suceden respecto a a una persona por que alguien se siente atraído,
pero no mantiene ninguna relación con ella, y siente celos de que otros
hablen con ella o puedan tener una relación sexual con la misma, dando
lugar a grandes sufrimientos que desde fuera nadie puede entender.
El pormenorizado análisis de los afectos, lo que nos afecta, que hace Spinoza
sobre los celos es a tener en cuenta: Si alguien imagina que la cosa
amada se une a otro con el mismo vínculo de amistad, o con uno mas
estrecho, que aquel por el que él solo la poseía, será afectado de odio
hacia la cosa amada, y envidiará a ese otro”. “El que desea al
objeto amado está reprimido por por la imagen de la cosa amada
acompañada por la de aquel que se une a ella, en virtud de ello será
afectado de tristeza y será afectado de odio hacia la persona amada y a
la vez hacia ese otro, tal odio unido a la envidia se llama celos
que por ende no son sino la fluctuación del ánimo surgida a la vez del
amor y el odio, acompañados de la idea de otro al que se envidia”.
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En la novel pastoril “La Galatea” Miguel de Cervantes trata el tema de los celos en varias ocasiones como fundamento de diversas tramas sentimentales:
“Celos, a fe, si pudiera,
que yo hiciera por mejor
que fueran celos de amor
y que el amor celos fuera
…..
Y un fueran de tal manera
los celos en mi favor,
que,al ser los celos mor,
el amor yo solo fuera”.
que yo hiciera por mejor
que fueran celos de amor
y que el amor celos fuera
…..
Y un fueran de tal manera
los celos en mi favor,
que,al ser los celos mor,
el amor yo solo fuera”.
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Habla de
ellos como “maldita dolencia”. “Querría el amante celoso que sólo para
él su dama fuese hermosa, y fe para todo el mundo, dice, porque explica
que para el amante celoso “cualquiera sombra le espanta, cualquiera
niñería le turba y cualquier sospecha falsa o verdadera, le deshace…
piensa que le engañan. Y no habiendo para le enfermedad de los celos
otra medicina que las disculpas, y no queriendo el enfermo celoso
admitirlo sigue que esta enfermedad es sin remedio… porque no son los
celos señales de mucho mor, sino de mucha curiosidad impertinente… el
enamorado celoso tiene amor, más es amor enfermo y mal acondicionado, es señal de poca confianza en sí mesmo”.
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En otra
obra, “La gitanilla”, Cervantes alude al tema cuando Preciosa, la
gitanilla, comenta que ella quiere de andar siempre libertad
desenfadada, sin que la ahogue ni turbe la pesadumbre de los celos…
“mirad que los amantes que entran pidiendo celos, o son simples o
confiados”. En otro párrafo : “… te ha penetrado el alma la dura espada
de los celos”. sí como que fatiga la amarga y dura presunción de los
celos. Preciosa, la gitanilla, dice: “nunca los celos dejan el
entendimiento libre par que puedan juzgar las cosas como ellas son;
siempre miran los celosos con antojos de allende que hacen cosas
pequeñas grandes, los enanos gigantes, y las sospechas verdades”. En
otra novela, “La ilustre fregona”, define a los celos como “la dura
saeta”.
En su correspondencia, Franz Kafka,
escribe a Milena que tiene celos del marido de ella, aunque la hubiera
prometido no mortificarse con ellos, sino volverlos contra él. Define
en otra carta, los celos como pensamientos enfermizos de la soledad,
que le surgen porque quiere aferrarse desde todos los lados a ella,
también el de los celos, lo cual reconoce que es absurdo, pero aunque lo
reconozca es algo que le suceden.
En su “nivola” “Niebla, Miguel Unamuno
plantea: “Probablemente no nace el mor sin al nacer los celos, son los
celos los que nos revelan el amor…”. Afirma que nadie se dice sí mismo
que está enamorado hasta que ella mira a otro hombre o él a otra mujer.
Sin sociedad no se enamorarían unos de otro.
En “Libro del buen amor”, Arcipreste de Hita
dedica una parte los celos, los que considera “locura”, locura de
amor. El celoso, afirma, es celoso y triste, cundo los celos arraigan y
dan lugar a suspiros y coraje, y nadie lo puede pagar, “el corazón se
salta, nunca está de vagar”, con ellos se buscan malas contiendas y se
falla a aquello que se merece, los considera como estar un pez en una
red, se entrar en peleas de las que no se puede salir, no se pueden
vencer, estorban el pecado y hacen morir, son hermanos de la envidia, y
convierten en bestias, los envidiosos los crían.
En el drama “Juan José” de Joquín Dicenta
se unen la pasión y los celos. El protagonista que da título al drama
mata a su amor, Rosa y a su pareja después de ir la cárcel por ella.
Los celos le corroieron ya antes de que Juan José la pegara. Reconoce
que procedió malamente, porque par él ella vale como la Virgen para el
altar. Reconoce que es un dolor muy perro el de los celos, y cuando se
deja llevar por ellos “no se da cuenta de sí, se aturulla la cabeza, se
llenan los ojos de sangre, se levanta el puño sin querer, ocurre lo que
ocurre sin que uno puedo evitarlo…”. Reconoce que se vuelve loco le dan
ganas de matar quien le robe el cariño de ella.
Otra novela que trata el tema de los celos es “El encantamiento del Viernes Santo”, de Daniel Guerin.
El protagonista empieza a sentirlos y reconoce “es uno de los temas de
toda clase de literatura”, y cita a Shakespeare y a Racine. Afirma: “en
los celos hay una acidez biliosa, una mezquindad pueril de
sentimientos”. reconoce que el sufrimiento es sagrado y todo el mundo se
inclina ante él, pero los celos hacen reír a los demás. El protagonista
describe los celos por “una mujer que no era mi prometida, ni amante,
ni esposa ni estaba ligada a ella por ningún compromiso”. Tuve un amigo
que se relacionó con una prostituta, como cliente asiduo, de manera que
llegó a sentir celos porque estuviera con otros, cuando es la condición
de su relación con ella. Se creó entre ambos una situación realmente
tensa, lo que hizo que ella dejara de encontrarse con él, a quien
consideró poseído por una locura absurda. Pero es que los celos se
sienten sin querer, se puede no hacer caso de ellos, pero cuando invaden
los sentimientos hacen pensar de todo en relación a la mujer sobre la
que se proyectan los celos en relación a otras personas, celos de que
ella esté con otros hombres, incluso con otras mujeres. Son una pasión
vacía que sin embargo hace sentir, como escribe en la obra indicada Guerin: “separada de ella, gracias a los celos es posible reencontrar un poco del amor perdido”.
El psicoanalista Alfred Adler
en su obra “Conocimiento del hombre” dedica un capítulo a los celos
describiendo lo que narra Proust en “La prisionera”. La obra que cita es
la del “penetrante psicólogo”, Dostoievski, “Netochera Niesvanova”, en la que una mujer es encerrada por su marido para
toda la vida, para como el protagonista de la obra de Proust con
Albertina lograr la soberanía sobre ella en un afán de dominación. Este
rasgo psicológico desde la literatura se ha querido ver como amor y
pasión, desde mi punto de vista como consecuencia del fracaso del enamoramiento
que se quiere palpar y entonces degenera. Son los dos grandes
sentimientos que aparecen en la literatura, que rompen el amor manso y
la convivencia tranquila.
Para Adler
los celos tratan de imponer a la pareja ciertas leyes propias que ha de
cumplir, muchas veces solicitadas y aplicadas indirectamente. Define
los celos como una forma de ambición que suele acompañar al hombre que
los padece toda su vida, cuyo origen busca en la infancia en el complejo
de “rey destronado”, cuando un hermano pequeño nace en la familia.
General una actitud inherente de acecho y temor. “Los celos pueden destrozar el alma a quien los siente y exteriorizarse de manera enérgica y atrevida“.
Al final como describe Proust en su obra actúan restringiendo la
libertad del otro para hacerse dueño de él, pero es algo que no se
sacia, cada vez quiere más y más porque la sospecha se vive como una
realidad y si está encerrada, no ve a nadie ¿no pensará en otro?.
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Ya cuatro siglos atrás Miguel de Cervantes
dedica un entremés de teatro a este tema universal y atemporal en Viejo
celoso”, de quien la esposa dice sobre el marido que es tan potroso
como celoso, el más celoso del mundo. Tiene celos de un tapiz con
figuras humanas, celos del sol que la mira, del aire que la toca, de la
faldas que la vapulean y afirma que el celoso hace de la sospecha
certeza, de la mentira verdades y de la bulas veras. También en otro,
“El juez de los divorcios” saca este tema, también una mujer se queja de
su marido, celoso del sol, y al final hace unos versos a cuento de
ellos: Aunque le rabie de celos / a tan fuerte y rigurosa /si le pide
una hermosa / no son celos sino cielos. En otro entremés, “La guardiana
silenciosa”, un zapatero dice a un soldado que trasluce de qué pie
cojea, que son dos: de la necesidad y el de los celos, y afirma: oh, celos, mejor os llamarían duelos.
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En la obra “Fortunata y Jacinta” Benito Pérez Galdós
analiza los celos como un desvarío, cuando el marido de Fortunata, Maxi
le dice a ella que su infidelidad se le había metido en la cabeza sin
tener ningún dato, aunque hubiera sido cierto sin él saberlo, pero es
que los celos funcionan ajenos a la realidad, coincida o no con ella.
Dice: “no tenía ningún dato en qué fundamentarme, pero ese
convencimiento no lo podía echar de mí, tuve unos celos que no me
dejaban vivir“, hasta el punto de pensar en suicidarse por esos
“celos fermentados y en putrefacción”. Vemos que los celos forman parte
de las tramas literarias sobre el amor, algo que centra sobre todo “La
prisionera” y “La huida” en la obra de Proust.
Otra obra en la que aparecen los celos en en “La Regenta”, de Leopoldo Alas Clarín, en la que el Magistral llega a sentir celos de santa Teresa, al encontrar a la Regenta leyendo sus escritos.
Forman
parte de la trama, cuando va Ana Ozores a la habitación de su marido y
oye mover las faldas de la criada, siente celos que define como una
forma de tentación que la perseguía.
El soneto XXXIX de Garcilaso de la Vega
describe la pasión enfermiza: “¡Oh!, celos de amor terrible freno /
qu’en un punto me envuelve y tiene fuerte / hermanos de cruel amarga
muerte / que, vista, turbas el cuelo sereno. / ¡Oh! serpiente , mi
esperanza es muerte… / suave manjar y recio veneno… / cruel monstruo oh
peste de mortales… que bien bastaba amor con sus pesares”.
Nadie
elige tener celos es algo que no se decide, sino que vienen dados.
Podemos no hacer caso, pero adquieren tanta fuerza que es difícil, y más
cuando forman parte del sentimiento amoroso. Lawrence Durrell
llega a escribir en su obra “El cuarteto de Alejandría”: “El amor se
alimenta de celos… esa mujer fuera de mí alcance, en mis brazos se
volvía más deseable, más necesaria…”.
He encontrado unos versos inéditos de Salvador Negro
que reflejan un fenómeno contrario al amor, que no es condescendencia,
ni resignación, sino que lo que siente es pesar de… a pesar de que a
quien se dirige un sentimiento de amor, de enamoramiento, fascinación,
apasionamiento o encanto esté en un relación de matrimonio, de sus
desplantes, de su indiferencia:
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“… jamás se morirán mis ojos.
La mujer que amo
con todo mi corazón duerme.
Ella es feliz.
Duerme con otro.
Yo soy feliz también”.
Tal
vez debamos aceptar que existen los celos, no dejarnos llevar por
ellos, sino conocer nuestro ser profundo y forma parte de cada cual.
Superarlo si hace falta, porque como dice Hermann Hesse:
“No digas de ningún sentimiento que es pequeño ni indigno. Cada uno es
bueno, también el odio, la envidia, los celos y la crueldad. No vivimos
de otra cosa que de nuestros pobres, hermosos y magníficos sentimientos,
y cada uno de ellos contra el que cometemos una injusticia es una
estrella que apagamos”. Tal vez sean estos sentimientos negativos los
que nos enseñan a amar de verdad. Proust se sumerge en los celos para encontrar la pasión y descubrir el amor.
El argumento de la novela parece un culebrón.
Contado tal cual sí, lo es. Se enamora de Gilberta, el desamor, luego la
relación tormentosa con Albertina, se casa con ella, viven encerrados
uno en el otro, Albertina se va y muere al caerse de un caballo, pero
luego cree que no muere al recibir una carta, que resultó ser de
Gilberta., a la que pasados los años encuentra y resulta que sí le había
querido. Ella se casó con el amigo del narrador que mantiene relaciones
homosexuales con otros hombres y finalmente muere en la guerra… Visto
así puede parecerlo, pero lo importante de la novela es la manera de
contarlo y las reflexiones sobre el enamoramiento, el amor, la
convivencia, el deseo sexual, las descripciones de ambientes muy
pormenorizadas.
En la obra aludida de Dostoievski
analiza la cuestión de los celos del hermano mayor de los Karamázov,
Dimitri, “un tipo especial de celoso” que al apartarse de la mujer amada
enseguida imagina cómo ella le traiciona, mas al precipitarse otra vez a
su lado , con sólo mirarle la cara, al ver el rostro sonriente, tierno y
jovial recobra el ánimo al instante, toda sospecha se desvanece y se
reprocha los celos. “Los celos le hormigueaban de nuevo en el turbulento corazón”
y explica que es difícil de imaginar “la caída moral con que puede
transigir un celoso sin experimentar ningún remordimiento de conciencia,
espiando a la mujer que es objeto de sus celos. También explica “los
celosos son los más dispuesto a perdonar, y esto lo saben las mujeres…
la reconciliación no durará más de una hora, porque aun cuando
desaparezca el rival, al día siguiente el celoso inventará otro y arderá
en celos por un nuevo contrincante“. En su obra Proust
hace una referencia concreta a ésta de Dostoievski y varias sobre este
autor, a quien le considera obsesionado con la muerte y el asesinato. Se
pregunta si este autor ruso no habrá matado alguna vez a alguien.
En una
parte se refiere a leer en alto, una costumbre que he observado en otras
lecturas como “Quiero dar testimonio hasta el final” de Víctor Klemperer, o en “El amante de lady Chatherley” de David Herbert Lawrence. En esta obra precisamente hace una referencia a Proust
cuando Clifford pregunta a su esposa Connie si lo ha leído. Ella le
contesta que le aburre tanto refinamiento y hace referencia al torrente
de palabras referente a los sentimientos, “me deja muerta”, dice. A él
le gusta con su sutileza y anarquía de los buenos modales.
Dar voz a
la escritura hace que ésta adquiera más fuerza y agudiza escuchar.
Durante la tertulia leímos en alto algunos textos de la obra. Para el
narrador de la novela la lectura es uno de sus intereses, como un
profundo sueño mágico.
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El protagonista narrador de la obra “En busca del tiempo perdido” quiere ser escritor
y a lo largo de la obra se hacen referencias a ello. Su padre se opone a
que se consagre a la carrera de las letras. Un escritor que aparece,
Norpois, no le ve actitudes para escribir. Se pregunta si sus deseos de
escribir eran importantes. Se muestra escéptico con respecto a los
poetas, “si creyeran en todo lo que dicen, algunas veces son más
interesados que nadie”. Considera que es una injuria decir que un
escrito sólo tiene talento. De sí mismo este personaje dice que
pertenecía a aquel género de los que no tienen disposición para
escribir, por lo cual renunció a la literatura, a pesar de los ánimos
que le dio Bloch, pues se encontró vacío de su pensamiento.
Podemos
leer: “no se debe conocer a los escritores más que por sus libros”, lo
cual comparto y en relación a los mismos sin sacarlos de contexto.
La época en la que sucede lo que escribe Proust
es el paso de la decadencia de una etapa, en las que muchas cosas
son mera apariencia, y el despunte de una burguesía, como lo es Swann,
operador de Bolsa, o el padre del narrador que es diplomático. También
hay unas referencias a la plebe cuando están en el hotel y Francisca, se
relaciona con los trabajadores de aquel lugar. No en vano hace
referencias de Saint Simon y de Proudhon. También comentó que ¿por qué
es una obra literaria y no un tratado de psicología?. Le respondí que
porque está escrita en forma de novela, pero que realmente enseña mucha
psicología y bien pudiera incluirse. El escritor literario nos hace ver
las cosas. Desde el ensayo lo que se pretende es hacer comprender un
tema. El escritor hace que quien lo lee se posicione a favor de un
personaje u otro, porque nos implica emocionalmente con lo que narra o
expresa.
“La
belleza de las formas de los grandes escritores es imposible de prever”,
escribe. Y más adelante explica: “los productores de obras geniales no
son aquellos seres que viven más delicado ambiente, sino quienes son
capaces de cesar bruscamente de vivir para sí mismos y convertir su
personalidad en algo semejante a un espejo”.
En otro
párrafo: “los poetas pretenden que volvamos a encontrar por un momento
lo que en otro tiempo hemos vivido”. Comenta “únicamente después de su
muerte un escritor se hace célebre”.
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La literatura para Proust debe lograr el placer de la inteligencia.
Aunque apunta que algunas obras magistrales se escribieron entre
bostezos. Escribir no siempre es escribir, a veces es esperar. Lo cual
no entiende quien considera que para hacer algo útil y ser útil hay que
estar siempre haciendo algo. Podemos leer “… lo que resultaba de mis
esfuerzos era una página en blanco”. Leer estas cosas nos hace coger
confianza en nuestra labor, que no es siempre, ni puede ser conseguir la
obra de arte del no va más de la literatura.
En “El
tiempo recobrado” hace una reflexión sobre el mismo acto de escribir del
narrador que se convierte en una lección magistral para escritores.
Plantea “la vida nos decepciona d tal modo que acabamos por creer que la
literatura no tiene ninguna relación con ella”.
Escribir
es un acto sencillo, cuya suma de sencilleces puede acabar en grandes
complejidades, que no son laberintos de palabras, sino profundizar en lo
que observamos. Para el narrador de la novela “un escritor no tiene
necesidad de expresar directamente su pensamiento en su obra para que
ésta refleje la calidad de ese pensamiento”. Habla también de los semi
intelectuales que abundan en su época y “falsos hombres de pluma”.
Comenta
“los oráculos en que todo el mundo tiene la misma manera de producir,
enunciar y por la misma vía de consecuencia de pensar… La originalidad
es más vigorosa en los círculos mundanos”. Denuncia que se considere una
debilidad el que gusten las ideas en la poesía, la poesía en la que hay
un pensamiento. Dice: “las formas de talento son tan variadas, tan
opuestas no sólo en literatura, sino en la vida de mundo, que únicamente
Boudelaire y Merimé tienen derecho a desdeñarse recíprocamente”.
“Un verdadero escritor, es exento del estúpido amor propio de tanta gente“. Afirma: “hay
que sacar la poesía de la verdad muy próxima”. “El literato envidia al
pintor, le gustaría tomar notas, croquis y si lo hace está perdido”.
“Un
hombre nacido sensible y sin imaginación podía escribir una novela
admirable; los conflictos del sufrimiento son materia de un libro“.
“Para las personas del gran mundo los libros suelen ser como una especie de cubos en el que el autor gente que va conociendo“.
.
“Los
grandes escritores no han hecho nunca más que una sola obra, o más bien
han refractado a través de diversos medios una misma belleza que aportan
al mundo”. “Las críticas no tienen importancia ante la belleza secreta de una obra”. Continuando
con este planteamiento escribe: “¿No están sembradas las cartas de
Balzac de giros vulgares que Swann hubiera sufrid mil muertes antes que
emplearlos? y, sin embargo, es posible que Swann, tan sagaz, tan exento
de todo ridículo odioso fuera incapaz de escribir “Le cue de Torus”.
“La
impresión es para el escritor lo que la experimentación para el sabio”. Y
afirma: “no somos libres ante la obra de arte. Tenemos que
descubrirla”. “Nada de estilo, oyó decir, nada de literatura, ¡vida!. a
los que no tienen el sentido estético , es decir la sumisión a la
realidad interior”.
.
Proust define la obra como obra de arte
hacer salir de la penumbra lo que se siente y convertirlo en un
equivalente espiritual. “En el acto de creación nadie puede
sustituirnos, ni siquiera colaborar… ¡Cuántos renuncian a escribir!
¡cuántas tareas se asumen para renunciar a ésa”. “Cada acontecimiento,
fuera el caso Deyrfus o la guerra, proporcionó a los escritores
disculpas para no descifrar aquel libro, no tenían tiempo de pensar en
la literatura. Pero no eran mas que disculpas, porque no tenían, o no
tienen ya talento, es decir instinto. Pues el instinto dicta el deber y
la inteligencia proporciona pretextos para eludirlo”.
“El arte reconstituye la vida, en torno a unas verdades halladas en sí mismo que flotan siempre en una atmósfera de poesía”.
“Quienes
carecen del espíritu del arte creen que la literatura es un juego del
espíritu destinado a ser eliminado cada vez más en el futuro“. Hoy podríamos añadir que no sólo eliminado sino falseado, de tal manera que Proust se daba cuenta de adonde se dirige el mundo del arte a manos de mercaderes y de políticos ignorantes.
.
“Algunos
pretendían que la novela fuera una especie de desfile cinematográfico de
las cosas. Esto es absurdo”. “La literatura que se limita a “descubrir las cosas, a dar solamente una mísera visión de líneas y de superficies es lo que llaman realista,
que está más lejos de la realidad, porque es la que más empobrece ya
que corta toda comunicación de nuestro yo presente con el pasado cuyas
cosas conservan su esencia. es esta esencia lo que el arte digno debe
expresar“.”El amor se posa en una mujer porque será inasequible. ¡Qué poco ocupa en la pasión la mujer real!”.
En este
sentido podemos leer: “El trabajo del artista es ver bajo la materia,
bajo la experiencia, bajo las palabras, algo diferente de los fines
prácticos que llamamos falsamente la vida… esa vida cuyas apariencias
que se observan requieren ser traducidas”. Se pregunta ¿qué valor tiene
la literatura de notas?. “El deber y el trabajo de un escritor es el trabajo y deber de un traductor“.
“Algunos
decían que el arte en una época de prisas sería breve… que el
ferrocarril mataría la contemplación, que era inútil añorar el tiempo de
la diligencia, pero el automóvil cumple su función y lleva a los
turistas a las iglesias abandonadas”.
“La verdadera vida, la única vida realmente vivida es la literatura. Esa vida que habita a cada instante en todos los hombres pero no la ven porque no intentan esclarecerla”. Y: “nuestra vida es también la vida de los demás pues para el escritor , el estilo es como el color para el pintor , una cuestión no de técnica, sino de visión”.
“Solo
mediante el arte podemos salir de nosotros mismos. Gracias al arte en
vez de ver un sólo mundo, el nuestro, lo vemos multiplicarse”.”Son
nuestra pasiones las que abocetan nuestros libros”. “… la vida se
parecerá a la obra, ésta es el recuerdo de nuestros amores pasados y
profecía de nuestros nuevos amores”.
¿Qué es el amor?,
¿como se vive?“El amor
causa verdaderos levantamientos geológicos del pensamiento”. Analiza la
parte oculta de nuestra mente: “tantas son las cosas que vivimos sin
conocerlas, hasta las realidades interiores y profundas que permanecen
ocultas para nosotros”. En “La fugitiva afirma: “nuestro inconsciente es más clarividente que nosotros mismos”. Y dice “qué poco sabemos lo que tenemos en el corazón”. Quince años antes de editarse la novela de Proust, Freud
publica “La interpretación de los sueños”. Hay en el ambiente de cuando
escribe mucho interés y debate sobre este tema en ambientes
intelectuales. En “El tiempo recobrado dice claramente “explorando mi
inconsciente”
En un
momento determinado concluye que lo importante en esta vida no es en qué
se pone el amor, sino sentir amar. Pero en cada etapa el amor es
diferente, en unos casos depende de la mirada, en otros del placer y
distintas historias de amor acaban siendo las mismas. Proust nos rebela las diversas aristas de los sentimientos, sus múltiples caras, a modo de un calidoscopio.
Así
leemos: “el amor es una porción de nuestra alma más duradera que los
diversos yos que mueren sucesivamente”. “El amor exclusivo a una persona
es amor y algo más”.
“El amor tiene que encontrar
justificación y garantía de duración en placer, que sin él no lo serían
y terminan donde él acaba”, describe en un momento. En otro sin embargo
dice “su amor iba más allá de las regiones del deseo físico”. Describe
un determinado tipo de amor, el de Swann, “como un estado subjetivo, que
sólo existía para él, sin nada externo que afirmara la realidad”.
Contrasta un extremo y otro de los sentimientos: “el
amor es una especie de creación de una persona suplementaria o distinta
de la que lleva en el mundo el mismo nombre y que formamos con
elementos sacados de nuestro propio interior”. Dice también nada hace sufrir tanto como un amor sin aventura. Y luego que la felicidad llega cuando no queda amor.
El personaje que narra la novela es una persona enfermiza, quizá le suceda lo que cuenta Thomas Mann en “La montaña mágica”: “el amor reprimido no se va, vuelve a subir irreconocible… toda enfermedad es una metamorfosis del amor”. Es muy interesante analizar la metáfora de la flor, cómo la usa Proust de manera muy similar a James Joyce en su novela “Ulises” y a Ramón J. Sender en su obra “La tesis de Nancy”.
“He
sido sacudido por mis amores como por una corriente eléctrica que nos
mueve… esa fuerza invisible que acompaña a las que nos dirigimos como
oscuras divinidades, como quien hace ofrenda hemos prometido alhajas,
viajes...”.
“Un
cuerpo humano, aunque sea un cuerpo amado, como era el de Albertina, a
unos metros de distancia, a unos centímetros, nos parece estar lejos de
nosotros. Y lo mismo el alma que hay en él“. Cuando la besa “saber que era posible besarla las mejillas era un placer aún mayor que besarla… en sus mejillas besé toda la playa de Balmec“.
“El amor
no es quizá otra cosa que propagación de esos oleajes con que una
emoción sacude el alma”. El amor, el sufrimiento, cesa a ratos pero para
volver de manera diferente”. “Sólo se ama lo que no se posee por
entero”. “Amamos aquello en que buscamos algo inasequible”.
“No hay
enemigo más diestro que la realidad. Dirige sus ataques al corazón donde
no esperábamos y donde no habíamos preparado defensas”. Advierte que
nuestro error es permanecer indiferentes a la inteligencia y a la bondad
de los demás.
“En el
amor es más fácil renunciar a un sentimiento que perder una costumbre”.
“En una separación el que no ama de amor es quien dice las cosas más
tiernas, pues el amor no se expresa directamente”. Una constante de este
autor es el amor como sufrimiento, pero un sufrimiento placentero, en
el sentido de asociarlo a la vida, de regodearse en su vivencia, ” a
partir de cierta edad nuestro amor, nuestras amantes, son hijas de
nuestra angustia”.
“En la
materia amorosa lo que determina las preferencias es el interés de la
especie”, dice, a la vez que “el amor exclusivo a una persona es amor a
algo más”. Y es que el amor tiene muchas dimensiones, por eso no son
contradictorias muchas afirmaciones que leemos en la novela, sino que
recogen aspectos contradictorios de una misma realidad que tiene muchos
lados. “La edad en que nos complacemos en acariciar la belleza con la
mirada”. “El amor se posa en una mujer porque será inasequible, ¡qué
poco ocupa en la pasión la mujer real!”. Al mismo tiempo el deseo
también aparece: “la fuerza de mi deseo me detenía, me parecía que iba a
surgir una mujer para satisfacerlo”, y afirma que siente pasar unas
faldas que le provocaron gozar.
Una
explicación genuinamente proutsiana aparece en “Sodoma y Gomorra”: “En
el amor no compartido, lo que equivale a decir el amor, pues hay seres
para los que no existe el amor compartido, sólo se puede gustar la
felicidad de ese simulacro, con los mismos actos que si fuéramos amados”.
¡Ay!
c’est l’amour… cuando dice “los hombres exigen a una mujer que renuncie
al teatro, aunque le amasen porque había sido del teatro”. El el tomo
“La fugitiva” leemos “dejemos las mujeres bonitas para los hombres sin imaginación”.
Proust
recoge una frase del gran matemático Poincaré, “no es seguro que las
matemáticas sean rigurosamente exactas”, ¿entonces el amor?, ¿cómo
conformarnos con una definición?. Por una parte los personajes pagan por
mantener relaciones con sus amantes, al mismo tiempo sufren, las aman,
las repelen, las necesitan, las quieren olvidar. Las mujeres les son
infieles a los protagonistas, pero algunos lo quieren ignorar. Afirmas
el narrador que cada ser es doble y “una ley natural de la sociedad
compleja es vivir en ignorancia del ser a quien se ama”. Y al mismo
tiempo se quiere conocer todo de él, hasta los más íntimos detalles y de
su pasado, lo cual atormenta al amante.
“Cuando
un amor nace de una hora de angustia por un ser, de la incertidumbre…
lleva la marca de la revolución que lo ha creado”. Afirma: “el amor es
un mal incurable”. Más adelante reconoce que su amor y el de Albertina
es su tristeza. “El objeto del amor no es un cuerpo sino cuando se
funden en él una emoción”.
Pero nos
hace ver el amor desde muchos puntos de vista, en esa visión
calidoscópica: “si se pueden probar unos zapatos, con mayor razón se
puede probar una mujer y si no le va a la medida del pie… no siempre
soportamos las lágrimas que hacemos derramar”.
“El
amor no es eterno porque los recuerdos no siguen siendo siempre
verdaderos y porque la vida está hecha de perpetua renovación de las
células”.”Olvidamos para volver a amar”.
“Yo
amaba a Albertina … algunos días. Sufría un amor que ya no existía”.
“Amar es una mala suerte, como la de los cuentos contra la que nada se
puede hacer hasta que cesa el encantamento”.
“Las
relaciones con la mujer amada pueden ser platónicas… el enamorado,
demasiado impaciente por el exceso mismo, no simula su indiferencia por
lograr lo que desea“.
En el personaje La Bruyére pone las siguientes palabras: “Con
frecuencia los hombres quieren amar y no lo consiguen, buscan ser
derrotados y no pueden lograrlo, se ven obligados a seguir siendo libres“.
Las reflexiones sobre el tiempo
también destellan en la novela, “La creciente complejidad de la vida
apenas nos deja espacio para leer, cuando el mapa de Europa acaba
experimentando profundos cambios”. Sucede la novela antes de la Gran
Guerra y termina cuando ya pasó, en una parte de la obra dice: “las
malditas guerras ya no tienen miedo a la muerte, están locos”. Al comienzo del tomo “El mundo de los Guermantes” escribe “esos años de mi infancia ya no estaban en mí”. “El tiempo libre que disponemos es elástico”.
“Desde
que existe el ferrocarril, la necesidad de no perder el tren nos ha
enseñado a contar los minutos, mientras que el mundo de los antiguos
romanos era menos apresurado, apenas existía la necesidad de los
minutos, ni siquiera de las horas fijas”.
“No
podemos pretender que no hay más que un tiempo, pues mirando el reloj
hemos comprendido que lo que me parece un día entero no fue más que un
cuarto de hora. Al comprobarlo somos lanzados al tiempo de los hombres
despiertos, desertor del otro tiempo. Más que de otro tiempo, de otra
vida… aquella en que dormimos que está sometida a la categoría del
tiempo”. Pero advierte “los relojes interiores asignados a los hombres
no están puestos a la misma hora”.
.
Cuando ve el narrador a Albertina pasada un tiempo la describe como “una masa que presente es un espejo del tiempo.
“A
veces el futuro habita en nosotros sin que lo sepamos y unas palabras
nuestras que creen mentir señalan una realidad próxima”.
“… espejear una sensación … inmovilizar el instante de un relámpago, lo que no me apresa jamás, un poco de tiempo en estado puro”.
La
penetración del tiempo en los sentimientos es una constante en la
novela, que precisamente va buscan los sentimientos a lo largo del
tiempo y éste en ellos, al hacer que sean perecederos.: “El amor no debe
tener sólo el porvenir, sino también el pasado, que muchas veces no se
realiza para nosotros hasta después del porvenir y no hablamos solamente
del porvenir que conocemos inmediatamente, sino el que hemos conservado
desde hace mucho tiempo en nosotros y que de pronto aprendamos a leer”.
O la definición de amor: “Es el espacio y el tiempo hechos sensibles al corazón”.
“En el tiempo hay errores ópticos como sucede en el espacio”. En “El tiempo recobrado” escribe: “Una hora no es sólo una hora, es un vaso lleno de perfumes, de sonidos, de proyectos, de climas“.
.
Al
volver a ver después de unos años a Charlus le ve un viejo chocho, con
barba blanca, la cara llena de arrugas, es la acción destructora del
tiempo. “la vejez es algo humano”. Sin embargo cuenta el narrador : “mi
madre para la que siempre soy un niño”. Y cuenta la anécdota de que le
invita Gilberta a ir a cenar y le dice que si no le importa que le vean
con un joven… se rieron quienes estaban alrededor. “Las muecas de los
rostros me dieron la noción del tiempo perdido”. Es lo que Proust llama la manipulación del tiempo:
“… la aniquilación de la juventud, la destrucción de una persona llena
de fuerza y de ligereza es ya una primera nada concebir que la que fue
joven es vieja”. ¡Juventud!, “la edad en que nos complacemos en
acariciare la belleza con la mirada”.
Podemos
definir el tiempo perdido , pienso, como el que podemos encontrar en la
memoria. “… muchas historias dormían en los periódicos de treinta años
atrás y nadie las conocía ya”. “Las impresiones plenas están fuera del
tiempo”. “El sueño nos hace creer erróneamente que es una manera de
recobrar el tiempo perdido”, lo cual le hace pensar sobre el carácter
puramente mental de la realidad.
.
Otro tema es el de los judíos,
siendo el autor de familia, por la rama materna judío, “la conversión
de los judíos es una farsa”. En Balbec, donde acontece una parte de la
novela hay un ambiente antisemita donde se hacían “imprecaciones contra
el bullicio israelita”. Swann, dedicado al negocio de la Bolsa, es
judío. Aparece varias veces citado el barón Rothschild, apellido de una
rica saga judía.
Un hilo conductor guía este tema a lo largo de la novela, el caso Dreyfus,
el de un militar francés judío que es acusado de condenado por
traición, tras ser acusado de pasar documentos al ejército alemán, que
se demostró con el paso del tiempo falso. Proust
advierte en la novela que “empezó a formarse un mundo antisemita”, lo
cual tendrá unas repercusiones tremendas años después. Explica que el
deyfursismo triunfa políticamente, pero no mundanamente.
En boca
de mesieur Guermantes dice “los judíos están unidos en secreto y tienen
la obligación de prestar apoyo a cualquiera de su raza aunque no lo
conozca. Es un peligro público”, desvelando leyendas y dichos que
alimentaron a comienzos del siglo XIX el anitisemitismo. Comenta en “La
fugitiva” que el caso Dreyfus provocó un movimiento antisemita paralelo a
la penetración de los israelitas, asociándoles a la base social de la
burguesía, en el gran mundo, lo que provocó un antisemitismo mundano.
Otro fondo de la novela fundamental es la homosexualidad, a los que denomina “invertidos”. Dice que unos a otros se descubren.
Comenta:
“el invertido ante un invertido ve una imagen desagradable de sí mismo;
el instinto de conservación le hace hablar mal de un posible
competidor”. Observa que se considera la homosexualidad una
defectuosidad nerviosa, un desequilibrio de la naturaleza, comentando
“en Grecia en tiempos de Sócrates, en Roma en tiempos de Augusto podían
ser homosexuales sin dejar de ser hombres normales y no hombres-mujeres
como les vemos hoy”. “La homosexualidad no fue anormal cuando fue la
norma”.
Para el
narrador al hombre le está vedado la posibilidad de ese amor cuyas
esperanzas les da fuerza para soportar riesgos y soledades, pues se
enamoran de otro hombre que no es invertido, que no puede amarlo. Por
eso afirma”los invertidos en busca de un macho pueden contentarse con
otro tan afeminado como ellos”.”Fuera del mundo de la homosexualidad
existe cierto ideal convencional de virilidad que resulta exasperante”.
Plantea
una cuestión que parece que un siglo después aflora, “los descendientes
de los sodomitas se han establecido en todo el globo terráqueo”. “Han
heredado la mentira que les permitió salir de la ciudad maldita”. Y “se ha creado un movimiento sodomita para reconstruir Sodoma, igual que el movimiento sionista para construir Sión, pero se casarán con una mujer para no parecerlo. En Sodoma será todo igual que en Londres, París, Roma, Petrogrado”.
“El
invertido que sólo ha podido alimentar su pasión con la literatura
escrita para hombres o la que les gustan a las mujeres sienten la
necesidad de entrar en las mismas funciones sociales que el hombre que
no es invertido, de sostener una amante, de casarse, de amancebarse, de
ser padre…”. Y afirma que los homosexuales son unos buenos padres de
familia. Brichot propone crear en la universidad una cátedra de homosexualidad.
“Las
gomorrianas son a la vez lo bastante raras y lo bastante numerosas para
que en cualquier aglomeración no pasen inadvertidas unas de otras“.Para el narrador “los homosexuales serían los mejores maridos del mundo si no hicieran la comedia de que les gustan las mujeres“.
En un momento, al final casi de su obra, parece que Proust
quiere darnos una pista de su contenido de su obra, de su reflejo
consigo mismo, amante de un pintor y otros amores homosexuales, c ando
dice “el escritor no debe asustarse de que el invertido dé a sus
heroínas un rostro masculino, eso le permite dar luego a lo que lee su
generalización”. El autor ha narrado la homosexualidad desde lejos, como
un ojeador de la misma, pero lo ha narrado como si estuviera dentro de
sí, tal cómo es.
Hay otros
temas que aparecen a lo largo de la novela que como anécdotas aportan
datos como tener una cámara Kodak, cuando empezaban a usarse. También el
teléfono, que Saint Loup pone para tener noticias de su amante y no
desesperar mientras que espera recibir carta de ella. Me llamó la
atención una expresión que se ha hecho popular en la telenovela “Amar en
tiempos revueltos” y que aparece en esta novela para describir a
Odette, “alma de cántaro”. El médico le recomienda para la enfermedad de
quien narra la siesta diaria, y para respirar mejor cafeína y beber
cerveza y coñac. Y dice el autor, hijo de médico “la medicina es un
compendio de errores sucesivos”.
Sobre la guerra:
“el más insensato de los crímenes”; “una guerra hoy sería más
catastrófica que el diluvio”. En “La fugitiva” escribe: “los que
vivieron la guerra de 1870 dicen que la idea de la guerra acabó por
parecerles natural”. Y “ese público que sólo juzga de los hombres y las
cosas de la guerra por los periódicos está convencido de que juzga por
si mismo”. “La guerra no escapa a las leyes de nuestro viejo Hegel, está
en perpetuo devenir”.
Las revoluciones no son estratégicas, sino médicas, con accidentes imprevistos que el clínico podía esperar evitar, como la Revolución rusa“.
La muerte:
“Sólo de los muertos se tiene un recuerdo doloroso. En torno a sus
tumbas queda la belleza de la naturaleza: el silencio y la pureza del
aire”. “La idea de la muerte había llegado a serme indiferente”.
“Después de la muerte el tiempo se retira del cuerpo”. … pues, dice,
somos gigantes sumergidos en los años.
Proust vincula la muerte al sentimiento: “No
podía resistir la idea de que ya no existiera el ser que amaba a
Gilberta, a Albertina, lo que sería como una especie de muerte“. Y: “abrumado de imponer mi existencia agonizante la fatiga sobrehumana de la vida“.
“La mentira
es esencial en la humanidad. Desempeña un papel tan grande como la
búsqueda de la felicidad y dirige esta búsqueda”. “Nuestro pensamiento
no siempre está de acuerdo con nuestras palabras”.
“La felicidad sólo es saludable para el cuerpo, pero el dolor
es lo que desarrolla las fuerzas del espíritu”. “Las ideas son
sucedáneos del dolor, desde el momento en que éste se transforma en
ideas porque una parte de su acción moría sobre nuestro amor”. “No
podemos amar sin sufrir”. Dice que a felicidad es en el amor un estado
anormal, pero hay en él un amor permanente.Todo lo cual puede resumirse en los versos de Pedro Salinas : “no quiero que te vayas dolor / última forma de amar”.
Sobre el automóvil dice “no nos lleva así (como el tren) mágicamente
a una ciudad que al principio veíamos en el conjunto que resume su
nombre y con las ilusiones del espectador de teatro. El automóvil nos
hace entrar entre bastidores de las calles. En él se detiene a preguntar
una cosa a un habitante”. Su sirvienta, Francisca, no quería aprender a
telefonear “como si fuera tan desagradable como la vacuna o tan peligroso como un aeroplano“.
En los
ambientes del hombre cuenta que mienten y calumnian sin conocer a
las personas que juzgan y desdeñan sin haber comprendido, lo cual se
parece a lo que de manera masiva sucede en determinados programas de
televisión hoy en día. Un ambiente que se transforma y aparece en su
plenitud en la novela de Virgina Woolf, “La señora
Dalloway”, en donde la protagonista prepara una fiesta de ambiente
netamente burgués, en la que se ve que esta capa social se ha impuesto y
repite la misma manera de ser grupal de la aristocracia y que hoy se ve
de manera muy similar en los saraos de famosos de la sociedad de masas y
de consumo, reflejadas en las revistas y programas llamados del
corazón, que en cierta manera sí lo son. Se repiten conductas del
sentimiento, mentiras y parloteos sociales y como diría Lady Rosseter,
de la novela indicada “qué importa el cerebro comparado con el corazón?.
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Proust define el instinto del artista cuando de la vocación de escritor en el tomo “En busca del tiempo recobrado”: “Toda mi vida habría podido y no hubiera podido resumirse en este título: vocación“. Y continua diciendo “no
habría podido resumirse porque la literatura no había desempeñado papel
alguno importante en mi vida y sí porque los recuerdos de la tristeza
forman una reserva como el germen de una planta“, indica que escribir es el proceso de la maduración interior. Y añade más adelante: “en esos proyectos febriles de letras ha constituido nuestra conversación apasionada con nosotros mismos“.
.
Y el final de “En busca del tiempo perdido”
es un colofón que nos hace ver como seres de tiempo, en el cual los
sentimientos se esculpen, viven para dar vida a vivir. Leer esta novela
es uno de los grandes placeres intelectuales de los que he disfrutado,
curioso de saber qué sucede a lo largo del tiempo con el narrador, sus
amores. Al llorar por la muerte de Albertina, y apenarme, ¿por qué no?,
de la muerte de Roberto. Y también de la abuela del narrador, porque lo
hace sentir, de una manera muy especial, muy íntima. Merece la pena
leerlo para asomarse a la novela, porque adquiere todo su valor y su
emoción tras haberse leído los siete tomos. Es entonces cuando nos deleita.
BIBLIOGRAFIA:
Ramiro Pinto
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http://www.blogseitb.com/wp-content/uploads/sites/49/2011/10/LIBRO.En-busca-del-tiempo-perdido.jpg
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