La década del Sesenta se aleja con una advertencia: dos brotes de cólera
en Buenos Aires, uno en 1867 y el otro en 1868 dejan centenares de
víctimas. A fines de 1870 se registran numerosos casos de fiebre
amarilla en Asunción del Paraguay. En Corrientes, el primer enfermo se
detecta en diciembre de ese año y el último en junio de 1871. De 11.000
habitantes que tenía la ciudad, mueren 2.000.
Algunos rincones oscuros y monstruosos, otras callecitas tristes y
melancólicas, y uno que otro espacio anecdótico y hasta divertido.
Aunque parezca contradictorio, todos estos condimentos forman parte de
un mismo lugar: el mítico Cementerio de Chacarita. Emplazado en medio
del barrio que le da el nombre, las 95 hectáreas de que fue en su origen
el Cementerio del Oeste albergan historias, leyendas, mitos y recuerdos
de miles de familias porteñas y de otros rincones de la Argentina y el
mundo.
Con el año nuevo comienzan a llegar los primeros veteranos de la
Guerra del Paraguay. El 27 de enero se conocen tres casos de fiebre
amarilla en Buenos Aires. A partir de esa fecha se registra un promedio
de diez enfermos diarios. Las autoridades parecen desoír a quienes
advierten que se está en presencia de un brote epidémico. La polémica
crece y gana los diarios. La municipalidad trabaja intensamente
preparando los festejos oficiales del carnaval. A fines de febrero el
Dr. Eduardo Wilde asegura que se está en presencia de un brote febril.
El bullicio carnavalesco ahoga la voz de este solitario aguafiestas.
Marzo empieza con 40 muertes diarias. Todas de fiebre. El pánico sucede a la despreocupación. La peste desborda a los conventillos de San Telmo para, sin prejuicios clasistas, comenzar a golpear a las familias acomodadas del Norte. Se prohíben los bailes. Mucha gente decide abandonar la ciudad. La primera semana de marzo cierra con cien fallecimientos diarios provocados por la fiebre. Algunos diarios informan sobre el flagelo con titulares catastróficos, estimulando a la otra peste que empieza a atacar a los que se salvaron de la fiebre: el terror.
Marzo empieza con 40 muertes diarias. Todas de fiebre. El pánico sucede a la despreocupación. La peste desborda a los conventillos de San Telmo para, sin prejuicios clasistas, comenzar a golpear a las familias acomodadas del Norte. Se prohíben los bailes. Mucha gente decide abandonar la ciudad. La primera semana de marzo cierra con cien fallecimientos diarios provocados por la fiebre. Algunos diarios informan sobre el flagelo con titulares catastróficos, estimulando a la otra peste que empieza a atacar a los que se salvaron de la fiebre: el terror.
Los
hospitales generales de Hombres, de Mujeres, el Italiano y la Casa de
Expósitos (Casa Cuna) colman su capacidad. Los sesenta médicos que se
quedaron, igual que el puñado de enfermeras y sepultureros, no dan
abasto. El puerto es puesto en cuarentena y las provincias limítrofes
impiden el ingreso de personas y mercaderías procedentes de Buenos
Aires.
El 13 de marzo se crea la Comisión Popular de lucha contra
la fiebre. La encabeza el doctor Roque Perez y están entre otros, Lucio
Mansilla, Argerich, Billinghurst, el poeta Guido Spano, Vedia y Mitre. A
mediados de mes los muertos pasan de 150 por día. La ciudad se va
paralizando. El presidente Sarmiento y el vice Adolfo Alsina la
abandonan. El diario La Prensa del 21 de marzo comenta el hecho
con éstas palabras: “Hay ciertos rasgos de cobardía que dan la medida de
lo que es un magistrado y de lo que podrá dar de sí en adelante, en el
alto ejercicio que le confiaron los pueblos”.
La ciudad tenía
solamente 40 coches fúnebres. A fines de marzo, los ataúdes se apilan en
las esquinas. Coches con recorrido fijo transportan todos los cajones
que encuentran. Pronto se agregan los coches de plaza para cubrir la
demanda de vehículos. Las tarifas que cobran los “mateos” es otro de los
escándalos que se suma al precio de los escasos medicamentos que
existen, y que apenas sirven para aliviar los síntomas. Empiezan a
escasear los féretros, los carpinteros también son mortales. Por ésta
razón, los cadáveres, cada vez en mayor cantidad, son envueltos en
sábanas o simples trapos, y los carros de basura se incorporan a la
flota fúnebre. Se inauguran las fosas colectivas. Hay saqueos y asaltos a
viviendas a plena luz del día. Los delitos se incrementan velozmente,
como los suicidios. Algunos delincuentes operan disfrazados de
enfermeros, para acceder fácilmente a las casas en que hay enfermos.
Abril
había comenzado con un avance desenfrenado de la fiebre. El día 4
fallecen 400 enfermos. El 15 la municipalidad ordena desalojar los
conventillos. La Comisión pide que se los incendie. El cementerio del
Sur, el actual Parque Ameghino de la Avenida Caseros al 2300, queda
colmado. La municipalidad compra siete hectáreas en la Chacarita de los
Colegiales y habilita un nuevo cementerio. El problema es la distancia.
El ferrocarril Oeste tiende una línea de emergencia a lo largo de lo
que hoy es la Avenida Corrientes, con cabecera en Corrientes y
Pueyrredón. Se inaugura una suerte de tren de la muerte, pues el convoy,
que realizaba dos viajes diarios pero de ida solamente, transportaba
exclusivamente difuntos. Así nació Chacarita.
Jorge Luis Borges lo recordó con éstas palabras
Porque la entraña del Cementerio del Sur
fue saciada por la fiebre amarilla hasta decir basta
porque los conventillos hondos del sur
mandaron muerte sobre la cara de Buenos Aires
y porque Buenos Aires no pudo mirar esa muerte, a paladas te abrieron
en la punta perdida del oeste, detrás de las tormentas de tierra
La cifra oficial de víctimas es aún hoy tema de discusión, pero la
más verosímil sería la que da la Asociación Médica Bonaerense en su
revista aparecida el 8 de junio de 1871: 13.614 muertos. Este dato
coincide con el diario personal de Mardoqueo Navarro, un sobreviviente
que llevó un cuaderno de apuntes durante toda la epidemia, y a quien
Scenna reivindica como una importante fuente de información. Según el
doctor Penna, siempre citando a nuestras fuentes, en lo que hoy es el
apacible Parque Ameghino, habrían sido sepultadas nada menos que 11.000
personas. Del resto, algunos fueron llevados a Recoleta y los demás
tuvieron el discutible honor de inaugurar Chacarita.
El agente transmisor de la peste fue el mosquito aegyptis aedes; el que inoculaba la enfermedad mediante la picadura. Recordemos que la microbiología estaba recién dando sus primeros pasos, y los médicos atribuían la causa de ésta y otras epidemias, a misteriosas “miasmas” que invisibles flotaban en el ambiente. Cabe destacar que dicha especie de insecto en la actualidad y en los meses cálidos, prolifera por millones en el Conurbano Bonaerense. Ni hablar de la contaminación del Riachuelo y la zona del Dock Sur, que, una vez más, poco interesa a las autoridades.
El agente transmisor de la peste fue el mosquito aegyptis aedes; el que inoculaba la enfermedad mediante la picadura. Recordemos que la microbiología estaba recién dando sus primeros pasos, y los médicos atribuían la causa de ésta y otras epidemias, a misteriosas “miasmas” que invisibles flotaban en el ambiente. Cabe destacar que dicha especie de insecto en la actualidad y en los meses cálidos, prolifera por millones en el Conurbano Bonaerense. Ni hablar de la contaminación del Riachuelo y la zona del Dock Sur, que, una vez más, poco interesa a las autoridades.
Por sus callecitas, que en algunos lugares se transforman en anchas
"avenidas", el simbolismo del culto a la muerte y al honor de los
difuntos va tomando diferentes formas.
Lo que tal vez genera más
curiosidad es la zona de las bóvedas, donde la variedad de materiales,
estilos arquitectónicos y símbolos recuerda épocas y costumbres hoy casi
desaparecidas.
"Hasta los años 60, era una costumbre que los
familiares vinieran a pasar el día visitando a sus difuntos. Se sentaban
en el interior de las bóvedas, alrededor del cajón, tomaban mate,
limpiaban el lugar, conversaban, cambiaban las flores", cuenta Hernan
Santiago Vizzari, investigador histórico y autor de Cementerio de Chacarita , un sitio que recorre la historia del lugar.
Hoy
el panorama es muy diferente. Muchas de las bóvedas están abandonadas y
la mayoría de las personas opta por cremar a sus difuntos o
enterrarlos.
La idea de
hacer un cementerio en lo que hoy es el barrio de Chacarita surgió en
1871, con la epidemia de fiebre amarilla. Los lugares que ya existían
comenzaron a quedarse sin espacios. Por eso se destinaron unas cinco
hectáreas de lo que hoy es el Parque los Andes para lo que se conoció
como el Cementerio Viejo. Allí llegaron a realizarse más de 500
inhumaciones en un solo día.
Luego comenzaron a realizarse las
inhumaciones en lo que se denominó "Chacarita Nueva" y luego "Cementerio
del Oeste", hacia 1896.
Dentro de este lugar histórico descansan
los restos de personajes reconocidos de la historia del país, entre
ellos, muchos protagonistas del tango. "Hay orquestas enteras de tango
enterradas acá", dice Vizzari.
Su construcción generó de alguna
manera una renovación del barrio y la apertura de nuevos negocios. Desde
florerías hasta bares, sin dejar de contar las herrerías que realizaban
los trabajos en las bóvedas.
Para quienes
pertenecen a generaciones y tradiciones familiares en las que la muerte
es casi un tema tabú, observar algunas esculturas y símbolos que cubren
las paredes y techos de las bóvedas puede generar desconcierto e incluso
temor.
Uno de estos ejemplos es el panteón de la Policía Federal,
que en su entrada tiene unas oscuras estatuas de mujeres vestidas de
negro, con un velo que cubre parte de su frente casi impidiendo la
visión de sus ojos.
También en algunos rincones pueden observarse
imágenes de medusas, ese personaje mitológico que convertía en piedra a
quienes la miraban a los ojos. Según explica Vizzari, este tipo de
imágenes buscaba de alguna manera poner un límite, una advertencia, un
espacio de respeto para quienes quisieran acercarse a las tumbas con
motivos distintos que el de ofrecer un voto de respeto al difunto.
Otros
símbolos son tal vez más esperanzadores y menos amenazantes, como las
antorchas. Estas representan el fuego de la vida más allá de la muerte,
la esperanza de una luz encendida que traspasa la vida terrenal.
También
suele encontrarse la Clepsidra, que es el reloj de agua. Tiene un valor
simbólico, porque representa el fluir constante del tiempo.
En
varios rincones del cementerio pueden encontrarse los restos de
diferentes personalidades de la historia argentina. Entre ellas está la
tumba de José Amalfitani, el reconocido dirgente de Vélez. También yacen
aquí los restos de Aníbal Troilo, Adolfo Pedernera, Benito Quinquela
Martin, Luis Sandrini, entre tantos otros. Además están Federico Moura y
Norberto Napolitano (Pappo).
Quizás uno de los rincones que atrae
a más visitantes es la esquina de Carlos Gardel. Allí, una estatua del
"zorzal criollo" lo representa de pie, vestido con su trajecito, con una
mano en el bolsillo y la otra sosteniendo un llavero. A su lado,
arrodillada y mirando el suelo, la mujer con la lira rota en sus manos,
simbolizando el luto de la música por la pérdida del gran cantor. El
lugar está repleto de placas y flores y mensajes al ídolo del tango.
Es
muy común, cuenta Vizzari, que cada tanto pase un taxista, detenga su
móvil frente a Gardel, ponga un tango a todo volumen y encienda un
cigarrillo. Terminada la canción, el chofer suele bajarse y colocar lo
que queda del pucho en la mano derecha del cantante y volver al trabajo.
Así
transcurren los días en este cementerio, con algunos rincones muy
visitados y otros tal vez olvidados en incluso abandonados, entre
bóvedas que, escaleras abajo, aún guardan los restos de familias enteras
que alguna vez habitaron el suelo argentino..
http://www.lanacion.com.ar/1392820-la-muerte-como-culto-recorrida-por-el-cementerio-de- chacaritahttps://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/5/5f/Buenos_Aires-Recoleta-Cementery-P2090035.JPGhttps://i.ytimg.com/vi/p24Cm7-LbXM/maxresdefault.jpg http://www.centrocultural.coop/la-ciudad-del-tango/fiebre-amarilla-en-buenos-aires.html
https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/9/96/Juan_Manuel_Blanes_Episodio_de_la_Fiebre_Amarilla.jpg
VIDEO FIEBRE AMARILLA...EL AÑO QUE MURIÓ BUENOS AIRES
VIDEO CEMENTERIO DE LA CHACARITA
No hay comentarios:
Publicar un comentario