sábado, 12 de agosto de 2017

CARL GUSTAV JUNG Y LA TEORIA DE LA SINCRONICIDAD Y TRACENDENTALISMO


Uno de los aspectos más enigmáticos y cautivadores del universo en el que vivimos es la sincronicidad. A todos nos ha pasado en alguna ocasión una coincidencia tan improbable que nos resulta ominosa, mágica, epifánica o perturbadora. Conexiones entre sucesos, personas e información que trascienden la realidad convencional: como si las cosas tuvieran hilos invisibles que sólo por momentos  (en estados de conciencia elevados o por una misteriosa alineación) podemos vislumbrar.
Aunque el concepto de sincronicidad existe al menos desde el tiempo de los Vedas, fue el psicólogo suizo Carl Jung quien acuñó el término e inició el estudio de este fenómeno de manera rigurosa, si no científica: la dificultad de abordar la sincronicidad desde una metodología solamente científica yace en que los eventos que se concatenan lo hacen sin tener una causa, al menos no una causa que podamos encontrar dentro de los límites de la física clásica y de un universo mécanico. Consciente de la vastedad y elusividad del principio de la sincronicidad, Jung ensayó diversas definiciones a manera de un acercamiento teórico. Empezando desde lo más general y sintético podemos decir con Jung que la sincronicidad es “la ocurrencia temporal coincidente de eventos acausales”, que es un “principio de conexión acausal”, una “coincidencia significativa” o que es un “paralelismo acausal”.
Pero la sincronicidad para Jung va mucho más allá de estas someras descripciones. Toca y se entronca con los campos más profundos de la mente humana, siendo en muchos casos una manifestación externa del inconsciente colectivo, a veces materializada a través de símbolos. Jung creía que las “coincidencias” no solo estaban gobernadas por el azar (siendo que su probabilidad de suceder era tan poca que podrían considerarse estadísticamente significativas) sino por una dinámica más profunda. Coincide en esto con el texto gnóstico del Kybalion, que dice: “Azar no es más que el nombre que se da a una ley desconocida; hay muchos planos de causación”. Y para ampliar la madeja de posibles conexiones, recordemos que Don Juan le dice a Carlos Castaneda, como si fuera un experto jugador de póquer de realidades alternas, que la suerte es una forma de poder.
Al igual que su concepto de los arquetipos, Jung, lo mismo que el físico Wolfgang Pauli, pensaba que la sincronicidad era una expresión de lo que llamaba unus mundus, una realidad unificada subyacente de la cual todo lo que vemos emerge y a la cual todo regresa. Este unus mundus es similar a la teoría de la mecánica cuántica de David Bohm expuesta en La Totalidad y el Orden Implicado, en la que se postula la existencia de una especie de mar universal de energía infinita del cual se desdobla —o se explica— el mundo material fenoménico que percibimos, el cual apenas es una ondulación en la superficie de lo inconmensurable. Para Jung la improbable pero significativa coincidencia de una sincronicidad era posible por el hecho de que tanto el observador como el evento observado a fin de cuentas brotan de una misma fuente, del unus mundus. Es decir, la conexión acausal, a distancia, sin la aparente acción de una fuerza física (conocida) sería posible porque en profundidad todos los eventos y todos los sujetos que perciben un evento no son más que la misma cosa. El uno es el otro: es el mismo. “We are like islands in the sea, separate on the surface but connected in the deep”, dijo à propos William James. Es como si todo lo que ocurriera en el universo en realidad ocurriera dentro de una sola mente, que por momentos y siempre en la superficie, padece una esquizofrenia omnipotente. Pero más allá de sugerir esta idea un tanto trillada de la unidad subyacente, del todo en cada parte, del holograma que se proyecta en el mundo, en fractales, invetiguemos la sincronicidad y deshebremos el misterio de la coincidencias.

  

Después de esta breve introducción al mundo de la sincronicidad, entremos en materia. Aquí lo interesante son las sincronicidades, las experiencias, lo que se vive y mistifica.  Estoy seguro de que todas las personas que están leyendo este texto sobre la sincronicidad (el cual pretende ser un espejo) han sentido el asombro medular de descubrir que una coincidencia en sus vidas tiene un significado oculto.
Las historias pueden parecer increibles, pero son verídicas.  Así, por ejemplo, el cálculo fue descubierto al mismo tiempo e independientemente por Newton y Leibniz. Pero dejaremos que cada uno busque en la red y en su propia vida tales coincidencias, y que lleve un diario de coincidencias como hacía Paul Kammerer a principios de siglo.
Es evidente que el racionalismo clásico se muestra incapaz de explicar esta coincidencia, así que se incardina en la categoría tan manida de "casualidad", que sirve generalmente para englobar aquello que contradice el paradigma mecanicista, al igual que otras como "sugestión", que básicamente sirven para explicar todo sin explicar absolutamente nada.
Pero existe una teoría capaz de explicar estos fenómenos: la sincronicidad. Dicha teoría fue desarrollada por el psicólogo sucesor de Freud, Carl Gustav Jung y el premio Nobel de química Wolfgang Pauli, que desarrolló el principio de exclusión y vivía obsesionado con la constante de la estructura fina: 1/137. Esta constante es uno de los grandes misterios de la ciencia que todavía no ha sido resuelto. En una ocasión, Pauli (el que está a la izquierda), fue ingresado en un hospital, y cuando le dijeron que su habitación era la 137, inmediatamente dijo "no saldré de aquí". Efectivamente, murió poco después. 


Carl Jung define la "sincronicidad" como "una coincidencia significativa de dos o más sucesos en la que está implicada algo más que la probabilidad aleatoria". Lo que distingue una sincronicidad de sucesos sincrónicos normales es la existencia de un significado subjetivo común que inevitablemente interpreta el sujeto que la experimenta. Se trata de una teoría que inaplica el principio de causa-efecto del paradigma moderno y, al mismo tiempo, es una teoría antimaterialista, puesto que se centra en una experiencia subjetiva que engloba alineamientos supuestamente "exteriores" de sucesos.
Durante su vida, Jung vivió constantes sincronicidades tanto personalmente como en la vida de pacientes de psicoanálisis. En un determinado caso, una paciente excesivamente "racional" soñaba constantemente con un escarabajo dorado. Jung no podía avanzar en el psicoanálisis con ella debido a la resistencia de un modo de pensar demasiado cerrado. Sin embargo, un día, tras relatarle la paciente otro sueño, sonó un golpe en la ventana, Jung la abrió y en la habitación entró precisamente un escarabajo verde dorado que se posó sobre la mesa. La mente de la paciente no volvió a oponer resistencia al psicoanálisis.
Las sincronicidades suelen suceder con mayor profusión en periodos de transformación: nacimientos, muertes, enamoramiento, psicoterapia, obra creadora intensa, cambio de profesión... En palabras de David Peat, "es como si esta reestructuración interna produjese resonancias externas o como si una explosión de «energía mental» se propagase hacia afuera en el mundo físico".
A continuación mencionaremos un experimento muy interesante que ilustra la sincronicidad a nivel molecular:


El experimento fue llevado a cabo por el Ejército estadounidense. Se recogió una muestra de leucocitos de un número de donantes. Estas muestras se colocaron en una habitación equipada con un equipo de medición de los cambios eléctricos. En este experimento el donante era colocado en una habitación y sometido a "estímulos emocionales" consistentes en vídeo clips que generaban emociones en el donante. El ADN era colocado en un lugar diferente al del donante, pero en el mismo edificio. Ambos donante y su ADN eran monitoreados y cuando el donante mostraba sus altos y bajos emocionales (medidos en ondas eléctricas) el ADN expresó respuestas idénticas y al mismo tiempo. No hubo lapso y tiempo retraso de transmisión. Los altos y bajos del ADN coincidieron exactamente con los altos y bajos del donante. Se pretendía saber cuan lejos podían separar al donante de su ADN y continuar observando ese efecto, y se detuvieron las pruebas al llegar a una separación de 80 Kilómetros entre el ADN y su donante, teniendo el mismo resultado. Sin lapso y sin retraso de transmisión.El ADN y el donante tuvieron las mismas respuestas al mismo tiempo. Gregg Braden dice que esto significa que las células vivas se reconocen por una forma de energía no reconocida con anterioridad. Esta energía no se ve afectada ni por la distancia ni por el tiempo. Esta no es una forma de energía localizada, es una energía que existe en todas partes y todo el tiempo.
El problema que estas teorías tienen es, como ya hemos mencionado, que eliminan el principio de causalidad inherente al mecanicismo clásico, y no se limitan al nivel cuántico, donde está totalmente comprobado que la causalidad no termina de funcionar, sino que se refieren a nuestras propias vidas.
Así, en palabras de David Peat:
"La causalidad en la física es una idealización, una realidad que sólo existe dentro del mundo de las ecuaciones y de las simulaciones de computadora. No se debe confundir nunca con los variados, complejos y sutiles sucesos individuales de la realidad. En un universo en que «todo causa todo lo demás», es sólo a través de la realización de experimentos del pensamiento y la separación de las contingencias de la naturaleza que se pueden deducir los patrones individuales fundamentales".
El punto común de la teoría de la sincronicidad con la de los campos mórficos, o la del orden implicado es la disolución del paradigma del representacionismo materialista: así, según esta visión, la materia no representa una «realidad fundamental» sino que es la manifestación de algo que está más allá del terreno material.
En el experimento Grinberg-Zylberbaum, publicado en 1987, los científicos utilizaron un electroencefalógrafo para medir las ondas cerebrales de parejas que meditaban juntas. Descubrieron que algunas parejas mostraban una fuerte correlación entre sus patrones de ondas cerebrales, lo que sugería un estrecho vínculo o relación mental. Estas personas podían identificar, cuando se percibían en comunicación directa con la otra, información que era confirmada por las máquinas que medían sus ondas cerebrales. A estas parejas estrechamente vinculadas se les pidió que meditaran juntas, una al lado de la otra, durante veinte minutos. Después, una de ellas se trasladaba a otra habitación, cerrada y aislada. Una vez ubicadas, cada una en una habitación distinta, se les pidió que intentaran establecer comunicación directa con la otra. La persona que había sido trasladada era estimulada en su habitación con brillantes destellos de luz, que causaban en sus ondas cerebrales pequeños picos llamados potenciales provocados. Pero lo fascinante de este experimento es que la persona que no estaba expuesta a la luz, también mostraba pequeños picos en sus ondas cerebrales que correspondían a los potenciales provocados de la que estaba expuesta a los destellos. Así pues, estas dos personas estaban conectadas en un nivel profundo por medio de la meditación, y esa conexión provocaba reacciones físicas mensurables en ambas, incluso en la que no estaba expuesta al estímulo luminoso. Lo que le ocurría a una le sucedía a la otra, automáticamente y en forma instantánea. Estos resultados no pueden explicarse si no es a través de la correlación no circunscrita que ocurre en el ámbito virtual, el nivel del espíritu que conecta, organiza y sincroniza todo. Este campo ilimitado de inteligencia o conciencia está en todos lados; se manifiesta en todas las cosas. Sin embargo, no es necesario entrar en un laboratorio para ver a esta inteligencia no circunscrita en acción. Las pruebas están por todos lados, en los animales, en la naturaleza e, incluso, en nuestro cuerpo.
Los científicos también proponen un nivel de existencia llamado hiperespacio octodimensional de Minkowsky. En esta dimensión, concebida matemáticamente, la distancia entre dos sucesos, sin importar cuan distantes puedan parecer en el espacio y el tiempo, siempre es igual a cero. A su vez, esto sugiere una dimensión de existencia en la que todos somos inseparablemente uno. La separación puede ser sólo una ilusión
Es desde esta perspectiva de unidad ineludible del Todo como se puede entender la existencia de sincronicidad. Cuando tú no eres nada diferente de la silla en la que te sientas, el sol, un átomo, un mechero, el fuego, el amor, la cólera, una idea o un grano de cáfé, cuando todo lo que existe es "la manta", en palabras de Dustin Hoffman en "I Heart Huckabees", se puede comprender que tales objetos puedan alinearse de una determinada manera formando lo que a ojos de un ser obsesionado con separar los objetos en cosas diferentes es una coincidencia. No hay tal. Mente y cuerpo son lo mismo. Externo e interno también.

Esto nos conduce al budismo, pero no trataremos aquí este tema. La sincronicidad fue también la base de la cultura china Shang, que fue una de las más importantes de la antigüedad, duró más que el Imperio británico y se basaba fundamentalmente en la adivinación del futuro sobre conchas de tortuga (como la de la derecha). Toda la actual escritura china se basa en los patrones advertidos en la concha cuando se la golpeaba y observaba. El método chino de adivinación llamado "I Ching" se basa, igualmente, en postulados no causalistas sino sincrónicos, y prácticamente cualquier método adivinatorio cumple la misma premisa: la interpretación del todo a través de los hechos particulares, la capacidad de captar la esencia de un "momento", por ejemplo en el nacimiento de una mariposa de un capullo; este tipo de cosas que cuando vemos en una película oriental no entendemos y nos aburren...
Las sincronicidades son importantes en la vida de una persona. Si se alcanza su significado, se puede percibir el camino que se debe tomar, la decisión que corresponde adoptar, etc... Evidentemente, esto nunca sucederá mientras la mente las perciba como simples casualidades. La forma de ver el mundo condiciona el mundo en el que vivimos (fin del paradigma representacionista). Si decides dar un significado a las coincidencias que vives, no solo empiezas a percibir más, sino que eres capaz de aprovecharlas en tu favor.
"Rompe las cadenas de tu pensamiento y al mismo tiempo romperas tus cadenas corporales". Richard Bach.

http://drugata-realnost.com/wp-content/uploads/2013/08/gearsheadbird1.jpghttp://pijamasurf.com/2012/02/sincronicidad-el-significado-de-las-coincidencias-en-un-universo-espejo/
 http://trascendentalism.blogspot.com.es/2006/05/sincronicidad.html
http://webspace.ship.edu/cgboer/jungesp.html
http://www.fundacionunam.org.mx/ciencia/la-sincronicidad-de-carl-jung-las-coincidencias-no-existen/
https://lamenteesmaravillosa.com/no-existe-la-casualidad-existe-la-sincronicidad/
https://www.google.es/search?q=sincronicidad+jung+pdf&sa=X&ved=0ahUKEwijoOr4y8jVAhWBJVAKHamlApIQ1QIIZCgA&biw=1152&bih=548

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