jueves, 26 de diciembre de 2019

EL ABANICO EN ESPAÑA,UN VIAJE POR LA HISTORIA


Para fijar la aparición del abanico en la península Ibérica los expertos se remontan a la Antigüedad y a cada uno de los momentos históricos en que los pueblos y culturas, que en ella se desarrollaron, fueron asentándose en sus costas y a la vez transmitiendo sus costumbres a los naturales del país; principalmente los fenicios, los cartagineses y los griegos; sus metrópolis ubicadas al este del continente europeo y en las costas minorasiáticas tenían una situación de privilegio para el desarrollo del comercio con Oriente, y pronto se convirtieron en los intermediarios de  ambos mundos; sobre todo los griegos que se adentraron en Asia y llegando, en algunos momentos, a dominar política y territorialmente amplias zonas y culturas así como sus rutas comerciales.
La expansión occidental, de estos pueblos, les llevó hasta las costas españolas instalando en ellas sus factorías y colonias, enclaves estratégicos que les permitían realizar sus transacciones de mercaderías a la vez que continuaban su expansión. De manera natural al instalarse dieron a conocer sus usos y costumbres a los habitantes peninsulares, su cultura y sus objetos de uso cotidiano, entre los que se encontraría el abanico, pues además el clima meridional favorecería su uso. Existen pruebas de que los griegos lo habían aclimatado a su propia cultura y que, llegado un momento, el abanico se había convertido en un objeto de uso habitual y cotidiano así lo demuestran algunos objetos artísticos que han llegado hasta nosotros: vasos, estelas y/o sus famosas tanagras, figuras femeninas realizadas en arcilla. Y qué decir de los romanos quienes no sólo se instalaron en nuestras costas sino que se apropiaron del territorio incorporándolo a su Imperio como una provincia más, implantando también sus usos y costumbres. Bajo su denominación romana: flabelum fue como más se extendió su uso, por un lado en su aspecto litúrgico o ceremonial y, por otro, como artículo de lujo incorporado a la vida social.
Tanagra. Berlín
Las invasiones bárbaras desmembraron la zona occidental del Imperio Romano interrumpiendo  el comercio con oriente, aislando a Europa y sumiéndola en un período difícil para el desarrollo del abanico; cabría pensar, por tanto, que hasta que estos pueblos invasores no se instalaron de manera permanente en los territorios conquistados, iniciando su propia evolución cultural con el consiguiente proceso de sincretismo con las culturas preexistente, no volvieron a darse las condiciones adecuadas para que reapareciera el uso del abanico. En el caso español y refiriéndonos a los visigodos que se instalaron en la península mencionar la influencia que, en su cultura, tuvieron las costumbres romanas; habría que hablar de sus primeros contactos en las fronteras del Imperio, cuando establecidos en la zona del Danubio pactaron con Roma y uniéndose a sus legiones defendieron los limes de otros pueblos bárbaros más belicosos. Desde el año 332 fueron arrianos, estableciéndose en España hacia el 415, y más tarde en el 589 Recaredo convocó el III Concilio de Toledo y abjurando del arrianismo se convirtió al catolicismo; con ello volvieron a cobrar auge los oficios religiosos cristianos, apoyados nuevamente desde el poder político, recuperando vigencia los rituales litúrgicos occidentales, así como el boato y magnificencia del periodo anterior tardo romano o paleocristiano, en Bizancio seguía utilizándose un abanico tipo espantamoscas elaborado con plumas de pavo real denominado rhipidion.

 Estela Naiscos.Louvre

El texto del Arzobispo de Córdoba, Cipriano, fechado a finales del siglo IX y, en parte, traducido por Gómez Moreno en sus estudios sobre la España musulmana, prueba el uso del abanico en ceremoniales cortesanos en la España de su época ya que en él podemos leer: " luce en mano del próvido Conde el abanico marcado con letras áureas que consignan el nombre de Guifredo, puesto en la sacra fuente. A fines de que las auras expulsen al estío a invitación del abanico, entrégalo gustoso, oh Conde, a tu gloriosa cónyuge para que de igual modo disipe el abrumador estío de la dicha Guisinda, pegada a tu costado... adorna oh abanico, la diestra de la ilustre Guisindis: menester es que ofrezcas artificioso viento, para que reanimando los decaídos miembros se modere el ardor en tiempo de verano, y abierto , cumplas en todo con tu oficio"
Otro modo de entrada de abanicos de procedencia oriental era a través de los Cruzados; quienes al finalizar las contiendas regresaban a sus países trayendo recuerdos exóticos comprados en su recorrido de vuelta desde Jerusalén. Con el paso del tiempo la situación fue estabilizándose y los intercambios comerciales en Europa y el Mediterráneo se normalizaron con lo cual la llegada de abanicos orientales volvió a ser frecuente. Entraban en España de forma variada.
Inicialmente habría que destacar la actividad comercial de la Corona de Aragón que le llevó a establecer contactos, e incluso factorías, en los puertos y ciudades más importantes del Mediterráneo, sobre todo en algunas italiana consideradas emporios comerciales como: Nápoles, Venecia o Génova, abastecidas de todo tipo de objetos  desde Constantinopla y Asia. Serán, por tanto, los puertos del levante español y los del archipiélago Balear, una vez reconquistado por Jaime I de Aragón, los principales puntos de entrada de productos orientales en la península. Conocemos por los estudios especializados de Roig Flores que algunos artesanos de ciudades de la zona, ya desde el siglo XIV, se interesaron por el abanico comenzando su fabricación en España; Eugenio Larruga al estudiar frutos del comercio y las fábricas españolas, a fines del siglo XVIII, menciona la existencia de gremios de abaniqueros en el país indicando su especial desarrollo en zonas controladas por la corona de Aragón.

 Códice Mendoza. Exploradores

 Códice Mendoza. Padre e Hijo
Otra vía de entrada del abanico en España fue la ruta americana; tras el descubrimiento de América los diferentes expedicionarios y conquistadores españoles trajeron a su regreso a España diversos presentes y objetos utilizados por las diferentes culturas del continente americano como aztecas y mayas, entre estos objetos había diversos tipos de abanico; Ruth de la Puerta en sus estudios sobre el abanico valenciano menciona que Cristóbal Colón ofreció un abanico de plumas a la reina Isabel la Católica a su regreso de América en 1493, y Hernán Cortés hizo entrega al emperador Carlos V del que, según relata la Crónica mexicana de Alvarado Tezozomoc, recibió como regalo de Moctezuma I, emperador azteca, cuando este supo de su desembarco en las costas mexicanas; no tenemos imágenes de estos actos pero podemos comprobar la presencia y uso del abanico en la cultura azteca a través uno de sus más famosos manuscritos el Códice Mendoza

 Retrato de Lavinia Sarcinelli. Tiziano. 1556

La entrada del abanico plegable, supuestamente procedente de Japón, se vincula a Portugal, ya que fueron sus expedicionarios los primeros europeos en llegar a sus costas; durante el reinado de D. Juan Manuel se abrió la ruta de las Indias cruzando el Cabo de Buena Esperanza, fundando colonias en Goa, Macao y desde mediados del siglo XVI con Japón; a ellos se adjudica pues la llegada a occidente del abanico plegable, que obtuvo gran éxito en las cortes europeas adquiriendo con el tiempo gran preponderancia y popularidad triunfando sobre el resto de tipos que fueron quedando en desuso, esto afectó sobre todo al de bandera ; aunque algunos de ellos dadas sus características y posibilidades se recuperaron en épocas posteriores sobre todo para ocasiones especiales en las que se requería mayor lujo y suntuosidad.  
En la difusión del abanico plegable, y en general en cualquier tipo de abanico, tuvo mucha importancia la relación entre las monarquías reinantes en Europa; y debemos atribuirle a la mujer gran parte del merito de su difusión; ya que, aunque el objeto en sí es de uso indistinto en géneros, es mucho más frecuente, al menos en Occidente, que sea el genero femenino el que le de un uso mas frecuente; de este modo los miembros femeninos de las casas reales europeas al desplazarse al país de sus futuros esposos para desposarse lo hacían llevando el ajuar y muchos otros objetos de uso personal entre los que muy habitualmente había abanicos contribuyendo así a su difusión en otras cortes. Esto es lo que debió suceder cuando María de Portugal vino, en el año 1543, a España para casarse con Felipe, segundo hijo del emperador Carlos V; la Biblioteca Nacional española conserva un Códice, el 4013, en el que se encuentra la relación de su viaje a nuestro país, mencionándose detalladamente su atuendo y los diferentes ornamentos de sus ropajes, Ezquerra del Bayo recoge la cita: “Tenia en la mano on pedazo de Terciopelo Blanco hecho como aventalle con que algunas veces se hacía ayre y se ataba el rostro. Pareció a todos muy hermosa y no nada empachada“, añadiendo que estamos ante un tipo de abanico a la moda italiana, que el narrador considera hecho como aventalle. Sandoval, es otro contemporáneo que narra la entrada de la misma princesa, ahora en Salamanca, donde se casó y donde la vería por primera vez su futuro esposo, de la siguiente manera:
 “Después que la princesa entró en la ciudad, el príncipe se puso en casa del Dr. Olivares cerca de San Isidro y la princesa lo supo y quiso al pasar cubrirse el rostro con un avanillo que llevaba, y Perico, el del Conde de Benavente, hizo que quitase el avanillo para que el príncipe la viese“.
En esta cita puede observarse que el narrador nos habla de un avanillo, quizás para diferenciarlo del tipo anterior aventalle, dejándonos intuir que en este caso estamos ante un tipo distinto de abanico: el de varillaje plegable, y dada la fecha, ante uno de los primeros de este tipo visto en la corte española.  Durante el siglo XVI será habitual en los retratos de damas españolas la presencia de este tipo de abanico algo que no sucede en otros países hasta el siglo siguiente.
 María de Portugal. Anónimo
Otras fuentes documentales que nos ayudan a verificar la presencia y el uso del abanico en España son los inventarios de bienes, bastante habituales en la época, sobre todo en personas de cierta categoría y básicamente con fines testamentarios y para tasaciones de herencias. Por ejemplo en el inventario de los bienes propiedad del pintor valenciano Bartolomé Abellá, en 1429, comprobamos la existencia de abanicos indicándose en él: “ Item dos ventalls de palma guarnits de aluda”; citando el objeto en lengua valenciana. Un inventario importante es el de la Reina D.ª Juana, realizado en 1565 diez años después de su muerte, en el que se describen varios abanicos, casi con toda probabilidad, pertenecientes a su madre la reina Isabel, ya que ella pasó la mayor parte de su vida en la ciudad de Tordesillas retirada de la vida social teniendo, por tanto, pocas ocasiones de lucirlos en la corte; en las partidas de Cargo y en la Data se mencionan realizando sus descripciones "un ventalle de oro y aljófar, otro de oro y plumas de pabón, con dos rosas de oro esmaltadas en blanco, uno con mango de oro trabajado con filigrana, dos de pala labrados de seda de colores"; probablemente de procedencia italiana, quizás similares al que podemos apreciar en manos de Laura la Pola en el retrato realizado por Lorenzo Lotto en 1543
 Laura Pola. Lorenzo Lotto
Vemos que el abanico inició su andadura como artículo de lujo dado su exotismo y la riqueza de los materiales que inicialmente se empleaban en su realización, circunstancias que, sin duda, restringían su uso a la aristocracia y las capas altas de la sociedad, los únicos que podían permitirse el lujo de comprarlos. Pero poco a poco, el abanico fue haciéndose popular, hay que considerar que, en España, el clima favorece su uso; y que pronto hubo artesanos que iniciaron su fabricación interesándoles aumentar la producción con vistas a obtener mayores ganancias, lo que se irá consiguiendo; poco a poco a medida se consigue abaratar los costes de producción de los diferentes elementos que intervienen en su confección, tanto en los materiales de fabricación como en los sistemas empleados para su realización en los países; el desarrollo de la imprenta fue también determinante en este último aspecto ya que permitió realizar series iguales prácticamente con el mismo coste al utilizar la misma plancha o litografía para varios abanicos, en lugar de que un pintor iluminará uno a uno cada uno de ellos. Naturalmente el proceso no acabaría hasta la llegada de la revolución industrial que afectó directamente a la fabricación de prácticamente todos sus elementos.
El Baile. Bosse. 1633

Bazar Louvre. Bosse
En general los expertos están de acuerdo en afirmar que el uso del abanico se generalizó durante el siglo XVII en toda Europa, y las obras de artistas y grabadores nos permiten comprobarlo; esto es lo que sucede con las del francés Abrahan Bosse , especialista en escenas de la vida cotidiana parisina, quien en su grabado El baile perteneciente a  la serie de  Bodas de la ciudad, incluye el abanico como un elemento de uso habitual entre las mujeres parisinas de la época ya que podemos verlo en la mano de muchas de ellas  o en su grabado El bazar del Louvre en el que pueden apreciarse expuestos a la venta diversos tipos de abanicos.


Mujer itáliana. Hollar

. Mujer Noble Española. Hollar
El checoslovaco Wenceslaus Hollar realizó diversas colecciones de grabados en las que representaba a mujeres de diferentes nacionalidades, italianas, inglesas, españolas, etc., siguiendo las modas del momento en las que se aprecia que el abanico es un objeto mas del adorno femenino.
 Las Artes y las Ciencias. 1690-1700
El problema español estriba en establecer la existencia de talleres de fabricación de abanicos en suelo nacional, ya que está fuera de toda duda que las damas españolas, en esta época, lo utilizaban siendo un elemento no solo habitual, sino esencial, de su indumentaria; pero, claro, muy bien pudiera suceder que los abanicos usados fueran originarios de otros países, y de hecho, en muchos casos, esto era lo que realmente ocurría; como demuestran muchas de las colecciones particulares o las reales, muchas de ellas hoy públicas, que se exponen en algunos museos españoles; aunque sí es cierto que los ejemplares del siglo XVII son escasos; un ejemplo, aunque tardío, es el abanico conservado en el Museo  Municipal de Madrid denominado de Las Ciencias y las Artes, uno de los mas valiosos de su colección, fechado en 1690-1700 y de procedencia italiana.  Elaborado con país en cabritilla y varillas de carey; la escena que podemos admirar en su anverso, se inscribe en un amplio escenario clásico que intenta representar una Academia al estilo de la Escuela de Atenas rafaeliana; en el que se encuadran personajes, motivos ornamentales y alegorías de las diferentes artes y ciencias .
Muy bien podemos pensar que las damas de la aristocracia y de las clases sociales de mayor poder adquisitivo consideraban la procedencia italiana o francesa del abanico, como un signo de distinción más de su categoría social; sintiendo especial atracción por los de diseño más exclusivo, o bien los realizados por pintores famosos, además de los realizados con materiales preciosos, todo lo cual convertía al abanico en un objeto suntuario.
Posiblemente los artistas y artesanos españoles, dedicados a la fabricación de abanicos, intentarían cubrir esa demanda elitista de abanicos; pero  lo que finalmente les interesaba era fomentar y extender su uso entre las capas sociales de menor poder adquisitivo; quizás cualitativamente inferiores pero, sin duda, de mucho mayor peso cuantitativo. Observarían que en las partidas de abanicos importados, que entraban en la península, por los puertos del Levante español, llegaban abanicos de todas clases, algunos de ellos asequibles ya a estos grupos sociales; por ello, dándose cuenta de las posibilidades de comercialización del producto, se plantearían cubrir también esa demanda ellos mismos; lo que pasaba por un abaratamiento de los costes para ajustar el producto a las posibilidades reales del grupo social al que iban a estar destinados. El hecho mismo de que su fabricación se realizara en España era ya algo que favorecería esta circunstancia; pero no era suficiente; debían, además, buscar materiales de menor coste económico sin que ello significara una merma en su calidad material y artística para mantener su atractivo entre las damas de toda condición. No hay que olvidar que así el objeto añadiría a su cualidad innata de utilidad el valor añadido de la belleza. 
 Roslin. Muchacha con Velo. 1763
Es difícil decidir cuál de estas dos características le confiere mayor poder de seducción; quizás habría que plantearse la gran diversidad del género humano para contestar a esta pregunta, es decir cada persona, generalmente mujer, busca en el abanico, además de utilidad, aquello que mejor la complementa o que mejor suple carencias y que mejor se ajusta a su personalidad; lo que en cada momento y ocasión le resulta más necesario; y asombra comprobar cómo, en la mayoría de los casos, el objeto cumple su función; de ahí su capacidad de expansión; ya que a la discreción, que puede ser una de sus mejores cualidades, se le une su reconocimiento como objeto complementario a la vestimenta femenina; puede ser algo que te permita pasar desapercibida o, por el contrario, destacar por tu modernidad o, incluso, por tu extravagancia; a la vez que te defiende del calor ambiental y te refresca con un simple y rítmico movimiento de muñeca, para también, y quizás juguetonamente, dadas su capacidades de comunicación, coquetear con tus pretendientes. Algo de todo lo dicho creemos puede apreciarse, o al menos intuirse, en el retrato que Alexander Roslin hace a su hija Maria Susana en 1763 en el cuadro conocido bajo el título de La muchacha con velo.
 Infanta Isabel Clara Eugenia. Rubens
Gracias a los estudios de Ezquerra del Bayo sobre el tema tenemos algún conocimiento más sobre el tema y de la existencia de abanicos en España durante el siglo XVII; en ellos recoge fuentes documentales básicas que así lo demuestran, y aunque se intuye que, en general se trata de abanicos importados también se mencionan algunos datos sobre artesanos españoles. El Archivo de la Casa Real contiene un albarán en el que se recoge haberse recibido, el 24 de octubre de 1624: "por maestro de hacer abanicos para la reina a Miguel Pinto...sin gozar de gajes ni de otra cosa y con la condición de entregarlos en casa del joyero para que los pusiese en sus cuentas, debiendo darlos un real menos, cada uno de lo que costasen en las demás tiendas y habiéndole concedido licencia para poner en la suya las armas reales"; también hay constancia de nombramientos de abaniqueras de: "Dª Mariana de la Estrella, mujer del Licenciado Blas Dorante de Salazar, Relator de la Cárcel Real de esta Corte, que de soltera perteneció a la cámara de Dª Margarita de Austria, tenía la ocupación de aderezar los abanicos de S. M."; aunque según Ezquerra esta dama y otras, también mencionadas, eran además mozas de retrete o camaristas encargadas de planchar y abrir las enormes gorgueras que estaban de moda en la Corte de Felipe III. El retrato que Rubens realiza a la Infanta Isabel Clara Eugenia, quien sostiene en sus manos un pequeño abanico posiblemente de origen asiático, obtenido con toda probabilidad a través del potente y floreciente comercio holandés con la zona, ilustra lo dicho.
Isabel de Borbón. 1ª mujer de Felipe IV

La literatura de la época también recoge datos sobre el uso del abanico, Lope de Vega en su Dorotea, comedia publicada en 1632, introduce una mención expresa en uno de los diálogos finales que la protagonista mantiene con Celia, su doncella, cuando ésta última comenta algunos de sus quehaceres cotidianos: <Mas así Dios te guarde, que los quememos juntos, que tengo que almidonar tres o cuatro abanicos de cadeneta y me reñirá tu madre>. 
Durante el reinado de Felipe IV  España vivió una época distendida, en 1615 se casó con Isabel de Borbón hija de Enrique IV y María de Médicis, introductora en la corte francesa del uso del abanico, muy acostumbrada al uso del abanico y a su posesión como complemento habitual de su indumentaria.
 Dama con Abanico. Velazquez
En esta época, y fomentado desde las altas esferas del poder político, se favoreció la organización de festejos y mascaradas, apoyando la afición a los juegos públicos, como la cucaña, con los que el pueblo se divertía; eran frecuentes las representaciones teatrales y espectáculos que se realizaban en plazas públicas o corrales de comedias; siendo algo normal la asistencia de la familia real y la corte en general; que no tenían demasiado inconveniente en mezclarse con las clases sociales populares; se realizaban bailes, saraos, cenas o cualquier otro divertimento que pudiese organizarse en cuento se juntara un número de gente medianamente aceptable; la cuestión es que el abanico comenzaba a ser un objeto de uso frecuente no solo entre las damas de la Corte sino también entre actrices famosas como María Calderón, Bárbara Coronel o Josefa Vaca y otras jóvenes del pueblo llano; y sin duda, este uso se vio favorecido por la realización de todas estas actividades festivas; según se aprecia en algunas representaciones pictóricas de la época como atestigua La dama con abanico de Diego Velázquez.
 Dña Mariana de Austria. Carreño
La segunda esposa de Felipe IV; Doña Mariana de Austria tuvo como abaniquero y talquero a Antonio Paiba, nombrado como tal en 1656, por el mayordomo real de la reina el Conde de Altamira, su apellido nos permite intuir su ascendencia portuguesa; la reina, era una enamorada del abanico, como vemos en el cuadro de Carreño lo usa incluso en momentos en los que podríamos considerarlo inapropiado, si lo vemos como un objeto que implique cierta frivolidad, aunque la indumentaria de la reina viuda parece contradecir esto intuyendo que su uso se centra, más bien, en características más refrescantes.
Eugenio Larruga, en sus estudios sobre la Junta de Comercio, habla de maestros abaniqueros españoles anteriores al siglo XVII pero sus datos son imprecisos; José Gestoso en su obra Ensayo de un Diccionario de los artífices que florecieron en Sevilla desde el siglo XIII al XVIII menciona a Carlos Arocha, Alonso de Ochoa y a José Páez; y a Juan García de la Rosa que aprendía el oficio en el taller de Juan Sánchez Cabezas hacia 1663, pasando después a ejercerlo con Francisco Álvarez Borja y Jerónimo García. Un tal Duarte de Pinto aparece como pintor en 1625; aunque el artífice español de abanicos de mayor prestigio de este siglo es, sin duda, Juan Cano de Arévalo cuya calidad le permite figurar incluido en la obra de Antonio Palomino sobre las vidas de pintores y escultores españoles más famosos del momento.
El Archivo de la Villa de Madrid conserva un documento, fechado el 20 de junio de 1693, interesante para el tema: la petición por parte de Juan Sanjurjo, en su propio nombre y en el de otros varios artesanos abaniqueros para formar un Gremio; se mencionan sus actividades, entre las que se citan que <son maestros en hacer varillas de abanicos assí de concha, hueso, Marfil, como de cualquier Genero de madera>; aunque parece ser que la petición no prosperó. Quizás esta solicitud estaba inspirada en lo que había sucedido en la corte francesa de Luis XIV (1643-1715) quien en 1678 había aceptado una petición similar habiéndose creado así el Gremio de maestros abaniqueros; los artífices inscritos en él podían realizar abanicos, salvo las monturas que quedaban reservadas a los peinadores, tabletiers y orfebres; paralelamente por parte de la Academia Real de Pintura y Escultura se elaboraron unos estatutos que fijaban las reglas a seguir por los pintores de abanicos para los que quedaba prohibido realizar frescos históricos y retratos, quedando limitada su actividad a la realización de escenas históricas, bíblicas, mitológicas, alegóricas, teatrales o de género; siendo, por tanto, frecuente encontrar en los abanicos los mismos temas utilizados en la decoración de porcelanas, telas y otros objetos de ornamentación general, más apropiados para estos objetos artísticos incluidos en lo que ha venido en denominarse: las Artes Decorativas.
Todo esto indica que durante el siglo XVII el abanico comienza a popularizarse en España, ya que el aumento del número de artesanos y artistas dedicados a su fabricación es significativo; aunque todavía no se consiga que el Estado fije un ámbito legal en el que puedan crear sus talleres y/o industrias para acometer la necesaria, y lógica, organización del trabajo, aunando en ellos los procesos de creación de los diferentes elementos para ir avanzando en los sistemas de producción; habrá que esperar a la centuria siguiente para que esto cambie y se produzca su despegue; pues serán los Borbones quienes con su política de desarrollo y fomento de las Manufacturas nacionales favorecerán la creación de fábricas en las que será posible que la elaboración del abanico alcance ciertas cotas de industrialización; pudiendo así conseguir un producto netamente español que triunfará en todos los estratos sociales y que, sin duda, conduce a la popularizacion y democratización del abanico. 


 Entrada de Felipe V en Madrid)
El denominado siglo de las luces trajo a España una nueva monarquía, tras la guerra de sucesión, en la que se enfrentaron las dinastías europeas de más rancio abolengo, y pese a las discordancias de las provincias catalanas, aragonesas y levantinas; que se materializaron en revueltas y levantamientos; Luis XIV proclamó, en Versalles, a su nieto: Felipe de Anjou, rey de España el 16 de noviembre de 1700 y éste entraba en Madrid, el 14 de abril de 1701, para tomar posesión del trono como Felipe V. Pese a tratarse de una monarquía absolutista, su mentalidad estaba imbuida del espíritu del siglo y las luces de la razón generaron un cambio, sin duda reformista, respecto a la tradicional política de los Austria. Los Borbones apoyándose en españoles ilustrados como Feijoo, Mayans, el Marques de Santa Cruz, Goyeneche, el Conde de Aranda, Patiño o Macanaz, modificaron el clima político general; aunque esta tendencia, a medida que avance el siglo, tendría que matizarse.


 Vendedora de amorcillos. Aguada. Piel de  Cisne.
Sglo XVIII. Italia
Respecto al tema que nos ocupa; la actuación de los Borbones tiene una doble vertiente ya que por un lado favorecieron las importaciones de abanicos franceses, por ello algunos expertos indican en sus estudios que en España, durante esta época cesa la fabricación de abanicos. Mientras por otro su formación colbertiana les hizo potenciar la creación de industrias y manufacturas, en un intento de aumentar la producción interna, con vistas a cubrir el mercado nacional y favorecer e incrementar las exportaciones con los excedentes; así pues probablemente sucedieron ambas cosas ya que es posible que inicialmente y, mientras esta segunda medida conseguía el consenso e inversiones suficientes para llevarse a cabo existiera un desequilibrio en favor de los abanicos franceses. Aunque la importación no fuera exclusamente del país transalpino, sino que también llegaban italianos y del Lejano Oriente. 
De hecho, Ezquerra del Bayo, en su estudio sobre los abanicos españoles, indica que un arancel para la renta de 1709 especificaba: 
"Abanicos ordinarios de bananilla, tafetán, gasa o papel con pinturas y varillas de hueso, de caña, barba de ballena o madera en surtimiento, cada docena a 170 maravedís"
En otro apartado posterior incluye también otros de gasa con mezcla de plata y varillas de marfil, caladas y embutidas a 400 maravedís la docena, y los de filigrana que se recargaban según tasación individual; el precio de los países sin plegar, de tafetán o bananilla, era de 24 maravedís.
 Liberación de Timoclea por Alejandro

La temática que menciona para la decoración de los países es sobre todo mitológica o escenas de historia antigua griega o romana, como puede apreciarse en el ejemplo elegido que representa la liberación de Timoclea por Alejando Magno.
. Nacimiento del Delfín
Aunque con el transcurso del siglo se fueron cansando de estos temas tan solemnes y comenzaron las decoraciones más cercanas en el tiempo como las escenas galantes, más adecuadas al gusto y la moda rococó del momento en la que triunfaban pintores famosos como Boucher, Watteau, Lancret, o Fragonard, etc. pudiendo verse países representando las típicas fiestas campestres o escenas galantes que tenían lugar en los jardines del amor existentes en los palacios y parques de la época. Los idilios pastoriles, el juego, la música, en fin representaciones reales de la sociedad contemporánea; y en este sentido también encontramos eventos importantes de la historia, en una palabra se produce la actualización de los temas igual que sucede en la pintura.
Madama de Nuevo cuño.    
Museo Municipal  
El siglo XVIII es considerado la Edad de Oro del abanico. Joseph Addison en su revista The Spectator, en un ensayo satírico sobre una supuesta academia que se dedicaba a adiestrar señoritas en el uso del abanico, pone de manifiesto la creciente importancia que iba adquiriendo, su uso, manejo y lenguaje, diciendo que era como el arma femenina y que una mujer sin abanico se encontraba tan incómoda como un caballero sin espada. 
 Conversación Galante. Goya. 1776
Y es cierto que las damas lo convirtieron en su complemento ideal; Mme. Staël también comenta sobre el dominio, que tenían para manejarlo lo cual era además considerado un signo de distinción. Cabría hablar también de las crecientes críticas sobre el lujo y sobre la actuación de la mujer, y el tipo de vida que, en general, llevaban la mujeres dominadas por las banalidades y exigencias de la moda, costumbres trasvasadas de la sociedad francesas denominadas cortejo o  chichisbeo, propio de petrimetras, petimetres o madamas y currutacos.
 Plaza Mayor. Madrid. Boda Príncipe de Asturias
A esto hay que añadir que fue durante  el siglo XVIII cuando se democratizó su uso llegando éste a las mujeres de todas las esferas sociales, convirtiéndose en un objeto imprescindible en su ajuar femenino; poniéndose de moda, incluso, el llamado: abanico de boda, con los retratos o las iniciales de los contrayentes decorando su país, y fue un regalo habitual para sellar el compromiso matrimonial, otras veces la novia distribuía abanicos entre sus damas de honor, costumbre que perduró hasta principios del siglo XX. Con motivo de unas bodas reales se realizó un abanico cuyo país se conserva en el que se representa la fiesta de parejas ofrecida con motivo del enlace del Príncipe de Asturias, el futuro Carlos IV, con María Luisa de Parma, mientras que su reverso contiene el inicio del viaje de la Princesa desde el puerto de Génova a España para casarse.
 Familia de Felipe V. VanLoo 
Isabel de Farnesio, segunda mujer de Felipe V,italiana de origen y gran aficionada al arte y a los abanicos reunió una gran colección en el Palacio Real de la Granja de San Ildefonso, decorando sus aposentos con algunos de los países más destacados. Abanicos que al parecer se pusieron a la venta por medio de almoneda pública en 1768 tras su fallecimiento y según los datos de su testamentaría la colección constaría en total de 1636 abanicos. Durante esta época los expertos citan algunos nombres significativos en la realización de abanicos como Francisco de la Vega, aragonés de origen, que realizó por encargo de la reina bocetos que recogerían escenas de la campaña de Italia.


Maria Luisa de Parma. Mengs. 1765
Almela Mengot en su estudio sobre los abanicos valencianos menciona la existencia de gremios de abaniqueros en Aragón, indicando que los primeros gremios en el sector se crearon en Paris estando fechados sus estatutos en 1714, mencionando sus inicios con la figura del pintor Bartolomé Abella, y siguiendo la tradición la existencia de fábricas de abanicos en la zona, que irían en aumento con el inicio del siglo, sobre todo tras la guerra de la Independencia. Mencionando la existencia de una Real Fábrica de Abanicos en Valencia que destacó por su iluminación con motivo de la visita que el rey Carlos IV y su esposa María Luisa de Parma realizaron a la ciudad en 1802.
 El Abaniquero. Del Castillo
Por últimos centrarnos en la democratización del abanico al que tuvieron acceso todas las capas sociales; como podemos apreciar en las diferentes obras que nos muestran la vida y costumbres del pueblo.
Los expertos mencionan este hecho indicando que eran populares en casi toda España, existiendo mención expresa de ello en la mayoría de las provincias, incluidas pequeñas villas como la de Calañas en Huelva, desde luego en Madrid, Larruga y Cavestany hablan de una fábrica establecida en la Red de San Luis hacia 1784, que además de realizar abanicos tenía por objeto enseñar el arte, destacando uno de sus alumnos llamado Mañer que poco después se independizó poniendo un taller en la calle del Carmen. También se mencionan artistas extranjeros que se trasladaron a España como el francés Eugenio Prost quien acompañado de su mujer, instaló un taller en la calle del Olivo Bajo dedicándose ambos la fabricación de abanicos. El cartón para tapiz realizado por José del Castillo bajo el título El abaniquero, demuestra que había incluso vendedores ambulantes recorriendo las calles y pueblos vendiendo abanicos a gentes de toda clase y condición.
El Quitasol. Goya
Lo mismo parece desprenderse de otros cuadros, en los que aparecen escenas del pueblo madrileño en ferias, mercados, y otras escenas de la vida cotidiana que fueron captadas por algunos artistas y que nos permiten comprobar lo manifestado. Un ejemplo característico podría ser la obra de Francisco de Goya y Lucientes conocida como El quitasol, realizada en 1777, en el que la joven representada porta en su mano derecha un abanico, mientras un galante majo le sostiene la sombrilla protegiéndola del sol. 


 El Paseo de las Delicias. Bayeu

Toro enmaromado. Tapiz. Bayeu

Abanico conmemorativo de la boda de Luis Fernando, delfín de Francia, y María Teresa Rafaela, infanta de España. Francia, 1745

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https://curiosfera-historia.com/el-abanico-historia-tipos-partes/
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