lunes, 6 de enero de 2020

PENTATEUCO ASHBURNHAM


Es el manuscrito latino con miniaturas más antiguo que se ha conservado de la Alta Edad Media. Su origen es muy discutido; mientras el profesor Narkiss, después de dedicar muchos años a su estudio, lo considera como realizado en el siglo V en el scriptorium imperial de Roma por encargo de Galla Placidia, para la educación de su hijo el emperador Valentiniano III, otros autores consideran como más probable que fuera creado en el siglo VII en el scriptorium de Sevilla. 
Se conservó en la Biblioteca de la Catedral de Tours, dedicada a San Gaciano, al menos desde el siglo XI ya que en las pinturas murales románicas de la iglesia de San Julián de Tours se copió la representación de Tabernáculo de su primera página. De allí fue robado por el italiano Guillaume Libri-Carrucci, que trabajó en Francia desde 1841 como secretario de una comisión que debía elaborar un inventario de todos los manuscritos de un departamento francés. Libri aprovechó su cargo para robarlo sin dejar huellas ya que modificó y falsificó los asientos de los catálogos dejando pistas falsas. Huyó a Inglaterra y lo vendió a lord Ashburnham como manuscrito proveniente de Gratoferrata, cerca de Roma. Posteriormente Delisle lo reconoció como el Pentateuco de San Gaciano por su descripción en antiguos inventarios. A la muerte de dicho lord, fue adquirido en una subasta por el gobierno francés para la Biblioteca Nacional de París.

En el Pemntateuco todos los autores reconocen grandes influencias coptas, norteafricanas y, sobre todo, hebreas. Su texto corresponde a la Biblia Vulgata Hispánica II. En la portada presenta un armario semejante al Arón o Kodesh donde se guarda la Thora en las sinagogas, muy semejante a los que aparecen habitualmente en el libro sagrado hebreo. Además incluye un letrero que confirma la influencia de la tradición judía en el manuscrito. 
Otros muchos detalles de sus miniaturas (hechas a la aguada sobre fondos monocromos rojos, verdes o azules y todas enmarcadas en un filete rojo) indican que sus ilustradores estaban utilizando como modelo algún libro de la Thora,aunque la representación en varias páginas de la imagen del creador con forma humana, lo que sería inadmisible en la cultura judía, confirma su origen en un scriptorium cristiano. Según W. Neuss la ilustración de textos con representación de la figura humana debió de practicarse en España durante la época visigótica, continuando una tradición de origen norteafricano que se observa en una cierta frontalidad de los personajes y una agrupación de los mismos en forma triangular, lo que es también visible posteriormente en las Biblias leonesas del siglo X y confirma el influjo paleocristiano y visigodo existente en la miniatura mozárabe. 

La estructura de sus páginas miniadas presenta un cierto desorden, en el que generalmente no se distribuyen las historias de forma ordenada en franjas horizontales, sino que se van añadiendo diversas viñetas, no siempre en el mismo orden que los textos y con diferentes formatos, ajustados básicamente a su contenido, sin tener en cuenta su forma de presentación. Da la impresión de que para su confección se han utilizado modelos anteriores mejor organizados pero recreándolos según los criterios del miniaturista, sin respetar la estructura original. Por ejemplo en la "Historia de Adán y Eva", incluye de forma no ordenada, entre otros, temas como "Adán y Eva Vestidos", "Eva amamantando", "Caín y Abel", Ofertorio de Caín y Abel", "Caín reprendido por la Mano de Dios" ó "Muerte de Abel". 
Sin embargo en otros casos, como la miniatura del Diluvio Universal, una sola escena ocupa toda la página. Esta miniatura es de gran interés porque se repite de forma muy semejante en los beatos del siglo X y siguientes, en los que se mantiene la existencia de cuerpos de tamaño normal y de gigantes, a los que hacen referencia los primeros capítulos de la Biblia, pero que no aparecen en el texto de los Comentarios de Beato de Liébana, lo que parece indicar que los primeros copistas de los Beatos disponían de manuscritos de la Biblia del tipo de este Pentateuco, que incluían las imágenes de los gigantes.


Si analizamos todo lo expuesto, parece poco probable que una obra de este tipo haya sido realizada en el scriptorium imperial de Roma para Gala Placidia en el siglo V, por su total falta de referencias estilísticas que lo puedan relacionar con el tipo de imaginería bizantina, que era la influencia dominante en toda Italia en esa época. Sin embargo, como hemos visto, se pueden encontrar muchos motivos para defender la teoría de que fuera desarrollada en el scriptorium visigodo de Sevilla en el siglo VII:
  • El eclecticismo que se evidencia en la libertad con la que actúa el autor de este Pentateuco, sin atenerse a ninguna normalización de estilo ni de estructura, típico de la creación artística en la España visigoda.
  • Las influencias de la iglesia norteafricana, que sabemos que fueron fundamentales en el desarrollo del arte visigodo en la Hispania de los siglos VI y VII y dejaron muchas muestras en todo el sudoeste de la península.
  • La existencia en Sevilla en la época de San Leandro y San Isidoro de una de las mayores bibliotecas de Europa, que contenía gran cantidad de manuscritos de todo tipo y procedencia, incluyendo multitud de textos judíos y posiblemente entre ellos los utilizados para la confección de nuestro manuscrito, como demuestra la bibliografía manejada por San Isidoro para confeccionar sus Etimologías.
  • La importancia del scriptorium de Sevilla, capaz de producir múltiples copias de la enorme producción literaria generada tanto por ambos obispos como por sus discípulos,
  • La aparición en las imágenes de los Beatos españoles posteriores de motivos que ya encontramos en este Pentateuco y de los que no conocemos otros antecedentes.
En base a todo lo expuesto, la Comisión Pontificia que estudió el manuscrito a mediados del siglo pasado lo declaró visigodo, aunque quedó pendiente un estudio en profundidad de las características del latín en que está escrito, que podría confirmar su procedencia si resultara similar al latín visigodo de esa época.


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