jueves, 18 de agosto de 2016

APOCALIPSIS FLAMENCO


Dentro del conjunto iconográfico de los apocalipsis, el manuscrito de la Bibliothèque nationale de France es una obra única: es el único Apocalipsis iluminado y escrito en flamenco que se conserva en la actualidad. Los miniaturistas muestran un talento excepcional. Recrean la ilustración habitual de este tipo de textos aunque introduciendo motivos ajenos a toda tradición artística; cada miniatura refleja un carácter visionario espectacular y una atmósfera llena de misterio en consonancia con el contenido.

Algunos de los rasgos particulares reflejados en las miniaturas hacen de este códice un testimonio fiel del pensamiento de la Flandes de esa época.
Los especialistas lo sitúan a principios del siglo XV. Elementos como la arquitectura, las armaduras, las corazas, las armas, los peinados y la mayoría de las vestimentas se pueden encontrar entre finales del siglo XIV y principios del XV. La doctora Nelly de Hommel, autora del volumen de estudios, combinando el análisis del texto y el iconográfico, concluye que el manuscrito se elaboró entre los años 1400 y 1410.
No se sabe nada cierto sobre el lugar concreto de su origen ni sobre los artistas que lo realizaron. Los expertos distinguen claramente dos manos. El primer iluminador pintó las miniaturas y los marcos de los folios 1 al 6, mientras que su colega iluminó los siguientes, del folio 7 al 23. La diferencia más significativa entre los estilos de los dos iluminadores se aprecia en el tratamiento de los rostros de los personajes, así como en la representación de los detalles de la arquitectura, en los barcos, la variación de las formas de los árboles, la falta de flores en los paisajes de las últimas escenas, y también en el dibujo de los marcos.
La novedad del Apocalipsis Flamenco reside en que a cada capítulo corresponde una miniatura, es decir, el iluminador condensa los acontecimientos de cada capítulo en una sola imagen. Son también elementos novedosos el colorido y el realismo de la narración.
Los investigadores que han estudiado el códice se maravillan por la magnificencia de su colorido. Predominan el bermellón, el azul oscuro, los ocres y un blanco crudo.
El blanco acusa los volúmenes, realza las armaduras con un reflejo metálico y perfila las construcciones arquitectónicas. Magníficamente distribuidos, los rojos hacen resaltar las bestias, las tejas de los tejados y, naturalmente, todos los fuegos de los cataclismos apocalípticos. Los iluminadores aplicaron oro a lo largo de todo el manuscrito. El oro de las aureolas del Señor, los ángeles y san Juan destaca con fuerza sobre el fondo azul oscuro. Cítaras, arpas y coronas de oro, que parecen planear en el vacío sobre el fondo sombrío de muchas imágenes, pertenecen a los 24 ancianos. Los miniaturistas utilizaron además una gran variedad de rojos, azules, verdes, el malva, el púrpura, el negro, el marrón, el amarillo…
Pero en este Apocalipsis excepcional, el elemento pictórico es tan impresionante como el colorido. Estamos ante un arte extremadamente refinado, a la vez que popular. Los artistas de este Apocalipsis inauguran la era del realismo pictórico pre-van Eyck. El estilo realista precursor de van Eyck está vigente entre 1350 y 1420, cuando en todas las formas de arte de Flandes se percibe el esfuerzo por conseguir una representación realista y predominan escenas de alto contenido narrativo y gran expresividad.
En el Apocalipsis Flamenco, el realismo pre-van Eyck aparece en múltiples escenas y detalles, mediante la caracterización de personajes y la representación del movimiento. Por ejemplo, las mujeres que escuchan atentamente el sermón de san Juan en el folio 1r se podrían haber copiado de la realidad, así como el hombre que trabaja en el fuelle para encender el fuego o la barca y sus pasajeros. Otras muestras de este realismo que anticipa el estilo de van Eyck son la pareja desnuda del folio 3r, los esqueletos del folio 4r o la prostituta conducida a la hoguera en el folio 20r. También se refleja en la arquitectura: iglesias, torres y edificios han sido fielmente representados, aunque la perspectiva sea aún más intuitiva que científica. Muchas escenas vibran con una sensación de movimiento muy realista: las aguas fluyen salvajes (folios 1r, 9r, 21r); animales y figuras humanas transmiten movimiento, como los caballos de los jinetes del Apocalipsis (folio 7r), los personajes que se desplazan (san Juan en los folios 5r y 19r, el ángel en el sol o el hombre en la escalera en el folio 8r), etc. Todos estos elementos dotan de vida a las escenas.
Apocalipsis Flamenco consta de 23 imágenes desbordantes de motivos diversos y de colorido. Tras una primera miniatura a toda página que representa escenas de la vida de san Juan hasta su exilio en Patmos, se consagra una imagen a toda página a cada uno de los 22 capítulos del Libro del Apocalipsis.
Especial atención merecen los marcos que encuadran cada miniatura. Las estilizadas nubes plisadas de oro bruñido que forman estrechos meandros alrededor de cada imagen son únicas y características de este manuscrito.
Este códice, notablemente flamenco, es una obra deslumbrante. Ningún artista ha combinado los motivos tradicionales de una manera tan innovadora y personal. Ningún miniaturista ha dotado a los objetos de un colorido comparable al del pintor principal de este manuscrito. Jamás la arquitectura exuberante del primer gótico flamígero, las figuras macabras, los desnudos lastimosos, los prados salpicados de flores, el follaje detallado, los trajes del final de la Edad Media habían desempeñado un papel tan preponderante en la puesta en escena del libro más alejado de las realidades de la vida cotidiana, el Apocalipsis.
Escenas de la vida de San Juan

La miniatura inicial de este manuscrito muestra varios episodios de la vida de san Juan el Evangelista anteriores a su exilio en la isla de Patmos. San Juan permanece en una estructura similar a un púlpito predicando a un grupo de mujeres dentro de un espacio circular rodeado por un muro de ladrillos. Detrás de las mujeres se yergue una iglesia gótica en forma de cruz griega (todas las naves tienen el mismo tamaño). La aguja de la torre central atraviesa el marco de nubes serpenteantes. A través de las puertas abiertas de una entrada lateral se aprecia a san Juan bautizando a una mujer, Drusiana. Un grupo de tres hombres, que representan espías paganos, la están observando, aunque el hombre de cuclillas contra el muro de la iglesia parece ser el único que esté observando la escena. En la parte izquierda de la miniatura, delante de la muralla, dos guardias conducen a san Juan ante el procónsul, que sostiene en su mano derecha una vara nudosa, símbolo de su autoridad. Detrás del procónsul hay un edificio techado alto y estrecho con cuatro miradores en las esquinas. En la parte superior de los gabletes escalonados están sentados dos leones que probablemente simbolizan el poder del Imperio Romano. A la derecha del procónsul hay un perro sentado con la cabeza vuelta hacia la izquierda. En la siguiente escena, san Juan es transportado en barco a Roma. A la izquierda, sobre las agitadas aguas, navega una pequeña embarcación en la que se encuentran san Juan y dos hombres más. La barca tiene un par de escálamos dobles con el fin de que dos remeros puedan bogar. Las tracas laterales de la embarcación son claramente visibles al igual que la cubierta de proa. En Roma, el emperador Domiciano espera a san Juan en el exterior de la Puerta Latina. Por orden de Domiciano, san Juan es lanzado en un caldero con aceite hirviendo, cuyo fuego lo va alimentando un hombre con leña, mientras otro lo aviva pisando alternativamente sobre dos fuelles. Sin embargo, el aceite hirviendo no causa ningún daño a san Juan, que alza serenamente sus manos en oración. A continuación Domiciano lo destierra a la isla de Patmos. En la parte inferior de la miniatura, el timonel dirige su pequeño bote en dirección a Patmos. La construcción del bote muestra claramente que se trata de una embarcación de quilla plana. En las dos representaciones de la embarcación, tanto la caña como el timón, así como su unión al codaste mediante pernos y pivotes, han sido dibujados con gran detalle.
En primer plano, cubierto por juncos y flores, aparecen un pequeño pájaro y un conejo. El pájaro mira hacia atrás por encima de su ala izquierda. Los árboles de la miniatura tienen unas protuberancias extrañas en su parte derecha resaltadas con pintura blanca. Solo los árboles que están en el interior del cercado tienen hojas, mientras que el resto están pelados. San Juan, que aparece cinco veces dentro de la miniatura, es representado como un joven barbilampiño con una espesa mata de pelo rizado rubio y una aureola de oro bruñido.
Visión de Cristo entre las siete Iglesias de Asia

Un ángel entrega a san Juan, exiliado en la isla de Patmos, el pergamino donde escribirá sus visiones.
Cristo, con el rostro dorado y sujetando una espada de dos filos con la boca, ocupa el centro de la miniatura. Ante él, los siete candeleros de oro. Dispuestas en semicírculo a su espalda aparecen las siete Iglesias de Asia, llenas de pináculos góticos que el iluminador destaca en blanco. A la puerta de cada iglesia se asoma un ángel arrodillado, en actitud orante. Ante Cristo se arrodilla también san Juan, pintado por segunda vez.
Cartas a las Iglesias de Éfeso, Esmirna, Pérgamo y Tiatira


La imagen de Cristo, con el rostro dorado y sujetando una espada con la boca, ocupa el centro de esta escena, rodeado por las iglesias y los candeleros. En esta miniatura, no obstante, destacan cuatro filacterias que parten de la imagen de Cristo con un mensaje para las iglesias de Éfeso, Esmirna, Pérgamo y Tiatira.
Un soldado siniestro intenta dispersar a tres judíos que discuten ante la iglesia de Esmirna, en la parte inferior izquierda de la miniatura. A la derecha, el iluminador simboliza la idolatría: en un lecho sobre la hierba yace una pareja, con los torsos desnudos. El hombre acaricia un pecho de la mujer, Jezabel, reina de Israel y falsa profeta que inducía a los servidores de Dios a prostituirse y a injuriarle comiendo la carne inmolada a los ídolos.
Cartas a las Iglesias de Sardes, Filadelfia y Laodicea

En esta miniatura aparecen representadas las misivas a las tres iglesias restantes. San Juan aparece sentado sobre una colina; tiene la pierna izquierda doblada por debajo suyo mientras mantiene la derecha extendida. Sostiene un rollo de pergamino sobre sus rodillas sobre el que escribe lo que le indica la paloma. Con su mano izquierda sujeta un cuerno a modo de tintero. Su espeso cabello rubio es rizado y tiene alrededor de su cabeza una aureola de oro bruñido. Está envuelto en un manto cuyo extremo flota suavemente al viento. La presencia de Cristo es sugerida por la imagen de la Verónica, en el cielo rojo, por encima de san Juan. Cinco bustos de ángeles rodean la Verónica o Vero Icono. Los ángeles se inclinan con los brazos cruzados por encima de las nubes mientras observan las escenas debajo de ellos. Están pintados en rojo sobre un cielo rojo, de forma que solo son visibles gracias a los trazos blancos de sus alas y cabello. Las alas están compuestas de pequeñas plumas, igual que el brazo izquierdo del ángel que está en el extremo derecho. Las iglesias no están identificadas por filacterias como en el f. 3r. La iglesia de arriba a la izquierda es probablemente la de Sardes. Dos esqueletos ocupan el espacio libre entre las dos iglesias de la izquierda. El esqueleto de la izquierda mantiene su mano derecha contra su regazo al tiempo que mira por encima de su hombro izquierdo a san Juan. El otro esqueleto, con una estola enrollada alrededor de su cuerpo, mantiene doblada una rodilla hacia arriba mientras alza su mano izquierda hacia san Juan. Hacen referencia al versículo primero: «Yo conozco tus obras, que tienes nombre de vivo pero estás muerto».
La iglesia en la parte inferior izquierda es la de Filadelfia. Cinco personas están arrodilladas ante una puerta abierta. En primer plano, delante de la iglesia, un hombre viste un jubón corto marrón de cuello alto y mangas afiladas. Los puños de sus mangas se extienden cubriendo sus manos. Por debajo de su cintura lleva ceñido un ancho cinturón de eslabones cuadrados dorados. Lleva el cabello cortado muy por encima de las orejas. La mujer que está tras él está ricamente vestida con una larga túnica azul, un abrigo por encima de los hombros y con un velo blanco cubriéndole la cabeza. Esta pareja probablemente represente a los mecenas que encargaron el manuscrito. Tanto ellos como su séquito harían referencia al versículo 8 («Conozco tu conducta. Te abriré una puerta que ningún hombre puede cerrar porque aunque eres débil has guardado mi Palabra y no has negado mi nombre») o al versículo 10 («Como has cumplido tu promesa de tener paciencia, también te protegeré del momento de la tentación que caerá sobre el mundo entero para probar a todos los que lo habitan»). Los rostros de la pareja, de los dos hombres junto a ellos y del ángel en la entrada de la iglesia están muy dañados, incluso es posible que hayan sido raspados.
Abajo a la derecha, la iglesia de Laodicea está simbolizada por un grupo de tres personajes desnudos. La mujer de pie tiene su mano derecha levantada mientras se protege el abdomen con la izquierda. Delante de ella un hombre enjuto, de espaldas al espectador, alza sus manos juntas al cielo. Junto a él está arrodillado un ciego con barba con sus manos unidas en oración. Lleva una estola, igual que el esqueleto que aparece por encima de él. Estos personajes representan el versículo 17: «Tu dijiste que eras rico y próspero, que no tenías ningún tipo de necesidad sin saber que eres mísero, desgraciado, pobre, ciego y estás desnudo». Las flores y los árboles son similares a los de la miniatura previa, con la diferencia de que los árboles son mucho más pequeños. De hecho los que están a los pies de la mujer desnuda apenas son más grandes que las flores.
La visión del Cielo

En esta composición inolvidable, el artista despliega todo su talento. Un ángel con sus magníficas alas de plumas de pavo real extendidas sujeta, a modo de atlante clásico, la mandorla que rodea el trono donde se sitúa Cristo. Sobre el fondo de un cielo nocturno, destacan las siete lámparas y el oro de coronas, un arpa, un violín y una trompeta que pertenecen a los ancianos, sombras pálidas apenas visibles. Flechas de fuego de un rojo vivísimo y blancos granizos caen sobre un prado. Ningún artista ha ilustrado jamás esta visión con tanta fuerza.
El libro sellado y el Cordero

Dos mandorlas que se solapan parcialmente dominan esta miniatura. En la superior, Dios, con corona y aureola de oro, se sienta en el trono con un libro entreabierto que muestra al Cordero a sus pies. En la mandorla inferior, el artista representa al Cordero con siete ojos y siete cuernos, y sosteniendo el libro del que cuelgan siete sellos. San Juan, guiado por uno de los ancianos, intenta tocar la mandorla. El resto de los ancianos aparecen en el fondo azul oscuro, tono sobre tono, destacando sólo sus coronas de oro e instrumentos musicales también dorados. Sobre ellos, bustos de ángeles se entreven sobre el cielo rojo de la aurora.
 Los cuatro jinetes del Apocalipsis

San Juan aparece sentado junto al marco izquierdo, mirando cómo se desarrollan los acontecimientos del capítulo 6. Su cabello ya no es una mata de espeso pelo. Durante la apertura del primer sello aparece un jinete sobre un caballo blanco. El jinete lleva un gran arco doblemente convexo y está a punto de disparar. Mientras tanto, una mano que surge de entre las nubes deposita una corona de oro sobre su cabeza. Un segundo caballo, de color rojo, lleva a un jinete, también con corona, con una espada larga. La lluvia cae sobre los dos jinetes desde las nubes azules. Cuando se abre el tercer sello, un caballo negruzco surge de la tierra, en la parte inferior izquierda de la miniatura, montado por un jinete que sostiene una balanza con su mano derecha. Cuando se abre el cuarto sello, un caballo macilento salta con fuerza desde la boca del infierno hacia fuera. El jinete que lo monta es la Muerte, representada como un esqueleto, que lleva una espada larga en su mano derecha y dos flechas en la izquierda, y, viene seguida por dos demonios peludos con colmillos. Cuando el quinto sello se abre, san Juan ve un altar con un cáliz, un libro abierto y una vela encendida en medio de un cielo azul oscuro nublado cubierto de estrellas doradas. Cinco mártires están arrodillados debajo del altar. A la apertura del sexto sello hay un terremoto, el sol se oscurece y la luna se vuelve de color rojo carmesí. El terremoto quiebra las copas de los árboles, derruye las torres de los castillos y parte la compuerta del castillo en dos. La gente, aterrorizada, se esconde en las cuevas de las montañas y reza.
Los cuatro Vivientes, cuyas voces puede oír san Juan cuando el cuarto sello es abierto, permanecen a la izquierda del altar bajo el oscurecido sol. Sus alas están compuestas de plumas pequeñas. A la derecha del altar aparece suspendida la imagen de la Verónica. Unas pocas hebras de pelo blanco fino y largo enmarcan el rostro de Cristo. Los colores de la tierra varían del verde marrón al verde oliva; en la miniatura hay hierba, pero no flores.
Los cuatro ángeles sujetando los vientos

Una multitud de escenas se sitúan sobre un fondo añil. Una imagen de la tierra enmarcada en una circunferencia ocupa el centro de la miniatura. Una amplia franja de agua, en la que navegan diferentes embarcaciones, separa las zonas de tierra. La de la parte superior representa Asia; en ella se puede reconocer Jerusalén con las tres cruces en el monte Calvario, que ocupa el centro exacto de la miniatura. Cuatro ángeles, dos encima y dos debajo del globo, sujetan los cuatro vientos, simbolizados por cuatro cabezas que soplan sobre la tierra. Sobre el globo, enmarcados en la mandorla, se sitúan Dios y el Cordero.
Los siete ángeles reciben las siete trompetas

Un ángel distribuye las trompetas de oro entre los demás, que rodean la figura de Dios, sentado con un libro abierto en su mano izquierda. Un ángel derrama fuego del incensario sobre la tierra, mientras otros cuatro soplan sus trompetas. Cuando lo hace el primero, una lluvia de granizo y fuego mezclado con sangre cae sobre la tierra. Los rostros de los hombres expresan pánico y terror. Cuando toca su trompeta el segundo ángel, el fuego cae sobre el mar, destruyendo una tercera parte de lo que hay en él. El iluminador ha pintado un naufragio de los barcos impactante y muy realista. Según Panovsky, es “uno de los naufragios más convincentes de la historia del arte”.
En la parte inferior de la miniatura, san Juan aparece sentado observando los cataclismos. Ya no tiene la aureola de oro, sino un anillo de rayos dorados.
 El sonido de la quinta y la sexta trompeta

Una imagen distinta de san Juan, con menos pelo y algo envejecido, observa los efectos de la quinta y sexta trompeta. Desde el cielo azul intenso lleno de estrellas doradas, dos ángeles con alas de colores tocan sus trompetas. Siguiendo el texto apocalíptico, surgen de la boca del infierno las langostas aladas, con rostro humano, patas delanteras de caballo, cuerpo de león, coronas de oro y trenzas de mujer, como indica esta particular versión del Apocalipsis. Las lidera el rey del abismo, un diablo peludo, con alas y coronado. Con el sonido de la sexta trompeta, quedan liberados los cuatro ángeles, que aparecen sobre la superficie de las aguas del río Éufrates. Ataviados con armaduras, espadas y lanzas, están preparados para matar a la tercera parte de los hombres. Leopardos, montados por caballeros armados, expulsan fuego por la boca sobre un grupo de adoradores de un ídolo de oro situado en un altar.
El juramento del ángel y los siete truenos

El ángel poderoso es la figura principal de esta miniatura. Lleva una dalmática azul oscuro sobre el alba, y una amplia capa. Su rostro, que según el texto “resplandecía como el sol”, es representado semicubierto por rayos dorados; sus pies, “como columnas de fuego”, son rojos. También siguiendo el texto, su pie derecho está sobre el mar y el izquierdo sobre la tierra. Levanta la mano derecha, indicando que se dispone a hablar. San Juan, a sus pies, le escucha y pretende escribir. Al grito potente del ángel sigue el retumbar de los siete truenos, representados como pequeñas cabezas que soplan, inseridas alrededor de una mandorla, que circunda la figura de Dios. El ángel sostiene un libro en su mano izquierda, que entrega a san Juan. Esta es la escena que se representa en la parte izquierda de la miniatura.
La medición del templo, la muerte y la ascensión de los dos testigos, el Anticristo y la séptima trompeta

La miniatura está llena de escenas diversas. En la parte superior, san Juan recibe la vara de medir de manos de Cristo, que vomita fuego sobre el Anticristo, vestido de azul, con barba y cabellos blancos. En la parte superior derecha, san Juan expulsa violentamente a un hombre del templo. El iluminador pinta la imagen siguiendo el texto equivocado que ha copiado el amanuense: “quien está fuera del templo debe ser expulsado”, que es exactamente lo que hace san Juan en la imagen, lanza por encima del muro a un infiel o a un judío.
En la parte inferior derecha, los dos testigos son asesinados, uno de ellos decapitado. El iluminador ha pintado incluso la sangre que brota de su cuello. Los testigos suben al cielo, ayudados por dos ángeles con plumas azules.
El templo en el cielo y la mujer en el sol y el dragón de las siete cabezas

Gran parte de la miniatura está ocupada por relámpagos y enormes granizos blancos. La alianza de Dios con la humanidad es simbolizada con los arcoiris que salen del templo, en la parte superior de la imagen. A la izquierda del templo, yace la mujer en un lecho de rayos dorados. Apoya sus pies en la luna, también dorada, mientras que sobre su corona de oro destacan doce estrellas blancas. Está entregando a su hijo a un ángel, para protegerlo del feroz dragón de siete cabezas, pintado con un rojo vivísimo. El monstruo entra en combate con el arcángel san Miguel y sus ángeles, que serán derrotados.
Perseguida por el dragón, la mujer es dotada de alas para que pueda refugiarse en el desierto. El dragón, que es en realidad Satanás, lanza un torrente de agua de sus fauces para ahogar a la mujer, que se salva al abrirse la tierra y absorber toda el agua.
El dragón, la bestia de las siete cabezas surgida del mar y el falso profeta

San Juan observa cómo el dragón rojo entrega a la bestia de las siete cabezas surgida del mar el cetro del mundo, símbolo del poder. La bestia parece un león, pero tiene zarpas de oso. A la derecha, la bestia lidera a sus ejércitos, fuertemente armados, en la lucha contra los santos.
En la parte inferior izquierda de la miniatura aparece otra bestia que surge de un agujero en la tierra. Es el falso profeta que convence a un grupo de hombres para adorar a la bestia surgida del mar. El falso profeta puede obrar milagros y, de hecho, causa una lluvia de fuego que cae sobre la bestia del mar y sus adoradores.
La adoración del Cordero, la caída de Babilonia, la siega y la vendimia

San Juan escribe en su pergamino, mientras observa las escenas de esta miniatura desde la esquina inferior izquierda. Desde el monte Sión, donde se sitúa el Cordero, un torrente rojo y blanco cae sobre Babilonia, destruida. Arrodillados ante el Cordero, cinco elegidos, en representación de los ciento cuarenta y cuatro mil, lo adoran. Le dan la espalda a Dios Padre, en la mandorla y rodeado por los cuatro seres vivientes. Sentado delante está representado Cristo, con una hoz en su mano izquierda. Debajo, el cuarto ángel derrama el vino de la ira de Dios sobre la bestia de las siete cabezas.
En la parte derecha de la miniatura dos ángeles trabajan en el campo: uno siega el trigo y el otro recoge la uva.
Las siete copas y la ira de Dios son derramadas sobre la tierra

Nueve bustos de ángeles desnudos flotan en el cielo añil salpicado de estrellas doradas. Siete de ellos vierten las copas con la ira de Dios sobre la tierra. Una de ellas cae sobre tres hombres arrodillados adorando al dragón de las siete cabezas. El líquido de la segunda cae sobre el mar y perecen todas las criaturas vivas que había en él. El tercer ángel vierte su copa sobre los ríos, convirtiendo sus aguas en sangre. El cuarto la vacía sobre el sol, que envuelve a los tres hombres que lo miran y saltan de dolor, en un fuego abrasador. El quinto ángel derrama su copa sobre el trono de la bestia. Según el texto bíblico, la gente se mordía la lengua de dolor; el iluminador de esta escena ha pintado a cuatro hombres que muestras sus lenguas, como muestra de ese dolor. El sexto ángel vierte su copa sobre las aguas del río Éufrates. Finalmente, el séptimo ángel vacía su copa y las fuerzas de la naturaleza se desencadenan: truenos, relámpagos, granizos, un fuerte terremoto que destruye Babilonia.
 El Juicio Final: Satanás, mil años encadenado

Un ángel sostiene una enorme llave dorada y una cadena que ata una de las cuatro cabezas visibles del dragón. Tras 1000 años encadenado, el dragón será liberado y rodeará Jerusalén con su ejército. Esta es la escena que aparece en la parte inferior de la miniatura, con los soldados defendiendo la ciudad del monstruo de las siete cabezas.
En el plano intermedio, una lluvia de fuego cae sobre la boca del monstruo que representa el infierno.
Cristo, en la parte superior, aparece sentado sobre dos arcoiris, mostrando sus heridas, enmarcado por la mandorla. Sostiene dos espadas, cuyas puntas tocan su boca. Cuatro figuras lo rodean a cada lado. Tradicionalmente, san Juan Bautista y la Virgen María ejercen de intercesores, pero en este caso el iluminador ha optado por representar a san Juan Evangelista en lugar de a la Virgen, elemento que no se encuentra en ningún otro lugar.
La Nueva Jerusalén

San Juan sube una rocosa montaña para ver la nueva Ciudad Santa, la nueva Jerusalén. El busto de Dios flota en el cielo azul estrellado, sosteniendo un orbe de oro. Un ángel sostiene aún una de las copas de la ira y, en la mano derecha, una vara de medir dorada con la que señala al Cordero, que aparece en el centro de la ciudad. El artista representa Jerusalén como una ciudad fortificada, con un torreón en cada una de sus cuatro esquinas, sobre el que sitúa a cada uno de los cuatro seres vivientes, representados con seis alas de diferentes colores cada uno. La ciudad tiene tres puertas en cada lateral, cada una de las cuales aparece custodiada por un ángel. Los pilares de la ciudad y las torres están adornados con piedras preciosas.
En la parte inferior de la miniatura, cuatro reyes vestidos al estilo de 1400, llevan regalos a la ciudad.
La gran prostituta

Bajo una franja de cielo azul, el iluminador ha pintado otra de color rojo intenso con lluvia anaranjada. Un ángel eleva a san Juan para que pueda ver claramente a la gran prostituta. La mujer luce una corona y un vestido bordado y adornado con armiño, con un cinturón de oro. El peinado y el vestido estaban de moda en la corte de Francia hacia 1380-1390. Sostiene un cáliz con una serpiente dentro, símbolo de su lujuria, y está sentada sobre la bestia de las siete cabezas salida del mar. Detrás de ella, el Cordero surge de entre las nubes para entregar el pendón con la cruz roja a dos reyes ataviados con armaduras.
Ocho reyes fuertemente armados empujan hacia el fuego, en la parte inferior de la imagen, a la prostituta, que en esta escena aparece desnuda, aunque continúa portando la corona y el cáliz con la serpiente.
 La caída de Babilonia

San Juan no está presente en esta miniatura. Como en la miniatura precedente, también aparece representado el Vero Icono, en este caso sobre una banda de nubes azul oscuro flanqueado por dos bustos de ángeles azules con plumas. Un ángel anuncia que Babilonia la grande ha sido derruida, ya que se había convertido en un refugio para demonios y aves impuras. La ciudad amurallada tiene el aspecto de haber sido golpeada por un terremoto, con las murallas llenas de grietas y las torres desmoronándose. Un demonio peludo rojo y un pájaro han tomado posesión de la ciudad. Arriba, entre las nubes, flota un ángel cubierto de plumas que con una mano señala al ave de presa al tiempo que la sujeta por el ala izquierda con la otra. Tres hombres escapan de la ciudad a través del puente a cuyo lado opuesto se encuentra un grupo de cuatro personas entre las que hay un rey. El hombre justo detrás del él está vestido con una túnica azul, de mangas cortas pero muy anchas y lleva prendida su capucha con un broche. El hombre que está a su lado lleva a su vez un broche sobre un gorro flexible, al igual que dos de los hombres que están abandonando la ciudad. Detrás del grupo que espera, el mar está encrespado. Sus aguas fluyen en diagonal, de un lado a otro de la miniatura, atravesando el puente. Hay tres barcos en el mar, una galera, con la pronunciada curvatura de su quilla y su atalaya, y dos urcas con sus mástiles situados hacia la proa de la embarcación. La galera, que arrastra un bote, navega con la vela completamente inflada por el viento. La primera urca, con su vela enrollada y llevando un pesado cargamento, vaga entre las olas abandonada a su suerte al lado de un bote. En la urca más pequeña, detrás de la anterior, un hombre rema con todas sus fuerzas para evitar que su embarcación se precipite sobre las rocas de la costa. A sus pies tiene sacos blancos llenos de mercancías. Sobre la orilla caminan dos hombres, el primero de los cuales lleva un cinturón de oro a la altura de las caderas y unas calzas de dos colores. Detrás de él camina otro hombre con una túnica blanca de cuello alto. Los dos llevan corona. La corona del primer rey es un modelo típico, igual que las que aparecen en otras partes del manuscrito, mientras que la del segundo personaje es como una ancha banda de eslabones de oro.

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