miércoles, 11 de septiembre de 2019

JACINTO BENAVENTE Y LOS INTERESES CREADOS


Hombre ingenioso, de mente rápida y lengua ágil, se cuentan de él innumerables anécdotas. En una ocasión al ir a pasar por una puerta, un hombretón se le adelantó diciendo "Yo no cedo el paso a afeminados". A lo que el dramaturgo respondió: "Pues yo sí, pase, pase usted primero". En otra, una asociación de mujeres de provincias le asaltó al final de un acto y le pidió que las acompañase y les diese una conferencia, Don Jacinto se resistía por no haber preparado nada y ante la insistencia de las damas, contestó: «Es que a mí no me gusta hablar a tontas y a locas».
Dramaturgo español cuyos comienzos en El nido ajeno permitieron vislumbrar una profunda renovación del teatro en castellano. No obstante, la situación de la escena española le aconsejó inclinarse por obras de gran éxito en lugar de comprometerse con una producción exigente, pero minoritaria e incomprendida. 
Fué un escritor muy prolífico, autor de 172 obras de teatro, con las que, buen conocedor del teatro que hacían en el extranjero autores como Gabriele D'Annunzio, Oscar Wilde, Maurice Maeterlinck, Henrik Ibsen y Bernard Shaw, supo renovar el teatro español introduciendo todas las influencias y tendencias novedosas del momento. Esa modernidad, unido a un exquisito manejo del lenguaje, una amplia cultura y unos diálogos hábiles y chispeantes, hicieron de él un autor muy valorado por la crítica y el público.
El valor de su extenso trabajo radica en la introducción de referentes europeos y modernos en el teatro español. Benavente, quien conocía muy bien la producción escénica que se desarrollaba más allá de los Pirineos, entre autores tales como G. DAnnunzio, O. Wilde, M. Maeterlinck, H. Ibsen y B. Shaw, supo incorporar con acierto influencias que resaltaron notablemente muchas de las cualidades de su teatro, tales como la variedad y perfección de los recursos que introdujo en la escena, una gracia inteligente que recorre la sátira social que despliega, y unos diálogos vivos, chispeantes, muy dinámicos.

Jacinto Benavente
Sin embargo, la preeminencia de los aspectos escénicos sobre lo dramático puro, así como un espíritu burlón y frívolo, le restan profundidad y alcance a muchas de sus piezas, convirtiéndolas en brillantes fuegos artificiales. Esa tendencia se puso de manifiesto en su segunda obra, Gente conocida , así como en las que le sucedieron: La comida de las fieras  y La noche del sábado . En ellas puede comprobarse cómo el autor amortigua de forma significativa el tono de su crítica, centrada en las clases aristocráticas y acomodadas de la sociedad, para sustituirla por una reprobación simpática, amable, casi paternal, que no por casualidad obtuvo los favores del público.
Culminación de esta corriente de su trabajo sería la que está considerada su obra más representativa y lograda: Los intereses creados . En ella presenta una afilada sátira del mundo de los negocios; particularmente atractiva, desde un punto de vista técnico, por la sabia combinación de elementos procedentes de la commedia dellarte con otros que brotan del teatro clásico español. Esta pieza continuó en otra, menos conseguida, y que a juicio de muchos críticos fracasó: La ciudad alegre y confiada . El punto de vista que adopta Benavente en esta franja de su producción es el de un escéptico que desconfía profundamente de la naturaleza humana y de la sociedad en la que aquélla se manifiesta con frívola hipocresía cuando no simple crueldad.



Otra vertiente cultivada por el autor fue la del drama rural, en obras que, como Señora Ama  o La malquerida , contrastan frontalmente con el grueso de su producción. Esta faceta de su trabajo proyecta tal intensidad trágica que sus trazos sombríos parecen hablar de otro hombre, rastro de un primer Benavente que, tal vez, pretendía un teatro más en consonancia con los valores de la Generación del 98. Son dramas de grandes pasiones que se desarrollan en un medio aldeano asfixiante y brutal, primario, y en los que palpita un clima de carácter naturalista.
Pero Benavente, cuya obra mantiene evidentes puntos de contacto con el modernismo y con la Generación del 98, no pertenece a ninguno de los dos movimientos. No posee la gravedad de M. de Unamuno, P. Baroja, Azorín o R. de Maeztu; ni tampoco las cualidades necesarias para acercarse al exquisito mundo poético de los discípulos de R. Darío. Le sobró ironía; le faltó quietud y aliento poéticos. Fue un eminente continuador de la mejor comedia del siglo XIX, de la cual elimina todo vestigio romántico para enriquecerla con su espíritu culto e inteligente, y sus formidables recursos técnicos.
En la última etapa de su vida literaria, dominada en algunos aspectos por su familiaridad con el modernismo, escribió algunas obras de teatro infantil, cuyo tono poético y fina ironía cristalizan en piezas tan encantadoras como El príncipe que todo lo aprendió en los libros o La novia de nieve . Otro título importante de su producción durante este período es Pepa Doncel . En 1922 obtuvo el premio Nobel de Literatura. Tal concesión ha estado siempre rodeada de polémica, pues para algunos críticos, la de Benavente no deja de ser una obra menor comparada con la que dejó el modernismo o la Generación del 98.

La razón por la cual esta obra fue nombrada "Los intereses Creados" fue porque en su contenido Leandro y Crispín a través de sus mentiras y engaños fueron creando sus intereses, puesto que ellos eran dos pícaros que no tenían nada de dinero y habían tramado un plan para hacerse ricos, lo cual consiguen al final del trama.
Como cualquier otra obra, Los intereses creados de Jacinto Benavente es producto de su época. Al principio del siglo XX, había muchos cambios en la economía y la cultura del mundo, y muchos de estos cambios se deben al desarrollo científico.
La acción discurre en un pueblo imaginario, creado por Benavente, a principios del Siglo XVII y la obra se desarrolla en un ambiente en el cual una persona vale por su dinero, los ricos en las grandes fiestas mientras que los pobres tienen que luchar por sobrevivir.
La idea central se basa es  la historia de dos picaros que llegan a una ciudad donde uno de ellos, Crispín, con sólo su facundia, impone el crédito de Leandro como persona rica, generosa y culta, con la idea de preparar un golpe que consiste en que Leandro enamore a la hija de Polichinela, el hombre más rico de la ciudad, y se case con ella. La realidad se impone y Leandro se enamora de la joven y ésta de él.
Polichinela reconoce a Crispín, se da cuenta de lo que trama, pero no puede escaparse de las redes que éste le ha tendido. Al final le atrapan con la ayuda de todos los acreedores quienes, convencidos por Crispín, ven en la boda de los dos jóvenes la única solución para recuperar su dinero. Hasta la Justicia se verá remunerada por esta solución pragmática, aunque fraudulenta, propuesta por Crispín. La solución, que es inmoral, es aceptada por todos y tolerada por el público ya que Polichinela, cuya conducta anterior ha sido ruin, se hace merecedor de este castigo. Su hija está genuinamente enamorada de Leandro, éste ha demostrado tener buenos principios, y Crispín promete retirarse de la ciudad.

En cuanto a su Argumento, la obra comienza con la entrada al pueblo por parte de Leandro y Crispín los cuales ven a la ciudad como una forma de hacerse ricos pues Crispín, con sólo su facundia, impone el crédito de Leandro como persona rica, generosa y culta, con la idea de preparar un golpe que consiste en que Leandro enamore a la hija de Polichinela, el hombre más rico de la ciudad, y se case con ella.
Llegados a la ciudad y una vez elaborado el plan, Crispín decide ponerlo en marcha, iniciando en la hostelería donde encontraron al Arlequín y al Capitán los cuales discutían con el hostelero por no querer darles posada, Crispín interviene para de esa forma dos grandes aliados en su plan.
Una vez pasado el problema Leandro toma su papel de todo un caballero de la clase alta, alaba al capitán y a Arlequín. Leandro los invita a comer, todo a cuenta del hostelero, el cual invitaba por haber causado la discusión.
Sucedió que aquellos días Doña Sirena y Colombina preparaban una fiesta pero por motivos económicos no la podían llevar a cabo, pues los cantantes, los chef y el resto de las personas que iban a ayudar en la fiesta le pedían una parte del dinero por adelantado, así que, preocupadas por esto recurren a Arlequín para la música, pero se encuentran que Leandro y Crispín ya lo habían solucionado todo como parte de su plan maestro para enamorar a Silvia, hija del Señor Polichinela.
Una vez iniciada la fiesta llegan Laura y Risela, dos amigas de Doña Sirena, para preguntarle sobre el misterioso embajador y de Venecia o Francia o una persona que viene a buscar esposa para el gran turco.
En el transcurso de la fiesta llega el señor polichinela con su hija y su esposa, Polichinela reconoce a Crispín por lo tanto Crispín decide aconsejar a Polichinela para que este impida el casamiento de Silvia con Leandro, él cual se encontraba bien a gusto con Silvia, de la cual se enamoró de verdad y no falsamente como se había planeado originalmente.
Crispín con sus mentiras había puesto en contra de Polichinela a todo el pueblo, puesto que el había dicho que Polichinela había mandado a matar a Leandro y que este se encontraba mal herido, por lo que Silvia escapó para poder ver a Leandro, ella también se había enamorado perdidamente de él.
Polichinela se da cuenta de lo que trama Crispín, pero no puede escaparse de las redes que éste le ha tendido. Al final le atrapan con la ayuda de todos los acreedores quienes, convencidos por Crispín, ven en la boda de los dos jóvenes la única solución para recuperar su dinero. Hasta la Justicia se verá remunerada por esta solución pragmática, aunque fraudulenta, propuesta por Crispín. La solución, que es inmoral, es aceptada por todos y tolerada por el público ya que Polichinela, cuya conducta ha sido ruin, se hace merecedor de este castigo. Su hija está genuinamente enamorada de Leandro, éste ha demostrado tener buenos principios ya que le dijo toda la verdad de lo que había ocurrido y porque había hecho tal cosa, y Crispín promete retirarse de la ciudad. No hay, pues, víctimas, excepto la que, ya hemos visto, es merecedora de un castigo por sus crímenes anteriores. Además, todo quedará justificado por el amor y Crispín, por aquello de que "ladrón que roba a ladrón, tiene cien días de perdón."

Antes de concluir, es interesante analizar "Los intereses creados" específicamente. Primero es la estructura única: es un drama de marionetas que sigue muchas de las convenciones de comedia del arte. Crispín es el titiritero que dirige a los otros personajes por medio de sus intereses económicos. En la obra, se representan todas las personas y los conceptos estereotípicos de la sociedad actual. Se representan personas de la clase alta, la clase media, y la clase baja; también se representa el amor, el arte, el intelectualismo, y la vulgaridad. No obstante, a despecho de las diferencias entre estas varias clases sociales y conceptos, es posible para Crispín manipular a todo desde una perspectiva económica. La única excepción es el amor. La relación entre Leandro y Silvia, aunque empezada por motivos económicos, desarrolla y se hace más pura. El hecho de que un monólogo de Silvia, quien representa el amor, termina la obra es importante por dos razones. Primero, siendo una mujer importante dentro del contexto de la obra, Silvia es un símbolo de la mujer más poderosa de la sociedad. Más importante, el monólogo de Silvia es importante porque sugiere la naturaleza única del amor (después del término de la farsa, todavía existe el amor). Se puede interpretar que, para Benavente, o el amor es algo que transciende todo lo material o es simplemente otra fuerza que se puede manipular, aunque no queramos admitirlo. Porque el fin de la obra se puede interpretar en dos maneras, la rechaza del absoluto es destacado en la obra. En fin, Los intereses creados es muy representativo de su época cultural, y el comentario social que Benavente hace en ella es algo que indudablemente influyó a que la Academia Sueca le premiara con el Premio Nóbel.


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