Pensador chino, nacido en Shan-tung donde también murió. Confucio es el nombre castellanizado del chino K'ung fu-tzu, Kong-fu-tze o Kong-tze, que los primeros misioneros latinizaron por Confutius. La primera biografía que de él se conserva, sin duda desfigurada por la leyenda, se encuentra en las Memorias históricas de Ssu-ma Ch'ien, que es la primer historia de las dinastías chinas, escrita hacia el año 86 a.C. De origen humilde, entró al servicio del soberano del estado de Lu (hoy Shan-Tung), junto al cual alcanzó altos cargos administrativos. Obligado al exilio por intrigas políticas, recorrió los diversos reinos de China intentando convencer a los soberanos para que construyeran el orden y la paz. Ante el fracaso de su predicación, volvió a su tierra para dedicarse a la enseñanza privada. Reunió un gran número de discípulos y se dedicó a la recopilación de textos antiguos, para transmitir desde ellos las enseñanzas de los antiguos sabios sobre el cielo y la ética individual, familiar y estatal.
Su pensamiento ha llegado hasta nosotros gracias a las recopilaciones que hicieron sus discípulos en los libros conocidos como Lun Yü (Discursos y diálogos). En esta recopilación se lee esta declaración de Confucio: "Yo transmito, no creo". Sin embargo, es evidente que no se limitó a transmitir los valores del pasado, pues interpretándolos y explicándolos según sus propios principios éticos, desarrolló una obra innovadora, y ha contribuido más que nadie a la forja del pensamiento y el carácter de su pueblo. Sus enseñanzas se centran en el concepto del Jen: la virtud perfecta. Insistía en la necesidad de gobernar según la virtud, pues por ella y no por pretensiones hereditarias, podría la nobleza mantenerse en su posición de privilegio y ahorrar a la sociedad los males en que se debatía.
La China de Confucio
El filósofo chino K´ung Fu Tseu (c.551-c.474 a.C.), cuyo nombre queda latinizado como Confucio, vivió a finales de lo que, en la historiografía china, se conoce como el Período de Primavera y Otoño (771- 484), que coincide con la época de feudalismo que se desarrolló bajo el gobierno de la dinastía Zhou. Es un tiempo turbulento, caracterizado, especialmente al final (momento en que vivió Confucio), por la corrupción de la Corte, por la ambición de unos señores feudales que resultaban más poderosos militarmente que los mismos emperadores de la dinastía gobernante, y por las luchas entre los distintos Estados vasallos. Pero estos ambiciosos señores no se conformaban con la fuerza que les daba su ejército, sino que, del mismo modo que los emperadores se atribuían el título de “Hijo del Cielo” y se presentaban así como intermediarios entre su pueblo y la divinidad, también ellos quisieron revestir su poder de prestigio y de cierta idea de auctoritas, recurriendo para ello a un saber milenario emanado de la antigüedad y de los hechos de los gobernantes sabios del pasado. La reverencia por los antepasados y la idealización de una antigüedad supuestamente perfecta cuyas virtudes deben ser redescubiertas y aplicadas en el presente, una de las ideas centrales del pensamiento confuciano, cobra pues todo su sentido si la entendemos en relación con el contexto histórico en que vivió el filósofo. Durante este período proliferaron las diferentes escuelas de pensamiento y toda China buscó para su gobierno ministros cultos. Pero contrariamente a lo que quizá esperaban de ellos los señores feudales, algunas de estas escuelas y hombres sabios se expresaron en unos términos totalmente adversos la corrupción, ambiciones, y carencia de escrúpulos que observaban a su alrededor. De hecho, ciertos pensadores se negaron a participar en el gobierno o fueron depuestos de sus cargos a causa de su coherencia ideológica. El mismo Confucio fue uno de ellos.
Confucio se entregó a los estudios durante su juventud y con el tiempo accedió a diversos cargos administrativos en su Estado. Pero no por ello dejó de ampliar sus conocimientos sobre tradiciones históricas, rituales y literarias, que comenzó a transmitir a sus discípulos, con los que colaboraría también en la recopilación e interpretación de diversos escritos de la antigüedad. Debido a una rebelión contra sus protectores de la ciudad de Lu, tuvo que expatriarse al Estado vecino de Ch´i, donde volvió a entregarse exclusivamente a estudiar. Cuando pudo volver a su tierra, contaba ya con millares de discípulos y con una fama que hizo que lo volvieran a llamar para un cargo administrativo aún más alto, que él abandonaría muy pronto para volver a sus estudios y viajar por otros Estados. El número de sus discípulos aumentaba a su paso por cada uno de ellos. Los últimos años antes de su muerte los pasó en su Estado natal de Lu, donde siguió impartiendo sus enseñanzas y se dedicó a ordenar sus escritos.
La obra de Confucio
El pensamiento confuciano nos ha llegado gracias a una serie de escritos antiguos que el maestro y sus discípulos se ocuparon de recoger y comentar. Éstos se organizan en nueve libros, que se dividen a su vez en dos grupos:
-Los Cuatro Libros: Libro del Gran Estudio, o Da Xue; Doctrina del Medio, o Zhong Yong; Analectas, o Lun yi; Escritos de Mencio, o Meng-tzu.
-Otras seis obras clásicas: Libro de las Mutaciones, o Yiying; Libro de los Ritos, o Liying; Libro de la Música, o Yojing; Anales de Primavera y Otoño, o Chunquiu; Libro de las Canciones, o Shih-ching; Libro de la Historia, o Shujing.
El pensamiento confuciano
La doctrina confuciana no es una religión, sino un saber cuyo objeto es ser útil en todos los aspectos del gobierno y de la vida de cada hombre. El hecho de que Confucio no hable con claridad de un dios o dioses, ni se refiera a cómo son y qué cualidades tienen el Cielo y el Señor de lo Alto, tantas veces mencionados en sus escritos, nos da a entender en realidad que los letrados (nombre que también reciben los seguidores del filósofo) son coherentes con su sistema y que solamente se refieren a aquello que tienen cerca y sobre lo que pueden influir y ejercer transformaciones. Confucio propone un pensamiento práctico y moral en el que se mezclan cierto escepticismo moderado y grandes dosis de buen sentido. Se muestra enemigo de toda especulación que no vaya encaminada a tener alcance inmediato sobre la vida humana. Su doctrina se basa en destacar la importancia de la educación, del conocimiento, de la reflexión sobre uno mismo, así como en la idea de redescubrir y aplicar el buen ejemplo dado por los reyes de la antigüedad y los antepasados, de donde deben tomar su inspiración las normas de conducta.
Según Confucio, el bienestar cívico depende de la sabiduría que el rey y los príncipes gobernantes reciben del cielo. La ciencia, el conocimiento de uno mismo y el amor al prójimo son los fundamentos para conseguir la mejora de la sociedad. La vida en el “más allá” no se admite en su doctrina de modo expreso, pero se alude constantemente al culto a los antepasados, así como a las virtudes de la piedad filial y de la práctica de las virtudes ancestrales. La sociedad en paz, equitativa y justa, que se supone había sido la de la antigüedad idealizada, es el punto de partida para la armonía universal. Esta armonía puede conseguirse en la tierra por la observancia de las Cinco relaciones sociales que son las siguientes: “soberano-súbdito”, “padre-hijo”, “hermano mayor-hermano menor”, “esposo-esposa”, “amigo-amigo”.
El universo constituye una unidad en la que el hombre y la sociedad creada por él son una parte. Como el pensamiento confuciano tiende al positivismo y a la utilidad práctica del saber, los letrados (ju), como también se conoce a los seguidores de Confucio, no se detienen en argumentos acerca del origen del universo, sino que parten de una idea previa de armonía universal que asimilan a las épocas doradas de la antigüedad. El conocimiento se alcanza mediante los esfuerzos en discernir la verdad de las cosas, ese orden que le es propio a cada una de ellas dentro de la armonía cósmica, de la que participan, además del hombre, la vida vegetal y animal, el ciclo ordenado de las estaciones y en general todo lo que existe. El orden armónico está preestablecido y no debe ser alterado. Todo esto aplicado al gobierno de los Estados se expresa en la figura del gobernante sabio que quiere lo mejor para su pueblo y procura hacerlo feliz dándole acceso a la educación. El mal gobernante actúa, sin embargo, contra la armonía natural, y con esta violación del Decreto del Cielo causa la ruina y el desastre de sus súbditos.
La doctrina confuciana es conservadora, en el sentido de que interpreta la Sabiduría como el cumplimiento del deber en el puesto que a cada uno le ha sido asignado, así como la reverencia a los antepasados. Mediante la meditación y el cumplimiento de estos deberes se alcanza el conocimiento del Decreto del Cielo. A la manera de los filósofos occidentales de la Grecia antigua, el maestro confuciano imparte sus enseñanzas manteniendo diálogos con sus discípulos. En estos diálogos se van dando a conocer los caminos para discernir el bien y el mal, y los que en ellos participan adquieren la práctica de la meditación personal, que llevará a su vez al descubrimiento de las vías para el discernimiento de la verdadera naturaleza de las cosas.
La moral confuciana se resume en el cultivo de dos virtudes: la humanidad y la equidad. Humanidad significa sociabilidad, altruismo, piedad filial, amor al prójimo... La equidad se refiere al respeto por uno mismo y por los demás.
Los conceptos fundamentales del pensamiento confuciano y de las escuelas neoconfucianas son:
-El Tao: La senda o camino que lleva al conocimiento de la sabiduría tradicional. Es la vía de conocimiento que han recorrido todos aquellos que han llegado a la sabiduría, y por eso el Tao confuciano significa “Camino de Sabios”. Su sentido es, pues, diferente del Tao del Taoísmo.
-El Te: La virtud. Una cualidad inherente al individuo y asociada al “nombre” que llevan todos aquellos que siguen el “Camino de los Sabios”.
-El I: La justicia en su aspecto equitativo, pero expresada sin embargo en el sistema de derechos y deberes propio del orden feudal, es decir, aplicada a cada capa de la sociedad.
-El li: El decoro, especialmente en todo lo que tiene de ritual y ceremonia social. El li se aplica sobre todo a la etiqueta, al sistema de reglas tácitas que rige el orden social en todas sus manifestaciones desde tiempos ancestrales (la vida de la Corte, la guerra...).
-El Cheng-ming: La “rectificación de los nombres”. Se expresa en frases como “El rey es el rey, el padre es el padre...”. Significa que no hay que dejarse despistar por los sofismas, sino recurrir siempre a la simple noción del lugar de cada cosa y de cada hombre. Desde este lugar y mediante el cumplimiento de las obligaciones que le son propios en esencia, puede el individuo acceder al Camino de los Sabios. Esta idea implica una rudimentaria filosofía del lenguaje según la cual, si se nombra una cosa con un significante que no le corresponde, se induce a engaño y este engaño perturba el orden cósmico.
-El Li-yueh: El ejercicio de ciertas clases de música que permiten practicar el li o acceder al Tao. Es decir, ejercitar la virtud y la sabiduría.
-El Jen: La regla de oro de la moral confuciana. Expresa la reciprocidad de conducta, y su enunciado puede traducirse como “No trates a los demás de la forma en que no quisieras que te trataran a ti”. Su sentido se refiere particularmente al trato con los inferiores en rango.
Las escuelas neoconfucianas
Los seguidores del pensamiento confuciano han dado lugar a muy diversas interpretaciones de la ideas originales del pensador chino, aunque las más significativas son las de Mo-tse y la de Mencio. Tras una época de estancamiento, el confucianismo renació dando lugar al llamado “neoconfucianismo”, que se desarrolló a lo largo de los siglos con períodos de particular esplendor, como el que tuvo lugar durante los siglos XVII y XVIII. Destaca la figura de Zhu Xi (1130-1200) cuyo prestigio sólo fue superado por el del propio Confucio y por Mencio, el más inmediato continuador de las enseñanzas del maestro. Las escuelas derivadas del original pensamiento confuciano reciben influencias muy diversas, como las taoístas y las budistas. Dentro de la cosmología neoconfuciana podemos distinguir una especie de dualismo, expresado en las nociones de ch´i o “materia” y li o “ley que rige la ordenación de la materia”.
El Confucianismo en la China actual
Es evidente que, sin las ideas de Confucio y los neoconfucianistas y la extraordinaria labor de propagación que sus seguidores llevaron a cabo a lo largo de los siglos, no cabe entender la historia de China ni mucho menos su pensamiento e instituciones culturales, especialmente la familiar, que aun hoy constituye la piedra angular de la sociedad china. Sin embargo, con la victoria del comunismo chino en 1949, el futuro de las ideas y tradiciones de raíz confuciana se hizo más incierto. La familia, como institución en la que se expresa a pequeña escala todo el sistema de relaciones que determinan la armonía universal, ha perdido buena parte de la reverencia de la que fue objeto en otras épocas. Incluso llegó a organizarse una campaña oficial contra el confucianismo entre los años 60 y 70. En todo caso, la historia e incluso la cultura actual de China sería tan incomprensible sin las ideas confucianas como la occidental sin la filosofía griega o el cristianismo
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