Los historiadores han significado que la luz de la civilización comenzó a brillar hará aproximadamente unos seis milenios, tras una larga noche de salvajismo paleolítico y de una plomiza claridad de sucesivos alcances neolíticos. Y esos mismos historiadores han convenido, basándose en pruebas arqueológicas, que aquella luz civilizadora se vio por primera vez en el Próximo Oriente, en Palestina, Anatolia y la llanura mesopotámica, regada esta por los ríos Éufrates y Tigris, en cuya llanura se levantaba la ciudad de Uruk, cuna de Gilgamesh, de la cual era rey. Personaje que muy pronto, a causa de su fama, sería sujeto de un ciclo de poemas sumerios que cristalizarían por escrito en el magno Poema (saga o epopeya para otros) de su nombre. La figura de aquel rey llegó a ser conocida en todo el ámbito próximo-oriental durante casi tres milenios, y su eco pudo incluso seguirse en algunos autores griegos y latinos y en no pocos episodios folklóricos medievales de diferentes países europeos. Como no podía ser menos, si el Poema de Gilgamesh fue fruto de la primera civilización de la Humanidad, si hundía sus raíces en el periodo que V. Gordon Childe llamó de la “revolución urbana”, en buena lógica esta temática,el nacimiento y auge del esplendor de Uruk, la ciudad más grande del mundo en el tercer milenio precristiano hubo de estar ampliamente contenida en él. Uruk es para el anónimo autor del Poema un centro bullicioso y cotidiano, muy diferente del resto del mundo entonces conocido. Aquella ciudad era una realidad concreta, fuera de la cual la imaginación podía volcarse sin límites, pues debía adentrarse en un universo desconocido. Por eso el poeta nos guía a través de las anchas calzadas y grandes plazas” de Uruk, por sus palacios y templos,por sus huertos. Y nos invita, tanto al principio como al final de su texto, a ascender a lo más alto de sus murallas y de su torre escalonada o ziqqurratu. Desde allí, podemos presenciar el panorama del mundo urbano encerrado entre sus murallas, hasta sus límites, los campos labrados y el río,el Éufrates, que se desliza perezosamente hacia el mar. El itinerario urbano a recorrer se puebla y anima con la presencia y las voces de los artesanos, de las mujeres, de los jóvenes guerreros, de los ancianos consejeros, de los sumisos esclavos. Fuera de las murallas, tras la frontera campesina, con sus pastores y agricultores, se abre el ancho mundo ajeno, hostil, bárbaro e ignorado, en una sucesión caótica de desiertos y montañas, en donde viven monstruos y semidioses, la tierra irredenta donde sólo las divinidades pueden imperar. Más allá, todavía, en una lejanía lindera con la Ultratumba está el Océano, esto es, las “Aguas de la Muerte”, anticipo del Gran Abismo (Abzu) sobre el que flota -.según la concepción sumeria del cosmos- el Universo.
El vocablo civilización es un concepto, como se sabe, de muy complejo contenido semántico, del que se han efectuado hasta un total de 161 definiciones, de acuerdo con lo que sociólogos, antropólogos y etnógrafos entienden. También se sabe que la civilización no surgió de modo súbito desde la vida salvaje y la barbarie, sino que evolucionó gradualmente, partiendo de la vida misma, de los conocimientos prácticos de las primitivas comunidades estables. Esa evolución surgió en el Próximo Oriente antiguo, amplia área geográfica en la cual la economía agropecuaria, combinada con otros factores humanos de índole espiritual y social, posibilitó la más antigua civilización que conocemos, y que queda reflejada en muchos pasajes del Poema de Gilgamesh, texto de muy variadas interpretaciones. También en Mesopotamia surgió el más tétrico subproducto de la civilización (o, si se quiere, una de sus manifestaciones negativas) la guerra, actividad que en sus más variadas formas de acción quedó recogida en numerosos textos religiosos, líricos y épicos. Por supuesto, en el Poema hay claras alusiones a este particular. Dada la imposibilidad ahora de analizar todo cuanto a civilización y barbarie aparece en el Poema que nos va a ocupar, es oportuno dedicar nuestra atención a analizar la serie de viajes que realizó Gilgamesh y que quedan recogidos a lo largo de sus doce Tablillas, que es el marco de su extensión literaria. Como presentación del texto queda decir que todo él gira en torno a la figura del indicado Gilgamesh, personaje sumerio, que vivió hacia el 2650 antes de Cristo, siendo el quinto rey de la ciudad de Uruk, según puntualiza la Lista real sumeria . Tal ciudad fue un importante centro religioso, dedicado al padre de los dioses, An, y a su hija la diosa Inanna, convertida siglos después por los semitas en Ishtar, divinidades ambas que tienen que ver con el desarrollo del Poema, cuyo texto fue ampliamente conocido en tiempos antiguos, siendo en palabras de G. S. Kirk, el más familiar y el más escrupulosamente conservado de todas las obras literarias mesopotámicas, ajenas a la tradición ritual. De igual modo, otro importante estudioso, B. Landsberger señaló que con el Poema de Gilgamesh los mesopotámicos crearon mucho antes que los griegos, con su epopeya nacional la Ilíada, una composición poética como ningún otro pueblo antiguo. Tampoco los egipcios ni los hititas pueden exhibir una epopeya parangonable a la de Gilgamesh.
Históricamente, las narraciones sobre Gilgamesh circularon por vía oral muy poco después de su muerte, aún cuando hubieron de pasar varios siglos antes de ser fijadas por escrito. Se ha podido aislar hasta la fecha cinco narraciones sumerias o poemas menores sobre tal personaje, narraciones que luego, en la época paleobabilónica darían paso a un texto unitario, muy bien articulado. Siglos después, ya en época cassita, esto es, entre los siglos XVI y XII antes de Cristo, se darían los retoques casi definitivos (recogidos en la versión del poeta Sin-leqi-uninni), hasta que los escribas asirios del tiempo del rey Assurbanipal, en el siglo VII también antes de Cristo, fijarían de modo canónico el texto ya, de hecho, difundido por escrito por todo el ámbito del Cercano Oriente.
El Poema fue enriquecido por parte de Sin-leqe-unini, con una importante narración del ciclo sumerio, en la que el papel central lo ocupaba el héroe Ziusudra, conocido también como Utanapishtim, claro prototipo del Noé bíblico, y que constituía el nudo narrativo de un Diluvio universal, que arrasó ciudades y personas, temática conocida ya con anterioridad gracias al Poema de Atram-khasis. El escriba Sin-leqe-unini, tras adaptar la narración y conectar a Gilgamesh con aquel personaje fabuloso, lo incluyó en el desarrollo argumental. El relato del Diluvio, provocado por los dioses, finaliza con la decisión, que habían solicitado los dioses Enki y Enlil de elevar al salvado de las aguas y a su esposa al rango de dioses. Otro problema largamente debatido, es el de la historicidad de Gilgamesh. Es evidente que en el Poema, y a lo largo de sus doce tablillas de extensión, se perfila a tal personaje como un héroe mítico, de extraordinaria altura física -5´60 metros de altura (el doble del bíblico Goliat, para hacernos una idea), compuesto en sus dos terceras partes de esencia divina, y hablando y moviéndose entre los dioses, como uno más de ellos. De hecho, para un historiador hipercrítico, no existen bases científicas para sostener la historicidad de Gilgamesh. Sin embargo, no pocos especialistas, entre ellos Wilfred Lambert y Paolo Xella, aceptan la existencia humana de aquel personaje, dada la cantidad de datos que se tienen sobre él, pudiéndose citar la Lista real sumeria, aludida antes, que lo hace padre del también rey Urlugal, la Inscripción del rey Anam de Uruk, en donde se le atribuye la construcción de las murallas de Uruk y la llamada Historia del Tummal, en la que le hacen reconstructor del santuario de Ninlil, ubicado en el área sagrada de Nippur. En muchos otros textos, Gilgamesh aparece con la cualidad de dios, caso de la Lista divina de Fara, de los textos de algunos reyes de Uruk (Utukhegal) o de la Dinastía III de Ur (Ur-Namma, Shulgi) o del texto sapiencial conocido como La batalla de los héroes de antaño, sin olvidar textos neoasirios , oráculos y la famosa Carta de Gilgamesh, sin duda un texto apócrifo, hallado en Sultantepe (Turquía) y en la que el rey de Uruk solicita a otro monarca desconocido enormes riquezas como dones funerarios por la muerte de Enkidu. Su historicidad puede sostenerse por el hecho de que otros reyes coetáneos suyos también habían sido considerados míticos (entre ellos, Mebaragessi, señor de Kish, y su hijo Agga, también rey de Kish), pero que gracias a hallazgos arqueológicos, han sido confirmados como personas que realmente existieron.
En cualquier caso, la discusión historicidad/no historicidad es puramente académica: el protagonista del Poema es, en efecto, un personaje mítico, pues ha sufrido el tradicional proceso deformador producido por la acumulación de leyendas durante un largo periodo de tiempo. De haber existido real y verdaderamente el rey de Uruk, la relación entre el Gilgamesh histórico y el del Poema que conocemos sería más lejana y remota que, por ejemplo, la de Rodrigo Díaz de Vivar con el tardío Cid del Romancero. El Poema de Gilgamesh constituye, tanto por su cronología como por su contenido argumental, la primera de las grandes epopeyas de la Historia de la Literatura universal, epopeya que fue fijada a lo largo de tres grandes periodos históricos: el paleobabilónico (en el que todavía no hubo de alcanzar las doce tablillas o cantos), el cassita (que conoció la soberbia redacción de Sin-leqe-unini) y el asirio (copias más o menos retocadas de la biblioteca de Assurbanipal). De todo ese proceso, que abarcó más de un milenio han llegado 79 fuentes. Un magnífico libro de J. H. Tigay (The Evolution of the Gilgamsh Epic), publicado en Fildalefia en 1982, describe a fondo, la evolución del Poema, cuyo texto también fue vertido al idioma hitita, si bien en prosa. Su importancia también ha tenido reflejo en la Arqueología, pues sus tablillas han ido apareciendo en varias de las excavaciones efectuadas en el Próximo Oriente a partir de 1853 (H. Rassam). Muy pronto, en 1872, las primeras tablillas localizadas en la precitada biblioteca de Assurbanipal, en Nínive, fueron traducidas y dadas a conocer en Londres (G. Smith), las cuales causaron un verdadero impacto mundial por aludir las mismas a un diluvio, que curiosamente era idéntico al diluvio bíblico y que de alguna manera venían a refrendar (se argumentó entonces) la veracidad de la Biblia. Desde aquella fecha y hasta 1983, en que también aparecieron fragmentos del Poema en las ruinas de Ebla (Tell Mardikh, en Siria), no han faltado hallazgos de tal obra literaria en sus variadas versiones cuneiformes. Incluso no es de extrañar que haya aparecido en las últimas campañas de 1986 y 1987 efectuadas en Sippar por el iraquí Walid al-Jadir, como uno más de los textos atesorados en la riquísima biblioteca de la ciudad de Shamash.
Para proceder a comentar el ansia de inmortalidad que invadió el espíritu de
Gilgamesh es preciso efectuar un breve resumen del Poema, a fin de que quien no haya
tenido ocasión de leer el resumen de tal obra tenga una idea general de su argumento.
El Poema destaca ante todo por la extraordinaria emoción humana que su
argumento refleja. En artificiosa yuxtaposición de motivos dispersos, los valores y
finezas de la amistad, el inquieto espíritu aventurero estimulado por el deseo de gloria,
los aspectos pasionales más groseros del ser humano y, como remate de todo ello, la
desgarradora angustia inherente a nuestra condición de mortales, van desfilando ante el
lector, ofreciéndole un muestrario de las acciones y reacciones genuinamente humanas.
-En la primera tablilla, tras la descripción de la ciudad de Uruk, se nos presenta a Gilgamesh, figurado como un ser divino en dos de sus tercios y humano en el restante. Su actuación como rey dejaba mucho que desear, pues se comportaba en ocasiones como un verdadero déspota, por lo cual sus súbditos se quejan ante Anu, el padre de los dioses. Estos lamentos son recibidos por dicho dios, quien se dirige a la diosa Aruru, la creadora de Gilgamesh, instándola a formar un doble del rey para que le hiciera frente, metiéndole en cintura, y así alejarle de su gobierno tiránico. Haciéndole caso, Aruru, a partir de la arcilla, que amasa y moldea en la estepa, crea un ser salvaje, Enkidu, igual en fuerza a Gilgamesh, y único capaz de poner coto a las provocaciones del rey de Uruk. Este hombre salvaje, bueno por naturaleza (y estaríamos ante un prototipo del Emile de Rousseau) protegía a los animales de todo tipo de cazadores. Un incidente con uno de los cazadores será el que motive que Gilgamesh tenga noticia de aquel ser extraordinario. A fin de hacerle venir a Uruk para conocerle, a Enkidu se le enviará una hermosa hieródula, Shamkhat, de la cual se prendaría Enkidu. Tal hieródula le habló a Enkidu de Gilgamesh, y también de la existencia de ciudades, de gentes, en suma, de lo que significaba la civilización. Enkidu, tomando conciencia de su natural humano tras haber convivido con la hierdódula, y sintiéndose desplazado del ambiente animalesco en el que hasta entonces había vivido, marcha con ella a conocer a Gilgamesh.
-La segunda tablilla narra la adaptación de Enkidu a la civilización gracias a Shamkhat; el encuentro de ambos héroes y la subsiguiente lucha entre ambos -¿Enkidu aspiraría, quizá, a sustituir a Gilgamesh como rey?-, lucha descrita con las dimensiones casi de un cataclismo y que al parecer finaliza con la victoria de Enkidu. El feroz combate dará paso a una inquebrantable amistad (con ribetes de homosexualidad), amistad capaz de superar cualquier contingencia. Incluso Gilgamesh ruega a su madre divina, Ninsun, a que acoja a Enkidu como hijo.
-La tercera tablilla recoge los pesares de Enkidu quien, aun cuando era ya una persona civilizada, añoraba el anterior estado primitivo en el que había sido tan feliz. Sin embargo, Gilgamesh le habla de importantes proyectos, entre ellos, ir a combatir al gigante Humbaba, terrible ser (ya conocido por Enkidu cuando éste andaba errante por la estepa con los animales), ser que vomitaba fuego y que vigilaba el frondoso Bosque de los Cedros, morada exclusiva de los dioses.
-La siguiente tablilla, la cuarta, narra la serie de sueños que, previamente a las hazañas realizadas en el fantástico Bosque, tuvo Enkidu, sueños que le fueron interpretados de modo favorable por Gilgamesh. Tras invocar al dios Shamash, pidiéndole protección, ambos amigos se disponen a ir al encuentro del terrible gigante, recubierto siempre de flamígeras capas.
-La quinta tablilla cuenta las peripecias del viaje y la lucha feroz contra Humbaba, su guardián (lucha descrita de modo dantesco), a quien da muerte Enkidu. El propio Bosque, personificado y enterado de la desaparición de su guardián, comienza a exhalar lúgubres lamentos al tiempo que la muerte como espesa niebla caía sobre ellos. Los dos amigos comienzan a talar los cedros. Uno de los árboles, el más alto, será destinado por parte de Enkidu para confeccionar una puerta para el templo de Enlil en Nippur. Gilgamesh por su parte, coge la cabeza del decapitado Humbaba.
-En la tablilla siguiente, la sexta, Gilgamesh procede a bañarse y a vestirse con sus atavíos reales. Esta acción es observada por la diosa Ishtar, la cual queda atraída por la prestancia del rey de Uruk, a quien le propone su amor, señalándole las ventajas que de su unión recibiría Gilgamesh. Sin embargo, éste, sin dejarse impresionar por las seductoras promesas, puesto que conocía la trayectoria amatoria de la diosa del amor, la rehúsa, enumerando la serie de amantes que había tenido con anterioridad -se reseñan un dios, tres animales y dos hombres- a los cuales les había causado males sin cuento, convirtiéndolos en todo lo contrario a lo que habían sido. Encolerizada por esta insolencia y desprecio, Ishtar acude ante Anu, su padre, y le pide venganza. Exige para ello la creación de un Toro Celeste que diera muerte a Gilgamesh y a su amigo Enkidu. Enviado el Toro Celeste a la tierra, la terrible fiera da muerte a centenares de hombres de Uruk. Sin embargo, entre Enkidu y Gilgamesh, despachan a la fiera, dándole muerte. Ishtar, que ha visto este hecho, maldice a Gilgamesh, pero Enkidu, en un alarde más de terrible osadía, lanza incluso una porción de la carne del Toro, ya descuartizado, al rostro de la diosa, al tiempo que la insulta.
-La séptima tablilla comienza con el terrible sueño que, ya en la misma noche de los hechos, tuvo Enkidu, sueño que mostraba la realidad sacrílega de lo sucedido. Anu, conocedor de aquella acción, había decretado la muerte de ambos héroes, pero dado que Gilgamesh tenía un alto componente de divinidad en su persona (dos tercios), sólo Enkidu, un simple humano, debía morir. En consecuencia, a Enkidu se le envía una enfermedad que debe sobrellevar penosamente durante doce días, lamentándose de haber conocido a la mujer que lo había llevado junto a Gilgamesh y que le había puesto en contacto con la civilización. La tablilla finaliza con otro sueño de Enkidu, que se encuentra entrando ya en los Infiernos, en la mansión de Irkalla, a donde de había sido llevado por un gran pájaro.
-La octava tablilla se dedica al lamento de Gilgamesh, que ha presenciado, impotente, la muerte de su amigo Enkidu. Ante sus cortesanos explica qué había significado para él tal amigo. En su memoria construye una estatua funeraria y ofrece libaciones a los dioses.
Hay que reseñar que la versión hitita no esconde para nada las relaciones homosexuales de Gilgamesh con Enkidu. En la tablilla III hitita, tras la muerte de Enkidu, se dice que Gilgamesh, fuertemente dolorido, anduvo errante y que se dirigió a la montaña, mientras gritaba continuamente:
Gilgamesh, en efecto, hacía lo mismo, al tiempo que iba
matando distintos tipos de fieras.
-La novena tablilla, continuación directa de la anterior, prosigue con el lamento de Gilgamesh ante el cadáver de Enkidu, preguntándose qué significado tenía la muerte, experiencia hasta entonces nunca conocida por él. Lleno de temor, y por instinto de conservación, intenta averiguar cómo podría esquivarla y conseguir así la inmortalidad, la Vida eterna, en suma, la Vida de los dioses. Para ello emprende un largo peregrinaje, abandonando su ciudad y trasladándose al mundo de la naturaleza, rechazando así la cultura y la civilización. Yerra por la estepa vestido de pieles, intentando conectar con un antepasado suyo, Utanapishtim, pues sabía (y así se infiere del relato) que vivía en un remotísimo país inaccesible, lugar en donde lo habían situado los dioses, al concederle la Vida eterna, después de salvarle de un devastador Diluvio. Era preciso arrancarle el secreto de cómo había logrado disfrutar de aquel tipo de Vida, sin dejarse amilanar por las penalidades de un largo viaje, en medio de un ambiente totalmente desconocido. Sus pasos le llevan a la mítica montaña Mashu o Doble Montaña, lugar por donde salía y se ponía el sol. Sus guardianes, los hombres-escorpiones (aqrabu-amelu, también conocidos como girtablilu) le advierten que ningún mortal había atravesado aquellos parajes, pero reconocido divino en sus dos tercios, los misteriosos seres le permiten atravesar la montaña y recorrer el largo y tenebroso subterráneo por el que se escondía el Sol, y cuyo camino final desembocaba en un Paraíso, repleto de árboles con frutos de brillantes piedras preciosas (era el jardín de Shamash) y cuya descripción no se conce en su totalidad por estar rota la tablilla en este punto.
-La décima tablilla presenta a Gilgamesh en un punto inconcreto, a orillas de las Aguas de la Muerte, entendidas como un vasto e impenetrable Océano. El héroe se halla junto a la mansión de una camarera divina, de nombre Siduri, la cual recela de Gilgamesh a la vista de cómo iba vestido. Tras contarle Gilgamesh sus peripecias y el motivo de su viaje, así como pedirle información sobre cómo hallar el camino que conducía al País de la Inmortaliadd, la camarera le aconseja que desista de aquel empeño y que aprovechase los días de vida terrena y apurase los placeres que ésta le ofrecía, dejando a un lado sus preocupaciones. He aquí lo que dice el Fragmento Meisnner acerca de este asunto:
Estamos, pues, ante el famoso "carpe diem", cantado muchísimos siglos después
por Horacio en una de sus famosas Odas. Sin embargo, ante la insistencia de
Gilgamesh, Siduri le indica que se entrevistase con un tal Urshanabi, el barquero de
Utanapishtim, la única persona capaz de guiarle a través de las Aguas de la Muerte. Hay
que remarcar que este Utanapishtim era una de las pocas personas a la que los dioses le
habían concedido la Inmortalidad al salvarle de un pavoroso Diluvio, con el que los
Grandes dioses habían castigado tiempo atrás a la Humanidad.
A esta temática (el Diluvio Universal), se dedica la totalidad de la tablilla undécima, así como a una una serie de pruebas a que le somete Utanapishtim a Gilgamesh para demostrarle que no podía alcanzar la Vida Eterna. No obstante, a instancias de la esposa de Utanapishtim (que también se había salvado del Diluvio) el Noé mesopotámico revela a Gilgamesh la existencia de una planta milagrosa, que proporcionaba la eterna juventud (no la inmortalidad) y que se hallaba en el fondo del mar. Gilgamesh, deseoso de hacerse con aquel gran regalo, (la planta era conocida como shibu issakhir amelu, “El anciano se rejuvenece”), logra obtenerla, pero en un rasgo de generosidad en vez de comérsela él sólo, la guarda para hacer partícipe de las virtudes de la misma, tiempo después, a los ancianos de Uruk. Sin embargo, durante el regreso a su ciudad, y mientras hace un alto en el camino para bañarse y refrescarse, una Serpiente (no una cualquiera, sino la serpiente primordial de un mito etiológico, según J. Silva Castillo) se apodera de la planta, dejando su piel tras de sí. Gilgamesh se pone a llorar y ahora es cuando comprende el significado de su realidad: la inmortalidad o la segunda juventud no era para él, no era para ningún humano.
Entristecido, prosigue su viaje con Urshanabi y el Poema finaliza cuando Gilgamesh le enseña orgulloso a Urshanabi las murallas de Uruk, su ciudad. Al Poema le fue añadida por parte de Sin-leqe-unini, una narración sumeria que nada tenía que ver con todo lo anterior, según demostraron Gressmann y S. N. Kramer . Se trata del episodio de Gilgamesh, Enkidu y el Mundo Inferior, episodio aquí totalmente anacrónico, puesto que vuelve a aparecer en escena Enkidu, personaje que ya había muerto con anterioridad. Debe advertirse que no aparece resucitado, sino en forma de fantasma. Gracias a tal visión necromántica Gilgamesh va a conocer algunos aspectos del Más Allá, silencioso mundo que le espera y del cual llegaría (según otros textos) a ser Juez. La adición de tal narración sumeria, sin embargo, tiene sentido, estructuralmente hablando, ya que tal episodio habría venido a sustituir al posible canto final original, menos propio, según apuntó L. Matoush, para clausurar todo el recitado y que habría consistido, lógicamente, en glorificar la virtud y muerte de Gilgamesh.
Todos los personajes que aparecen en el Poema se mueven en tres planos ambientales distintos: el divino, el heroico-mítico y el humano, con el común denominador de que la acción general (y esto era usual en los textos mesopotámicos) se desarrolla en la tierra, en un espacio geográfico concreto. En este caso, en la rica llanura de Uruk y en la estepa que la rodeaba. Esto de por sí ya habla de una civilización, es decir, de un clima, de una vegetación, de distintas especies de animales, de unos hombres, de una mentalidad concreta. Y también habla de una barbarie, simbolizada por la estepa, lugar donde para sus habitantes su única compañía era el arma (es decir, allí reinaba la ley del más fuerte, se carecía de una sociedad organizada); lugar donde el hombre no sabe doblar la rodilla (esto es, no se reconocía la autoridad o se era refractario al trabajo agrícola); lugar donde se comía la carne cruda y se desconocía el pan y la cerveza (lo que quiere decir que se carecía de los refinamientos de la vida urbana) y lugar donde después de muerto no se enterraba a ningún hombre, indicación de que tras la muerte no se recibirían cuidados funerarios ni recuerdo de nadie.
De aquí arranca en el Poema una verdadera reacción en cadena de fenómenos humanos que finalizan con la incorporación de Enkidu a la vida civilizada de Uruk y en la amistad con Gilgamesh. A la larga, sin embargo, se producirá una inversión de papeles: Gilgamesh, ante la muerte de Enkidu, se trasladará al mundo de la naturaleza, a la estepa, rechazando por entero, y en principio, la civilización. Gracias a los encantos de la hieródula, Enkidu olvidó dónde había nacido; asimismo, experimentó cambios físicos, pues su cuerpo se fue entumeciendo y sus rodillas se agarrotaron. En suma, ya no era como antes, según dice el texto. Su pasado animalesco va desapareciendo y nacen en él otras potencias, entre ellas, el despertar de su inteligencia. Una de las frases más importantes de todo el pasaje es la que le dirige la hieródula a Enkidu tras mantener trato sexual con él:
El texto del Poema nos sitúa en un mundo en donde las actividades relacionadas con el sexo, por el hecho de ser posibles creadoras de vida, eran valoradas como factores de estricta categoría divina. En aquel mundo mesopotámico, tan alejado del nuestro en el tiempo y en la mentalidad, era natural, según señaló W. Von Soden, que se honrase y venerase el incomprensible misterio que hacía derivar una nueva vida de la unión de dos seres. Un modo práctico de honrarlo por parte de la mujer sería sacrificar su propia pureza como obsequio de carácter cultual a ese principio divino que gobierna la naturaleza. Esa prostitución, inspirada en motivos religiosos, se veía invadida por influencias de índole utilitaria, preocupadas por asegurar la fertilidad de todos los seres vivientes, y se encargaba a mujeres profesionales, que pasaban así al servicio de los templos. La virtualidad que tenían las relaciones sexuales de estimular la fertilidad hicieron que se las valorara como fuerzas divinas. En consecuencia, el ser humano que lograse utilizarlas, al aproximarse a la fuente divina, de donde dimanaban, se elevaba a la categoría de un dios. Este sería el nexo existente entre el trato sexual de Enkidu con la hieródula Shamkhat y su divinización. Ese era también el nexo de la hierogamia, en cuyo transcurso se deificaba al rey.
Volviendo a nuestro relato, la hieródula tras su relación de varios días con Enkidu, consideró que ya era el momento adecuado para inculcarle en su ánimo la nostalgia de otro género de vida más acorde con su nueva conciencia humana. Se imponía el traslado de Enkidu a un medio ambiente habitado por seres humanos, donde los problemas de la vida eran resueltos al modo de los hombres. Ante las palabras de Shmakhat, Enkidu decidió marchar a Uruk, donde habitaba Gilgamesh.
No hay que decir que para una mentalidad mesopotámica no existía una vida más digna de un hombre que la civilizada, y ésta sólo podía surgir sobre una base económica agropecuaria y un contenido social artesano-urbano. En esto consistía, principalmente, el orgullo de aquellos sumerios y acadios. Y su rica vida urbana era una provocación constante para la envidia de sus codiciosos vecinos, los nómadas semisalvajes. Vemos, pues, que Enkidu ha sido promocionado de una vida bárbara a una vida civilizada, que ha ido dejando paulatinamente su irracionalidad animalesca por todo aquello que a los ojos de los mesopotámicos constituía el decoro de la vida humana, en suma, de la civilización: pan, vestidos, bebida fermentada, relaciones sexuales, convivencia con otras personas, cultos religiosos, aceptación de un orden social. Tenemos ya a Enkidu en Uruk. Y es en aquel medio urbano donde la relación Enkidu-Gilgamesh llegará a su identificación más cabal.
-En la primera tablilla, tras la descripción de la ciudad de Uruk, se nos presenta a Gilgamesh, figurado como un ser divino en dos de sus tercios y humano en el restante. Su actuación como rey dejaba mucho que desear, pues se comportaba en ocasiones como un verdadero déspota, por lo cual sus súbditos se quejan ante Anu, el padre de los dioses. Estos lamentos son recibidos por dicho dios, quien se dirige a la diosa Aruru, la creadora de Gilgamesh, instándola a formar un doble del rey para que le hiciera frente, metiéndole en cintura, y así alejarle de su gobierno tiránico. Haciéndole caso, Aruru, a partir de la arcilla, que amasa y moldea en la estepa, crea un ser salvaje, Enkidu, igual en fuerza a Gilgamesh, y único capaz de poner coto a las provocaciones del rey de Uruk. Este hombre salvaje, bueno por naturaleza (y estaríamos ante un prototipo del Emile de Rousseau) protegía a los animales de todo tipo de cazadores. Un incidente con uno de los cazadores será el que motive que Gilgamesh tenga noticia de aquel ser extraordinario. A fin de hacerle venir a Uruk para conocerle, a Enkidu se le enviará una hermosa hieródula, Shamkhat, de la cual se prendaría Enkidu. Tal hieródula le habló a Enkidu de Gilgamesh, y también de la existencia de ciudades, de gentes, en suma, de lo que significaba la civilización. Enkidu, tomando conciencia de su natural humano tras haber convivido con la hierdódula, y sintiéndose desplazado del ambiente animalesco en el que hasta entonces había vivido, marcha con ella a conocer a Gilgamesh.
-La segunda tablilla narra la adaptación de Enkidu a la civilización gracias a Shamkhat; el encuentro de ambos héroes y la subsiguiente lucha entre ambos -¿Enkidu aspiraría, quizá, a sustituir a Gilgamesh como rey?-, lucha descrita con las dimensiones casi de un cataclismo y que al parecer finaliza con la victoria de Enkidu. El feroz combate dará paso a una inquebrantable amistad (con ribetes de homosexualidad), amistad capaz de superar cualquier contingencia. Incluso Gilgamesh ruega a su madre divina, Ninsun, a que acoja a Enkidu como hijo.
-La tercera tablilla recoge los pesares de Enkidu quien, aun cuando era ya una persona civilizada, añoraba el anterior estado primitivo en el que había sido tan feliz. Sin embargo, Gilgamesh le habla de importantes proyectos, entre ellos, ir a combatir al gigante Humbaba, terrible ser (ya conocido por Enkidu cuando éste andaba errante por la estepa con los animales), ser que vomitaba fuego y que vigilaba el frondoso Bosque de los Cedros, morada exclusiva de los dioses.
-La siguiente tablilla, la cuarta, narra la serie de sueños que, previamente a las hazañas realizadas en el fantástico Bosque, tuvo Enkidu, sueños que le fueron interpretados de modo favorable por Gilgamesh. Tras invocar al dios Shamash, pidiéndole protección, ambos amigos se disponen a ir al encuentro del terrible gigante, recubierto siempre de flamígeras capas.
-La quinta tablilla cuenta las peripecias del viaje y la lucha feroz contra Humbaba, su guardián (lucha descrita de modo dantesco), a quien da muerte Enkidu. El propio Bosque, personificado y enterado de la desaparición de su guardián, comienza a exhalar lúgubres lamentos al tiempo que la muerte como espesa niebla caía sobre ellos. Los dos amigos comienzan a talar los cedros. Uno de los árboles, el más alto, será destinado por parte de Enkidu para confeccionar una puerta para el templo de Enlil en Nippur. Gilgamesh por su parte, coge la cabeza del decapitado Humbaba.
-En la tablilla siguiente, la sexta, Gilgamesh procede a bañarse y a vestirse con sus atavíos reales. Esta acción es observada por la diosa Ishtar, la cual queda atraída por la prestancia del rey de Uruk, a quien le propone su amor, señalándole las ventajas que de su unión recibiría Gilgamesh. Sin embargo, éste, sin dejarse impresionar por las seductoras promesas, puesto que conocía la trayectoria amatoria de la diosa del amor, la rehúsa, enumerando la serie de amantes que había tenido con anterioridad -se reseñan un dios, tres animales y dos hombres- a los cuales les había causado males sin cuento, convirtiéndolos en todo lo contrario a lo que habían sido. Encolerizada por esta insolencia y desprecio, Ishtar acude ante Anu, su padre, y le pide venganza. Exige para ello la creación de un Toro Celeste que diera muerte a Gilgamesh y a su amigo Enkidu. Enviado el Toro Celeste a la tierra, la terrible fiera da muerte a centenares de hombres de Uruk. Sin embargo, entre Enkidu y Gilgamesh, despachan a la fiera, dándole muerte. Ishtar, que ha visto este hecho, maldice a Gilgamesh, pero Enkidu, en un alarde más de terrible osadía, lanza incluso una porción de la carne del Toro, ya descuartizado, al rostro de la diosa, al tiempo que la insulta.
-La séptima tablilla comienza con el terrible sueño que, ya en la misma noche de los hechos, tuvo Enkidu, sueño que mostraba la realidad sacrílega de lo sucedido. Anu, conocedor de aquella acción, había decretado la muerte de ambos héroes, pero dado que Gilgamesh tenía un alto componente de divinidad en su persona (dos tercios), sólo Enkidu, un simple humano, debía morir. En consecuencia, a Enkidu se le envía una enfermedad que debe sobrellevar penosamente durante doce días, lamentándose de haber conocido a la mujer que lo había llevado junto a Gilgamesh y que le había puesto en contacto con la civilización. La tablilla finaliza con otro sueño de Enkidu, que se encuentra entrando ya en los Infiernos, en la mansión de Irkalla, a donde de había sido llevado por un gran pájaro.
-La octava tablilla se dedica al lamento de Gilgamesh, que ha presenciado, impotente, la muerte de su amigo Enkidu. Ante sus cortesanos explica qué había significado para él tal amigo. En su memoria construye una estatua funeraria y ofrece libaciones a los dioses.
Hay que reseñar que la versión hitita no esconde para nada las relaciones homosexuales de Gilgamesh con Enkidu. En la tablilla III hitita, tras la muerte de Enkidu, se dice que Gilgamesh, fuertemente dolorido, anduvo errante y que se dirigió a la montaña, mientras gritaba continuamente:
“Cuando se mata a un hombre, la mujer se
precipita fuera de la casa”.
-La novena tablilla, continuación directa de la anterior, prosigue con el lamento de Gilgamesh ante el cadáver de Enkidu, preguntándose qué significado tenía la muerte, experiencia hasta entonces nunca conocida por él. Lleno de temor, y por instinto de conservación, intenta averiguar cómo podría esquivarla y conseguir así la inmortalidad, la Vida eterna, en suma, la Vida de los dioses. Para ello emprende un largo peregrinaje, abandonando su ciudad y trasladándose al mundo de la naturaleza, rechazando así la cultura y la civilización. Yerra por la estepa vestido de pieles, intentando conectar con un antepasado suyo, Utanapishtim, pues sabía (y así se infiere del relato) que vivía en un remotísimo país inaccesible, lugar en donde lo habían situado los dioses, al concederle la Vida eterna, después de salvarle de un devastador Diluvio. Era preciso arrancarle el secreto de cómo había logrado disfrutar de aquel tipo de Vida, sin dejarse amilanar por las penalidades de un largo viaje, en medio de un ambiente totalmente desconocido. Sus pasos le llevan a la mítica montaña Mashu o Doble Montaña, lugar por donde salía y se ponía el sol. Sus guardianes, los hombres-escorpiones (aqrabu-amelu, también conocidos como girtablilu) le advierten que ningún mortal había atravesado aquellos parajes, pero reconocido divino en sus dos tercios, los misteriosos seres le permiten atravesar la montaña y recorrer el largo y tenebroso subterráneo por el que se escondía el Sol, y cuyo camino final desembocaba en un Paraíso, repleto de árboles con frutos de brillantes piedras preciosas (era el jardín de Shamash) y cuya descripción no se conce en su totalidad por estar rota la tablilla en este punto.
-La décima tablilla presenta a Gilgamesh en un punto inconcreto, a orillas de las Aguas de la Muerte, entendidas como un vasto e impenetrable Océano. El héroe se halla junto a la mansión de una camarera divina, de nombre Siduri, la cual recela de Gilgamesh a la vista de cómo iba vestido. Tras contarle Gilgamesh sus peripecias y el motivo de su viaje, así como pedirle información sobre cómo hallar el camino que conducía al País de la Inmortaliadd, la camarera le aconseja que desista de aquel empeño y que aprovechase los días de vida terrena y apurase los placeres que ésta le ofrecía, dejando a un lado sus preocupaciones. He aquí lo que dice el Fragmento Meisnner acerca de este asunto:
“Gilgamesh, ¿por qué vagas de un lado para otro?
La Vida que persigues no la encontrarás jamás.
Cuando los dioses crearon la Humanidad,
asignaron la muerte para esa Humanidad,
pero ellos retuvieron entre sus manos la Vida.
En cuanto a ti, Gilgamesh,
llena tu vientre,
vive alegre día y noche,
que tus vestidos sean inmaculados,
lávate la cabeza, báñate,
atiende al niño que te tome de la mano,
deleita a tu mujer, abrazada contra ti.
¡Tal es el destino de la Humanidad!”
A esta temática (el Diluvio Universal), se dedica la totalidad de la tablilla undécima, así como a una una serie de pruebas a que le somete Utanapishtim a Gilgamesh para demostrarle que no podía alcanzar la Vida Eterna. No obstante, a instancias de la esposa de Utanapishtim (que también se había salvado del Diluvio) el Noé mesopotámico revela a Gilgamesh la existencia de una planta milagrosa, que proporcionaba la eterna juventud (no la inmortalidad) y que se hallaba en el fondo del mar. Gilgamesh, deseoso de hacerse con aquel gran regalo, (la planta era conocida como shibu issakhir amelu, “El anciano se rejuvenece”), logra obtenerla, pero en un rasgo de generosidad en vez de comérsela él sólo, la guarda para hacer partícipe de las virtudes de la misma, tiempo después, a los ancianos de Uruk. Sin embargo, durante el regreso a su ciudad, y mientras hace un alto en el camino para bañarse y refrescarse, una Serpiente (no una cualquiera, sino la serpiente primordial de un mito etiológico, según J. Silva Castillo) se apodera de la planta, dejando su piel tras de sí. Gilgamesh se pone a llorar y ahora es cuando comprende el significado de su realidad: la inmortalidad o la segunda juventud no era para él, no era para ningún humano.
Entristecido, prosigue su viaje con Urshanabi y el Poema finaliza cuando Gilgamesh le enseña orgulloso a Urshanabi las murallas de Uruk, su ciudad. Al Poema le fue añadida por parte de Sin-leqe-unini, una narración sumeria que nada tenía que ver con todo lo anterior, según demostraron Gressmann y S. N. Kramer . Se trata del episodio de Gilgamesh, Enkidu y el Mundo Inferior, episodio aquí totalmente anacrónico, puesto que vuelve a aparecer en escena Enkidu, personaje que ya había muerto con anterioridad. Debe advertirse que no aparece resucitado, sino en forma de fantasma. Gracias a tal visión necromántica Gilgamesh va a conocer algunos aspectos del Más Allá, silencioso mundo que le espera y del cual llegaría (según otros textos) a ser Juez. La adición de tal narración sumeria, sin embargo, tiene sentido, estructuralmente hablando, ya que tal episodio habría venido a sustituir al posible canto final original, menos propio, según apuntó L. Matoush, para clausurar todo el recitado y que habría consistido, lógicamente, en glorificar la virtud y muerte de Gilgamesh.
Todos los personajes que aparecen en el Poema se mueven en tres planos ambientales distintos: el divino, el heroico-mítico y el humano, con el común denominador de que la acción general (y esto era usual en los textos mesopotámicos) se desarrolla en la tierra, en un espacio geográfico concreto. En este caso, en la rica llanura de Uruk y en la estepa que la rodeaba. Esto de por sí ya habla de una civilización, es decir, de un clima, de una vegetación, de distintas especies de animales, de unos hombres, de una mentalidad concreta. Y también habla de una barbarie, simbolizada por la estepa, lugar donde para sus habitantes su única compañía era el arma (es decir, allí reinaba la ley del más fuerte, se carecía de una sociedad organizada); lugar donde el hombre no sabe doblar la rodilla (esto es, no se reconocía la autoridad o se era refractario al trabajo agrícola); lugar donde se comía la carne cruda y se desconocía el pan y la cerveza (lo que quiere decir que se carecía de los refinamientos de la vida urbana) y lugar donde después de muerto no se enterraba a ningún hombre, indicación de que tras la muerte no se recibirían cuidados funerarios ni recuerdo de nadie.
De aquí arranca en el Poema una verdadera reacción en cadena de fenómenos humanos que finalizan con la incorporación de Enkidu a la vida civilizada de Uruk y en la amistad con Gilgamesh. A la larga, sin embargo, se producirá una inversión de papeles: Gilgamesh, ante la muerte de Enkidu, se trasladará al mundo de la naturaleza, a la estepa, rechazando por entero, y en principio, la civilización. Gracias a los encantos de la hieródula, Enkidu olvidó dónde había nacido; asimismo, experimentó cambios físicos, pues su cuerpo se fue entumeciendo y sus rodillas se agarrotaron. En suma, ya no era como antes, según dice el texto. Su pasado animalesco va desapareciendo y nacen en él otras potencias, entre ellas, el despertar de su inteligencia. Una de las frases más importantes de todo el pasaje es la que le dirige la hieródula a Enkidu tras mantener trato sexual con él:
“Tú, Enkidu, eres sabio, eres como
un dios”
¿Qué quiere decir esto? ¿De qué ciencia se habla? ¿Por qué esa divinización a
causa de unas relaciones fisicas? Sin lugar a dudas, esa ciencia, esa sabiduría de Enkidu
era prolongación y secuela de las relaciones de ambos personajes, que en lenguaje
figurado, presente en otros muchos textos orientales, equivalían a “conocimiento”. Para
la psicología oriental antigua la experiencia sexual era reputada como un verdadero
saber.
Respecto a su divinización, a ese “eres como un dios”, debe entenderse como
resultado de unas relaciones peculiares, que los mesopotámicos conectaron con la idea
de fertilidad y con la diosa Ishtar. El texto del Poema nos sitúa en un mundo en donde las actividades relacionadas con el sexo, por el hecho de ser posibles creadoras de vida, eran valoradas como factores de estricta categoría divina. En aquel mundo mesopotámico, tan alejado del nuestro en el tiempo y en la mentalidad, era natural, según señaló W. Von Soden, que se honrase y venerase el incomprensible misterio que hacía derivar una nueva vida de la unión de dos seres. Un modo práctico de honrarlo por parte de la mujer sería sacrificar su propia pureza como obsequio de carácter cultual a ese principio divino que gobierna la naturaleza. Esa prostitución, inspirada en motivos religiosos, se veía invadida por influencias de índole utilitaria, preocupadas por asegurar la fertilidad de todos los seres vivientes, y se encargaba a mujeres profesionales, que pasaban así al servicio de los templos. La virtualidad que tenían las relaciones sexuales de estimular la fertilidad hicieron que se las valorara como fuerzas divinas. En consecuencia, el ser humano que lograse utilizarlas, al aproximarse a la fuente divina, de donde dimanaban, se elevaba a la categoría de un dios. Este sería el nexo existente entre el trato sexual de Enkidu con la hieródula Shamkhat y su divinización. Ese era también el nexo de la hierogamia, en cuyo transcurso se deificaba al rey.
Volviendo a nuestro relato, la hieródula tras su relación de varios días con Enkidu, consideró que ya era el momento adecuado para inculcarle en su ánimo la nostalgia de otro género de vida más acorde con su nueva conciencia humana. Se imponía el traslado de Enkidu a un medio ambiente habitado por seres humanos, donde los problemas de la vida eran resueltos al modo de los hombres. Ante las palabras de Shmakhat, Enkidu decidió marchar a Uruk, donde habitaba Gilgamesh.
No hay que decir que para una mentalidad mesopotámica no existía una vida más digna de un hombre que la civilizada, y ésta sólo podía surgir sobre una base económica agropecuaria y un contenido social artesano-urbano. En esto consistía, principalmente, el orgullo de aquellos sumerios y acadios. Y su rica vida urbana era una provocación constante para la envidia de sus codiciosos vecinos, los nómadas semisalvajes. Vemos, pues, que Enkidu ha sido promocionado de una vida bárbara a una vida civilizada, que ha ido dejando paulatinamente su irracionalidad animalesca por todo aquello que a los ojos de los mesopotámicos constituía el decoro de la vida humana, en suma, de la civilización: pan, vestidos, bebida fermentada, relaciones sexuales, convivencia con otras personas, cultos religiosos, aceptación de un orden social. Tenemos ya a Enkidu en Uruk. Y es en aquel medio urbano donde la relación Enkidu-Gilgamesh llegará a su identificación más cabal.
Tras diferentes sueños, en uno de los cuales el
dios Enlil le comunica la muerte (¡Gilgamesh, tu destino ha sido reinar, pero no vivir
para siempre!), el texto alude a la construcción de una tumba colectiva, erigida en el
lecho desecado del río Éufrates, cuyas aguas han sido desviadas, tumba destinada para
Gilgamesh, sus esposas, sus concubinas y sus hijos predilectos, aparte de sus sirvientes
y sus enseres más queridos. Finalizada la misma, y ya en ella introducidos el rey y su
comitiva, se procedió al sellado de la misma, tras lo cual las aguas del río la inundaron.
La población de Uruk lloró amargamente aquella muerte.
Con aquel suicidio se testimoniaba una de las costumbres del tercer milenio
antes de Cristo más crueles de Mesopotamia, cual era la de los asesinatos rituales
sufridos por los acompañantes y servidores de los monarcas, cuyo ejemplo puede verse
en las tumbas reales de Ur y sus famosos “pozos de la muerte”.
Hablando desde planteamientos mesopotámicos, el hombre no podía alcanzar la inmortalidad, pero sí podía alcanzar la gloria, si sabía acordar sus posibilidades a hechos lógicos, a obras totalmente perfectas, bien realizadas, tomando la escala humana como módulo orientativo. Aquel fue el único mérito de Gilgamesh, héroe que al final del relato se halla totalmente resignado: el haber sabido construir las soberbias murallas de Uruk, que, orgulloso y en calidad de rey de la ciudad, le había mostrado al barquero Urshanabi a su regreso a su patria, tras haber fracasado en su empeño de convivir eternamente con los dioses. Gilgamesh así, con aquella construcción de perfecto acabado, había alcanzado la “inmortalidad” de un nombre eterno y de sobrevivirse consecuentemente a sí mismo, y no la posibilidad de ser un hombre eterno. La buena fama del nombre era la única inmortalidad, el único resquicio de pervivencia reservado a los hombres. Y ese fue posiblemente el mensaje último del Poema de Gilgamesh.
http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/poema-de-gilgamesh-fragmento/html/2bc8f2e3-ee85-4361-bcb8-85c82e50dc77_2.html
https://historia.nationalgeographic.com.es/a/epopeya-gilgamesh_6746
https://redhistoria.com/resumen-del-poema-de-gilgamesh/
poema de gilgamesh pdf
http://www.historiaantigua.es/descargas/files/La%20Epopeya%20de%20Gilgamesh.pdf
http://antiqua.gipuzkoakultura.net/pdf/POEMA%20DE%20GILGAMESH.pdf
https://somacles.files.wordpress.com/2018/07/gilgamesh-ed-jorge-silva-castillo.pdf
Hablando desde planteamientos mesopotámicos, el hombre no podía alcanzar la inmortalidad, pero sí podía alcanzar la gloria, si sabía acordar sus posibilidades a hechos lógicos, a obras totalmente perfectas, bien realizadas, tomando la escala humana como módulo orientativo. Aquel fue el único mérito de Gilgamesh, héroe que al final del relato se halla totalmente resignado: el haber sabido construir las soberbias murallas de Uruk, que, orgulloso y en calidad de rey de la ciudad, le había mostrado al barquero Urshanabi a su regreso a su patria, tras haber fracasado en su empeño de convivir eternamente con los dioses. Gilgamesh así, con aquella construcción de perfecto acabado, había alcanzado la “inmortalidad” de un nombre eterno y de sobrevivirse consecuentemente a sí mismo, y no la posibilidad de ser un hombre eterno. La buena fama del nombre era la única inmortalidad, el único resquicio de pervivencia reservado a los hombres. Y ese fue posiblemente el mensaje último del Poema de Gilgamesh.
http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/poema-de-gilgamesh-fragmento/html/2bc8f2e3-ee85-4361-bcb8-85c82e50dc77_2.html
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