lunes, 24 de agosto de 2015

JORGE LUIS BORGES....ELOGIO DE LA SOMBRA Y LA MONEDA DE HIERRO



Considerado uno de los más importantes escritores de lengua española, Borges cultivó el cuento, la poesía, el ensayo, la crítica literaria y la novela. Escribió en Inglés y fue un erudito que no dudó en publicar reflexiones, diccionarios y manuales sobre las más fantásticas disciplinas, sin perder en ninguna de ellas el constante humor corrosivo que le caracterizaba.
La publicación en 1942 de El jardín de senderos que se bifurcan (luego incorporado a Ficciones, 1944), marca un hito en el proceso que conducía a la nueva novela: «Si de algo soy rico -afirmó Borges en el prólogo a sus Conversaciones con Burgin-, es de perplejidades y no de certezas». Su padre fue ateo; su madre, católica practicante. Él mantuvo una actitud de agnosticismo total. Pero una atenta lectura de su obra descubre numerosos casos en los cuales rechazó con suave ironía el concepto convencional de Dios; también se registran no pocas referencias críticas al Catolicismo. De hecho, Borges había declarado categóricamente que toda referencia a Dios o a lo divino en sus obras debía interpretarse como un puro recurso formal.
 De 1935 a 1964 publicó libros de cuentos imaginativos que especulan con datos históricos doctrinas filosóficas y conjeturas literarias. Admirador de Lugones, Chesterton, Marcel Schwob, Joseph Conrad y Schopenhauer, entre otros, Borges emerge como el autor más representativo de la literatura fantástica
Antes de regresar a la Argentina, participó en España de la aventura ultraísta. De vuelta a Buenos Aires, animó varias iniciativas culturales como las revistas Proa y Prisma y el grupo Martín Fierro, portavoz de la vanguardia.

En sus cuentos más originales, Borges explora conceptos como lo conjetural o lo simbólico. Estos cuentos son -de alguna manera- parábolas o apólogos que ilustran la posibilidad de que todo sea un conjunto de símbolos o hechos repetidos en el decurso de los tiempos para concluir en otro hecho, tan fortuito o paradójico como el que lo originó. El desmoronamiento de las viejas certezas tradicionales hacen ver a Borges contemplando la realidad como si fuera un extraño y a veces aterrador rompecabezas, que, sin embargo, podría quizás contener indicios de posibles explicaciones, aunque fuesen de un tipo que nuestra mente está condicionada a resistir.
Lo que mantiene el equilibrio de muchos de sus cuentos es el humorismo. Pero no es el humorismo nacido del sufrimiento espiritual, sino la expresión de la conciencia serena y casi juguetona que tiene Borges del absurdo como parte integral de la condición humana.
Desde 1964 -acentuada su ceguera a partir de 1955- publica, indistintamente, verso y prosa. Su lírica se circunscribe a comentarios poéticos de tipo autobiográfico, basados en lecturas o recuerdos de lecturas de autores reales e imaginarios. En cuanto a su prosa, puede decirse que Borges afina su lenguaje y lo utiliza para reducir la realidad a dimensiones míticas, fantásticas y metafísicas, con frecuentes incursiones en la erudición y el humor.
Borges se burla de la cultura y, al mismo tiempo, la crea. Este clima paradójico es otro de sus atributos excepcionales.


Aclamado por la critica mundial, censurado por sus comentarios de índole política, Borges fue a morir a Ginebra, donde está sepultado, lejos de su país que amó sin comprenderlo.
No es menos importante su obra de ensayista. Su punto de vista siempre original, su estilo leve y grácil, su prosa coloquial y elegante, contribuyeron a su fama de erudito, escéptico y disidente del lugar común. Borges es un provocador que acicatea nuestra curiosidad y nuestra inteligencia y nos induce a imaginar, a reflexionar poéticamente, sobre el destino humano y el porvenir de la cultura.
Considerado uno de los mayores escritores de lengua española, Borges influyó decisivamente no sólo en Latinoamérica, sino también en Europa, Asia y Norteamérica.



    ELOGIO DE LA SOMBRA
 
La vejez (tal es el nombre que los otros le dan)
puede ser el tiempo de nuestra dicha.
El animal ha muerto o casi ha muerto.
Quedan el hombre y su alma.
Vivo entre formas luminosas y vagas
que no son aún la tiniebla.
Buenos Aires,
que antes se desgarraba en arrabales
hacia la llanura incesante,
ha vuelto a ser la Recoleta, el Retiro,
las borrosas calles del Once
y las precarias casas viejas
que aún llamamos el Sur.
Siempre en mi vida fueron demasiadas las cosas;
Demócrito de Abdera se arrancó los ojos para pensar;
el tiempo ha sido mi Demócrito.
Esta penumbra es lenta y no duele;
fluye por un manso declive
y se parece a la eternidad.
Mis amigos no tienen cara,
las mujeres son lo que fueron hace ya tantos años,
las esquinas pueden ser otras,
no hay letras en las páginas de los libros.
Todo esto debería atemorizarme,
pero es una dulzura, un regreso.
De las generaciones de los textos que hay en la tierra
sólo habré leído unos pocos,
los que sigo leyendo en la memoria,
leyendo y transformando.
Del Sur, del Este, del Oeste, del Norte,
convergen los caminos que me han traído
a mi secreto centro.
Esos caminos fueron ecos y pasos,
mujeres, hombres, agonías, resurrecciones,
días y noches,
entresueños y sueños,
cada ínfimo instante del ayer
y de los ayeres del mundo,
la firme espada del danés y la luna del persa,
los actos de los muertos,
el compartido amor, las palabras,
Emerson y la nieve y tantas cosas.
Ahora puedo olvidarlas. Llego a mi centro,
a mi álgebra y mi clave,
a mi espejo.
Pronto sabré quién soy.
autógrafo
Jorge Luis Borges, 1969



LA MONEDA DE HIERRO
Aquí está la moneda de hierro. Interroguemos
las dos contrarias caras que serán la respuesta
de la terca demanda que nadie no se ha hecho:
¿Por qué precisa un hombre que una mujer lo quiera?
Miremos. En el orbe superior se entretejan
el firmamento cuádruple que sostiene el diluvio
y las inalterables estrellas planetarias.
Adán, el joven padre, y el joven Paraíso.
La tarde y la mañana. Dios en cada criatura.
En ese laberinto puro está tu reflejo.
Arrojemos de nuevo la moneda de hierro
que es también un espejo magnífico. Su reverso
es nadie y nada y sombra y ceguera. Eso eres.
De hierro las dos caras labran un solo eco.
Tus manos y tu lengua son testigos infieles.
Dios es el inasible centro de la sortija.
No exalta ni condena. Obra mejor: olvida.
Maculado de infamia ¿por qué no han de quererte?
En la sombra del otro buscamos nuestra sombra;
en el cristal del otro, nuestro cristal recíproco.

autógrafo
Jorge Luis Borges, 1976


 http://www.enciclonet.com/articulo/borges-jorge-luis/#
http://www.poemas-del-alma.com/elogio-de-la-sombra.htm
http://www.poemas-del-alma.com/la-moneda-de-hierro.htm
 





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