La biofísica inglesa Rosalind Franklin,
autora de la Fotografía 51 en la que obtenía una imagen del ADN
mediante técnicas de rayos X, será recordada por la comunidad científica
como figura clave para la ciencia del siglo XX. Gracias a esta conocida
imagen, las investigaciones de Watson, Crick y Wilkins culminaron en
1962 con el premio Nobel por el descubrimiento del ADN. Precisamente,
Wilkins reconocería la labor de Rosalind Franklin a sus investigaciones justo 4 años después de la muerte de la científica inglesa.
Probablemente, Rosalind Franklin
habría logrado llegar a las mismas conclusiones tan sólo unos meses mas
tarde pero ella nunca supo que una filtración de su trabajo había
contribuido a desvelar el secreto de la vida.
Rosalind Franklin murió en 1958 a los 37
años de un cáncer de ovario que pudo ser consecuencia de su trabajo con
los rayos X. Cuatro años más tarde, en 1962, Watson, Crick y Wilkins se
repartieron el Premio Nobel que para muchos mereció Rosalind Franklin. Sin embargo el premio de la Academia sueca nunca se entrega a título póstumo ni puede compartirse entre más de tres personas.
Rosalind Franklin, además, destacó en otro
tipo de investigaciones relacionadas con las microestructuras del
carbón y el grafito. Fueron también relevantes sus trabajos sobre la
estructura de los virus.
Tal fue la contribución a la ciencia de Rosalind Franklin que son varias las instituciones y premios a los que da nombre, como la universidad Rosalind Franklin University o los premios Royal Society Rosalind Franklin Award and Lecture, que premian la labor de la mujer en la ciencia.
Pero la figura de de Rosalind Franklin no
solo ha sido relevante en el mundo de la ciencia. Para la comunidad
feminista la labor realizada por la investigadora, abriendo camino a la
presencia de la mujer en la comunidad científica, la enmarcan como una
de las figuras más relevantes. Su presencia en la universidad de
Cambridge ya sufrió la oposición de su familia, pero Rosalind Franklin,
de fuerte carácter y personalidad -como reconocen algunos de sus
colegas-, no solo consiguió formarse, sino que se convirtió en una gran
investigadora a pesar del desprecio sufrido por parte de algunos de sus
colegas.
Una mujer obviada
Rosalind Franklin
fue una de esas mujeres obviadas por dedicarse a la ciencia y a la
investigación. Destinadas al olvido por instituciones y compañeros a
pesar de que sus descubrimiento cambien el rumbo de las cosas y el
sentido de la vida. Nació en Londres el 25 de julio de 1920, la segunda
de cinco hijos en una familia judía. Sus padres, Ellis y Muriel,
participaban en organizaciones benéficas y servicios a la comunidad. Rosalind Franklin
siempre había demostrado una aptitud temprana para las matemáticas y la
ciencia y un don para los idiomas. Después de escuchar a Einstein en
una de sus conferencias decide graduarse en Químicas por la Universidad
de Cambridge. Al principio su padre desaprueba la idea, pero lo cierto
es que él mismo había estudiado ciencias e incluso aprendido alemán con
el fin de intentar convertirse en científico además de defender siempre
la educación como valor primordial. Los años de Universidad de Rosalind Franklin
estuvieron marcados por la Segunda Guerra Mundial, lo que provocó que
muchos de sus profesores fuesen detenidos o dejasen su trabajo. Durante
aquella época escribió una carta en la que comentaba: «Prácticamente
la totalidad de los miembros del laboratorio han desaparecido.
Bioquímica se ejecutará casi en su totalidad por los alemanes, y no
puede sobrevivir». En este mismo laboratorio había estudiado Newton y
allí se constituyó el Laboratorio Cavendish, nombre del físico que
unificó las fuerzas eléctricas y el magnetismo.
Cuando acabó sus estudios pasó tres años muy
productivos en París en el Laboratoire de Services Chimiques de L?Etat,
donde aprende y desarrolla técnicas tan innovadoras como relevantes para
su futuro, entre las que destacan las de difracción de rayos X, también
llamada «cristalografía de rayos X». En 1951, Rosalind Franklin vuelve a Inglaterra como investigadora asociada en el laboratorio de Juan Randall en Cambridge.
Para Rosalind era la gran oportunidad de aplicar
sus conocimientos a la biología y el laboratorio de Randall se
encontraba en el mejor nivel de desarrollo. Fue allí donde su
trayectoria se cruzó con la Maurice Wilkins.
Wilkins había sido el primero en reconocer los ácidos nucleicos y no estaba dispuesto a que Rosalind Franklin fuese su competencia. En ese momento se conocía la forma deshidratada de la molécula, la que no sugería una forma helicoidal. Franklin
se concentró primero en interpretar los patrones de difracción
utilizando las laboriosas fórmulas de Patterson y consiguió sus
objetivos: Rosalind Franklin pulverizó los argumentos de todos
sus colegas. La cantidad de agua en el modelo no correspondía al de los
estudios de difracción. En 1952 consigue con el difractómetro de rayos
X, fotografiar la cara B del ADN hidratado, la famosa Foto 51, la
columna vertebral del ADN.
A espaldas de Rosalind, Wilkins le enseña a Watson las fotos decisivas que ésta ha obtenido del ADN y cuyos resultados aún no ha publicado.
La vida de Rosalind Franklin fue tan corta
como protagonista. Siendo mujer, científica y judía, tuvo que soportar
el desprecio de otros científicos, ver como su trabajo fue discriminado.
Su misógino jefe fue capaz tacharla de «conflictiva» y «poco femenina»
pero no dudó un momento en robarle su trabajo sobre el cual orientó y
logró armar un informe con la información genética y los resultados de
Rosalind.
La ley de Bragg dice que cada cristal atravesado por el haz de rayos X
deja una especie de huella de identidad o retrato que solo un experto
puede interpretar y que éstas revelan cómo es la estructura de la
molécula de un cristal y la colocación de sus átomos.
Estos datos
constituyen toda una revelación para Rosalind, que empieza así a
familiarizarse con el mundo de la materia extremadamente pequeña y en
tres dimensiones.
El sino de la joven, que
cuenta entonces 21 años, continúa siéndole favorable y consigue trabajar
a las órdenes de otro futuro premio Nobel, el fisicoquímico pionero en fotoquímica Ronald Norrish,
famoso empero por su trato desabrido para con los becarios. Poco
importa todo ello a Rosalind, ya que no solo disfruta con su trabajo
sino que además goza por vez primera de su independencia, viviendo en un
piso de alquiler en el que puede recibir a sus amigos, guisar y
disfrutar a voluntad de su tiempo libre.
El mes de agosto del año siguiente acepta un trabajo para estudiar el carbón en la British Coal Utilisation Research Association
(BCURA), dirigida por Donald H. Bangham. El carbón vegetal era, en
plena guerra, un combustible de gran protagonismo y trascendencia, ya
que se empleaba como filtro de las máscaras de gas. Tras investigar sus
diferentes tipologías, Rosalind presenta cinco publicaciones, consigue doctorarse y contribuye a la fabricación de una máscara de gas más eficaz.
Había nacido una científica.
Los contactos de una de sus amigas le facilitan conseguir un puesto como
fisicoquímica junto a Marcel Mathieu, que gestiona un centro de
investigación en París. La sintonía con el científico es instantánea y
se mantendrá de por vida. A su lado, Rosalind aprende y desarrolla
técnicas tan innovadoras como relevantes para su futuro, entre las que
destacan las de difracción de rayos X, llamada también ‘cristalografía de rayos X’.
Una técnica tan compleja como poco conocida, que pretende aplicar el
método de la cristalografía a materias no cristalinas. Su ojo científico
se aguza y le permite perfeccionar dichos procesos y publicar varios
estudios sobresalientes.
En 1950 sus avances en dicha disciplina
llegan a oídos de John Randall director del laboratorio del King’s
College de Londres, quien le insta a sumarse a su unidad de
investigación en la que sólo trabajarían ella y el que sería su mano
derecha, Raymond Gosling. Éste había sido hasta entonces ayudante de un
joven físico neozelandés,Maurice Wilkins, que había trabajado en el ADN, aunque las imágenes que había obtenido hasta entonces eran harto confusas.
Rosalind
se entusiasma con el proyecto y aunque su vida en París la subyuga
(había escrito a sus padres diciendo que Francia le gustaba tanto o más
que Inglaterra y los ingleses), decide volver a Inglaterra. La joven
cuenta entonces ya con 30 años, una edad respetable para una época en la
que las mujeres se hallaban irremisiblemente educadas para el
matrimonio, y que en caso de ser trabajadoras no dudaban en abandonar su
puesto una vez contraído el enlace. Pero Rosalind tiene las cosas
claras. Años más tarde, sus amigas contarán que jamás encontró al hombre adecuado que le compensase lo suficiente para dejar la investigación y…la libertad.
La científica arriba a Londres en enero del año siguiente y monta su laboratorio solventado las carencias que su antecesor, Maurice Wilkins, no había sido capaz de cubrir.
El regreso de éste, que se encontraba de vacaciones, no es precisamente
placentero. El científico, incapaz de asimilar las mejoras que la
recién llegada ha aportado a 'su laboratorio' y el hecho de que Gosling
se haya convertido en su ayudante, sumados a su natural machismo, le predisponen contra la recién llegada.
Pero en mayo
de 1952 la científica consigue, con el difractómetro de rayos X,
fotografiar la cara B del ADN hidratado, la famosa Foto 51, columna vertebral del ADN.
Hasta la fecha, dos investigadores de la Universidad de Cambridge, James Watson y
Francis Crick, habían abordado el problema de la estructura del ADN
basándose en los datos obtenidos por otros científicos y especulando
sobre ellos habían construido un modelo en tres dimensiones, un modelo
que no respondía a la realidad y que tras ser analizado por Rosalind es
rechazado. Pero los dos científicos perseveran y como ha quedado
demostrado en repetidas ocasiones desafortunadamente, la historia de la
ciencia una vez más es injusta con las mujeres. El desabrido
Wilkins, a espaldas de Rosalind, le enseña a Watson las fotos decisivas
que ésta ha obtenido del ADN y cuyos resultados aún no ha publicado.
Poco después, el 25 de abril del siguiente año, la prestigiosa revista Nature publica tres artículos de los grandes hallazgos de la biología bajo el único título de Estructura molecular de los ácidos nucleicos.
El primero, firmado por Crick y Watson, es la estrella de la revelación
del descubrimiento científico, la estructura del ADN; el segundo es un
artículo de Wilkins y el tercero, el de Rosalind. Incómoda con la
situación, Rosalind decide entonces abandonar todo lo relacionado con el
tema.
El espíritu luchador de esta «heroína olvidada» llamada Rosalind Franklin,
le permitió seguir investigando y gracias a ello lideró varios trabajos
pioneros relacionados con el virus del mosaico de trabaco y el virus de
la polio.
http://www.lavozdegalicia.es/noticia/informacion/2013/07/24/rosalind-franklin-autora-fotografia-identifico-estructura-adn/00031374
http://www.lavanguardia.com/hemeroteca/20130416/54369468900/rosalind-franklin-adn-cientifica-descubridora-biofisica-cristalogra
No hay comentarios:
Publicar un comentario