viernes, 10 de julio de 2015

JUAN CALVINO.....EL CALVINISMO


Término general que designa los movimientos religiosos protestantes que en su doctrina y en su ordenamiento eclesiástico tienen como punto de referencia la doctrina del reformador Juan Calvino (Jean Cauvin, 1509-1564), cuyas formulaciones se encuentran en las "profesiones de fe" oficiales, y en los textos de referencia de la "ortodoxia" para las nuevas iglesias, que van desde el Catecismo de Ginebra (redactado por Calvino en 1542), hasta las decisiones del sínodo de Dordrecht (1618-19).

Rasgos fundamentales del calvinismo

Los aportes del calvinismo a la Reforma no se dieron tanto en el campo de los nuevos conceptos y teorías, cuanto en la organización y sistematización de la teología, en la organización de las comunidades basada en firmes directrices y claras metodologías, en un proselitismo más incisivo y en una moral más austera. Por otro lado, en la historia del calvinismo, mucho más que en la del luteranismo, se entremezclan las vivencias religiosas, políticas y sociales, dándose una profunda incidencia del dato religioso en el socio-político, y a la inversa.
Desde un principio, Calvino instauró fórmulas claras de exposición y confesión de la doctrina, en su Catecismo Ginebrino y en la lnstitutio Religionis Christianae. Luego siguieron otras formulaciones doctrinales en los diversos países por los que el calvinismo se extendió, las principales de las cuales fueron: la Confessio Gallicana, adoptada por los calvinistas franceses en el sínodo de París (1559), y los 40 artículos entregados al rey como credo oficial de la "Iglesia Reformada de Francia"; la Confessio Belgica, para los seguidores de Calvino en los Países Bajos (1561); la Confessio Helvetica posterior, redactada por Bellinger en 1566, y enviada a la ciudad de Heidelberg como confesión oficial de toda Suiza; la Westminster Confession, aprobada por el Sínodo de Westminster (1643) en el que se dirimió el conflicto entre presbiterianos (véase presbiterianismo) y el sistema episcopal anglicano; dicha Confessio fue reconocida en 1644 por el Parlamento, como credo de la confesión escocesa, y en 1660, como "confesión pública de la iglesia en Inglaterra". Pero, cuando en 1662 fue restablecido el anglicanismo, aquella confesión fue derogada para Inglaterra, aunque siguió siendo la base de la fe para muchos grupos inconformistas, y, junto con los Catecismos de Westminster, constituyó la base doctrinal de casi todas las comunidades presbiterianas del mundo.
En términos generales, se puede afirmar que la teología calvinista logró imponerse ampliamente en el mundo protestante . Sin embargo, los escritos confesionales de las llamadas "Iglesias Reformadas" guardan entre sí menos uniformidad que las iglesias luteranas. No existe una única "confesión calvinista", y no todas las iglesias llamadas "reformadas" parten de Calvino. Además, también existen comunidades no "reformadas", sobre las que el pensamiento calvinista ha influido fuertemente, como por ejemplo, los baptistas



Principales aspectos doctrinales

La Sola Escritura

Compartiendo el punto de partida de la Reforma, el calvinismo sostiene que la Escritura es la única norma de fe, rechazando la Tradición y el Magisterio eclesiástico. Como criterio de interpretación bíblica, el lector de la Sagrada Escritura no debe llevarse de su capricho, sino dejar que se la interprete el Espíritu Santo. Hay que destacar también la especial atención que el calvinismo presta al Antiguo Testamento y a la Alianza, junto con los Salmos, que juegan importante papel en sus servicios religiosos.

Predestinación y reprobación

Pilar básico del sistema teológico y filosófico del calvinismo es la absoluta soberanía de Dios, en función de la exclusiva "gloria de Dios" (la "soli Deo gloria"), en razón de la cual todo fue creado. En ella se basa también la teoría de la doble predestinación, según la cual "los hombres no son creados en igualdad de condiciones, sino que unos nacen predestinados a la vida eterna, y otros a la eterna condenación". Y también en este dualismo se revela la gloria de Dios, puesto que en los condenados se exalta su justicia, y en los elegidos, su misericordia. Esto es un misterio impenetrable. Pero el no hablar de ello, sería, según Calvino, "empequeñecer la gloria de Dios". Por predestinación hay que entender "el ordenamiento eterno de Dios", en virtud del cual él decidió por benevolencia de su voluntad, y sin tener en cuenta para nada la obras del hombre, destinar a unos a la vida y a otros a la muerte. En ese supuesto, no cabe hablar de nuestra colaboración a la gracia con buenas obras, sino que nuestras eventuales buenas obras, no son otra cosa que fruto de la llamada, símbolo de que estamos predestinados a la salvación. Las acciones buenas son fruto de la fe, pero no causa de nuestra salvación. Dentro del pacto de vida que Dios ha establecido con los hombres, en Jesucristo, la aceptación de la predicación de Cristo y la comunión con él en la fe y en la Cena, son el signo de que estamos salvados.
 

Justificación y santificación

A diferencia de Lutero, que defendía solo una justificación externa, imputada, en el calvinismo a la fe se le atribuye una doble gracia: por una parte, la justificación, o perdón de los pecados, por la cual somos reconciliados con Dios, el cual deja de ser nuestro juez; por otra, la santificación, obrada por Espíritu Santo, que es fruto de la justificación. Por medio del Espíritu Santo, Cristo opera en nosotros la respuesta de la fe. La justificación se realiza toda de una sola vez, mientras que la santificación se da a lo largo de un lento proceso. De todas formas, en el calvinismo hay una mayor insistencia en el comportamiento moral que en el luteranismo. Ello se comprende cuando se piensa en la organización de la comunidad, pero resulta bastante complicado cuando se entronca con el tema de la predestinación.

La Iglesia

Calvino dio más importancia que Lutero a la iglesia como sociedad visible y a la unidad de la misma. La iglesia no nace de la reunión de los fieles, sino que es fundada por Dios. Se distinguen dos iglesias: la invisible y la visible. La iglesia invisible acoge a todos los elegidos, desde el principio del mundo, es invisible a los ojos humanos, y es conocida solamente por Dios. Los hombres lo único que pueden hacer es creer en ella, pero nadie tiene verdadera fe en la iglesia fuera de la comunión con los demás creyentes y sin la participación en la Cena. La iglesia visible surge del empeño de los elegidos para testimoniar la doctrina pura y para cumplir los mandamientos de Dios. En la iglesia visible se distinguen dos niveles: la iglesia universal (ecclesia universalis), extendida por todo el mundo, y la iglesia local (singulae ecclesiae). Esta última es la que acapara mayor atención en el calvinismo; al interior de ella es donde debe guardarse la unidad respecto a a la doctrina y a los sacramentos. La iglesia calvinista, negando el sacramento del orden, rechaza también toda estructura jerárquica, contando en cambio para la organización y formación de las comunidades de cuatro ministerios: pastores, maestros, diáconos y ancianos o presbíteros. A través de ella se concreta la soberanía de Dios en la humanidad, se hace realidad el reino de Dios entre los hombres. Precisamente por esta cualidad, la iglesia está por encima de la sociedad civil, de forma que el estado está obligado a contribuir a la extensión del reino de Dios y de la iglesia, según las orientaciones de ésta (teocracia).
La conciencia de predestinación ha dado a los calvinistas un excepcional espíritu emprendedor y de lucha, que les empujó a tomar parte activa en la acción política y militar de los siglos XVI y XVII, y un gran compromiso con la sociedad civil y con el trabajo. Éste se convierte para los calvinistas en un deber sagrado, seguros como están de que el buen éxito en los negocios es prueba de la bendición de Dios y signo de predestinación, de acuerdo con la doctrina del Antiguo Testamento. La ética calvinista fue la base ideal para el fermento del capitalismo moderno, centrada en el trabajo, la producción y la acumulación de riquezas.
 
 

Los Sacramentos

Dos son los sacramentos admitidos por el calvinismo: el Bautismo y la Cena. El bautismo es el signo de la alianza de Dios con nosotros, y al igual que ocurría con la circuncisión entre los judíos, hay que administrarlo también a los niños. En lo que respecta a la Cena, Calvino mantenía una posición intermedia entre Zuinglio y Lutero, defendiendo una presencia de Cristo virtual y no sustancial. Ante la falta de acuerdo entre los predicadores de Berna, Calvino escribió, en 1537, la Confessio fidei de Eucharistia, que también recibió la aprobación de los reformadores de Estrasburgo. En ella se expone la doctrina fundamental sobre la eucaristía: Cristo nos hace participar de su carne y de su sangre en los signos del pan y del vino. No se admite la presencia sustancial de Cristo, pero sí que el Espíritu Santo nos alimenta por medio de los signos de la carne y sangre de Cristo, y por medio de ellos mantiene la unión de la comunidad. Desde la primera edición de la Institutio (1536), hasta el Consensus Tigurinus con Bullinger (1549) o la Institutio de 1559, se dio en Calvino una evolución en su doctrina sobre la Cena, inclinándose cada vez más a minimizar el nexo entre los signos de pan y vino y la comunión con la carne y la sangre de Cristo. El pan y el vino son sólo el signo de nuestra comunión con Cristo. No quiso, sin embargo, renunciar a la expresión "comer la carne de Cristo", dándole la significación de que Cristo alimenta nuestras almas en la fe, por medio de su Espíritu; e Consensus Tigurinus salvó la unidad del protestantismo reformado o calvinista, pero al mismo tiempo selló la ruptura definitiva con el luteranismo.
 
 

Expansión del calvinismo

El calvinismo se presentó por primera vez y con toda autoridad en la edición definitiva de la obra Christianae Religionis Institutio, editada por el propio Calvino entre 1559 y 1560. Desde Ginebra, origen y centro de difusión del calvinismo, la doctrina se extendió rápidamente por toda Europa, asumiendo formas diversas según los distintos países en que se implantaba. Entre la numerosas discusiones teológicas, destacó la que se centraba en trono a la interpretación de la doctrina de la predestinación y su relación con la libertad del hombre. Se daban dos tendencias: una, más humanista, liderada por Arminius, explicaba la predestinación apelando a la presciencia de Dios, el cual predestinaba a la salvación o a la condenación a los hombres, previendo su futura conducta (véase arminianismo); la otra sostenía estrictamente la doctrina de Calvino y estaba representada por F. Gomar (1565-1641). La cuestión fue zanjada en el sínodo de Dordrecht (1618-19), en el que fue condenada la doctrina de Arminius, para imponer el rígido predestinacionismo, concretizado en el acróstico, tulip (tulipán), que se interpreta así: total depravación del hombre; universal elección divina; limitada expiación de Cristo; irresistible gracia; perseverancia final de los elegidos.
En la difusión del calvinismo tuvo mucho que ver su concepción de iglesia como reino de Dios en la tierra. Todo príncipe que se enfrentara a la comunidad reformada (expresión del Reino de Dios), perdía automáticamente la legitimidad de su poder. Y esto lo corroboraba con argumentos tomados del Antiguo Testamento. En esto también se diferenciaba de la enseñanza de Lutero. Por eso los calvinistas se sirvieron del poder civil, y donde éste se negaba a aceptar la nueva fe, no dudaron en ponerse del lado de las fuerzas de oposición al régimen establecido. No estaba ausente este espíritu calvinista, en las guerras que se dieron en Francia, Holanda, Inglaterra y Escocia contra sus soberanos. Dentro de Francia, los partidarios de Calvino se reunieron en el Sínodo Nacional Reformado de mayo de 1559, proclamando en él la Confessio Gallicana. El avance del movimiento reformado en las esferas de la alta nobleza, incentivó la lucha de ésta por sus derechos frente a la monarquía, estableciéndose crueles guerras de religión (Guerra de los Hugonotes), hasta que el rey Enrique IV, garantizó la libertad civil y religiosa al nuevo movimiento, en el Edicto de Nantes (13 abril de 1598).
En los Países Bajos, el calvinismo se convirtió en credo de la revolución nacional contra el poder español, siendo su más importante portavoz Guido de Bray (1522-1567). También en Escocia la evolución del calvinismo se caracterizó por una gran confusión entre fuerzas políticas y religiosas, siendo el nuevo movimiento dirigido por el fanático defensor del calvinismo John Knox (muerto en 1572). En Polonia el calvinismo se extendió especialmente entre la nobleza, promovido por Francisco Lismanihi (m. 1566) y Jan Laski (1499-1560). En este país y en Hungría, la adhesión a la Reforma conservó las dos corrientes: la luterana (entre la población de habla alemana) y la calvinista. Alemania vio surgir las primeras comunidades calvinistas en el Bajo Rin, formadas por emigrantes que huían del poder español en los Países Bajos, los cuales se dieron su propio ordenamiento en la Convención de Wesel (1868). En algunos lugares la introducción del calvinismo fue obra del poder político, como en el Palatinado, donde el príncipe Federico III dio el encargo a los calvinistas de preparar el Catecismo Heidelberguense (1563) y de formular un ordenamiento eclesiástico. En Alemania, muchos discípulos de Melanchthon optaron por dejar el luteranismo, y adherir al calvinismo como una segunda Reforma.
En la actualidad el calvinismo cuenta con unos 40 millones de fieles, es miembro del Consejo Ecuménico de las Iglesias y se muestra bastante abierto a movimientos ecuménicos.

Bibliografía


  • ALGERMISSEN, K. Iglesia Católica y Confesiones cristianas.
  • ARANGUREN, J. L. L. Catolicismo y protestantismo como formas de existencia
  • NEUSS, W. "La reforma calvinista", en Historia de la Iglesia IV. Madrid,
  • WAAG, E. E. "La espiritualidad calvinista", en JIMÉNEZ DUQUE, B. Historia de la espiritualidad. Barcelona,
  • WEBER, M. La ética protestante y el espíritu del capitalismo.
  •  http://www.enciclonet.com/articulo/calvinismo/#

No hay comentarios:

Publicar un comentario