La
primera civilización europea nació en la isla de Creta hace unos 4500
años. Se denomina civilización minoica por su legendario rey Minos. La
historia de los antiguos habitantes de Creta comenzó a ser conocida a
principios de este siglo, a partir de las excavaciones del arqueólogo
Arthur Evans. El investigador inglés la llamó “minoica”, por el nombre
del rey Minos, el mítico fundador de la primera dinastía de gobernantes
cretenses. Los arqueólogos descubrieron varios palacios en los que se
atesoraban enormes riquezas.
La isla de Creta se encuentra situada en el Mediterráneo oriental, al
Sur del mar Egeo, próxima a la península helénica y al Asia-Menor y a un
conglomerado de islas más pequeñas, distribuidas en varios
archipiélagos. Al Norte de Creta, cerca de la costa griega, se encuentra
el archipiélago de las Cícladas (dispuestas en círculo) y próximo al
litoral del Asia Menor, el archipiélago de las Espóradas (dispersas).
Todas estas islas son de naturaleza
rocosa y calcárea, que no ofrece condiciones favorables para el
desarrollo económico. Con esfuerzo se realiza el cultivo de la vid, el
olivo y algunos cereales. La realidad de un suelo árido y escasamente
productivo, se compensa con la existencia de un clima ideal, que se
mantiene templado durante todo el año.
La isla de Creta, en particular, está
recorrida, en sentido longitudinal, por una cadena montañosa y ofrece un
amplio litoral marítimo, apto en todo su perímetro para el
establecimiento de puertos ventajosos para la navegación. Su situación
privilegiada la convirtió en el primer nexo entre el Oriente y el
Occidente.
Respecto al origen de la civilización
minoica desde el punto de vista etnológico es difícil adscribir a los
cretenses minoicos con algún pueblo conocido. Una de las tesis más
admitida es que son herederos directos de los habitantes neolíticos de
la isla (que llegarían a la misma hacia el 6000 a. C.) y que los pueblos
no neolíticos (indoeuropeos o no indoeuropeos) que pudieran haber
llegado a la isla no se impusieron, sino que se vieron absorbidos por la
cultura cretense sin imponer.
Los primitivos habitantes de estas islas fueron los pelasgos (hombres del mar), quienes desarrollaron una civilización que se conoce con el nombre de minoica, debido a que sus reyes se llamaban minos. El principal asiento de esta civilización fue la isla de Creta, que constituyó la base de su poder.
Hacia el año 3000 a.C. habían logrado
alcanzar un nivel cultural muy importante y organizado un verdadero
imperio marítimo y comercial, que se extendía a través de las islas y
las costas del mar Egeo, y cuyo centro fue la ciudad de Cnosos.
Su apogeo perduró hasta el año 1400 a.C. aproximadamente, época en que
los arios irrumpieron en el Mediterráneo. Las grandes ciudades que
habían levantado, como Cnosos al Norte y Festos al Sur, carentes de
murallas que las protegieran, fueron incendiadas y quedaron en ruinas.
Durante dos siglos predominaron los aqueos, hasta que fueron desalojados
por los dorios.
La autoridad superior era ejercida por los reyes o minos,
que concentraban en sus manos el poder político, militar y religioso.
En el ejercicio de sus funciones eran asesorados por un consejo de
ancianos de carácter consultivo.
La
economía estuvo basada en la explotación de la tierra, que les brindó la
provisión de los alimentos esenciales; y fundamentalmente en la
actividad mercantil y naviera, que les rindió grandes ganancias y les
permitió gozar de un elevado nivel de vida por la importación de
mercancías provenientes de todo el mundo conocido en aquel entonces. Los
cretenses establecieron factorías en las islas del Mar Egeo y en
Chipre, Italia y España.
La civilización cretense se sustentaba
en una economía agrícola y ganadera. También eran hábiles navegantes y
poseían importantes flotas con las que establecieron relaciones
comerciales con otros pueblos. En los monumentos egipcios se hallaron
testimonios escritos de estos contactos. La intensidad de su comercio
los llevó a establecer un sistema de pesas y medidas y a desarrollar un
sistema de escritura con el que podían registrar las transacciones
comerciales.(Las excavaciones de Creta, después de 1900 revelaron la
existencia de aproximadamente 3.000 tablillas de arcilla, inscritas con
dos escrituras, denominadas lineal A y lineal B.)
Los
cretenses constituyeron un pueblo pacífico, aficionado a la vida social y
a la práctica de los deportes. Cultivaron, por lo tanto, la música y la
danza, interpretando en instrumentos originales, como la cítara y la
flauta, cuya invención se les atribuye. En cuanto al deporte,
practicaron sobre todo atletismo y boxeo, y realizaron pruebas de
acrobacia.
La mujer participaba a la par del hombre
en estas actividades, aunque su influencia predominaba en el seno del
hogar. Además gozaba del privilegio poco común del ejercicio del
sacerdocio. La sociedad tenía características típicamente matriarcales.
También presentaba una fuerte especialización: escribas, carpinteros,
pastores, agricultores, armeros, escultores, lapidarios, vidrieros,
alfareros, orfebres, herreros, curtidores, tejedores, pintores.
Cada familia poseía una parcela de
tierra que trabajaba para sí mismos y parece que la clase esclava o no
existía o lo hacía en una proporción muy pequeña.
Los frescos del palacio de Cnossos muestran a los cretenses practicando sus deportes preferidos: el boxeo y
la tauromaquia, algo parecido a las corridas de toros.
la tauromaquia, algo parecido a las corridas de toros.
Los
minoicos construyeron varias ciudades grandes unidas por caminos
pavimentados; cada una de ellas era una pequeña ciudad-estado. En el
centro de cada ciudad había un palacio con suministro de agua,
decoraciones, ventanas y asientos de piedra. Los artesanos minoicos eran
muy famosos como ceramistas y constructores. También crearon hermosas
piezas de joyería en oro y plata. La capital, Cnosos, tenía el mayor
palacio, con espléndidos aposentos reales, salas para ceremonias
religiosas, talleres y una escuela. Las paredes interiores del palacio
estaban cubiertas de yeso y decoradas con magnificas escenas pintadas.
Los palacios más importantes, como los de Cnosos, Festos y Hagia Tríada,
fueron los centros de gobierno de pequeñas ciudades—estados que
guerreaban entre sí para asegurar su poderío. La sociedad y el Estado
cretenses tuvieron muchas similitudes con las civilizaciones del Cercano
Oriente. Un rey poderoso, rodeado por un grupo privilegiado de
familiares y funcionarios, gobernaba el Estado; y la población estaba
compuesta en su mayoría por trabajadores libres que pagaban tributo, por
servidores y por algunos esclavos.
El Palacio de Cnosos: Tenía
grandes salas comunicadas por corredores angostos, habitaciones
privadas, baños, grandes escalinatas, almacenes, todo alrededor de un
gran patio rectangular; el plano del palacio parece un laberinto similar
al que en la leyenda construyó el ingenioso Dédalo y que alojó al
Minotauro.
Los cretenses se destacaron en la
pintura, por lo que el palacio está preciosamente dotado de frescos
encantadores, que hacen pensar que la vida en la corte minoica era
placentera y agradable; las paredes muestran a jóvenes hombres en
competencias atléticas, saltando sobre fuertes toros, como así también a
mujeres, más fuertes que delicadas, practicando los mismos deportes.
También se destacaron en la joyería, la orfebrería, la escultura y la
cerámica.
Las salas dedicadas al culto se
encuentran dispuestas en el ala oeste, mientras que las habitaciones y
lugares de estar se hallan del lado este. Allí están los aposentos
reales, ricos y lujosos. En el palacio se han hallado talleres, donde
trabajaban orfebres y artesanos en las lujosas obras que adornan el
palacio.
Una gran escalera profusamente adornada
lleva a los aposentos reales. Una curiosidad, y buena muestra del
ingenio cretense, es el sistema de aire acondicionado de estas
habitaciones: un pozo de donde proviene luz exterior, que no sólo
ilumina los aposentos, sino que por ahí asciende aire. Según qué
temperatura hubiese en el exterior cerraban las puertas del pozo o las
dejaban abiertas, lo que permitía circular el aire fresco; para
proporcionar calefacción, se cerraban las puertas y se utilizaban
fogones portátiles.
Desde
que Evans en la frontera entre el siglo XIX y XX descubriera las ruinas
del palacio de Cnosos, el mayor de los palacios encontrados, hasta
nuestros días el hallazgo, desenterramiento y estudios de poblaciones
con palacios se ha visto aumentado en grado sumo; se han encontrados
palacios de los que ni siquiera se conoce el nombre.
En el ala oeste del palacio, se
realizaban ceremonias. Evans encontró indicios de sacrificios de
animales y ofrendas a misteriosos dioses, aunque podemos suponer que la
civilización cretense constituye un antecedente bastante aproximado de
la fascinante mitología griega; por lo menos algunos de los más
inspirados mitos griegos provienen de Creta.
Sin embargo, el culto taurino o ciertos
rituales relacionados con este rito no se repiten en Grecia, sino que
fenecieron con la cultura minoica.
Los sacrificios de animales se
acompañaban con ofrendas de aceite, vino y miel porque se suponía que
esto propiciaba que el animal sacrificado pudiera volver a la tierra.
Además del culto taurino, otro animal mitológico se destaca en las
molduras del torno yen los frescos del palacio: el grifo, con cuerpo de
felino y cabeza de águila. En el más importante salón del palacio se
alza un gran trono de yeso, en cuyo respaldo hay tallados fabulosos y
coloridos grifos.
“Los
veleros de tipo egipcio estaban preparados para las aguas poco profundas
del Nilo, pero eran poco aptos para los peligros de alta mar. Desde
comienzos del segundo milenio apareció otro tipo de barco, nacido de
otra aventura: la de los pueblos del Egeo. Se trataba de navíos ligeros
que se movían a vela y a remo, y tenían su casco reforzado contra el
choque de las olas, y eran más estables y resistentes al viento. Este
barco egeo, antepasado directo de los barcos fenicios, griegos y
romanos, fue en realidad el primer barco de transpone realmente adaptado
al mar. Fue el que aceleré la historia del Mediterráneo.
La avanzada civilización minoica tuvo un
misterioso y repentino final hacia el año 1450 a.C. Se cree que un
terremoto dañara el palacio de Cnosos hacia el 1700 a.C., fecha que
marcó el final de la fase antigua de la historia de Creta. Una dinastía
nueva desarrolló una civilización incluso más brillante.
El palacio se reconstruyó de forma más
elaborada; tenía una altura de tres o cuatro pisos y contenía muchas
habitaciones extensas y pasillos, y la sala del trono estaba decorada
con mucho lujo. Como se dijo antes, su apogeo perduró hasta el año 1400
a.C. aproximadamente, época en que los arios irrumpieron en el
Mediterráneo.
Las grandes ciudades que habían
levantado, como Cnosos al Norte y Festos al Sur, carentes de murallas
que las protegieran, fueron incendiadas y quedaron en ruinas. Durante
dos siglos predominaron los aqueos, hasta que fueron desalojados por los
dorios, que habían logrado mejores armas usando el hierro.
El salto acrobático del toro:
Más allá de los sótanos de piedra existe una sala con nuevos y
espectaculares frescos. El más famoso de ellos muestra, en una especie
de reconstrucción fotográfica primitiva, la gracia y el arrojo de los
saltadores del toro, que participan de un acto que es a la vez deporte,
ritual y hazaña. Al embestir el toro, cada saltador —los hay de ambos
sexos— se sujeta a los cuernos y da una voltereta sobre el lomo del
animal, cayendo desde ahí al suelo. El más ínfimo error puede conducir a
la muerte al saltador.
Los saltadores se acercaban al toro uno
tras otro, en rápida sucesión. Debía ser difícil distinguir a la persona
del animal, y este hecho puede constituir el origen del Minotauro,
mitad hombre, mitad toro. Se desconoce el lugar donde se practicaba el
juego del toro; tal vez se tratase del gran patio porque esta zona debió
constituir el eje central de la vida palaciega, un respiro al aire
libre en medio de la laberíntica rutina cotidiana. El claro simbolismo
de las estancias de consagración, que dominan el patio con la sencillez
de una escultura moderna, parece indicar que el patio era más que un
mero nexo de la vida en palacio.
El corazón del palacio:
El ala oriental del palacio está excavada en la ladera, sobre el nivel
del patio. A un extremo eran reconocibles los aposentos reales, y al
otro, los talleres de carpinteros, alfareros, albañiles v joyeros, que
proporcionaban los lujos y comodidades que es dable apreciar en
aquéllos.
A los aposentos reales se llega a través
de una gran escalinata, no demasiado voluminosa en cuanto a
dimensiones, pero sí grandiosa debido a su suntuosidad y su sentido
artístico. Las columnas, pintadas de rojo y negro y reducidas en la
base, rodean un vano de luz que no sólo ilumina los aposentos de abajo,
sino que hace las veces de respiradero para el sistema de -aire
acondicionado natural» del palacio.
Los once entrepaños con puertas que
dividían el salón real se podían abrir y cerrar para regular la entrada
de aire fresco, perfumado con tomillo y limón, procedente de la
columnata, mientras el aire caliente ascendía por la escalinata.
En invierno se podían cerrar las puertas
e introducir hogares portátiles para la calefacción. Ei centro del
poder era la gran sala del trono, donde se reunía la corte del rey
Minos.
En el exterior de la misma hay una gran
pila de pórfido, instalada allí por Arthur Evans, quien creía que debía
ser empleada en los ritos de purificación antes de entrar a la sala. Es
un adecuado símbolo de lo que queda de Cnosos: una extraordinaria
reconstrucción del palacio del rey Minos, tal como era 1600 años aC y
según la interpretación de un arqueólogo inglés cuyo único propósito fue
recrear la imagen de la edad de oro del Imperio minoico.
Hipótesis sobre el final de la civilización monoica:
La isla de Santorini (llamada también Thera)
queda a unos 71 kilómetros al norte de Creta, entonces centro de la
vigorosa y en apariencia pacífica cultura minoica. Las ruinas minoicas
muestran mucho de lo que quedó de Santorini, pero constituyen sólo un
remanente de lo que era la isla hacia 1470 a.C., cuando el volcán
ubicado en su centro, de 1.500 metros de altura, explotó y se hundió en
el mar. Desde entonces la isla tiene la forma de una media luna que
rodea el lago que quedó en el lugar del cráter volcánico.
El volcán inició su actividad hacia 1500
a.C., y las erupciones se sucedieron durante 30 años hasta alcanzar un
clímax devastador de humo, ceniza, clamores, relámpagos y una marea
arrasadora. Las construcciones de las islas vecinas quedaron destruidas.
Seguramente las grandes olas, o
tsunamis, inundaron y destruyeron los pueblos costeros de Creta. Como
quedaba lo suficientemente lejos de la costa, el gran palacio de Cnosos,
capital de la civilización minoica, fue preservado de modo notable (así
lo descubrió Arthur Evans, uno de los científicos que siguieron la vía
trazada por Schliemann, al excavar en el sitio más de 3.000 años
después), pero, según las teorías de ciertos expertos, las cenizas del
volcán precipitaron el fin de la civilización. Las plantas murieron, las
cosechas se perdieron y llegó la hambruna.
Los griegos de Micenas no tardaron mucho
tiempo, según la teoría, en aplastar a los agotados minoicos que
quedaban, hasta que, finalmente, Cnosos cayó. ¿Ocurrió así en realidad?
Nadie lo sabe. Como tampoco se sabe si el hundimiento de Santorini tuvo
que ver con el surgimiento de la leyenda, que todavía perdura, acerca de
una civilización perdida.
La leyenda del minotauro...
Esta leyenda cuenta la historia de un monstruo mezcla de toro y hombre, al que el rey Minos de Creta traté de ocultar de la vista de todos. Para eso, el arquitecto Dédalo construyó un laberinto del que nadie podía salir. Cada año, siete muchachos y siete muchachas provenientes de una ciudad de la Grecia continental, servían de alimento para el minotauro. El joven Teseo, conmovido por el llanto de los padres de las futuras víctimas, se ofreció para ser sacrificado y navegó hasta Creta. Con la ayuda de su enamorada Ariadna, hija de Minos, Teseo maté al minotauro y logró salir del laberinto.
Esta leyenda cuenta la historia de un monstruo mezcla de toro y hombre, al que el rey Minos de Creta traté de ocultar de la vista de todos. Para eso, el arquitecto Dédalo construyó un laberinto del que nadie podía salir. Cada año, siete muchachos y siete muchachas provenientes de una ciudad de la Grecia continental, servían de alimento para el minotauro. El joven Teseo, conmovido por el llanto de los padres de las futuras víctimas, se ofreció para ser sacrificado y navegó hasta Creta. Con la ayuda de su enamorada Ariadna, hija de Minos, Teseo maté al minotauro y logró salir del laberinto.
AMPLIACIÓN DEL TEMA
TRAS LA DECADENCIA
de la civilización minoica, aproximadamente en el 1450 a.C., los
pueblos que dominaban el Egeo eran los micénicos, provenientes de la
Grecia continental. Guerreros y comerciantes, sus ciudades poseían
fortalezas de piedra, como Micenas y Tirinto. En cada ciudadela había un
pequeño palacio. La habitación principal era un amplio vestíbulo, el
megaron. Estos edificios eran muy diferentes de los lujosos palacios
minoicos, aunque su decoración estaba muy influida por la cultura
minoica.
LA VIDA MICÉNICA
Los micénicos se basaron en los minoicos para crear su propia escritura. Los minoicos usaban la escritura conocida como linear A, que no ha podido ser descifrada. La linear B, desarrollada por los micénicos, fue una forma primitiva de la escritura griega. Los micénicos gustaban de la caza y de los viajes navales en busca de esclavos. También se dedicaron al comercio y construyeron colonias en el Mediterráneo oriental.
Los micénicos se basaron en los minoicos para crear su propia escritura. Los minoicos usaban la escritura conocida como linear A, que no ha podido ser descifrada. La linear B, desarrollada por los micénicos, fue una forma primitiva de la escritura griega. Los micénicos gustaban de la caza y de los viajes navales en busca de esclavos. También se dedicaron al comercio y construyeron colonias en el Mediterráneo oriental.
LA GUERRA DE TROYA
El motivo más plausible por el que los griegos atacaron la ciudad de
Troya, en Asia Menor, fue la rivalidad comercial. Los sucesos se
desarrollaron alrededor del 1200 a.C. La historia de una parte de la
guerra de Troya es el tema del poema épico la Riada, atribuido a Hornero
(h. 800 a.C.). El poema mezcla ficción y hechos históricos. Los
arqueólogos opinan que Troya se hallaba en Hissarlik, un lugar de la
moderna Turquía.
EL CABALLO DE TROYA
En el poema homérico, la guerra, que duró 10 años, se debió al rapto de
Helena, esposa del griego Menelao, por el troyano Paris. Los griegos
vencieron a los tróvanos gracias a una estratagema: la introducción en
Troya, a manera de obsequio, de un enorme caballo de madera que
albergaba en su vientre a los guerreros griegos.
ALGO MAS SOBRE EL TEMA…
El
origen y la escritura del reino de Creta son tan oscuros como lo es
también su final. Hay muchas teorías y todas ellas audaces. Evans
reconocía tres estadios claros de la destrucción. Por dos veces se
reconstruyó el palacio, pero la tercera destrucción fue definitiva.
Arthur Evans, comenta que descubrió que la destrucción del palacio
minoico se había llevado a cabo con el poderío propio de un fenómeno de
la Naturaleza. Pompeya era el ejemplo clásico de un caso análogo. Aquí,
Evans encontraba, en las estancias del palacio, signos análogos de que
la muerte había sorprendido a los hombres repentinamente, en plena vida,
como los que por primera vez vieran.
D’Elboeuf
y Venuti al pie del Vesubio: instrumentos de trabajo abandonados cerca
de la mano del operario, ejemplares de trabajo manual y obras de arte
suspendidos repentinamente en plena ejecución, faenas domésticas
interrumpidas violentamente.
Entonces
planteó su teoría confirmada por la experiencia propia. El 26 de junio
de 1926, faltando exactamente quince minutos para las diez de la noche,
Evans se hallaba en su cama leyendo cuando se produjo de repente un
brusco movimiento sísmico. La cama se movió, las paredes de la casa
temblaron, algunos objetos cayeron, un cubo lleno de agua se vertió, la
tierra pareció trepidar y luego bramó como si el Minotauro volviera a la
vida. Pero la sacudida sísmica no duró mucho rato.
Cuando
la tierra se hubo tranquilizado, Evans saltó de la cama y salió
corriendo. Rápidamente se dirigió al palacio. Las obras puestas al
descubierto por las excavaciones habían quedado intactas. Donde había
sido posible, hacía años se habían colocado refuerzos de acero para
sostener los vacilantes muros descubiertos. Pero en los pueblos de los
alrededores y hasta en la capital, Candía, el movimiento sísmico había
producido terribles estragos. Ello confirmó la teoría de Evans, basada
en que Creta era una de las zonas de movimientos sísmicos más agudos de
Europa. Sólo la potencia de aquel terremoto que de pronto sacudió la
tierra, la agrietó y devoró la obra de los hombres, podía haber
destruido el palacio de Minos, de modo tal que sobre sus ruinas ya no
pudieran construirse más que un conjunto de chozas miserables.
En
síntesis, esa es la tesis forjada por Evans, que algunos no comparten.
Quizá algún día se aclare la incógnita. Evans, al menos, no ha podido
cerrar el círculo, cuyo primer esplendor fue vislumbrado por Schliemann,
hombre lleno de fe, bajo las cenizas de Micenas.
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