Mientras América se emancipa y Asia
presenta zonas de colonización bien delimitadas —los ingleses en el Sur,
los franceses en el Sudeste—, África es en el siglo XIX el continente
en el que confluyen, de forma confusa, las apetencias de todas las
potencias colonizadoras; es el continente del reparto, no exento de
tensiones y choques. En África con parecen ingleses y franceses,
superpotencias del imperialismo, pero también belgas, alemanes,
italianos, portugueses y españoles.
En 1880 era un continente desconocido,
en el que los europeos ocupaban únicamente una serie de posiciones
costeras; en 1914 está totalmente repartido entre las potencias europeas
y sólo subsisten dos Estados independientes: Liberia y Etiopía. En la
complicada historia del reparto podemos encontrar algunas líneas
maestras:
- a) Ocupación inicial de la costa. Desde las posiciones costeras se penetra hacia el interior. El objetivo ideal sería alcanzar la costa opuesta y formar un imperio continuo, ambición que sólo estuvo a punto de con seguir Inglaterra.
- b) Aspecto legal. ¿Es el descubrimiento o la ocupación efectiva la que otorga derecho de explotar un territorio? La conferencia de Berlín de 1885 se inclina por la ocupación, lo que acelera el ritmo de la colonización y la aparición apresurada en el mapa africano de los países que todavía no habían iniciado la formación de un Imperio.
- c) Penetración por los valles de los ríos. Con la ocupación del valle se considerará que se tiene derecho a la ocupación de la cuenca entera y a la formación de una coloniasobre ella. Es el caso del Nilo, del Niger y del Congo.
- d) La ocupación es paulatina, casi lenta. Al principio no se piensa en colonias, sino en factorías, en bases costeras de aprovechamiento. La doctrina imperialista es tardía, empírica, se forma tras la ocupación real de las primeras colonias.
- e) La clave de la ocupación africana está en Egipto y en el valle del Nilo. Aunque hubo problemas complicados, como el del Congo, la base de todos los planteamientos es la defensa inglesa del valle del Nilo y el intento francés de llegar a él. En general, todos quieren llegar al Ni lo, tanto si parten del Atlántico como del Indico.
La complejidad del reparto de África
quedó reflejada en el Acta de la Conferencia de Berlín, en la que se
habla de territorios, pero también de la libertad de comercio en la
cuenca del Congo y de navegación en el Níger, así como la protección a
los indígenas, y a viajeros y misioneros en el ejercicio de su
actividad.
COSTAS Y RIOS, EJES DE LA COLONIZACION DE AFRICA
La costa mediterránea...
La costa mediterránea parece ser una zona reservada a Francia hasta la aparición de los ingleses en Suez. Los franceses han iniciado la ocupación de la costa argelina en 1830, bajo Carlos X. Va a ser una colonia de poblamiento europeo: en 1870 viven en Argelia 250.000 franceses y en 1914 ya 800.000. Sobre Túnez se volcaban las apetencias francesas, inglesas —tras la construcción del canal de Suez— y alemanas. Son los franceses los que consiguen instalar una especie de protectorado. La doctrina del protectorado tarda en elaborarse; por el Tratado del Bardo (1881) se establece una ocupación militar temporal; en la convención de La Marsa (1883) se habla de tutela, con la que se priva al protegido de autogobierno.
La costa mediterránea parece ser una zona reservada a Francia hasta la aparición de los ingleses en Suez. Los franceses han iniciado la ocupación de la costa argelina en 1830, bajo Carlos X. Va a ser una colonia de poblamiento europeo: en 1870 viven en Argelia 250.000 franceses y en 1914 ya 800.000. Sobre Túnez se volcaban las apetencias francesas, inglesas —tras la construcción del canal de Suez— y alemanas. Son los franceses los que consiguen instalar una especie de protectorado. La doctrina del protectorado tarda en elaborarse; por el Tratado del Bardo (1881) se establece una ocupación militar temporal; en la convención de La Marsa (1883) se habla de tutela, con la que se priva al protegido de autogobierno.
Suez y el valle del Nilo
La presencia de los ingleses en Suez se produce cuando, en 1878, Egipto no puede pagar los intereses de las acciones inglesas y francesas del Canal y se ve obligado a confiar la gestión de sus finanzas a las dos potencias europeas. Un movimiento nacionalista provoca una matanza de europeos en Alejandría: es el momento esperado por los ingleses para ordenar el desembarco de Wolseley y la ocupación militar del país, con la ficción del mantenimiento de la administración egipcia. Los ataques de los sudaneses obligan posteriormente a los ingleses a avanzar hacia el Sur, a lo largo del valle del Nilo
Vías de penetración en la costa occidental
En la costa occidental tres grandes ríos señalan la penetración de tres países: por el Congo se expansionan los belgas, que heredan los derechos de la sociedad internacional —presidida por el rey Leopoldo II— que ha explorado la zona; los franceses remontan el Senegal, por medio de Faidherbe; los ingleses el Níger, dirigidos por Goldie. Las cuencas del Senegal y el Níger no plantean problemas.
No ocurre lo mismo con el Congo, en
cuya orilla derecha se ha establecido el francés Brazza, y en cuya
desembocadura los portugueses han instalado el enclave de Cabinda. La
complejidad de la colonización en el Congo provoca la convocatoria del
Congreso de Berlín (1885), en el que se determina la existencia de un
Esta do libre del Congo —en realidad controlado por los belgas—, se
delimita la zona francesa, en la orilla derecha, y se dibuja otra zona
que quedará bajo control internacional. Después del Congreso la mayor
actividad en la costa Oeste es la francesa; con la penetración hacia el
interior se empieza a pensar en la unión con la costa mediterránea y en
la constitución de un África Occidental Francesa.
En la costa oriental africana no
existían grandes eatados en tierra firme, ni tampoco un comercio
intenso, a excepción del marfil, que era transportado por esclavos. Por
este motivo, Inglaterra no deseaba establecer en Zanzibar un
protectorado británico. Pero la presencia ale mana, representada por la
Compañía Alemana del África Oriental, incita a los ingleses a defender
sus bases y a declarar que los puertos de Mombasa y Zanzíbar son vitales
para las comunicaciones con la India. Ante esta situación, Salisbury y
Bismarck se dividen en el año 1886 la tierra firme, el Norte para los
ingleses, el Sur para los alemanes.
Es la hora de los italianos, espoleados por las ansias colonizadoras de Francesco Crispi; desde el puerto de Massaua en el mar Rojo se expansionan hacia Eritrea y posteriormente hacia Etiopía, lo que provoca el recelo de los ingleses ante la aproximación al valle del Nilo. Los italianos son obligados a detener su avance, aunque se les reconoce, como compensación, la posesión de una parte del territorio somalí.
Es la hora de los italianos, espoleados por las ansias colonizadoras de Francesco Crispi; desde el puerto de Massaua en el mar Rojo se expansionan hacia Eritrea y posteriormente hacia Etiopía, lo que provoca el recelo de los ingleses ante la aproximación al valle del Nilo. Los italianos son obligados a detener su avance, aunque se les reconoce, como compensación, la posesión de una parte del territorio somalí.
Conflicto anglo-francés. Incidente de Fachoda
Los últimos capítulos de la ocupación africana se localizan en el valle del Nilo. Los franceses, con apoyo ruso, exigen el abandono del valle por los ingleses, mientras penetran desde el Sahara Occidental hasta el Chad, camino del alto Nilo. En 1895, Grey avisa a los franceses de que un avance hasta el Nilo será considerado inamistoso.
Todavía existía en África una zona sin
ocupar, el Sudán. Los ingleses la invaden para ayudar a los italianos,
derrotados en Etiopía: Los franceses avanzan hacia el Sudán desde el
Oeste, los ingleses desde el Norte y el Sur. En Fachoda se encuentran
los ejércitos de Mar chand y Kitchener. La retirada del francés Marchand
permite el control del valle del Nilo exclusivamente por los ingleses y
la constitución de un imperio casi continuo, Norte-Sur, como soñaba
Cecil Rhodes, de El Cairo a El Cabo, únicamente interrumpido por el
África Oriental Alemana.
Reparto consumado: África ha sido
ya totalmente repartida; los ingleses se han llevado la parte del león:
el valle del Nilo con su algodón y el Sur del continente con su oro y
diamantes, dos zonas que tienen además el valor estratégico de apoyos en
las dos rutas de la India. Francia ha constituído un imperio sólido en
la zona occidental. Los belgas han podido reservarse una colonia de
inmensas riquezas. Los portugueses se han establecido en Angola y
Mozambique, pero no han podido unirlas por rutas terrestres, por la
presencia inglesa en Rhodesia; es un conflicto similar al de Fachoda, el
cruce de un imperio que intenta extenderse de Oeste a Este con otro que
lo hace de Norte a sur.
África vio llegar oleadas de misioneros,
exploradores y comerciantes, que llevaban la Biblia y la “civilización”
en una mano, y en la otra armas y productos de comercio, y, poco
después, las columnas armadas que ocuparían el interior. Era frecuente
que unos y otros se dedicaran a hacer firmar a jefes iletrados cartas de
concesión de nuevos territorios, que estaban destinados a redondear las
cabezas de puente ya adquiridas.
Gracias a estos procedimientos, los
franceses, los ingleses y los belgas se quedaron con la parte del león y
dejaron muy poco disponible para los que venían detrás. Alemania e
Italia llegaron más tarde y sus posesiones no fueron ni tan extensas ni
tan duraderas como las de las demás metrópolis. Al terminar la primera
guerra mundial las colonias alemanas pasaron a manos de sus vencedores y
al terminar la segunda las italianas adquirieron rápidamente la
independencia. Completado el reparto, África entraba en la historia por
haber perdido su libertad.
Todas las colonias padecieron el flagelo
del “trabajo forzoso” disfrazado como contribución personal para la
puesta en marcha de la infraestructura, o como adquisición de salario
para el pago de impuestos. Por la otra, puesto que no poseían una
población abundante, se aplicó una política generalizada, que tendía a
“fabricar negros”, con el objeto de aumentar el ejército de
trabajadores.
No era otro el fin de las medidas
adoptadas para erradicar las enfermedades endémicas, evitar la muerte de
niños, contrarrestar las prácticas anticonceptivas y prolongar la vida
de los adultos. Es probable que también intervinieran en este caso
consideraciones de tipo humanitario, pero la frase citada es
suficientemente elocuente como para despojar al evidente esfuerzo
sanitario de propósitos altruistas. Lo cierto es que en África la curva
demográfica se modificó, mostrando un neto predominio de los grupos más
jóvenes, que desde entonces fueron empleados localmente o enviados a las
metrópolis cuando escaseaban allí los obreros no especializados.
Francia albergaba, en la década de 1950,
más de medio millón de norafricanos carentes de toda calificación, que
desempeñaban las tareas despreciadas por los obreros metropolitanos y
constituían un subproletariado indeseable, relegado a condiciones
económicas y sociales que ningún europeo hubiera acepado. Pero más
todavía: la abundancia de trabajadores permitía fijar los salarios
locales a un nivel estrictamente fisiológico. Los abusos en este sentido
fueron tan desorbitados, que los gobiernos intervinieron en varias
oportunidades para establecer salarios mínimos.
En las zonas más industrializadas, donde
había obreros europeos —los “pequeños blancos”— o coexistían varias
comunidades de diferente nacionalidad (como en África del Sur y
oriental),la colonización impuso tasas de salarios diferentes para cada
grupo, aun si las condiciones de trabajo eran las mismas. “A cada raza
su salario”, era el principio, y en esta escala descendente, el negro
ocupaba siempre el lugar inferior. El caso extremo se observó en
Sudáfrica: en 1926 se sancionó legalmente la “barrera de color”.
Esta implicaba innumerables vejaciones
sociales y limitaciones políticas para los autóctonos, pero, lo que era
más grave todavía, implicaba que tenían vedada toda perspectiva de
especialización laboral y que los trabajos calificados sólo podían ser
desempeñados por los blancos. De este modo, la masa de trabajadores,
constituida por los negros, estaba siempre peor pagada que la estrecha y
exclusivista capa de proletarios blancos.
La colonización fue, pues, un todo
coherente. Un sistema creado para el exclusivo enriquecimiento de las
metrópolis y en el que todas y cada una de sus manifestaciones concretas
actuaba como disolvente de las sociedades tradicionales. Pero el
capitalismo, que en el siglo XIX había sido capaz de reordenar la
sociedad de Europa occidental sobre bases modernas, no ofreció al África
del siglo XX idénticas posibilidades y se limitó a crear una economía
específica sin gran poder de estructuración social.
Los rebeldes primitivos africanos
A pesar de que la trata de esclavos (practicada casi sin interrupción
desde el siglo XVI, en la costa occidental por los europeos y en la
oriental por los árabes), debilitó a muchos reinos, y los conflictos
internos terminaron con otros, a comienzos del siglo XIX estaban
nuevamente en pie, gracias sobre todo a dos hombres extraordinarios,
Usman dan Fodio, el musulmán, y Chaka, el zulú, que lograron el apoyo de
inmensas masas populares. Sus sucesores e imitadores prolongaron y
multiplicaron la acción de estos precursores,
volcando contra el extranjero la fuerza que aquéllos habían desatado.
volcando contra el extranjero la fuerza que aquéllos habían desatado.
El primero predicó en la zona
sahelosudanesa. Fue un reformador religioso, difusor de un islam
purificado que despertó el entusiasmo de las poblaciones y las lanzó a
la guerra santa contra los infieles y a la conquista de nuevos
territorios. De este impulso nacieron vastos Estados teocráticos,
regidos por místicos gobernantes que lucharon contra los invasores con
espíritu de cruzada. Es probable que tal reacción obedeciera más al
deseo de conservar sus posesiones qué al de defender la independencia
local, pero tal consideración no echa sombra sobre su papel de
brillantes antecesores de los movimientos de liberación.
Entre los más notables de estos
expertos jefes de guerra, que estuvieron muy lejos de ser los brutos
sanguinarios que se empeñaron en mostrar los historiadores del
colonialismo, cabe señalar a El Hadj Ornar, el legendario enemigo del
francés Faidherbe, pertinaz defensor de sus posiciones sobre el río
Senegal; a Samory, que contuvo a los franceses durante seis largos años
en la zona oriental de la actual Guinea, y a Rabah, un soldado que se
había tallado un imperio en las cercanías del lago Chad y que sólo pudo
ser vencido cuando tres columnas galas lo atacaron simultáneamente desde
tres puntos cardinales. Mejor entroncados con la tradición histórica y
más homogéneos en su constitución, puesto que nada debían a la
influencia islámica, fueron el reino de Abomey (Dahomey actual) y la
confederación Ashanti (norte de Ghana).
Aquél asombró a los franceses por la
disciplina y el valor de su ejército y ésta exigió a los ingleses tres
guerras sucesivas antes de declararse vencida y entregar el trono de
oro, símbolo de los espíritus de todo el pueblo. En cuanto a Chaka, el
Napoleón zulú, tuvo como escenario el África austral. Con sus hombres
transformados en implacable máquina de guerra, arrasó el territorio de
Natal, sometiendo o expulsando a sus primitivos habitantes, y gracias a
él, la “nación” zulú entró en la historia.
Sus sucesores se dedicaron a ampliar
sus conquistas, logrando dominar toda la región desde Natal al lago
Victoria. En sus desplazamientos —que abarcaron más de tres mil
kilómetros— empujaron a otras tribus y provocaron profundas conmociones
en Sudáfrica. Puesto que simultáneamente se estaba introduciendo la
migración de los boers y la penetración de los ingleses, los avances
europeos tuvieron que realizarse lenta y paulatinamente, dejando para
los bantú islotes de relativa independencia en medio de las posesiones
blancas.
http://historiaybiografias.com/imper04/
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