Uno de los aspectos más enigmáticos y
cautivadores del universo en el que vivimos es la sincronicidad. A todos
nos ha pasado en alguna ocasión una coincidencia tan improbable que nos
resulta ominosa, mágica, epifánica o perturbadora. Conexiones entre
sucesos, personas e información que trascienden la realidad
convencional: como si las cosas tuvieran hilos invisibles que sólo por
momentos (en estados de conciencia elevados o por una misteriosa
alineación) podemos vislumbrar.
Aunque el concepto de sincronicidad
existe al menos desde el tiempo de los Vedas, fue el psicólogo suizo
Carl Jung quien acuñó el término e inició el estudio de este fenómeno de
manera rigurosa, si no científica: la dificultad de abordar la
sincronicidad desde una metodología solamente científica yace en que los
eventos que se concatenan lo hacen sin tener una causa, al menos no una
causa que podamos encontrar dentro de los límites de la física clásica y
de un universo mécanico. Consciente de la vastedad y elusividad del
principio de la sincronicidad, Jung ensayó diversas definiciones a
manera de un acercamiento teórico. Empezando desde lo más general y
sintético podemos decir con Jung que la sincronicidad es “la ocurrencia
temporal coincidente de eventos acausales”, que es un “principio de
conexión acausal”, una “coincidencia significativa” o que es un
“paralelismo acausal”.
Pero la sincronicidad para Jung va mucho
más allá de estas someras descripciones. Toca y se entronca con los
campos más profundos de la mente humana, siendo en muchos casos una
manifestación externa del inconsciente colectivo, a veces materializada a
través de símbolos. Jung creía que las “coincidencias” no solo estaban
gobernadas por el azar (siendo que su probabilidad de suceder era tan
poca que podrían considerarse estadísticamente significativas) sino
por una dinámica más profunda. Coincide en esto con el texto gnóstico
del Kybalion, que dice: “Azar no es más que el nombre que se da a una
ley desconocida; hay muchos planos de causación”. Y para ampliar la
madeja de posibles conexiones, recordemos que Don Juan le dice a Carlos
Castaneda, como si fuera un experto jugador de póquer de realidades
alternas, que la suerte es una forma de poder.
Al igual que su concepto de los
arquetipos, Jung, lo mismo que el físico Wolfgang Pauli, pensaba que la
sincronicidad era una expresión de lo que llamaba unus mundus, una realidad unificada subyacente de la cual todo lo que vemos emerge y a la cual todo regresa. Este unus mundus es similar a la teoría de la mecánica cuántica de David Bohm expuesta en La Totalidad y el Orden Implicado,
en la que se postula la existencia de una especie de mar universal de
energía infinita del cual se desdobla —o se explica— el mundo material
fenoménico que percibimos, el cual apenas es una ondulación en la
superficie de lo inconmensurable. Para Jung la improbable pero
significativa coincidencia de una sincronicidad era posible por el hecho
de que tanto el observador como el evento observado a fin de cuentas
brotan de una misma fuente, del unus mundus. Es decir, la
conexión acausal, a distancia, sin la aparente acción de una fuerza
física (conocida) sería posible porque en profundidad todos los eventos y
todos los sujetos que perciben un evento no son más que la misma cosa.
El uno es el otro: es el mismo. “We are like islands in the sea, separate on the surface but connected in the deep”, dijo à propos William
James. Es como si todo lo que ocurriera en el universo en realidad
ocurriera dentro de una sola mente, que por momentos y siempre en la
superficie, padece una esquizofrenia omnipotente. Pero más allá de
sugerir esta idea un tanto trillada de la unidad subyacente, del todo en
cada parte, del holograma que se proyecta en el mundo, en fractales,
invetiguemos la sincronicidad y deshebremos el misterio de la
coincidencias.
Después de esta breve introducción al mundo de la sincronicidad, entremos en materia. Aquí lo
interesante son las sincronicidades, las experiencias, lo que se vive y
mistifica. Estoy seguro de que todas las personas que están leyendo
este texto sobre la sincronicidad (el cual pretende ser un espejo) han
sentido el asombro medular de descubrir que una coincidencia en sus
vidas tiene un significado oculto.
Las historias pueden parecer increibles, pero son verídicas. Así, por ejemplo, el
cálculo fue descubierto al mismo tiempo e independientemente por Newton y
Leibniz. Pero dejaremos que cada uno busque en la red y en
su propia vida tales coincidencias, y que lleve un diario de
coincidencias como hacía Paul Kammerer a principios de siglo.
Es evidente que el racionalismo clásico se muestra incapaz de explicar
esta coincidencia, así que se incardina en la categoría tan manida de
"casualidad", que sirve generalmente para englobar aquello que
contradice el paradigma mecanicista, al igual que otras como
"sugestión", que básicamente sirven para explicar todo sin explicar
absolutamente nada.
Pero
existe una teoría capaz de explicar estos fenómenos: la sincronicidad.
Dicha teoría fue desarrollada por el psicólogo sucesor de Freud, Carl
Gustav Jung y el premio Nobel de química Wolfgang Pauli, que desarrolló
el principio de exclusión y vivía obsesionado con la constante de la
estructura fina: 1/137. Esta constante es uno de los grandes misterios
de la ciencia que todavía no ha sido resuelto. En una ocasión, Pauli (el
que está a la izquierda), fue ingresado en un hospital, y cuando le
dijeron que su habitación era la 137, inmediatamente dijo "no saldré de
aquí". Efectivamente, murió poco después.
Carl Jung define la "sincronicidad" como "una coincidencia significativa
de dos o más sucesos en la que está implicada algo más que la
probabilidad aleatoria". Lo que distingue una sincronicidad de sucesos
sincrónicos normales es la existencia de un significado subjetivo común
que inevitablemente interpreta el sujeto que la experimenta. Se trata de
una teoría que inaplica el principio de causa-efecto del paradigma
moderno y, al mismo tiempo, es una teoría antimaterialista, puesto que
se centra en una experiencia subjetiva que engloba alineamientos
supuestamente "exteriores" de sucesos.
Durante
su vida, Jung vivió constantes sincronicidades tanto personalmente como
en la vida de pacientes de psicoanálisis. En un determinado caso, una
paciente excesivamente "racional" soñaba constantemente con un
escarabajo dorado. Jung no podía avanzar en el psicoanálisis con ella
debido a la resistencia de un modo de pensar demasiado cerrado. Sin
embargo, un día, tras relatarle la paciente otro sueño, sonó un golpe en
la ventana, Jung la abrió y en la habitación entró precisamente un
escarabajo verde dorado que se posó sobre la mesa. La mente de la
paciente no volvió a oponer resistencia al psicoanálisis.
Las sincronicidades suelen suceder con mayor profusión en periodos de
transformación: nacimientos, muertes, enamoramiento, psicoterapia, obra
creadora intensa, cambio de profesión... En palabras de David Peat, "es
como si esta reestructuración interna produjese resonancias externas o
como si una explosión de «energía mental» se propagase hacia afuera en
el mundo físico".
A continuación mencionaremos un experimento muy interesante que ilustra la sincronicidad a nivel molecular:
El experimento fue llevado a cabo por el Ejército estadounidense. Se
recogió una muestra de leucocitos de un número de donantes. Estas
muestras se colocaron en una habitación equipada con un equipo de
medición de los cambios eléctricos. En este experimento el donante era
colocado en una habitación y sometido a "estímulos emocionales"
consistentes en vídeo clips que generaban emociones en el donante. El
ADN era colocado en un lugar diferente al del donante, pero en el mismo
edificio. Ambos donante y su ADN eran monitoreados y cuando el donante
mostraba sus altos y bajos emocionales (medidos en ondas eléctricas) el
ADN expresó respuestas idénticas y al mismo tiempo. No hubo lapso y
tiempo retraso de transmisión. Los altos y bajos del ADN coincidieron
exactamente con los altos y bajos del donante. Se pretendía saber cuan
lejos podían separar al donante de su ADN y continuar observando ese
efecto, y se detuvieron las pruebas al llegar a una separación de 80
Kilómetros entre el ADN y su donante, teniendo el mismo resultado. Sin
lapso y sin retraso de transmisión.El ADN y el donante tuvieron las
mismas respuestas al mismo tiempo. Gregg Braden dice que esto significa
que las células vivas se reconocen por una forma de energía no
reconocida con anterioridad. Esta energía no se ve afectada ni por la
distancia ni por el tiempo. Esta no es una forma de energía localizada,
es una energía que existe en todas partes y todo el tiempo.
El problema que estas teorías tienen es, como ya hemos mencionado, que
eliminan el principio de causalidad inherente al mecanicismo clásico, y
no se limitan al nivel cuántico, donde está totalmente comprobado que la
causalidad no termina de funcionar, sino que se refieren a nuestras
propias vidas.
Así, en palabras de David Peat:
"La causalidad en la física es una idealización, una realidad que sólo
existe dentro del mundo de las ecuaciones y de las simulaciones de
computadora. No se debe confundir nunca con los variados, complejos y
sutiles sucesos individuales de la realidad. En un universo en que «todo
causa todo lo demás», es sólo a través de la realización de
experimentos del pensamiento y la separación de las contingencias de la
naturaleza que se pueden deducir los patrones individuales
fundamentales".
El punto común de la teoría de la sincronicidad con la de los campos
mórficos, o la del orden implicado es la disolución del paradigma del
representacionismo materialista: así, según esta visión, la materia no
representa una «realidad fundamental» sino que es la manifestación de
algo que está más allá del terreno material.
En el experimento Grinberg-Zylberbaum, publicado en 1987, los
científicos utilizaron un electroencefalógrafo para medir las ondas
cerebrales de parejas que meditaban juntas. Descubrieron que algunas
parejas mostraban una fuerte correlación entre sus patrones de ondas
cerebrales, lo que sugería un estrecho vínculo o relación mental. Estas
personas podían identificar, cuando se percibían en comunicación directa
con la otra, información que era confirmada por las máquinas que medían
sus ondas cerebrales. A estas parejas estrechamente vinculadas se les
pidió que meditaran juntas, una al lado de la otra, durante veinte
minutos.
Después, una de ellas se trasladaba a otra habitación, cerrada y
aislada. Una vez ubicadas, cada una en una habitación distinta, se les
pidió que intentaran establecer comunicación directa con la otra. La
persona que había sido trasladada era estimulada en su habitación con
brillantes destellos de luz, que causaban en sus ondas cerebrales
pequeños picos llamados potenciales provocados. Pero lo fascinante de
este experimento es que la persona que no estaba expuesta a la luz,
también mostraba pequeños picos en sus ondas cerebrales que
correspondían a los potenciales provocados de la que estaba expuesta a
los destellos. Así pues, estas dos personas estaban conectadas en un
nivel profundo por medio de la meditación, y esa conexión provocaba
reacciones físicas mensurables en ambas, incluso en la que no estaba
expuesta al estímulo luminoso. Lo que le ocurría a una le sucedía a la
otra, automáticamente y en forma instantánea.
Estos resultados no pueden explicarse si no es a través de la
correlación no circunscrita que ocurre en el ámbito virtual, el nivel
del espíritu que conecta, organiza y sincroniza todo. Este campo
ilimitado de inteligencia o conciencia está en todos lados; se
manifiesta en todas las cosas. Sin embargo, no es necesario entrar en un
laboratorio para ver a esta inteligencia no circunscrita en acción. Las
pruebas están por todos lados, en los animales, en la naturaleza e,
incluso, en nuestro cuerpo.
Los científicos también proponen un nivel de existencia llamado
hiperespacio octodimensional de Minkowsky. En esta dimensión, concebida
matemáticamente, la distancia entre dos sucesos, sin importar cuan
distantes puedan parecer en el espacio y el tiempo, siempre es igual a
cero. A su vez, esto sugiere una dimensión de existencia en la que todos
somos inseparablemente uno. La separación puede ser sólo una ilusión
Es desde esta perspectiva de unidad ineludible del Todo como se puede
entender la existencia de sincronicidad. Cuando tú no eres nada
diferente de la silla en la que te sientas, el sol, un átomo, un
mechero, el fuego, el amor, la cólera, una idea o un grano de cáfé,
cuando todo lo que existe es "la manta", en palabras de Dustin Hoffman
en "I Heart Huckabees", se puede comprender que tales objetos puedan
alinearse de una determinada manera formando lo que a ojos de un ser
obsesionado con separar los objetos en cosas diferentes es una
coincidencia. No hay tal. Mente y cuerpo son lo mismo. Externo e interno
también.
Esto nos conduce al budismo, pero no trataremos aquí este tema. La
sincronicidad fue también la base de la cultura china Shang, que fue una
de las más importantes de la antigüedad, duró más que el Imperio
británico y se basaba fundamentalmente en la adivinación
del futuro sobre conchas de tortuga (como la de la derecha). Toda la
actual escritura china se basa en los patrones advertidos en la concha
cuando se la golpeaba y observaba. El método chino de adivinación
llamado "I Ching" se basa, igualmente, en postulados no causalistas sino
sincrónicos, y prácticamente cualquier método adivinatorio cumple la
misma premisa: la interpretación del todo a través de los hechos
particulares, la capacidad de captar la esencia de un "momento", por
ejemplo en el nacimiento de una mariposa de un capullo; este tipo de
cosas que cuando vemos en una película oriental no entendemos y nos
aburren...
Las sincronicidades son importantes en la vida de una persona. Si se
alcanza su significado, se puede percibir el camino que se debe tomar,
la decisión que corresponde adoptar, etc... Evidentemente, esto nunca
sucederá mientras la mente las perciba como simples casualidades. La
forma de ver el mundo condiciona el mundo en el que vivimos (fin del
paradigma representacionista). Si decides dar un significado a las
coincidencias que vives, no solo empiezas a percibir más, sino que eres
capaz de aprovecharlas en tu favor.
"Rompe las cadenas de tu pensamiento y al mismo tiempo romperas tus cadenas corporales".
Richard Bach.
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http://trascendentalism.blogspot.com.es/2006/05/sincronicidad.html
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http://www.fundacionunam.org.mx/ciencia/la-sincronicidad-de-carl-jung-las-coincidencias-no-existen/
https://lamenteesmaravillosa.com/no-existe-la-casualidad-existe-la-sincronicidad/
https://www.google.es/search?q=sincronicidad+jung+pdf&sa=X&ved=0ahUKEwijoOr4y8jVAhWBJVAKHamlApIQ1QIIZCgA&biw=1152&bih=548
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