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Gregorio Samsa, un corredor de comercio que desea abandonar 
            su profesión por no encontrar en ella posibilidad alguna de vida 
            creativa, se ve convertido una mañana al despertarse en un insecto. 
            No puede en adelante hacer su vida normal, e intenta adaptarse en 
            alguna medida a las condiciones de su nueva situación, de la que es 
            plenamente consciente. En principio, sus familiares toleran su 
            presencia e incluso lo tratan con cierta afabilidad porque tras su 
            figura monstruosa siguen viendo la realidad personal de Gregorio. En 
            el momento en que se deciden todos, incluso la hermana, a tratarlo 
            como un "bicho", pierde la escasa movilidad que poseía, y fallece. 
            La familia vuelve entonces a mirar al futuro, y sale a dar un breve 
            paseo en tranvía un día de sol.
Esta obra nos pone ante los ojos de forma sobrecogedora la 
            necesidad de fundar con quienes nos rodean, sobre todo en la 
            familia, relaciones personales que nos permitan desarrollarnos 
            normalmente y ganar autoestima. Así se evita que alguien, por no 
            poder crear un tejido de relaciones auténticas, bloquee su 
            desarrollo personal y se vea envilecido hasta considerarse como un 
            vil insecto.
Una persona es, como subrayó el filósofo Manuel Kant en 
            su día, un fin en sí misma, no un medio para el logro de 
            ciertos fines. Gregorio Samsa no fue nunca maltratado, vejado, 
            humillado, pero él se vio reducido a mero medio para el 
            sostenimiento económico de la familia, y necesitó para cumplir esa 
            función someterse a un modo de vida mecánico, poco creativo. 
            Su vida le parecía una rueda dentada que gira sin sentido. 
            Esa falta de sentido auténticamente personal queda expresada 
            literariamente en la falta de posibilidades que implica la reducción 
            a insecto. El protagonista desaparece de la escena cuando se rompe 
            el débil hilo que lo unía al mundo de la creatividad (el afecto 
            hacia su hermana y la voluntad de ayudarla). 
La 
            obra comienza con el fenómeno de la "metamorfosis", la 
            transformación del protagonista Gregorio Samsa en insecto. Kafka, 
            hábilmente, nos ofrece datos suficientes para que descubramos la 
            causa que provocó tal fenómeno, mejor dicho: la serie de 
            acontecimientos que adquieren cuerpo expresivo en tal 
            fenómeno.
Sabemos, por la biografía de Kafka, que éste vivió el período 
            de la infancia en una gran soledad, experimentó el distanciamiento 
            espiritual de sus tres hermanas, excepto (durante su enfermedad) la 
            hermana menor, y consideró su empleo en una casa de seguros como una 
            rémora constante e insufrible para su actividad creativa de hombre 
            de letras. Este desajuste entre la sordidez de la vida cotidiana y 
            su vocación profunda despertó en su interior un sentimiento de 
            desesperación, alumbró en su mente la idea del suicidio y lo llevó 
            paulatinamente a la enfermedad y la muerte prematura . Estos datos nos permiten rehacer con 
            fidelidad y hondura las experiencias básicas de la vida de Gregorio 
            Samsa en el período anterior a su «animalización».
La 
            característica básica del ser humano, la que lo distingue del animal 
            es su capacidad de ver los seres del entorno como realidades, no 
            como meros estímulos, y captar las posibilidades que nos ofrecen en 
            orden a realizar un juego creador, tomar iniciativas, asumir 
            responsabilidades, sentirse en cierta medida dueño del propio 
            destino, en cuanto uno va optando por unas posibilidades y 
            desechando otras, a fin de dar una configuración determinada a la 
            figura de la propia personalidad. Esta capacidad de ver y tratar un 
            ser como fuente de posibilidades es la libertad. 
De 
            esta libertad, así entendida, carece Gregorio Samsa, un corredor de 
            comercio que no ama su oficio, lo considera como mero medio para 
            ganar dinero y sostener la familia, y lo ejerce casi de modo 
            mecánico obedeciendo rígidamente órdenes, consignas y horarios de 
            forma medrosa. 
            El trabajo, que ocupa la mayor parte de su vida, no significa para 
            Gregorio un auténtico campo de juego. Toda su ilusión es 
            poder llegar a abandonarlo.
«Si no me retuviera a causa de mis padres, hace tiempo que 
            hubiera comunicado mi cese»  
Es 
            un tipo de trabajo cansado, monótono, incómodo, sórdido, y no ofrece 
            siquiera la compensación de un trato humano de cierta calidad: 
            
«... Relaciones humanas siempre cambiantes, nunca 
            duraderas, incapaces de llegar a ser verdaderamente cordiales. ¡Al 
            diablo con todo esto!»  
En 
            el mundo del comercio en el que se movía Gregorio no se daban las 
            condiciones que exige el encuentro interhumano: confianza mutua , flexibilidad en el trato, respeto a la persona... Todo 
            valor era pospuesto al interés económico.
«... Nosotros, los comerciantes, por suerte o por 
            desgracia, como se quiera, debemos a menudo hacer caso omiso de 
            ligeras indisposiciones en atención a los negocios»  
Esta manifestación fue hecha ante los padres de Gregorio por 
            el Principal de éste, un personaje que representa en la obra el 
            espíritu de la profesión. Por moverse en nivel objetivista, 
            infralúdico, no creador, el Principal -que aparece sintomáticamente 
            despojado de nombre propio, que responde a la condición personal, y 
            es designado enfáticamente con un término relativo a la función que 
            ejerce- podría muy bien, a juicio de Gregorio, padecer una 
            metamorfosis semejante a la suya . Este pormenor, 
            aparentemente anodino e incluso arbitrario o fantástico, arroja luz 
            sobre el sentido más hondo de toda la obra.
Para Gregorio, la actividad laboral era solamente un medio 
            para un fin: sostener la familia y redimirla de la desesperación 
            provocada por un desastre económico. Si en el trabajo no podía 
            realizarse como persona, por faltar las posibilidades creadoras de 
            auténticas formas de encuentro, el sentirse útil a la familia y 
            provocar la alegría de todos en el momento de entregar su aportación 
            económica significaba para él una fuente de gratificación personal, 
            algo hermoso y festivo, porque venía a ser un esbozo, siquiera 
            fugaz, de encuentro personal (51-52, 75). La costumbre, sin embargo, 
            fue enfriando poco a poco este entusiasmo primero, excepto en la 
            hermana . 
A 
            pesar de esta inicial relación de encuentro con sus familiares, 
            Gregorio no se entrega nunca a una actividad verdaderamente 
            creadora. Alimenta secretamente el "lindo sueño" de enviar algún día 
            a su hermana a estudiar en el conservatorio de música de Praga, la 
            capital, , pero, cuando está en casa, apenas sale, se sienta 
            a la mesa y no entra en juego; se limita a leer el periódico en 
            silencio o a estudiar itinerarios
La 
            metamorfosis afecta al cuerpo de Gregorio, no a su espíritu. El 
            cuerpo simboliza aquí el elenco de posibilidades elementales que uno 
            necesita para vivir una vida creadora. Gregorio puede pensar, 
            sentir, desear, hacer proyectos, acomodarse a una situación, oír y 
            ver, pero presenta un aspecto repugnante y carece de facilidad de 
            movimientos para llevar una vida normal. De suyo, el cuerpo es el 
            lugar viviente de presencialización de la persona, de su instalación 
            receptivo-activa en el mundo, de su encuentro con las realidades 
            capaces de entreverarse. Después de la transformación, el cuerpo de 
            Gregorio es algo extraño para él mismo y para los demás y constituye 
            un elemento opaco que lo escinde del mundo exterior y lo condena a 
            una asfixia lúdica. El sentido de su vida anterior había radicado en 
            sostener a la familia económicamente. A partir de ahora no sólo no 
            podrá resolver el problema familiar, sino que será un obstáculo 
            decisivo para buscar una salida, aunque sea tan precaria como 
            alquilar las mejores habitaciones del hogar a unos huéspedes 
            exigentes.
Ello explica la evolución sufrida por los familiares en su 
            modo de reaccionar ante la situación creada por la metamorfosis. Al 
            principio, los familiares, acuciados por el Principal, se sienten 
            hondamente preocupados por Gregorio; más tarde, lo tratan con cierto 
            cuidado, sobre todo la hermana, que se brinda a facilitarle comida y 
            a disponer la habitación de modo que pueda desarrollar en alguna 
            medida las actividades propias de un insecto, como es trepar por las 
            paredes. Sólo una asistenta se atreve a aplicarle el nombre de 
            «bicho», que los familiares evitan porque el lenguaje da cuerpo a 
            las realidades que expresa y las hace aparecer ante los ojos con 
            toda su fuerza. El padre, fuera de sí debido al horror que le 
            produce la figura de Gregorio, lo agrede y lo deja malherido, 
            privado incluso de la escasa movilidad que poseía. Su madre 
            intercede por él y se esfuerza, lo mismo que su hermana, Grete, por 
            conseguir sobrellevar la situación
Poco después, sin embargo, cuando observan que la presencia 
            de Gregorio les impide tener huéspedes e incluso criadas, ambos 
            familiares empiezan a tratarlo sin cariño alguno  y 
            convierten su habitación en una trastera . En un momento de 
            irritación, Grete, la hermana, le había llamado por su nombre de 
            pila: «¡Ojo, Gregorio!» . Esto implicaba un contraste 
            desgarrador, porque un nombre propio sólo se aplica en rigor a las 
            personas, pero aquí significaba una firme voluntad por parte 
            de la joven de no hacerse a la nueva situación ni seguir esperando 
            una salida airosa. Ahora se niega a seguir teniendo en su casa a un 
            hombre-insecto, pues tal mezcla absurda es insostenible. Hay que 
            decidirse a aceptar el nuevo orden de cosas y tomar las medidas 
            pertinentes para abrir algún horizonte hacia el futuro. 
«Queridos padres , esto no puede seguir así. Si 
            vosotros no lo comprendéis, yo lo comprendo. Ante este monstruo, no 
            quiero ni siquiera pronunciar el nombre de mi hermano; y, por tanto, 
            sólo digo esto: debemos deshacernos de él. Hemos hecho lo 
            humanamente posible para cuidarlo y tolerarlo; yo creo que nadie 
            puede hacernos el menor reproche»
Los esfuerzos de los familiares por no considerar a Gregorio 
            como a un «enemigo» acaban debilitándose hasta la 
            extinción. Grete, la que más interés parecía poner en cuidar a 
            Gregorio, es la que toma la iniciativa en orden a deshacerse de él, 
            por miedo a que su presencia cause un daño irreparable a la salud de 
            sus padres ).
«Debe irse, gritó la hermana . Es la única salida, padre. 
            No tienes más que desechar la idea de que es Gregorio. El haberlo 
            creído tanto tiempo, eso es propiamente nuestra desgracia. Pero 
            ¿cómo puede ser esto Gregorio? Si fuera Gregorio, ya hace tiempo que 
            hubiese comprendido que no es posible que unos seres humanos 
            convivan con semejante animal y se hubiera ido voluntariamente. No 
            tendríamos al hermano, pero podríamos seguir viviendo, y honraríamos 
            su recuerdo. Mientras que, así, este animal nos persigue, echa a los 
            huéspedes, quiere abiertamente apoderarse de toda la casa y dejarnos 
            a dormir en la calle»
En 
            virtud de esta decisión de la hermana respecto a Gregorio, éste 
            queda fuera de juego en la familia. Los tres familiares se reducen a 
            mirarlo «tristes y pensativos» . Ni siquiera lo azuzan con 
            palabras o gritos para que vuelva a la habitación. 
            Kafka anota con impresionante laconismo irónico: «...Nadie le 
            apresuraba; se le dejaba en entera libertad» . Este género 
            de «libertad» y autonomía que se le concedía iba unido con la 
            carencia casi absoluta de todo movimiento. Recogiendo sus últimas 
            fuerzas, Gregorio se arrastró hacia su habitación y dirigió una 
            última mirada rápida a su madre, «que, por fin, se había quedado 
            dormida», es decir, entregada a una falta total de iniciativa y 
            creatividad respecto al hijo menesteroso. Grete se 
            apresuró a cerrar la puerta con llave, suspirando de alivio. 
            Gregorio «muy pronto hubo de convencerse de que le era en absoluto 
            imposible moverse»). Se hallaba en el grado cero de 
            creatividad. Por eso, aun pensando «con emoción y cariño en los 
            suyos», «hallábase, a ser posible, aún más firmemente convencido que 
            su hermana de que tenía que desaparecer».
«Y en tal estado de apacible meditación e insensibilidad 
            permaneció hasta que el reloj de la iglesia dio las tres de la 
            madrugada. Todavía pudo vivir aquel comienzo del alba que despuntaba 
            detrás de los cristales. Luego, a pesar suyo, su cabeza hundióse por 
            completo y su hocico despidió débilmente su postrer 
            aliento».
El 
            cerco a que se vio sometido en el aspecto 
            lúdico-creador acaba de provocarle la asfixia 
            espiritual, y lógicamente tenía que perecer. Desear que una 
            persona deje de existir es el polo opuesto al amor y destruye, por 
            consiguiente, toda posibilidad de encuentro personal; produce una 
            «desambitalización» absoluta. Gregorio había confiado siempre en su 
            hermana. Al romperse del todo su ámbito de convivencia con ella, su 
            grado de desvalimiento se hizo total y su vida lúdica quedó achicada 
            hasta la anulación. Lo que perece al morir el Gregorio-insecto es 
            el último resto de posibilidad creadora que le quedaba al 
            Gregorio-persona.
Desaparecido Gregorio, el hogar vuelve a ser un lugar de 
            encuentro para los familiares. Se prescinde de los huéspedes, a fin 
            de tener un ambiente de intimidad, y se hacen planes para el futuro. 
            Esta apertura de un nuevo horizonte prometedor queda expresada en el 
            viaje en tranvía que hacen los padres y la hermana un día de sol, a 
            cuya luz resplandecen las nuevas formas de «muchacha bella y lozana» 
            que ha adquirido últimamente la pequeña 
La 
            transformación de Gregorio en insecto no es realista sino 
            simbólica, pero no por ello es menos real en el plano del 
            juego y de los ámbitos. Kafka quiere poner ante los ojos del lector 
            de modo plástico, impresionantemente visible, una situación que a 
            muchas personas pasa inadvertida: la reducción de un ser humano a 
            medio para un fin, mera máquina de ganar el dinero necesario para 
            salvar una situación apurada. El relato nos transmite vivamente en 
            todo su horror, a través de su encarnación en una imagen, una 
            situación humana que se da realmente con frecuencia, pero apenas se 
            advierte cuando se vive de modo objetivista, atenido más bien a las 
            apariencias externas. 
            
Al 
            leer la obra, aparece con toda su crudeza lo que sucede 
            veladamente en la vida humana. Ésta es la espléndida 
            posibilidad de las imágenes: hacer entrar por los ojos los 
            acontecimientos "inobjetivos" que se evaden a la mirada de las 
            gentes poco avezadas a la contemplación de los sucesos creadores. 
            Gregorio Samsa, el sumiso y pasivo corredor de comercio, se veía ya 
            a sí mismo como un infrahombre, un ser poco cualificado, un vil 
            insecto. Esta autodescalificación era un suceso real, real en cuanto 
            al juego que quería haber hecho en su vida cotidiana. Por eso 
            necesita ser expresado a través de una imagen, que -a 
            diferencia de la mera figura- presenta dos vertientes: la 
            sensible y la suprasensible, la objetivista y la lúdica.
En 
            las décadas posteriores a la primera guerra mundial muchos europeos 
            sintieron una difusa añoranza por el mundo infracreador, que era 
            visto a menudo como una tierra de promisión. En La 
            metamorfosis, tal descenso significa más bien la destrucción 
            total de las posibilidades de realización humana.
Todos los pormenores que destaca la obra son de carácter 
            lúdico-ambital. Gregorio fue siempre un hombre 
            encerrado: encerrado en la tupida red de un puesto de trabajo 
            sórdido y atenazante; recluido voluntariamente en un hogar 
            constituido por personas mayores, fracasadas y enfermas y 
            una niña un tanto comodona cuya actividad creativa se polarizaba 
            exclusivamente en torno a la música. Precisamente, en esta 
            dirección se orienta la única iniciativa que tuvo Gregorio respecto 
            al futuro: pagarle a su hermana los estudios del Conservatorio. Es 
            sintomático que Gregorio, en su extrema postración, sólo parece 
            elevar un tanto su ánimo al oír a su hermana tocar el violín, y ello 
            no tanto por lo que tal actividad pudiera implicar de creatividad 
            musical -para la que Gregorio carecía de sensibilidad-, cuanto por 
            la posibilidad de ayuda que la condición artística de su hermana le 
            abría a él en el futuro. De ahí su deseo de llevarla a su habitación 
            y establecer con ella una relación estable de encuentro.
«Le parecía como si se abriese ante él el camino que había 
            de conducirle hasta un alimento desconocido y ardientemente añorado. 
            Estaba decidido a llegar hasta la hermana, tirarle de la falda y 
            sugerirle así que viniese a su cuarto con el violín, porque nadie 
            premiaba aquí su interpretación cual él quería hacerlo. No la 
            dejaría salir de su cuarto, al menos en cuanto él viviese»
Al 
            verse reducido a insecto es decir, al sentirse falto de 
            posibilidades creadoras, Gregorio confía en que, uniendo su fuerza 
            de voluntad a los ánimos que le infundan sus familiares, podrá salir 
            adelante.
«... Todos, incluso el padre y la madre, debían haberle 
            gritado: ¡Ánimo, Gregorio!. Siempre adelante. ¡Duro con la 
            cerradura!»
Pero sus familiares, tras el primer momento de desconcierto, 
            optan por esconderlo, resignados a su suerte adversa; dan la 
            situación por irreversible y retiran de la habitación los muebles 
            para que Gregorio pueda moverse con más facilidad dentro de las 
            posibilidades que le abre su condición actual; es decir, lo 
            «desambitalizan» como hombre, a pesar de que su madre intuye con 
            finura que, al dejar la habitación convertida en un desierto, vienen 
            a indicar que renuncian a toda esperanza de mejoría por parte de 
            Gregorio y lo abandonan a su suerte 
De 
            aquí arranca el tragicismo de toda la obra. Gregorio Samsa 
            sigue pensando y sintiendo como hombre, capta con 
            lucidez cuanto dicen y hacen los demás, pero no logra darse a 
            entender , posee una interioridad de ser humano y una 
            apariencia de insecto, no de animal temible -poderoso león, taimada 
            serpiente...-, sino de bicho repugnante e indefenso. Al quedar 
            privado de su entorno confiado de hombre, Gregorio se siente 
            incomunicado, extraño en el mundo, y olvida paulatinamente su pasada 
            condición humana). Debido a algo que se halla fuera de su 
            control -la figura que ofrece a los demás-, Gregorio se ve forzado a 
            alterar radicalmente su sistema de juego, de relación activa con el 
            entorno, y hace con ello del todo imposible una relación de 
            encuentro con sus familiares. Se convierte en 
            objeto, objeto de preocupación o de simple 
            curiosidad , tema de conversación , motivo de 
            diversión, insecto repulsivo e inquietante , trasto 
            inútil , estorbo para la existencia ). Sólo le queda 
            la esperanza de su hermana, la única persona con futuro que hay en 
            la casa
El 
            padre, tras el fracaso económico, había echado el peso del 
            sostenimiento de la casa sobre los hombros de Gregorio, y éste, 
            después de su metamorfosis, pudo enterarse de que le había ocultado 
            que la situación económica de la familia no era tan mala como se 
            decía y las deudas pudieran haberse saldado antes. Por otra parte, 
            ni el padre ni la madre veían con buenos ojos el único proyecto de 
            carácter creativo que había osado abrigar Gregorio: sufragar a su 
            hermana los gastos del Conservatorio. De sus padres, viejos, 
            fatigados y nada emprendedores, no podía esperar Gregorio 
            posibilidad alguna de vida creativa. Al comprobar que también la 
            hermana ha roto definitivamente su ámbito de fraternidad con él, 
            entra en un estado de asfixia lúdica y pierde del todo su condición 
            humana, desapareciendo con ello de la obra. 
Esta segunda parte de la metamorfosis, la espiritual, la que 
            afecta a la condición personal de Gregorio, es la más dolorosa, la 
            definitiva, la estación término de una vida envilecida 
            progresivamente por la sordidez de las circunstancias.
El 
            carácter abrumadoramente trágico de este relato radica en la 
            vinculación en una misma persona de una extrema degradación y de la 
            lucidez suficiente para hacerse cargo de la misma. Si sólo existe 
            una gran desgracia, no hay tragicismo. Este surge cuando alguien muy 
            afectado por ella se hace cargo de la situación. Situaciones 
            trágicas provocadas por una falta absoluta de posibilidades de libre 
            juego creador se dan realmente en numerosas ocasiones. Pese a su 
            apariencia fantástica, La metamorfosis no es un mero relato 
            de ficción, sino la plasmación literaria de una red de ámbitos que 
            el hombre necesita para desarrollarse como tal y que un destino 
            adverso va anulando paulatinamente. Esta anulación implica el 
            derrumbamiento de la personalidad humana. Derrumbamiento se 
            dice en griego «katastrophé», y ésta, la catástrofe, marca la 
            culminación de la tragedia.
http://barcelona.lecool.com/files/2014/04/metamorfosis-kafka-e1397039829258.jpg
http://www.ciudadseva.com/textos/estudios/kafka/kafka01c.htm#Valoraci%C3%B3
http://www.unav.es/noticias/opinion/op081201.html
http://www.biblioteca.org.ar/libros/1587.pdf
http://www.unav.es/noticias/opinion/op081201.html
http://www.biblioteca.org.ar/libros/1587.pdf











excelente kafka
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